Durante décadas los cubanos verificamos el escándalo de desaparecer a Nicolás Guillén Landrián. En vida, como si estuviera muerto. Pero a medida que vamos rectificando esta vergüenza, el artista que ya no está entre nosotros comienza a hacer uso de su propia justicia, tirándonos a la cara la bofetada de su ser. Así, el hombre a quien le prohibieron o incluso le botaron los documentales, es ahora para muchos, y ciertamente para mí, el nombre mayor de nuestra cinematografía. Para seguir leyendo…
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