No era fácil criticar a Cuba. En México se podía idealizar la revolución porque el país no vivió movimientos guerrilleros de la dimensión y duración de Colombia, Perú, Nicaragua o El Salvador. La clave fue un pacto. Dignamente, en 1962, el gobierno del PRI se negó a romper relaciones con el de Cuba y desde entonces sirvió como un canal de comunicación con Estados Unidos; a cambio, el Comandante se abstuvo de apoyar a la guerrilla (incluso filtraría reportes de inteligencia). Muchos de los partidarios de Castro en las aulas, los periódicos o los cafés no desconocían ese pacto y mantuvieron su fe intacta. Para seguir leyendo…
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