La ciudad tiene esa patología enfermiza con estos antiguardianes. La ciudad los acepta, los adopta, les da cobijo y comida y otros tantos beneficios que procura la vida uniformada. La ciudad sabe que alguien tiene que hacer el trabajo sucio. Sucio, pero trabajo al fin, pues representa la gran oportunidad, el sueño de emigrar a la capital, a La Habana, «lo más grande». Un sueño que si bien puede ser bastante riguroso, también es bastante realizable, solo debes contar con la disponibilidad y una mente virgen. Entonces las mayores captaciones de esta especie de hoplitas suceden en el oriente del país, un foco sensible, más adentro, en las montañas o en las zonas municipales, donde disminuye el acceso a la información, donde hay más precariedad, menos caminos y vías de desarrollo. Para seguir leyendo…
1 comentario
yomismitica | 21/09/2019 - 10:09:56
me parece bien clasista este texto. la ciudad no hace ninguna caridad a los policías, personas de otras provincias, al final nadie es dueño de Cuba. Y aunque puedan ser ciertos algunos de estos argumentos, los que dirigen a los policías, los que ocupan las posiciones más altas, y consienten con sus desmanes, NO SON DEL ORIENTE DEL PAÍS. Es regionalista, clasista y racista este texto
me parece bien clasista este texto. la ciudad no hace ninguna caridad a los policías, personas de otras provincias, al final nadie es dueño de Cuba. Y aunque puedan ser ciertos algunos de estos argumentos, los que dirigen a los policías, los que ocupan las posiciones más altas, y consienten con sus desmanes, NO SON DEL ORIENTE DEL PAÍS. Es regionalista, clasista y racista este texto