El horror tiene en Cuba un efecto vodevilesco. No olvidar que el espectador cubano vio a Tarkovski como puro entretenimiento y que es el único en el mundo para el que el director ruso fue un referente popular, un recuerdo feliz del Quinquenio Gris. La película de Rudy Riverón resulta peligrosa precisamente por dejarlo todo a la imaginación, y no creo que sea prematuro hablar de un “efecto Riverón”: pasados 15 minutos, el espectador cae en cuenta de que no se trata de cine de horror, sino de cinéma vérité. Para seguir leyendo…
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