Durante su vida, Capablanca solo compartió su sabiduría con la joven habanera y fue a ella la única persona a quien dio lecciones. En tres desafíos entre ambos (siempre en partidas simultáneas), María Teresa ganó dos y entabló una tercera, un aval excelente ante uno de los mejores ajedrecistas del mundo. Se dice que, al vencer a su maestro, la chica popularizó una frase más llena de humildad que de orgullo: «¡Ay qué pena, le he ganado!». En muchas ocasiones Capablanca solicitó que invitaran a la joven a eventos masculinos. Las pocas veces que «El Mozart del ajedrez» estudió aperturas y finales, lo hizo para luego enseñarlas a su discípula. Para seguir leyendo…
1 comentario
dovalpage | 27/12/2019 - 07:12:06
¡Muy interesante! Nunca había escuchado de ella, gracias por compartir la historia. ¡Ahí hay material!
¡Muy interesante! Nunca había escuchado de ella, gracias por compartir la historia. ¡Ahí hay material!