Papi, le dije, escucha esto: “Una mujer puede, en el mismo día, dirigir un equipo profesional y disfrutar siendo el objeto sexual de un hombre, sin ser una puta ni una vil cómplice del patriarcado. Puede asegurarse de que su salario sea igual al de un hombre, pero no sentirse traumatizada para siempre por un manoseador en el metro, incluso si se considera un delito. Ella puede considerarlo incluso como la expresión de una gran miseria sexual, o como si no hubiera ocurrido”. Mi marido me miró. Veo en su rostro que no está totalmente de acuerdo. Pero, ¿con qué parte? Para seguir leyendo…
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