Convertidas en libro, las columnas de «La Lengua Suelta» exigen que se las considere de otro modo. Que se las lea sin el aliento de los rencores frescos que despierten tales o cuales figuras. Más de uno de los escarnecidos por Fermín Gabor no se encuentra entre nosotros. Ni siquiera entre ellos. La lectura que pide el editor del libro y autor del diccionario de personalidades mencionadas en las columnas que acompaña el volumen, el escritor exiliado en España Antonio José Ponte, es otra, más reposada y vasta. En la introducción del libro, Ponte propone una genealogía a La lengua suelta cuyos ancestros incluyen las Vidas para leerlas y Mea Cuba de Guillermo Cabrera Infante, Necesidad de libertad y El color del verano de Reinaldo Arenas o incluso los epitafios de escritores que alguna vez hicieron circular anónimamente los poetas Luis Rogelio Nogueras, Guillermo Rodríguez Rivera y Raúl Rivero. Para seguir leyendo…
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