El despliegue de artificios de Vereda tropical, más que un ensamblaje simulacionista de la estética de los cincuenta, aparecía como un resquebrajamiento de los valores trascendentalistas del high art aún imperantes en la pintura y, a su vez, señalaba un acervo inexplorado de repertorios autóctonos donde se ocultaban muchas de las tensiones y urgencias de articulación de la cultura contemporánea en Cuba. Estas obras de 1982 transitaban con desparpajo, de la calculada elegancia del pop a la burda estética de la quincalla. Para seguir leyendo…
Responder