Despreciable es el régimen que pone a un escritor en el lugar del funcionario y del censor. Pero más despreciable todavía es el escritor con pompa de funcionario que se cree impune y habita muy lejos ya de todo escrúpulo, y tan a gusto se siente cumpliendo esa tan revolucionaria tarea. El hecho de publicar libros no entraña ninguna superioridad ni moral ni ética ante los demás, pero hay escritores que llevan su extraña fascinación por el poder tres pueblos más allá: son ellos mismos la encarnación de un sistema decrépito. Para seguir leyendo…
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