La poesía como nicho ilusorio, o como lúcido e infructuoso acto de resistencia mientras campea la locura, el horror de la locura. El poeta como un buen exorcista de sí mismo. O mejor: ambos poetas como dos de los peores exorcistas del mundo. Porque sus demonios, de la vida o la cabeza, van transitando sin piedad a la página en blanco. La vida y la cabeza de Ángel Escobar y Juan Carlos Flores. La viralidad, morbilidad y mortalidad de esos demonios, solo son traducidas al poema. Una cartografía poética del estado mental. Para seguir leyendo…
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