Manuel Marzel es nuestro gran cineasta dadaísta. Es el más grande. No importa que probablemente sea el único. Su negación de lo racional, su gusto por el absurdo y su anarquismo decadente e irónico (que llega a autodeclararse como frívolo) modelan un cine cuyo único principio es no tener principios. Por eso cada película suya es tan distinta de las otras, aunque se establezcan conexiones sensoriales, icónicas, o a nivel de tono. Para seguir leyendo…
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