Si algo debiera conmemorar la intelectualidad cubana que aún se considera depositaria y difusora del legado sacro, sería el descubrimiento público del miedo que arrostró Virgilio Piñera. El asaz sometimiento al que se vieron impelidos luego todos los escuchas y usufructuarios del ditirambo máximo, pero en masa ganadera, que no ganadora. (De “nada”). Para seguir leyendo…
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