La labor de la sempiterna Seguridad del Estado fue perseguirnos y acosarnos con todos los medios que disponía, y eran muchos. Se nos prohibió dirigirnos a aquella playa. Durante al menos dos años, si salíamos, nuestros carros eran detenidos y escoltados de regreso. Guanabo era la frontera límite. La vigilancia fue total y constante. Cuando tuvimos claro que el Estado-gobierno nos estaban robando el festival, y que lo realizaría desde sus instituciones, decidimos responder con una estrategia combinada: la acción mediática y la acción legal. Solo la primera rindió algunos frutos. Para seguir leyendo…
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