Un día descubrí la razón de la mala memoria de mi madre. Fue el día que mi padre me obligó a ir a una segunda cita con la Seguridad del Estado, el día que quiso que colaborara. Mi táctica fue hacerme innecesaria, obsoleta y redundante. Quitarle valor a la información y, si era posible, no tener información alguna. De ser una joven ávida de ilusiones, que iba a todas las conferencias, que no se perdía una inauguración ni una fiesta y ansiaba estar en todos los proyectos, pasé a ser una persona que no quería saber nada de lo que estaba pasando. Para seguir leyendo…
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