Vargas Llosa reconoce en sus Memorias su desencanto con el marxismo y el socialismo, pero especialmente el desencanto real que conoció en Cuba y la Unión Soviética. En su crítica a estos regímenes, que también aluden a Perú de manera directa, a través del gobierno de Velasco Alvarado, el escritor peruano vuelve a la relación existente entre los intelectuales y el Estado: “sospeché que la fascinación de los intelectuales con el estatismo derivaba tanto de su vocación rentista —alimentada ‘por la institución del mecenazgo’[—]” como de que en los totalitarismos el intelectual se tornaba dócil frente al Estado para poder formar parte rápida y automáticamente de “la élite”. Para seguir leyendo…
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