Cuando pienso en donde está emplazada la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), me invade un sentimiento de zozobra. Hay una energía telúrica en el entramado que resulta inquebrantable. Es casi una mazmorra, una ciudad dormitorio como Alamar. A todos los efectos, una ciudadela confinada. Increíblemente, sus 392 hectáreas están arraigadas a una historia geobiológica inflamable, a mitos y leyendas urbanas que vaticinan su condición de cuartelillo hostil. Para seguir leyendo…
Responder