Elvia Rosa Castro: ¿Wilfredo Prieto sí o no? / Interviú a Jorge Peré, Elvis Fuentes & Héctor Antón
A raíz de la entrevista “No creo en la definiciones”, realizada por François Vallée, hice una entrevista a críticos y curadores de varias generaciones y localías que de alguna manera han estado cerca de la obra de Wilfredo Prieto. Probablemente esta mini-interview sea un intento de ubicarme personalmente en algún sitio de un dilema que hasta ahora sólo parece que lo tengo yo. (Lo que podía servir de intro a esto se encuentra en el texto Wilfredo “El Pillo” Prieto: Olvidos y declaraciones voluntarias).
Aquí les reproduzco las preguntas:
1-Te sorprenden las declaraciones de Wilfredo Prieto en “No creo en las definiciones”?
2-Crees que sus declaraciones influirán en su carrera artística? Lo invitarías a una de tus curadurías?
Debo mencionar aquí que fueron varios los entrevistados y sólo tres respondieron. No tiene que ver con liderazgo, eso está por descontado. Las ausencias dan fe del dilema mismo. A unos les duele, a otros nos le importa mucho; otros creen que no hay aptitud para el disenso y por tanto prefieren pasarse con fichas… ¡Pero 3 es un número impar y no puedo quejarme!
Resulta interesante apreciar tres puntos de vista diferentes que conducen a un mismo resultado. Resulta alucinante constatar cómo la estética sobrevive por encima de la ética.
Con esto se cierra el dossier.
Jorge Peré
1-Tendría que colocar en una balanza (eso estoy haciendo ya) lo que esperaba -partiendo de meras suposiciones, de intentar un vínculo probable entre cierta propuesta artística y la ideología de su autor-, y lo que no, en cuestiones de juicio, del artista que es Wilfredo Prieto. Esto, con tal de percibir si es mayor la sorpresa que provoca en mí su narrativa descalificadora y simplista en torno al arte y los artistas de acento político que han tenido lugar (y un peso indiscutible) en nuestra tradición simbólica, que aquella otra donde Prieto se expone tal y como es: un artista cuyas relaciones con la nomenclatura oficial han permanecido intactas y a buen recaudo al día de hoy.
Lo que en realidad me resulta sorpresivo, desde todo punto de vista, es que Wilfredo, siempre tan ascético, mesurado y displicente en su decir, haya derivado sin más hacia un terreno esencialmente complejo, difícil de razonar en unas pocas palabras, donde, evidentemente, no le fue nada bien. Esa presunta fórmula que plantea, y que según él es la garante de marketing para muchos artistas cubanos, en todo caso desnuda con claridad nada más que su pensamiento. Se antoja obvio: lo de su “apoliticismo” -ahora lo sabemos- fue el mayor de todos los slogans, que no un statement consecuente. El asombro, entonces, tendría que ver en mi caso con ese desliz tan imprevisto en que Wilfredo, un artista que sigo considerando valioso e imprescindible en nuestro contexto, desmonta su propia mitología de artista “cerebral”, meticuloso al momento de conceptualizar la realidad con todos sus matices.
2. Por supuesto. Alguien dispensó por ahí una idea con la cual convengo plenamente: Wilfredo Prieto y su obra constituyen un eje meridiano, indispensable, en el arte cubano de los últimos veinte años. Razones para justificar esto sobran. Te guste o no, estés de acuerdo con su postura o no, ahí está su aura -innegable, además-, un puñado de gestos que ya no podemos desconocer. Cualquier curador, cubano o extranjero, me parece, estaría a gusto al trabajar con un artista tan metódico, eficiente e imbuido en la operatoria estética contemporánea. Al menos yo, llegado el momento, no vacilaría.
Elvis Fuentes
1- No me sorprende lo que dijo para nada porque eso es lo que han estado diciendo muchos artistas cubanos desde tiempo inmemorial. Es parte de los “talking points” de las tácticas de desacreditación que siempre se han usado desde la propaganda ideológica del MinCult. Por ejemplo, están en el libro de Luis Camnitzer, que fue aprobado por Hart mismo. La carrera de Camnitzer lejos de eclipsarse por su apoyo incondicional a la dictadura se ha convertido en mainstream. Para mí es el caso paradigmático: un artista cínico que se hace el ciego con la represión en Cuba porque su estatus de “scholar” se construyó sobre ese libro y ya luego ha seguido escribiendo con el mismo estilo. En aquella época no se conocía el caso de Ai Weiwei pero la idea y los argumentos son los mismos: que si un artista es crítico, esa crítica política no es para el público cubano que por alguna extraña razón es un purista del arte, sino para la prensa extranjera y el mercado de arte en moneda dura; y que el artista que se dedica a eso lo hace porque no tiene calidad suficiente y tiene que apoyarse en valores extraartísticos. Eso se ha dicho de todos durante décadas y la entrevista en cuestión para mí no tiene nada de novedoso. Lo nuevo es el social media “outrage“. En todo caso, la misma maquinaria lo defenderá por la supuesta honestidad de decirlo. Y el circuito en el que se mueve lo seguirá acogiendo.
2. Como decía, el mundo del arte es amplio y hay muchos circuitos, incluyendo aquel en el cual Wilfredo se mueve como pez en el agua. Lo que hizo y dijo tampoco es para tanto pues eso lo han dicho muchos artistas, incluso algunos que ahora lo critican porque ya están “afuera” y tienen la libertad de no tener que repetir por default los “talking points” de la propaganda del MinCult. Kcho y Lázaro han dicho y hecho cosas peores y actuaron como oportunistas y siguen con sus carreras, no solo en Cuba sino en el mercado internacional, de manera que Wilfredo seguirá con la suya. A Kcho le costó cambiar de galería para una más comercial pero sigue ahí. Lázaro no tiene talento para lo comercial pero recuerdo mucha gente diciendo que era honesto y valiente cuando criticó a Tania porque supuestamente se atrevió a decir lo que todos pensaban y nadie decía.
No creo en el castigo por la libertad de la gente de opinar sobre algo aunque sea pura propaganda como en este caso, así que si un día necesito una obra suya para un proyecto porque es parte de mi investigación, no tendré reparos en incluirlo porque no creo en la autocensura cuando se trata de una investigación científica ni en la curaduría moralista. Del mismo modo que he incluido a Kcho y Lázaro en otros proyectos.
Héctor Antón Castillo
Una tarde del año 2001, me disponía entrar a las cúpulas del Instituto Superior de Arte habanero y en el primer escalón de la entrada a la Facultad de Artes Plásticas había alguien sentado, cavilando y comiéndose las uñas. Era Wilfredo Prieto. Parecía un ratoncito. En efecto, aquel muchacho se antojaba un roedor que meditaba sus futuros pasos, sin nadie al lado que pudiera leerle el pensamiento. Dicha imagen la tuve en cuenta años después cuando concebí “Un guayabito comiendo queso”, un texto que no le agradó a Prieto sin que llegara a mostrar ira. Ya por entonces el firmante de la instalación “Apolítico” sostenía que Damien Hirst no era un buen artista, pero daba la impresión de rumiar en silencio un axioma del británico: “Me encanta que me difamen”. Nada, que la peor crítica es el silencio.
La reacción que ha tenido W.P, luego de las críticas recibidas a raíz de la entrevista: ”No creo en las definiciones”, confirma su proceder. Wilfredo Prieto calla ante las diatribas de Hamlet Lavastida, Julio Llópiz Casal o Elvia Rosa Castro. No se defiende, tira la piedra y esconde la mano. No ofrece combate, prefiere exponerse a recibir una paliza. Es un tipo ajeno a las injusticias sociales. Para él, no existe el bien común si prevalece la fortuna personal. Se hace el despistado, el que no está al tanto de la movida insular. Es un perverso natural. No sé sabe si es mínimo o minimal. Desde su etapa en el ISA, varios colegas lo han acusado de plagiar soluciones y otras falacias. Pero como diría el octogenario paseante Antón Arrufat: “No se trata de plagiar una obra, sino de mejorarla”.
W. Prieto es otro arribista sin ética ni escrúpulos que ha salido adelante. Aunque en la pantanosa escena del arte contemporáneo: “Hoy eres una estrella y mañana no eres nadie”, como me recordaba Eduardo Ponjuán hace unos años. Subir es duro, caer es muy fácil. Muchos lo imitan en privado a la vez que lo denigran públicamente. Hace poco un miembro cercano de su generación observaba decepcionado: “Wilfredo habla como si fuera un funcionario, asumiendo poses que no le corresponden”. Todo lo ocurrido, no por esperado, no deja de ser triste, lamentable, patético. ¿Qué pensará su mentor Gerardo Mosquera de la postura oficial de Wilfredo Prieto? ¿Le volverá a reír la gracia? ¿Sería el colmo que ambos chistosos coincidieran sin estar de acuerdo en cuestiones políticas?
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