Quienes analizan el arte cubano no quieren entender que observan un sistema totalitario a cuya entidad vertebral, el partido único, pertenece el cuadro político de la cultura: figura a estudiar, más por su implementación de diversas formas de violencia represiva que por su gestión cultural y saber intelectual. La función básica del cuadro es controlar la obediencia política; se le distingue como cuadro profesional del partido: ese individuo –según la definición guevariana– cuya disciplina ideológica y administrativa le permite practicar el llamado “centralismo democrático”. En cualquier ámbito de la sociedad cubana, el cuadro hace valer su autoridad política combinando tal disciplina con su capacidad para el sacrificio y sus cualidades como vigilante. Para seguir leyendo…
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