La literatura cubana es romántica por excelencia. No solo romántica, sino erótica. No solo erótica, sino pornográfica. No solo pornográfica, sino promiscua. Desde que uno nace y empieza a tener uso de razón, hay tanta promiscuidad en el amor y en la noción del amor que luego cuando llega el momento de pensar (escribir), no queda nada estéril de ese romanticismo. Un romanticismo vaporoso y seborreico, una dermatitis juvenil tardía, una cantidad de amor hacia casi cualquier cosa. Para seguir leyendo…
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