Para lo sagrado siempre hay un lugar en la reconstrucción de cualquier nación. Del mismo modo que en su destrucción. No importa lo comercializada que esté la religión, o las veces que las elites intenten normalizar y engavetar las creencias. Lo sagrado, comercializado, globalizado, localizado, mixturado, en apogeo o en declive, parece querer sobrevivir a cualquier intento de neutralizarlo. Y sobre todo, una y otra vez puede convertirse en un arma para unir o separar a las personas. Para seguir leyendo…
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