La toxicidad nos libera de la transgresión para afirmar el existencial “aquí” contra la caducidad de lo reciclable. Y no le teme al consumo ni al reino de la política, a pesar de que intuye que ambos operan desde la misma sujeción. En un registro vernáculo, Mujercitos ha notado que la “mala substancia” de la sujeción ha sido históricamente “reciclable”. La batalla ya no es contra el cuerpo de un soberano, sino contra la encarnación del “mongofiera” (forma ideal de la especie revolucionaria). Para seguir leyendo…
Responder