El guion tiene varios problemas. Por una parte, no contextualiza bien la situación y quienes no estén familiarizados con los hechos, no tienen idea de lo que está pasando ni la razón. Por mucho que mencionen a Fidel Castro y al Che Guevara, de la forma que se presentan los abusos, parece que resultan de los caprichos de un carcelero malévolo y no de un asunto sistémico propio del totalitarismo. No solamente los diálogos carecen de coloquialismo, sino que, en el caso de los presos, la mayoría hechos en base a presos reales, todos parecen tomar turno para hablar o gritar y competir por ver quien dice la frase mas grandilocuente con la mayor solemnidad. Los personajes están construidos con exceso de estoicismo, que los convierte en caricaturas de los héroes que representan. También usa demasiados recursos maniqueos de las telenovelas, como presentar a muchos de los guardias con un cabo de tabaco en la boca mientras golpean a los presos. No hay grisura ni ironía en este filme que se toma demasiado en serio. Es una sobredosis de testosterona (incluso las mujeres plantadas, que las hubo, no son más que mencionadas de paso) que intoxica a todos los personajes y se desborda sobre el público. Para seguir leyendo…
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