Aquí no hay actuación, Gorki y Dorcas son el mismo ser y hablan de lo mismo, un personaje marginado por una sociedad conservadora y represiva, por un idéntico motivo: decir lo que piensa. Hasta los nombres parecen coincidir como una magia inexplicable del mundo de los personajes y los actores que les toca interpretarlos. Así se va creando un discurso visual en la fotografía y los cortes de edición, huyendo de convencionalismos, y se arroja a lo experimental. Para seguir leyendo…
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