La pintura de Flavio Garciandía es una inmanencia sensible, una concreción afectiva y sentimental, un lugar voluptuoso y contemplativo cuyo propósito es producir emoción, placer, belleza. No está hecha para transmitir un mensaje: es una zona de sensibilidad, de espiritualidad, una presencia, la proyección de un silencio expresivo. Sus cuadros son espacios de libertad, de respiración, de depuración y de reflexión; se dirigen al aparato de la percepción visual para alcanzar el ojo interior, “el ojo que escucha”, según Claudel. Para seguir leyendo…
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