Armando de Armas: Una entrevista con Isel Rivero

Archivo | Autores | 6 de mayo de 2021
©Isel Rivero ‘intervenida’ / Archivo

Isel Rivero tiene el honor, junto a su amigo el poeta José Mario Rodríguez, de haber participado del estremecimiento de las estructuras del aparato cultural del totalitarismo militarista recién estrenado en la isla, mediante la fundación en 1960 del grupo literario El Puente. Acontecimiento que tiene lugar en medio de un ambiente editorial provinciano, politizado y elitista, sentando así un precedente para futuros insumisos e independientes dentro del ámbito intelectual cubano: lo que ella ha nombrado después como la acción de “remover un poco las aguas”.

Rivero nació en La Habana en 1941, pero vive exiliada en Madrid. Ha trabajado como funcionaria de Naciones Unidas en Nueva York y Viena, y desarrollado en ese organismo una ingente labor para el mantenimiento de la paz y la resolución de conflictos en África y Centro América.

Es autora de varios libros de poesía, entre los que destacan La marcha de los hurones, Tundra, El Banquete y Las noches del cuervo, su última obra, publicada en Madrid en el 2007.

En el año 2003 la editorial Endymion agrupó, bajo el título Relato del horizonte, todos sus libros de poesía publicados en español, así como poemas que habían quedado dispersos y que aparecieron en revistas y semanarios.

Isel Rivero ha sido calificada por la crítica especializada como una de las voces de la poesía cubana de mayor proyección y originalidad.

¿Qué significó para usted formar parte de la fundación del ya mítico grupo literario El Puente?

No fue una fundación en toda regla. José Mario y yo hablamos mucho de las pocas posibilidades que teníamos de publicar nuestros trabajos. El semanario Lunes de Revolución estaba dedicado a publicar la poesía de la generación a la que pertenecía Guillermo Cabrera Infante, es decir, Fayad Jamis, Baragaño, Luis Manuel Díaz Martínez, y otros. Teníamos que publicar nuestros trabajos como fuera y la única vía era agrupándonos en torno a un grupo literario.

Según José, y reiterado en una entrevista que le hiciera Reinaldo García Ramos en Madrid poco antes de morir, cuando habló de este proyecto con el poeta René Ariza, éste le sugirió que lo nombrara El Puente, lo que recuerda un poco a Die Brücke, que quería connotar que éramos el eslabón que unía a los origenistas y la generación posterior con el mundo convulsionado que se nos venía encima y cuyos prolegómenos no nos entusiasmaban nada. Cuando José me preguntó si estaba de acuerdo en que nuestros dos trabajos fueran los primeros, El Grito y La Marcha de los Hurones, estuve totalmente de acuerdo, y le dije que ese primer paso sería la inspiración para otros y otras a sumarse. Así fue.

¿Cómo se ubica El Puente respecto a esos opuestos que en alguna medida fueron los escritores de Orígenes y los que después se nuclearon en torno al suplemento cultural Lunes de Revolución?

Como digo anteriormente, éramos las voces más nuevas que no encontrábamos espacio en Lunes ni en ninguna otra parte. Cuando Ana María Simo y Reinaldo García Ramos prepararon la antología de El Puente, la titularon Novísima Poesía Cubana.

Ante el silencio de Lunes de Revolución, yo escribí dos cartas al semanario protestando su criterio generacional y parroquial. Eran tan exclusivos que a Rolando Escardó, que no era parte del grupo aunque sí de la generación posterior a Orígenes, le publicaron a regañadientes y muy tarde.

Desde un punto de vista generacional, nosotros nos sentíamos más cerca de Antonio Machado, Ezra Pound, Walt Whitman, Emily Dickinson, Neruda, Vallejo, Perse, y José particularmente de Rimbaud, que de Orígenes o de Lunes.

¿Cómo era su relación con el poeta José Mario Rodríguez? Cuéntenos brevemente acerca de la vida y obra de José Mario.

José Mario era por naturaleza rebelde y de una fuerte individualidad. Se conocía a sí mismo y buscaba los límites para romperlos. Compartíamos el deseo de abrir los espacios creativos a otros que no fueran los de siempre, los del status quo. Fuimos, como se puede ser cuando se tienen 17,18 o19 años, muy amigos, como hermanos. Compartíamos los libros que cada cual obtenía. Por aquel entonces llegaban publicaciones de la Editorial Sur de Argentina, como por ejemplo, las traducciones de las hermanas Ocampo y Borges de literatura inglesa, de la editorial Assandri con las traducciones de Rilke, Novalis y Holderlin, o de México, del Fondo de Cultura Económica con sus famosos breviarios y otras traducciones de las obras de Herman Hesse. De Ezra Pound también llegaban de la Editorial Adonais de España y de la Universidad Autónoma de México.

Nos reuníamos en la Librería La Tertulia o en la Biblioteca Nacional y de allí íbamos a otros lugares. Leíamos nuestros trabajos y los criticábamos. José tenía un gran sentido del humor y de la ironía. Y su motto era actuar, por eso se comenzó a publicar por la libre utilizando la imprenta de la CTC. José no era de esperar sino de hacer. Esa característica hizo que el sistema no le perdonara y viera en él a un adversario. Los estados totalitarios utilizan una serie de medios coercitivos para doblegar la voluntad de libertad, dos de los cuales son la mordaza y la sexualidad. Por otra parte, mi libro La marcha de los hurones era una crítica al sistema que se comenzaba a estructurar y fue retirado de las librerías. Por eso tuvieron mucha valentía tanto Reinaldo García Ramos como Ana María Simo en incluirme en la Antología, y José Mario al dedicarme un libro, De la espera y el silencio, cuando ya yo estaba en los Estados Unidos.

¿Cuál ha sido la experiencia que más la marcó en su labor a favor de la paz y la resolución de conflictos como funcionaria de la ONU en Centroamérica y África?

Tanto la independencia de Namibia como la intervención en Ruanda han sido muy importantes para mí. En Namibia experimenté la plenitud de un trabajo bien hecho. En Ruanda el fracaso de la comunidad internacional en detener un genocidio.

¿Ese activismo como alta funcionaria de la ONU ha marcado en alguna medida su poesía?

Sí, mi paso por África ha marcado mi persona y por lo tanto mi poesía, de facto se lee en Las noches del cuervo.

¿Qué de malo y qué de bueno puede tener el exilio para un poeta?

Jeanne Hersch, la filosofa suiza, en su libro El nacimiento de Eva, dice que el estado del ser humano es el del exilio, y yo añadiría que muchos se pasan la vida tratando de evadirlo. Para mí el exilio ha representado la libertad y la soledad, ambos necesarios intrínsecamente para la creación.

¿Qué rol juega el dolor en su poesía o la poesía en su dolor?

Supongo que se refiere al trabajo Nuestro Dolor, que leí en la lectura de Books and Books el pasado 22 de febrero.

El reconocimiento del dolor es el preludio a la catarsis. Y ese es el primer paso para llegar a la empatía con el otro. Al dolor hay que nombrarlo, encararlo, no como víctima, sino como medida de la sabiduría desde donde se vislumbra su ausencia. Lo cual es imprescindible en la poesía. En relación a Cuba me duele que no reconozcamos ese dolor para ser más generosos y menos cainitas los unos con los otros.

En su último poemario, Las noches del cuervo, ¿hay un canto a la natura, a la contranatura o a la metanatura? ¿O quizá, más complejo, un canto a la fusión de los aspectos trinos de una misma manifestación, relación del sujeto con la realidad?

Lo que llamamos realidad es posible que sea muy limitado. Por ejemplo, y sin ir a la física quántica, todos tenemos diferentes percepciones del tiempo. Sin embargo lo que conocemos y nos rodea, lo que nos contiene y nos acuna en la vida, es este círculo de agua azul que metódicamente estamos destruyendo. El ser humano apenas comienza a balbucear, eso es de lo que se trata Las noches del cuervo.

¿Alguna nostalgia de los paisajes patrios? ¿Regresaría Isel Rivero a una Cuba bajo la égida de la libertad?

Ninguna nostalgia por el país. Lo que dejé ya no existe. En el exilio encontré el silencio. La isla es muy ruidosa. Y en cuanto a la niñez tampoco siento nostalgia porque me nutre, está conmigo. No sé si regresaría físicamente a visitar algún paisaje antes de morir.

Publicación fuente ‘Cuba Inglesa’, 2009