Esta declaración, leída entre risas satisfechas por Belkis-Ginette, constituye uno de los instantes más necesarios y definitorios de la obra, a pesar de la aparente levedad de la mención: en esta humilde acta de un jurado se erige la declaración de principios de una intelectualidad que se ha negado a perecer o a perder su libertad de expresión a lo largo de los años; un pensamiento crítico y de intensa vocación de compromiso, ajeno a complacencias, que nunca desaparecerá de la Isla. Para seguir leyendo…
Responder