Xavier Carbonell: Interviú a Ernesto Hernández Busto / Escribir la biografía de Lezama es redactar una historia de la cultura cubana

Autores | Memoria | 4 de enero de 2023
©El humo

Con voz tranquila, Ernesto Hernández Busto (La Habana, 1968) cuenta que, en el funeral de José Lezama Lima, un presunto espía lo filmó todo con una cámara. La cinta, que nadie ha visto, debe de estar escondida en los archivos secretos del Icaic o en una gaveta de Villa Marista desde aquel verano de 1976.

Afincado sobre una tumba, con el aparato sobre un hombro, el desconocido registró la cara de los dolientes: Cintio Vitier, Ángel Gaztelu, Fina García Marruz, pero también Raúl Roa, Ambrosio Fornet, Raúl Hernández Novás, Heberto Padilla y un sinnúmero de escritores, funcionarios, enemigos y alborotadores.

A partir de ese momento, afirma Hernández Busto, cada uno de los presentes defiende un relato distinto sobre Lezama. Múltiples anécdotas, opiniones formuladas a la hora del café, plagiadas, malentendidas, tergiversadas, olvidadas y rehechas por sus discípulos. Es una región compleja, en la que el biógrafo avanza siempre en riesgo.

Exiliado en Barcelona, desde finales de los noventa luego de varios años en México, Hernández Busto lleva décadas acumulando material para escribir la primera biografía, en sentido estricto, de Lezama. El libro se ha convertido en una especie de leyenda y el autor solo ha ofrecido fragmentos para tentar al lector. A juzgar por estos capítulos –publicados en revistas como RialtaEl Estornudo e Hypermedia–, el proyecto del cubano es catedralicio, absorbente y ni siquiera así agota el universo lezamiano.

Lúcido, Hernández Busto comprende la envergadura de su empeño, en conversación con 14ymedio: «Quien escriba la biografía de Lezama tiene que redactar, en realidad, una historia de la cultura cubana, en especial la republicana del siglo XX. Y acaso también la historia de una ciudad: La Habana».

El problema no es distinto al de quienes establecieron el canon de las escrituras sagradas, aventura Hernández Busto. Hay que enfrentar testimonios, contrastar versiones y dichos, consultar múltiples manuscritos, a menudo apócrifos, como hace el evangelista Lucas en El Reino, la novela de Emmanuel Carrère.

«Es un territorio inestable, porque hay que diferenciar el chisme de la historia, mezclados siempre con las anécdotas biográficas. Un buen ejemplo son las circunstancias de su muerte y su sepelio, contadas por varias fuentes. Esa indefinición convierte cualquier relato en arena movediza». El escritor busca también los detalles, objetos y evidencias que dan solidez al texto (como saber que la limusina fúnebre de Lezama fue un Cadillac de 1959, número simbólico y ominoso).

«Moverse entre el mito y la exaltación es muy incómodo, una duda constante», asegura Hernández Busto, que disfruta el desafío de recoger los testimonios y detectar, luego de mucha investigación, quién marca el paso correcto en el laberinto de versiones. «El reto es hacer una biografía a la inglesa, más centrada en las circunstancias vitales que en las obras propiamente dichas, de ahí el título provisional: José Lezama Lima: una biografía«.

El origen de este volumen fue una serie de entrevistas que realizó, hace años y con una pequeña grabadora, a amigos de Lezama como el padre Gaztelu o José Triana. Fue la esposa de Triana, Chantal Dumaine, quien le facilitó varias fotografías del sepelio donde, efectivamente, aparecía el desconocido de la cámara. «En un mundo de versiones y suposiciones, el hallazgo de una foto como esta permite aclarar muchas cosas», comenta.

Con el tiempo, la obra fue creciendo en volumen y dificultad. «Un problema fundamental ha sido qué exponer en el cuerpo del texto y qué colocar en las notas al pie, que a veces se convierten en pequeños ensayos», dice Hernández Busto. Los adelantos que ha publicado dan fe de esa tentación: con los personajes secundarios –el padre, la madre, las hermanas, los amigos– se podría componer otro libro.

Hay que sumar a esto que se pretende trazar la biografía de alguien que desconfiaba del ejercicio biográfico. «Lezama mismo aseguró: ‘No tengo biografía’. Defendía la autonomía de la obra literaria y repudiaba a Sainte-Beuve [cuyo método crítico privilegia la vida del autor]. Sin embargo, hay pocos libros más autobiográficos que Paradiso. Esa novela es un poco la biografía de una ciudad, La Habana, y de un país, Cuba. Por supuesto, en Paradiso lo biográfico está recreado, utilizado para un proyecto mayor, sublimado si se quiere. Pero todo el andamiaje de la novela es profundamente biográfico», argumenta.

«La escasez de biografías es una característica del canon cubano», lamenta Hernández Busto, de ahí que a veces busque lectores neutrales, fuera del «mundo cubano», para evaluar el texto. «Cada vez que termino de escribir un capítulo», dice, «consulto con amigos, con gente que conoció a Lezama o vivió esa época, pero también con amigos no cubanos, que puedan tener la perspectiva de un lector común. Es difícil encontrar el tono del relato sin dejar de ser exhaustivo».

«Si la vida de Lezama resulta tan interesante es porque incluye dos grandes cuestiones no respondidas, o no del todo», calcula Hernández Busto: «Lezama y la Revolución; Lezama y la homosexualidad. Sexo y política. Son dos grandes tabúes, no sólo de este escritor sino de una cultura y una época. Quizás, después de todo, sean imposibles de resolver. Pero vale la pena intentarlo».

Publicado originalmente en 14yMedio.