Elena Llovet: Entrar al Thyssen armada. ‘La lenta hemorragia’ de Raychel Carrión
Para muchos artistas emigrar expande las oportunidades de visualización de sus obras, sin embargo, también se enfrentan a la dicotomía en torno a cómo posicionarse respecto a la situación de la isla. Esa decisión puede responder a una cuestión tanto ética como de supervivencia económica. La lenta hemorragia (Rialta, colección FluXus, 2022) devuelve la necesidad de pensar la violencia desde todas sus perspectivas, ya sea elevándola a símbolo o mostrándola en su forma más descarnada. Se trata de una suerte de diario de dos años (2020-2022) de la isla que vistos entre las últimas décadas de la historia han sido una cápsula de rebeldía.
El hecho de que la mayoría de los dibujos que integran la selección hayan sido producidos desde el exilio, habla del compromiso que asume el artista al posicionarse frente al bombardeo de noticias que recibió sobre Cuba en esa etapa. Esa impotencia que llega con la reflexión y la distancia Carrión la ha transmutado en la construcción de un imaginario más actual para la isla. Poblada de zombies de mandíbulas desgarradas, decapitados, que en ocasiones contaminados por la insurgencia se lanzan sobre la policía (“La transustanciación del grito”, Serie Sharing) y en otras obedecen inertes.
La necesidad de alertar sobre el peligro de la pérdida del individuo en medio de las masas y colectivización propias de los regímenes totalitarios, está contenida en su representación de la violencia. Esta percepción de la violencia alcanza a su abordaje del clima insular y se manifiesta en la representación de las inundaciones producidas por las fuertes penetraciones del mar o en la distorsión del paisaje. En el universo del artista se percibe una espacie de desajuste en la naturaleza causado tal vez por las acciones del poder. Así lo apreciamos en la presencia de héroes espectrales que rondan las carreteras o en el simbolismo de objetos sobredimensionados como la tonfa policial) que proyectan su sombra en las calles del país.
Raychel Carrión no refleja la realidad cubana desde la perspectiva de un outsider, hay en sus dibujos una acumulación sensorial de la isla que discursa sobre lo político, también desde la esfera de lo íntimo. Esta operación con la autoreferencialidad encuentra su punto álgido en piezas como: “El espejo miente”, de la serie Ignomia, y “I’m not the one”, de la serie Todas las fuerzas. En ellas, introduce la pregunta acerca de la responsabilidad del artista con la denuncia, también su contradicción personal frente a la decisión de permitir que ese impulso hacia lo político y lo real permee su obra al extremo y por ende sus vínculos afectivos como la relación con su padre en “No te metas en política”, de la serie Todas las fuerzas.
Mucho se ha discutido sobre la focalización de un discurso local y/o global en el arte político y sobre cómo este enfoque podría permear el “alcance” de la obra. Creo que la honestidad de Carrión al contextualizar su poética en la realidad de Cuba es precisamente lo que lo sitúa en una inquisición profunda acerca de la condición humana. En este caso, su abordaje de lo local: la Cuba distópica de los balseros, de la parametración y la violencia, lo conducen a un tratamiento irónico del mito griego, así como a una contaminación extrema de símbolos y referencias.
En mi breve estancia en España –donde también reside el artista– he notado una resistencia en los circuitos artísticos a reconocer el estado de represión que vivimos en Cuba. Una mayoría formada por varias generaciones necesita aferrarse a la idealización de una utopía socialista en la isla, sin importar las vidas que habitan esa utopía. Eso indiscutiblemente permea la selección de los discursos a los que ponderar y hacerles un espacio.
El libro de Raychel Carrión me ha acompañado desde que llegue a Madrid a estudiar en el Museo Reina Sofía. No he podido dejar de pensar en el contraste que ha sido llevar este libro conmigo a todas partes. Hace unos días nos llevaron a una performance en el Museo Thyssen Bornemisza, la artista reside entre Inglaterra y Nueva Delhi, propone El Tercer Polo como un estado de desaprensión, una forma de concebirnos en colectivo más allá de etnias y credos. Al final nos invita a una meditación de aproximadamente una hora en esteras comodísimas, al fondo suena un Gong. Una amiga madrileña muy al tanto de fondos y políticas culturales me ha dicho que están priorizados los proyectos sobre el cambio climático y salud mental. Vi cómo miraron a una chica cuando comentó acerca del proyecto sobre feminicidios que llevaba en su país. No quieren saber de quejas, quieren algo nice, quieren algo zen. Pienso en cuánto tendremos que mutar nuestros intereses creativos y urgencias para sobrevivir aquí. Entré a la exposición con La lenta hemorragia en mi mochila y ha sido como llevar la crónica de la isla a cuestas, como si un hilo de sangre se extendiera por el suelo impoluto de la galería y me delatara. Conocer la poética de Raychel Carrión y su resistencia creativa han sido un aliento inigualable para estos días.
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