Ramón Fernández Larrea: Mirringuita ladra igualitico que antes

DD.HH. | 8 de junio de 2023
©Tejuca

En Cuba ya no hay nuevas ideas. Por no haber, no se escuchan ni ideas viejas, aquellas de fabricar diez millones de toneladas de azúcar que entusiasmaban tanto a esa masa que era el pueblo revolucionario que no sabía para qué se iba a hacer. Aunque en mi barrio muchos se frotaron las manos pensando que la isla inundaría al mundo con dulces, flanes, pudines, tartaletas, cabezones, panetelas borrachas, pastelitos y cuanta cosa dulce se nos antojara.

Y como no hay ideas nuevas o viejas, esos “cuadros” forjados en las canteras de la UJC, las organizaciones de masas y de mesas, los buros o buroses municipales y provinciales del partido, todos enviados luego a procesar en esa fábrica de ñames con corbata que es la escuela de cuadros Ñico López, hablan un idioma medio anclado entre una nave espacial a Neptuno y el siglo XIII, que por mucho que uno se esfuerce, no le crece.

Eso crea una especie de barrera de gases lacrimógenos que el pueblo no entiende y que los mismos dirigentes tampoco. Será por eso que piden ayuda constantemente a asesores extranjeros, como los rusos, que acuden con urgencia para no entender tampoco.

Con el difunto Fidel Castro, el Delirante en jefe, que contagiaba su demencia creando un entusiasmo de hambre casi heroica, se acabó aquel lenguaje de estruendosas victorias. El discurso de su hermano seguía por ahí, pero era más seco y cobardito, y luego llegó el Puesto a Dedo, el Delfín de la dictadura Miguel Díaz-Canel, que encarna el papel de presidente en funciones. Es el guardián en el trigal, el perro del hortelano, una especie de mastín de los Castrosville que regaña, echa al pueblo a pelear y ha inundado el ambiente crepuscular de Cuba de cierta poesía de funcionario de provincias.

Para no ofenderlo, para tener cierto respeto a su menguada autoridad, no le digamos mastín, ni dóberman, ni perro pastor. Digámosle, con algo de cariño, Mirringuita, que es un nombre de perro casero, juguetón, que se cree su papel de perro y se sube al sofá y te da la patica si se lo pides. Y cuando ladra, Mirringuita encanta a la audiencia diciendo cosas como que hay que hacer “cambios más profundos en lo estructural para seguir avanzando en lo más estratégico”, y sus dueños se desmoronan de la risa.

La gente se desternilla, pero Mirringuita, o Mirrin, que es el “dictador del corazón” de su esposa Lis, o Laika, para seguir perreando, se lo cree todo muy en serio. Él no entiende de qué ríen los demás cuando la revolución no es cosa de broma, y si siente que los músculos de su hocico se distienden, ve en un sillón a Fidel Castro, siempre serio, eternamente viejo y amargado, que vela por todos cuando todos sueñan con una vela, lo mismo para alumbrarse que para marcharse de la isla, y se le hiela la sonrisita.

Y cuando ve el fantasma de Fidel o se le acerca el otro fantasma viviente, su hermano Raúl, Mirringuita no cabe en sí mismo. Se vuelve loco moviendo el rabito, dando cortos ladridos de alegría para retribuir la confianza depositada en él, pues todavía no se explica por qué fue escogido para esa alta misión entre tantos cayucos que han pasado por la escuela del partido Ñico López, que estruja el poco seso y destiñe totalmente las neuronas. Y no pierde ocasión de deslizar su agradecimiento al general, como ahora, en su reciente cumpleaños, soltando públicamente esto: «¡Feliz cumpleaños, querido Raúl! Qué enorme privilegio tenerte entre nosotros a tus 92 años, ‘listo con el pie en el estribo para defender a la patria, la Revolución y el socialismo con más fuerza que nunca’.

Hay dos figuras retóricas que no quedan muy claras, pero Mirringuita no sabe qué son “figuras retóricas”. Puede pensar que son sabotajes del enemigo imperialista y el criminal bloqueo. La primera es eso de poner a Raúl con el pie en el estribo, a no ser que ese estribo sea que está a punto de darle la patada a la lata, cosa que desea desde hace mucho el pueblo de Cuba y que agradecerá enormemente. No veo cómo un inútil de esa clase pueda montarse en un caballo. La segunda es lo de defender la patria, la revolución y el socialismo con más fuerza que nunca, aunque lo digo, cierro los ojos, y lo único que escucho es el sonido de las tonfas de la policía y las tropas especiales, pegando con más fuerza que nunca.

Mirringuita quisiera imitar los discursos del delirante en jefe, aquella grandilocuencia que le hacía decir cosas como “convertiremos el revés en victoria”, o “condenadme, no importa, la historia me absolverá”, y lo único que le sale es un verso que dice eso de «actualizar la conceptualización de la agricultura», que ha provocado derrames cerebrales en campesinos e ingenieros agrícolas.

Cuando el Mirrin suelta esas frases con tanto vuelo, que están entre el globo de Matías Pérez y la Soyuz 11, los que se encuentran a su alrededor, tampoco entienden nada, pero su presidente les parece un hombre capaz, aunque la guayabera esté a punto de estallar o el pulóver con la bandera cubana abarque todo el territorio nacional. Será por eso que la prensa recoge en menudos pedazos esas frases altisonantes y aparentemente elocuentes, y en los titulares resalta la valentía, la osadía y la claridad meridiana de Mirringuita, que ha dicho cosas como que el régimen tendrá que «cambiar todo lo que debe ser cambiado», sin apartarse «jamás del concepto de Revolución”, aunque ni siquiera la Academia de ciencias o el laboratorio con más presupuesto del Minint haya podido descubrir cuál es ese concepto.

La gente, que a veces es también “el pueblo”, combatiente o no, aunque ría a mandíbula batiente, al menos para hacer algo con la mandíbula y que no se atrofie, escucha y lee estos nuevos hallazgos del lenguaje revolucionario que usan Mirringuita y sus amiguitos mezclándolo con viejas consignas, y se quedan en babia. No entienden, pero ya esa lluvia de palabras les resbala por el cuerpo, casi como cuando les recuerdan que “ahora sí vamos a construir el socialismo”. Porque en realidad de verdad nadie es capaz de discernir qué carajo significa este morrocotoyo que soltó el Mirrin hace poco al anunciar que hay que tener «cinco direcciones fundamentales de trabajo: el desarrollo económico, la atención a problemas sociales, el fortalecimiento institucional, el trabajo con los cuadros y el fortalecimiento ideológico».

Y en ese rumbo están enfrascados todos los miembros de la dirigencia cubana, que es más bien una diligencia, al estilo del Viejo Oeste norteamericano. Saberlo alegra al pueblo, que es como decir “la masa” o “la gente”, que siempre los ha querido ver a todos “enfrascados”, es decir, metidos en un frasco, pero con formol. 

Aunque Mirringuita siga dando los mismos ladridos que ahora.

Publicación original en ADN Cuba.