Idalia Morejón Arnaiz: Apostillas muy libres en torno a José Antonio Portuondo
José Antonio Portuondo, ingeniero cubano del alma
En la entrada que Antonio José Ponte dedica a José Antonio Portuondo en su “Diccionario de la lengua suelta” el autor nos informa: “Premio Nacional de Literatura 1986, […] es de esos sobresalientes ensayistas cubanos de los cuales no hay que leer ni una sola página” y “ordenó compilar un Diccionario de la Literatura Cubana […] cuyos dos volúmenes constituyen el mayor registro de la censura revolucionaria, un Who´s Who Is Not Here”[i].
Desde luego, en ese diccionario José Antonio Portuondo sí aparece[ii]. Su entrada tiene poco más de dos páginas a dos columnas, mientras que una foto suya ocupa otra página entera: un hombre de cabellos blancos de “esbelta y liviana figura de esgrimista en vacaciones” –como lo retrató verbalmente su reseñista y alumno Roberto Fernández Retamar[iii]– enfundada en traje y corbata, ese atuendo que en la Cuba revolucionaria quedó reservado a las fotos de pasaporte.
De ser actualizado, Portuondo ocuparía por lo menos una página más, puesto que si entre 1984 –año de publicación del Diccionario– y 1996, año de su fallecimiento, publicó apenas dos títulos –Crisol de España (1986) y Ensayos de estética y teoría literaria (1988), en los que no todos los ensayos son inéditos– su bibliografía pasiva continúa en ascenso: abundan los trabajos académicos de carácter apologético que validan sus contribuciones como rector y pedagogo de la Universidad de Oriente; también como santo patrono de la novela policial cubana e impulsor del realismo socialista [iv].
En su tesis de grado para obtener el título de Doctor en Filosofía y Letras (1938)[v] ya dejaba claro que, además de contribuir a la fundación de los estudios literarios en la isla, una de las novedades de su trabajo consistía en “la adopción del materialismo dialéctico como criterio científico rector”. Y es que desde jovencito Portuondo militó en el Partido Socialista Popular. El Diccionario, por cierto, da cuenta de su largo historial de activista, ya en la década de 1930, en las revistas Mediodía, Gaceta del Caribe, en el semanario Baraguá; también en el programa de radio Instituto Popular del Aire, así como a través de charlas y conferencias en la Sociedad Nuestro Tiempo en la década de 1950. Su compromiso político e ideológico, por otra parte, había tenido proyección internacional en los años de 1940 cuando trabajó como profesor en varias universidades estadounidenses. De ello también da testimonio Roberto Fernández Retamar en los artículos “Lecciones de Portuondo” y “El compañero crítico José Antonio Portuondo” [vi]. El entonces profesor de la Universidad de La Habana y luego director de la Casa de las Américas menciona ensayos como “El centenario de El Capital” y “Sobre el concepto marxista del héroe”, entre otros, de temas literarios, dedicados a José Martí.
Además, desde que Portuondo asumió en 1982 la dirección del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, que hoy lleva su nombre, una de las cuestiones de investigación que se llevó a cabo, tanto en el Instituto como en la Universidad de La Habana, trató del análisis de “los campos semánticos en el léxico sociopolítico de Cuba”, y de “la fraseología cubana del periodo revolucionario”. Bajo esas rúbricas se realizaron investigaciones académicas que analizaban, por ejemplo, los eufemismos en El punto rojo de mi kolimador (1974) de Álvaro Prendes. “A su debido tiempo”, afirmó Portuondo, [dichos estudios] “nos dirán mucho sobre este afán justo de ‘optimizarlo’ todo, de la zafra a los versos, de acuerdo con las orientaciones que nos ‘bajan’ o los planteamientos que se produzcan ‘a nivel de’ los organismos pertinentes”[vii].
Coincido con Fernández Retamar en que “lo primero que salta a la vista en la obra de Portuondo es la orgánica, consecuente y creadora posición ideológica del autor”. De tan creadora llegó a afirmar que el realismo socialista más depurado de ortodoxia era el cubano –véase su polémica con Ambrosio Fornet, en la cual ambos libran una desigual pelea cuyos golpes van directamente a la cara de los dos autores que escogen como contrincantes: José Soler Puig y Alain Robbe-Grillet [viii]. En opinión de Portuondo, los escritores no debían limitarse a criticar la realidad burguesa, también era imprescindible proponer una solución a sus problemas; por eso, el futuro de la literatura y de la estética en Cuba dependía del desarrollo de la revolución socialista[ix], afirmación ésta calcada del pensamiento de Zhdánov: “Los éxitos de la literatura soviética están determinados por los éxitos de la construcción socialista”[x]. El mismo Portuondo, en el prólogo a Estética y Revolución (1963) califica sus trabajos de “estética militante”.
Ahora bien, no estoy de acuerdo con Fernández Retamar cuando afirma que se trata de “uno de los intelectuales marxistas leninistas más relevantes de nuestra América”, como sí lo es José Carlos Mariátegui, con quien insistió en igualar tres veces a su profesor en la reseña “Lecciones de Portuondo”, sin presentar un único argumento. De serlo, tal vez el ensayo que se recoge en la antología Ensayo cubano del siglo XX no sería “Pasión y muerte del hombre” (1938), ya que su tema no está vinculado a la estética, sino a la ideología:
No hay más camino para llegar al Hombre que el heroísmo […] El intelectual con afanes de servir al hombre ha de ser, por tanto, héroe, sin traicionar, no obstante, su condición de Hombre razonable […] El intelectual ha de ir a los hombres, a la masa […], y servirle heroicamente, porque no hay otro camino que nos lleve al hombre […] Irá en la forma que está ya prevista en el Discurso del método de la clase social en ascensión [xi].
Para Portuondo, por cierto, el Discurso del método de la clase obrera sería El manifiesto comunista. José Carlos Mariátegui (1894-1930), con mucho menos tiempo de vida a su favor dejó un legado para la estética marxista practicada en América Latina en la cual, además de Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana y de la fundación de la revista Amauta –que en quechua significa “maestro”– también escribió artículos memorables sobre estética y literatura [xii] que lo colocan con todos los honores en las múltiples recopilaciones de documentos sobre las vanguardias estéticas del continente y en las que, por cierto, no consta un solo texto del cubano.
Y es que José Antonio Portuondo, durante toda su trayectoria intelectual, no pasó de ser un portavoz tanto de la política cultural del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) –a la que Mariátegui sí supo enfrentarse– como de la del Partido Comunista de Cuba, o para usar el horrendo oxímoron de la poética estalinista, un “ingeniero del alma” –esto es, el encargado de abastecer a las masas de la ideología marxista-leninista tal y como lo promulgó Andréi Zhdánov:
El camarada Stalin ha llamado a nuestros escritores ingenieros del alma humana. […]
Esto significa, en primer lugar, conocer la vida, para saber representarla en las obras artísticas, y representarla no de modo escolástico, exánime, no solamente como “realidad objetiva”, sino como realidad en su desarrollo revolucionario.
Así, la veracidad y la concreción histórica deben combinarse con el deber ideológico de reformar y educar a los trabajadores en el espíritu del socialismo. Este método aplicado a la literatura y la crítica literaria es lo que nosotros llamamos método del realismo socialista.
[…]
“Ser ingeniero del alma humana significa tener ambos pies bien plantados sobre el suelo de la vida real”[xiii].
Leer los ensayos de estética y teoría literaria de Portuondo es tarea fácil y no lo es. Fácil, porque en ellos encontramos repetido, de un texto a otro, el mismo contenido del Manual de filosofía de Víctor Afanásiev, que durante décadas fue bibliografía obligatoria en los programas de educación en Cuba; difícil, por idéntico motivo. Volver a ellos debería ser un ejercicio de memoria sin doctrina, para enunciar las preguntas necesarias respecto a las fuentes del discurso teórico del realismo socialista que él no supo o no quiso responder. En su lugar, Roberto Garcés Marrero las ha traído a colación en el artículo “Creación artística, realismo socialista y marxismo”:
“¿Cuáles fueron las ideas de los clásicos del marxismo al respecto? ¿Es en verdad marxista la fuente genésica del realismo socialista? ¿Cómo se conforma el discurso teórico que acompaña a este estilo, con un resultado de productos bastante pobres en cuanto a su variedad temática y estilística?”
Además, Garcés Marrero las responde, dejando en evidencia la práctica del collage como método para la reducción de lo artístico a lo estrictamente ideológico [xiv].
El libro de las maravillas de José Antonio Portuondo
Al Doctor Portuondo le debemos un inmenso error histórico: la validación vehemente de “Palabras a los intelectuales” (1961), “El socialismo y el hombre en Cuba” (1965) y la “Declaración final” del Congreso Nacional de Educación y Cultura (1971) como documentos rectores de la política cultural de la revolución. Como biblia de pocas páginas y de autoridad compartida, esos documentos aparecen citados de forma reiterada en Estética y Revolución (1963) y en Ensayos de estética y teoría literaria (1988). Porque, a partir de 1959, su labor se volvió más administrativa y propagandística, y las ideas importadas del marxismo revisado por Lenin que riegan sus libros anteriores, en el nuevo contexto se distanciaron del análisis acucioso del arte y la literatura para concentrarse en la enseñanza de la doctrina del líder soviético, así como en la selección y comentario de la obra de artistas que, como él, practicaban la ingeniería del alma.
Ambos títulos son ideales para espetar la conciencia de cualquier intelectual que sostenga el discurso de la educación y la cultura revolucionarias como baluartes, y más, como ejemplos para otros países del mundo. De dicho libro léase, muy especialmente: “Ideas estéticas de la revolución cubana” y “Sobre la estética marxista- leninista.” En el primero, hay que repetirlo, las ideas estéticas provienen de los documentos doctrinarios de Fidel Castro y Ernesto Guevara arriba citados y pueden ser resumidas en tres puntos: la revolución es el marco oficial para la creación artística y literaria; mediante el trabajo que producirá un cambio radical en la conciencia, el hombre nuevo del futuro redimirá a la humanidad corrompida por el capitalismo; el arte es un arma de la revolución [xv].
En la interpretación que hace Portuondo de la teoría estética hay algo que no convence: más que marxista es leninista, de ahí su afectación de socialista caribeño forjada en el deshielo soviético posterior a la muerte de Stalin y en el acercamiento superficial al pensamiento estético de Lukács; su aprovechamiento oportuno y parcial del realismo maravilloso carpenteriano para la teoría estética socialista en 1963 y como “visión caduca y pintoresca, mítica, que va quedando atrás, sobrepasada sin violencia por la nueva conciencia socialista, científica, revolucionaria” en 1972[xvi]; su percepción del creador como animal pavloviano llamado a transformar la realidad a través de los distintos lenguajes del arte. La rosa, para él, no puede florecer en el poema, como quería Vicente Huidobro, ni “una rosa es una rosa es una rosa”, como escribió Gertrude Stein. Portuondo justifica filosófica y moralmente el salto científico del perro al individuo, del perro a la masa; el reflejo es la clave –“la realidad se crea con el reflejo”, “el reflejo crea una nueva realidad”–, y la campana del miedo, un simple llamado al orden de una realidad que pone todas sus apuestas a un futuro, hoy lo sabemos, aún muy lejano.
De ahí que en su concepción maniquea del mundo del arte y la literatura cubanos aparezcan divididos en dos categorías: “la nación fuera de sí” y “la nación para sí”. La primera se expresa en “una voluntad de forma abstraccionista” –menciona a Regino Boti y Lezama Lima, pero no analiza ninguna de sus obras– algo que sí hubiera realizado Lukács de haber sido cubano. No convence Portuondo, porque la abstracción en el arte es tan real como el campo de trigo de un koljós estalinista. La abstracción no es burguesa ni alienada ni decadente: es un proceso humano, por eso mismo no ladramos. La “nación para sí”, en cambio, “tendr[ía] a su tiempo una expresión estética propia que sur[girí]a de las nuevas relaciones de producción y de la nueva estructura social y política de Cuba. Un arte que recobr[aría] la totalidad de lo real, y no […] su bella apariencia externa”. Esto se alcanzaría del modo en que todos los cubanos hemos sido testigos:
Para ello nada mejor que la creación de Casas de la Cultura Popular en cada núcleo urbano o rural, donde puedan descubrirse espontáneas vocaciones artísticas, y el envío de los artistas más sensibles a la entraña de la nueva nación para sí, a convivir y a colaborar, a trabajar en las granjas del pueblo, en las cooperativas, en las empresas nacionalizadas. Nacionalizar las egoístas torres de marfil, enviando al campo a los artistas. No hay que abolir las becas para estudiar en el exterior, sino mandar al interior primero a los artistas mejor dotados y enviarlos después a descubrir el mundo con una conciencia nacional íntegramente formada. Como en el caso de los jóvenes destinados al Servicio Exterior y en el de los maestros que no salga ningún artista becado del país sin antes haber subido cinco veces al Turquino [xvii].
Contra toda la apología que hoy le dispensa la Universidad de Oriente se puede afirmar que todo lo que escribió sobre estética es puro teque; él mismo definió esa palabra como “la exposición apologética de la ideología revolucionaria, la propaganda elemental y primaria, el elogio desembozado de los procedimientos revolucionarios”[xviii]. Como maestro, que fue su mayor aspiración[xix], nunca tuvo discípulos, sino sujetos enmascarados. Uno no declarado, pero sí aventajado fue Roberto Fernández Retamar: “hay que inventar la realidad”, afirmó el poeta en 1969, colocándose a la cabeza de la ofensiva revolucionaria.
Policía-policial: Fiscal
Como administrador ideológico del arte y la literatura, Portuondo no ha dejado más que efímeras controversias, un paternalismo feroz, el mismo vacío estético que él intentó rellenar con ideología mediante esquemas, junto a la fundamentación teórica [xx] de un catálogo de novelas policiales patrocinadas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Ministerio del Interior, la Casa de las Américas y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, que él supo impulsar con toda su energía. De hecho, Luis Rogelio Nogueras y Guillermo Rodríguez Rivera le dedicaron El cuarto círculo (1976): “A José Antonio Portuondo, compañero”. Allí aparece transfigurado en personaje de ficción de su anhelada “nación para sí” como “un hombre de algo más de sesenta años, de tez rozagante y blanquísimos cabellos”. Tal y como podemos observarlo en el Diccionario de la literatura cubana.
El mayor acercamiento entre literatura e ideología lo consiguió Portuondo cuando puso a la doctrina marxista-leninista a disposición de un género literario de masas, y su gesto fue atendido. Entonces surgió en La Habana (Portuondo se quejaba en la polémica con Fornet de que en Santiago de Cuba no pasaba nada) un número expresivo de soldados escritores, así como de escritores creativos que debían escribir historias sobre soldados en clave policial, testimonial, en las literaturas de la política –aunque su defensa de este género ya se había manifestado en 1947, cuando publicó En torno a la novela detectivesca [xxi]; allí define a la novela policial:
es […] un género popular de literatura que aprovecha la realidad emocionante, iluminadora del crimen para mostrar el poder superior de la razón humana y revelar las miserias de la sociedad contemporánea, del orden social vigente. […] Nueva novela de caballería en nuestra edad de la decadencia capitalista [xxii].
Este dato de su bibliografía lo acusa como lector y crítico literario de historias criminales escritas en lengua inglesa en la década del 30 del siglo pasado, muchas de las cuales fueron publicadas en Cuba en la colección Dragón de la Editorial Arte y Literatura. José Antonio Portuondo lee el suspense con entusiasmo legítimo de esteta, pero cuando se dirige al auditorio del Lyceum de la capital cubana lo hace como un profesor, de manera clara y asequible; así explica cuál es la forma de ver el mundo que da razón a su partido y en ese mismo sentido insiste en el factor heroico. Después de 1959 introdujo un modelo cuya ideología proviene del policial soviético, en el cual el detective, que es el policía-héroe, no defiende al individuo, sino a la maquinaria del Estado.
La novela policial de nuevo tipo no dejó de ser en Cuba un género popular; se estima que de 1971 a 1983, entre el 25 y el 40 por ciento de los títulos publicados, con tiradas que iban de los 20 mil a los 200 mil ejemplares pertenecían a ese género [xxiii]. Así, podríamos pensar que la novela de la revolución, cuya ausencia tanto se ha hecho notar, no sería una obra, sino la modalidad doctrinaria de un género accesible a las masas recién alfabetizadas. En 1972, en la inauguración del Concurso Aniversario del Triunfo de la Revolución, la visión marxista-leninista de Portuondo se vio realizada mediante la iniciativa tomada por Jorge Boullón, responsable de cultura del Ministerio del Interior [xxiv]. Ambos coincidían en que la novela policial era un arma ideológica idónea:
El concurso está dirigido al desarrollo de este género en nuestro país, por lo que las obras que se presenten serán de temática policial y tendrán un carácter didáctico, sirviendo asimismo como estímulo a la prevención y la vigilancia de todas las actividades antisociales y contra el poder del pueblo”[xxv].
Sin embargo, el escogido para integrar el jurado del primer certamen fue Félix Pita Rodríguez. Pero no importa: el mismo año 1972 Fernández Retamar había elogiado “la aguda visión marxista-leninista” de Portuondo sobre el tema: “sin precedentes en la lengua”, de modo que hace “evidente [su] responsabilidad en que se haya desarrollado sobre nuevas bases ideológicas una literatura policial de la Revolución Cubana”[xxvi].
Por cierto, Portuondo y Pita Rodríguez participaron en el jurado del premio de novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba justo el año en que El mundo alucinante (1966) de Reinaldo Arenas no consiguió el galardón. Así lo relata el propio Arenas:
[…] el jurado lo formaron Virgilio Piñera, Alejo Carpentier, José Antonio Portuondo y Félix Pita Rodríguez, que habían sido, aproximadamente, los mismos miembros del jurado cuando obtuve el premio anterior, con la excepción de que en el primer jurado estaba Camila Henríquez Ureña, que también era una mujer excepcional, y que dio batalla en aquella oportunidad por premiar Celestino, mientras Alejo Carpentier y el viejo militante del Partido Comunista, José Antonio Portuondo, influían por premiar Vivir en Candonga de Ezequiel Vieta, que era una especie de apología sobre la lucha de Fidel en la Sierra Maestra y una crítica a los llamado escritores escapistas […]. En la entrega del premio conocí a Virgilio Piñera y me dijo textualmente: ‘Te quitaron el premio; la culpa la tuvieron Portuondo y Alejo Carpentier. Yo voté porque tu libro fuera premiado […]’[xxvii].
Como vicepresidente de la UNEAC, Portuondo estuvo a la cabeza de la reunión en la que Heberto Padilla se autoinculpó y delató a sus amigos; sin dudas el acto de mayor ultraje cometido por un intelectual comunista contra un poeta contestatario en esa etapa de la historia intelectual cubana. Podemos verlo en el documental de Pavel Giroud en su papel de censor y fiscal, haciendo realidad el género policial socialista puro y duro, dando lo mejor de sí para controlar un relato que lo ha sobrevivido en forma de documento, precisamente para desmentirlo a él y a los censores del presente. Allí está frente a las cámaras José Antonio Portuondo Valdor; en traje y corbata administra el terror; congelado antes y resucitado hoy, el fiscal suda, aunque no pierde la pose. Ahí está Portuondo, en su mejor retrato de pasaporte hacia el olvido.
[i] Antonio José Ponte. Diccionario de La lengua suelta. En La lengua suelta, Sevilla: Renacimiento, 2020, pp. 668-669.
[ii] Diccionario de la literatura cubana. Tomo II. La Habana: Letras Cubanas, 1984, p. 814-817.
[iii] Roberto Fernández Retamar, “El compañero crítico José Antonio Portuondo”. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar, Lima, 1982, a. 8, n. 16, pp. 103-115.
[iv] AAVV., “Décimo aniversario de la muerte de José Antonio Portuondo (1911-2006).” Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, a. 97, n. 3-4, julio-diciembre, 2006, pp. 15-32. José A. Escalona Delfino, “José Antonio Portuondo. El intelectual orgánico y ante el legado martiano.” Santiago, n. 116, pp. 5-14 y “José Antonio Portuondo Valdor. Intelectual Orgánico.” Santiago, n. 117, pp. 5-15; Namilkis Rovira Suárez & Israel Escalona-Chádez, “José Antonio Portuondo y la revista Santiago: “instrumento eficaz de formación universitaria.” Santiago, n. 155, mayo-agosto, 2021, pp. 5-16; “José Antonio Portuondo en la Universidad de Oriente (1953-1958): acercamiento a sus concepciones y prácticas pedagógicas.” Didasc@lia: Didáctica y Educación, Las Tunas, vol. XII, n. 1, enero-marzo, 2021, pp. 108-118; “El magisterio de José Antonio Portuondo: Expresiones en Santiago de Cuba (1953-1965).” Revista de Historia de la Educación Colombiana, San Juan de Pasto, vol. 26-27, ene-jun/jul-dic., 2021, pp. 203-228; Kisimira Díaz Machado & Nereyda Moya Padilla, “El debate vanguardias artísticas versus realismo socialista. Visión de José Antonio Portuondo.” Universidad y Sociedad, vol. 8, n. 4, septiembre-diciembre, 2016, pp. 162-168; Kisimira Díaz-Machado, Alicia Pino-Rodríguez & Nereyda Moya-Padilla, “José Antonio Portuondo Valdor: comprender la educación estética desde lo humano.” Santiago, vol. 1, n. 139, enero-abril, 2016, pp. 140-152.
[v] La tesis original, llamada “Concepto de la poesía (Introducción a la Teoría de la Literatura)” fue publicada como: El Concepto de la Poesía. México: El Colegio de México, 1944 y Concepto de la poesía. La Habana: Instituto Cubano del Libro, 1972.
[vi] Roberto Fernández Retamar, “El compañero crítico José Antonio Portuondo.” Revista de crítica literaria latinoamericana, Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar, Lima, 1982, a. 8, n. 16, 1982, pp. 103-115; “Lecciones de Portuondo.” Revista chilena de literatura, Santiago de Chile, n. 5-6, 1972, pp. 251-258.
[vii] José Antonio Portuondo apud Roberto Fernández Retamar, “El compañero crítico José Antonio Portuondo.” Revista de crítica literaria latinoamericana, Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar, Lima, 1982, a. 8, n. 16, 1982, p. 112.
[viii] AAVV. Expediente: Polémica de la novela de la revolución cubana.
[ix] José Antonio Portuondo, “La estética en Cuba”. Ensayos de estética y teoría literaria. La Habana: Letras Cubanas, 1988, p.97.
[x] Andrei Zhdanov, “La literatura soviética es la más ideológica, la más vanguardista del mundo. Discurso ante el Primer Congreso de la Unión de Escritores Soviéticos. Moscú, 1934”. En Juan José Gómez (ed.). Crítica, tendencia y propaganda: textos sobre arte y comunismo, 1917-1954. Sevilla: Editorial Doble J, 2004, p. 73.
[xi] José Antonio Portuondo, “Pasión y muerte del hombre.” Ensayo cubano del siglo XX. Selección y prólogo de Rafael Hernández y Rafael Rojas. México: Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 281.
[xii] José Carlos Mariátegui, Estética y literatura. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2006.
[xiii] Andrei Zhdánov, “La literatura soviética es la más ideológica, la más vanguardista del mundo. Discurso ante el Primer Congreso de la Unión de Escritores Soviéticos. Moscú, 1934.” En Juan José Gómez (ed.). Crítica, tendencia y propaganda: textos sobre arte y comunismo, 1917-1954. Sevilla: Editorial Doble J, 2004, pp. 72-78.
[xiv] “El pensamiento marxista original considera al arte como integrado a la producción espiritual de una totalidad social concreta, que por supuesto incluye a la ideología, de la cual no se sustrae, pero a la que tampoco se limita; por tanto se puede afirmar que aquellas corrientes del marxismo que reducen lo artístico a lo puramente ideológico, no son tales, siendo en suma, collages eclécticos que permiten una brecha de acceso a ideas ajenas, e incluso, contrarias al corpus marxista original, que han conllevado a prácticas absolutistas y a críticas injustas. No obstante, determinadas ideas de Engels, como considerar al arte pura ideología, abrió el camino a estas asunciones del marxismo que tuvieron importantes consecuencias en la praxis política.”
“De manera general, se puede afirmar que el realismo socialista parte de ideas de Engels, las descontextualiza. A partir de una reinterpretación plejanoviana del problema fundamental de la filosofía, cuya explicación reduccionista dada por Plejánov y en gran medida por casi todo el marxismo
ruso, incluido Lenin solo aporta la teoría del reflejo, se llega a la conclusión de que cada sociedad debe tener un estilo artístico que está determinado por y refleja exactamente a sus condiciones materiales y políticas. Una sociedad decadente como la capitalista solo generaba arte decadente, mientras que la socialista debía tener un estilo progresista y carente de contradicciones, como la propia sociedad comunista a la que se aspira.”
“[…] no hubo una concepción única ni monolítica sobre el realismo socialista, como tampoco ha habido un único marxismo. Básicamente existieron dos tendencias sobre este nuevo estilo de arte proletario y socialista. Primero, la cohesionada a partir de Zhdánov que fue la dominante en los predios soviéticos, con una total legitimación política y que fue responsable de la limitación de la esfera artístico-literaria en los países del campo socialista, con efectos nefastos para los mismos.”
“La otra concepción, más cercana a las concepciones afines al realismo en el arte, sobre todo de Engels, fue la preconizada por Lukács, a partir de una reflexión filosófica mucho más elaborada, pero se difuminó dentro de la otra y los matices de ambas no fueron suficientemente aclarados. Tanto en el campo político, como en las concepciones más cotidianas sobre el arte predominó la zhdanoviana, menos esotérica y por su propio carácter vulgar más propensa a la vulgarización. En Cuba ambas se consumieron a la vez, sin hacer grandes distinciones y mucho menos conocer sobre sus orígenes”.
Roberto Garcés Marrero, “Creación artística, realismo socialista y marxismo.” Claridades. Revista de filosofía. México, n. 11, 2019, pp. 57-58; 74-75.
[xv] José Antonio Portuondo, “Ideas estéticas de la revolución cubana.” Ensayos de estética y teoría literaria. La Habana: Letras Cubanas, 1988, pp. 135-145; “Itinerario estético de la revolución cubana”, p. 120.
[xvi] José Antonio Portuondo, “Ideas estéticas de la revolución cubana.” Ensayos de estética y teoría literaria. La Habana: Letras Cubanas, 1988, p. 141 y “Una novela revolucionaria,” Casa de las Américas, La Habana, n. 71, 1972, p. 106.
[xvii] José Antonio Portuondo, “Ideas estéticas de la revolución cubana.” Ensayos de estética y teoría literaria. La Habana: Letras Cubanas, 1988, pp. 58-60.
[xviii] José Antonio Portuondo. Astrolabio. La Habana: Arte y Literatura, 1973, p. 131.
[xix] “Tuve siempre la ambición de ser, más que profesor, maestro”. En: Alejandro Ríos apud Namilkis Rovira Suárez & Israel Escalona-Chádez. “El magisterio de José Antonio Portuondo: Expresiones en Santiago de Cuba (1953-1965).” Revista de Historia de la Educación Colombiana, San Juan de Pasto, vol. 26-27, ene-jun/jul-dic., 2021, p. 205.
[xx] José Antonio Portuondo apud Roberto Fernández Retamar, “El compañero crítico José Antonio Portuondo.” Revista de crítica literaria latinoamericana, Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar, Lima, 1982, a. 8, n. 16, 1982, p. 112.
[xxi] José Antonio Portuondo, En torno a la novela detectivesca. La Habana: Cuadernos Cubanos, Colección del Sijú, 1947.
[xxii] José Antonio Portuondo apud Roberto Fernández Retamar, “El compañero crítico José Antonio Portuondo”, Revista de crítica literaria latinoamericana, Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar, Lima, 1982, a. 8, n. 16, 1982, p. 112.
[xxiii] Persephone Braham, Crimes against the State. Crimes against Persons. Detective Fiction in Cuba and Mexico. University of Minnesota Press, 2004, p. 32.
[xxiv] Luis Adrián Betancourt, “Cincuenta años de literatura policial cubana«.
[xxv] Enrique Sacerio-Garí apud Persephone Braham, Crimes against the State. Crimes against Persons. Detective Fiction in Cuba and Mexico. University of Minnesota Press, 2004, p. 32.
[xxvi] Roberto Fernández Retamar, “El compañero crítico José Antonio Portuondo.” Revista de crítica literaria latinoamericana, Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar, Lima, 1982, a. 8, n. 16, 1982, p. 112.
[xxvii] Reinaldo Arenas, Antes que anochezca. Madrid: Tusquets, 1992, p. 101.
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