Rafaela Cruz: La bancarización no es incompetencia económica del castrismo, sino maldad política
Si la bancarización en marcha, como muchos alegan, tuviese como objetivo recuperar el efectivo que se ha acumulado bajo colchones de los cubanos, siendo ese acaparamiento supuesta causa de la carencia de efectivo que en los últimos meses se ha sufrido en largas colas en bancos y cajeros, el Gobierno habría hecho lo siguiente:
- Subir el interés de las cuentas de ahorro al 30%, que no es mucho dada la inflación, pero garantiza un retorno atractivo, dado lo riesgoso que es invertir en Cuba.
- Eliminar cualquier límite a extracciones físicas y transferencias interbancarias.
- Emitir billetes con denominaciones de 10.000 y 50.000.
- Triplicar el número de cajeros automáticos.
- Delegar en MIPYMES financieras, que proveerían infraestructura, el negocio de los cajeros automáticos y dispositivos de venta electrónica (POS).
- Descuento fiscal contundente para transacciones electrónicas.
- Abandonar el tipo de cambio fijo y los muy opacos esquemas especiales de financiación, permitiendo que el valor de las divisas fluctúe.
- Reducir gastos estatales asociados a política, propaganda, visitas de dirigentes, viajes al extranjero y, fundamentalmente, subsidios a empresas estatales.
- Reorientar la inversión desde el turismo al sector agropecuario.
- Reducir en al menos un 80% los impuestos empresariales, dando al menos un año de gracia, e introducir paulatinamente impuestos al consumo.
A estas medidas podrían adicionárseles la liberalización del comercio exterior, cambios políticos internos y de política internacional que bajen tensiones con Washington para promover la inversión extranjera, cambios institucionales amistosos con el capital y la propiedad privada y apertura de zonas especiales de desarrollo con legislación hiperliberal.
Pero ya eso sería pedirle peras al olmo. Sin embargo, las medidas antes listadas no cambiarían la esencia del régimen que mantendría su control totalitario y la centralización económica y, mediante esa serie de incentivos políticamente asumibles por el castrismo, lograrían que el flujo de dinero que hoy transita por cauces ajenos a los bancos estatales, inmediatamente volviera a esas instituciones que, en poco tiempo, tendrían bóvedas repletas de pesos.
Recuperar ese efectivo permitiría al Gobierno mantener sus gastos sin aumentar la monetización, lo que combatiría seriamente la inflación. Los intereses bancarios, por su parte, estarían respaldados por un aumento de la productividad empresarial, y los gastos en equipamiento y tecnología serían asumidos por un naciente sector financiero privado, generando no solo nuevas empresas, sino aliviando al Estado de tan inmensa inversión.
Pero en vez de por las buenas eligieron las malas, afirmando su poder mediante el anuncio del Banco Central que da un golpe sobre la mesa, y aclarando que en esta Isla, cuando las personas no están actuando como al Gobierno le conviene, se les obliga mediante amenazas y coacción a obedecer.
Y volvemos así al punto central, para el castrismo la bancarización no es una necesidad económica ni pretende resolver situaciones financieras que, como vimos, mediante incentivos serían subsanadas de modo más fácil, barato y eficiente, incluso creándole al Gobierno un aura de credibilidad que tranquilizaría a posibles inversores.
Por eso, yerra todo análisis que no comprenda la bancarización, fundamentalmente, como movimiento político en el cual, como en todos los movimientos políticos anteriores, incluyendo los que aparentan ser económicos, el objetivo es mantener el status quo: ellos en Mercedes climatizados, nosotros en apestosas guaguas… cuando pasan.
Más que atraer el efectivo que anda circulando por canales privados, debido a la inexistencia de un mercado cambiario legal y libre, lo que pretende el castrismo es eliminar el cash para digitalizar las transacciones, pero no para ganar eficiencia económica —algo que obtendría mejor mediante incentivos—, sino para perfeccionar su control político.
Si no fuese para este control político mejorado mediante el monitoreo de la vida de cada ciudadano —algo imposible de hacer con el actual aparato de chivatonería— carecería de sentido esta medida que, analizada desde lo económico, es un torpedo bajo la línea de flotación de miles de negocios privados; una medida que, todos coincidimos en ello, generará mayor escasez y un aumento exponencial de la inflación por varias vías, amenazante incluso para la estabilidad del castrismo.
Queda por responder por qué es ahora que el régimen se lanza a mejorar este control totalitario, si le ha ido bien con el que tiene. La respuesta ahí es especulativa, pero no parece descabellado asociarla a las presiones de los colonizadores rusos para que el castrismo descentralice la economía y haga una reforma de mercado, presiones que estarían detrás del frenazo de lo que parecía un inminente desembarco de los oligarcas de Putin en la Isla y que, sin embargo, se ha enfriado notoriamente. El castrismo, antes de ceder y abrir la economía, estaría intentando mejorar el control totalitario.
Entonces, insistir en analizar este tema sin su dimensión política, crea la sensación de que el Gobierno es un atajo de incompetentes que acaba de complicarse la vida innecesariamente, lo que da la falsa esperanza de que sustituir a algunos ministros por otros más competentes podría traer mejoras al país y, peor aún, difumina la visión más objetiva de que Cuba está en manos de una banda mafiosa extremadamente competente en mantener su bota en el cuello de cada uno de los que bajo su terror vivimos, y que la solución no es cambiar de mafiosos, sino eliminarlos.
Publicación fuente ‘DDC’
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