Dayma Crespo Zaporta: Cuando el spray suena, es porque grafiti trae: un acercamiento al panorama actual del arte urbano en Cuba
(…) el grafiti es filosofía. Y su límite es el cielo.
Alejandro Zamora Montes
Intro
“No te canses, por favor” son las palabras de Sekou en los minutos finales del documental Dame una mano, dedicado a la labor comunitaria y sociocultural llevada a cabo por el proyecto Akokán en el barrio Los Pocitos, en Marianao. Esta frase, tan llena de espontaneidad, me pareció pertinente para comenzar este texto, ya que me gusta entender al grafiti cubano (ante todo) como un acto de resiliencia.
En este sentido, si partimos del concepto de “resiliencia” asentado en el diccionario de la RAE, en su primera acepción, estamos hablando de la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”[1]. En este caso, el ser vivo es el grafiti y, el agente perturbador o estado de adversidad, en la Cuba actual, toma múltiples rostros; dígase la carencia de materiales, la censura, la migración de los actores sociales que intervienen el espacio público, el propio contexto urbano que se transforma de manera constante, la noción de territorialidad inherente a esta expresión underground, entre muchos otros.
Es entonces que partiré de la idea de que el escenario grafitero actual (de La Habana) pudiera describirse como multigeneracional, permeado por numerosas poéticas diferentes, diversidad de género de los actores sociales, trabajo individual y/o colectivo, maneras de hacer, así como pluralidad en la escogencia de espacios de intervención. Asimismo, me parece oportuno reparar en un par de elementos que pudieran considerarse reconfiguradores de la escena grafitera actual; dígase la efervescencia de las redes sociales y, en ciertos casos, el paso de la pandemia del COVID-19.
Premisas necesarias
Alejandro Zamora Montes (2018), estudioso del universo hip hop en Cuba y autor del libro Rapear una Cuba utópica, localiza los antecedentes del grafiti en Cuba en los grabados y pinturas rupestres, creados con un fin animista y mágico religioso[2]. En un segundo momento, Zamora propone tomar en cuenta la influencia del muralismo mexicano en la isla en los años treinta del siglo XX y la trayectoria muralista de exponentes de la vanguardia cubana como Amelia Peláez y René Portocarrero. O sea, que el referente monumental sobre muros exteriores no es algo del todo nuevo para Cuba, aun cuando la noción de grafiti como parte de la cultura hip hop nos llegue desde Estados Unidos décadas después.
Como posible primer grafitero de La Habana, Zamora localiza en los cincuenta la figura de Silvano Schueg Hechevarría, conocido como “El Chori” y considerado “el mejor timbalero cubano de todos los tiempos”, quien con tizas y crayolas dejaba su tag o firma por barrios populares de La Habana, a su vez que un pegajoso eslogan que rezaba “El artista que se anuncia solo” (2018). En los ochenta, se vio la presencia en la intervención urbana de varios colectivos egresados de Escuelas de Arte, entre los más notables estuvo Puré, Pilón, Grupo Provisional y el afamado Arte Calle. Este último bajo la dirección de Aldito Menéndez y Ofill Echevarría, con un periodo de actividad marcada de 1986 a 1990, el cual nace con la intención de cuestionar la política cultural que ponía límites a los estudiantes de artes. Aldito Menéndez relata los orígenes de la siguiente manera:
El grupo Artecalle se fundó en junio de 1986 en mi casa de la calle Sitios, en Centro Habana. Un grupo de amigos y estudiantes de tercer año de 23 y C (Escuela Elemental de Artes Plásticas «20 de Octubre») nos reunimos para ver el video de una película sobre breakdance y grafiteros en New York. Comentando la peli surgió la idea de formar un grupo para hacer pintadas y protestar por el hecho de que los estudiantes de arte no podían exponer en los espacios estatales (los únicos espacios que existían en esa época), ni participar en ningún evento artístico, pues no se nos consideraba artistas. (Menéndez, 2011)
Otro necesario elemento a traer a colación es la posible distinción entre grafiti y post-grafiti, debate que ha estado dando de qué hablar en los últimos años. Las principales diferencias entre ambos están relacionadas con su función y a quién dirige su mensaje (receptor). El grafiti más tradicional es pensado como un hecho vandálico, asociado a la clandestinidad, a modo de protesta y con cierta carga política. Mientras que el post-grafiti es como un estadío en la evolución del grafiti, en donde se combina el arte urbano (street art) con el arte académico presto a la legitimación institucional. En cuanto al receptor, el grafiti se comporta como algo codificado, destinado únicamente a la comunidad grafitera, que entiende los códigos y técnicas con que se está trabajando; en tanto el post-grafiti toma en cuenta a un público más general, el que sea que pase por frente a la obra y repare en su existencia.
Este ensanchamiento del término grafiti ha llevado a una pluralidad de maneras de hacer, al punto de entrelazarse tanto que se dificulta su clasificación como una cosa u otra. Y es precisamente en ese intersticio borroso donde estas prácticas se han vuelto transdisciplinarias, siendo contempladas como estrategia turística en espacios como San Isidro; así como revitalización de comunidades (a través de murales) en el consejo popular Jesús del Monte (Arte 92) y en la Villa Panamericana (Color Cojímar). Se ha entremezclado con el tatuaje, han sido llevadas al lienzo, han sido motivo de audiovisuales como el corto Pravda (dirigido por Eduardo del Llano), han participado en Bienales[3], y mucho más.
La etiqueta de “post” ha sido también una estrategia de las galerías y el mercado del arte para trazar una línea divisoria con el grafiti prístino hiphopero. La ampliación del término responde de manera inevitable al crecimiento urbanístico de las ciudades, a la propagación de la tecnología y las comunicaciones, y por ende, a la expansión de las sociedades.
¿Dónde?
En primer lugar, el epicentro del grafiti en Cuba es La Habana, al menos en lo que a visibilidad mediática se refiere: donde son grabados los documentales al respecto, las zonas que se aprecian en los perfiles de Instagram de los artistas, lo que exponen las fotografías tomadas por los turistas, entre otras nociones. A su vez, esto guarda relación con la trayectoria hiphopera de La Habana, con cunas como Alamar, donde en los noventa hubo una gran revolución en las cuatro expresiones clásicas del hip hop (DJ, rap, breakdance y grafiti)[4], con proyectos como el transdisciplinario Omni-Zona Franca que veía “la ciudad como un gran símbolo” [5]. No obstante, encontramos exponentes como Grafitazos en Granma y Undergraff en Holguín (Zamora, 2018).
La idea contestataria y underground que acompañó a la manifestación en su surgimiento en Estados Unidos, en Cuba ha tomado otro matiz, pues estos artistas no suelen tomar “muros prohibidos” de edificios institucionales, sino que se dedican a revitalizar espacios abandonados y derruidos. Es así que percibo una tendencia al uso de superficies deterioradas como lienzo para estas obras; dígase ruinas, edificios derrumbados, muros con gran dejadez en su restauración cíclica con pintura, entre otros. Asimismo, se salen del marco monumental de la pared para hallar cabida en contenedores de basura, paradas de ómnibus, puertas de hierro de almacenes, entre otros espacios.
Entre los lugares con mayor concentración de grafiti en La Habana podemos mencionar el barrio de San Isidro, en La Habana Vieja, el cual al ser un “distrito de arte” es entendido como un “espacio autorizado”, en palabras de Yulier Rodríguez Pérez ―a.k.a Yulier P.― en su documental Existen (2022), hecho en conjunto con Fernando Fraguela. En este audiovisual, Yulier P. muestra también un espacio abandonado en Ciudad Libertad, el cual se ha convertido en el lugar de reunión de una suerte de “tribu urbana” de grafiteros y skaters, algo así como un templo o museo que salvaguarda las obras de estos artistas urbanos. Hay otros municipios o espacios considerados privilegiados para la visualización de estas obras urbanas: Centro Habana, La Habana Vieja en general, el Cerro y el Vedado, principalmente. De ahí que los que operan en otras zonas, como 10 de octubre o Marianao, se sientan un poco fuera del circuito o mainstream del grafiti habanero.
¿Quiénes son?
Son muchos y muchas, de varias generaciones, discursos y estilos visuales. Están propagados por toda la ciudad, bombardeando los pálidos muros con pintura, imágenes y mensajes para el cubano de a pie.
Existe una gran pluralidad en el tipo de actores sociales que deciden dedicarse al arte urbano, donde entran el grafiti y las múltiples maneras en que este se da en el espacio habanero (el muralismo sería un ejemplo recurrente). Podemos encontrar desde jóvenes autodidactas con inquietudes creativas, hasta artistas de formación académica que se apropian de la estética underground para sacar sus obras de espacios auráticos predeterminados como las galerías. Lo mismo podría decirse de colectivos con ganas de transformar la realidad social mediante el trabajo cultural con/en comunidades, agrupados bajo un nombre y un objetivo común.
Los motivos que los impulsan viajan desde la libertad y adrenalina que genera el trabajo en exteriores, el reto del gran formato, la condicionante de crear con materiales asequibles pero que a su vez resistan la azarosa conservación que implica estar expuestos al clima ―sol, lluvia, etc.―, hasta la expresión en espacios públicos como una manera de disentir de la realidad contemporánea cubana y las ganas de mejorar las condiciones de vida de la gente a través del trabajo comunitario.
Algunos de estos exponentes están activos desde hace varios años, como es el caso de Fabián López (2+2=5), Yulier P. y Mr. MyL. Fabián, por ejemplo, afirma en Existen haber comenzado alrededor de 2004, cuando tenía apenas 19 años. Él es el creador del personaje enmascarado con un pasamontaña, conocido como “Supermalo”, quien sería una especie de alter ego del cubano, quien se esconde tras una máscara para poder expresarse. En una entrevista que diera a Cubanet en 2016, Fabián explicaba que este personaje está inspirado en los superhéroes de los cómics y en una fotografía que vio en un disco de Hip Hop alguna vez, pero no se trata de un villano, por el contrario, es un superhéroe que reivindica el grafiti como expresión artística más que como hecho vandálico o de activismo político. En su sitio web, introduce a este personaje con el siguiente statement:
Supermalo pide una reflexión hacia un mundo equitativo y equilibrado en el que todos tenemos los mismos derechos. Aunque está oculto, manifiesta la necesidad de ser visto como importante en la sociedad y de que se escuche su voz. Supermalo se identifica como una persona de cualquier género, raza, edad u origen.[6]
Yulier Rodríguez Pérez, a.k.a. Yulier P., ganador de la Primera Beca de Creación Franz Kafka 2023 para Intervenciones en Espacios Públicos (convocatoria emitida por la plataforma InCUBAdora), es otro de los exponentes que lleva años trabajando de manera sistemática. Yulier es el creador de las “almas”, unos seres amorfos y místicos que representan a los “sin voz” y que han poblado La Habana por mucho tiempo. Su obra ha viajado desde el gran formato del muro hasta las dimensiones de ladrillos o bloques (a los que llama “Regalos”) que deja por la ciudad, lo que permite portar la pieza y trasladarla fácilmente. Esta serie, Regalos, ha sido desarrollada por el artista a raíz de la censura de su trabajo desde el año 2017, y se trata de una alternativa estética, con la propuesta de un cambio de soporte ante la imposibilidad de seguir interviniendo grandes muros. Con estas pequeñas piezas, que son estallidos de color en medio de espacios generalmente derruidos, el artista sigue cuestionando su realidad sociopolítica de manera crítica y reflexiva.
Yulier declara en dicho documental (Existen) cómo comenzó a trabajar el grafiti con 24 años, en 2013, siendo Guanabo el emplazamiento de la primera obra que hiciera. Para él resulta algo adictivo, por la adrenalina que significa trabajar con tal libertad y espontaneidad. En la textura de la pared ―declara Yulier― encuentra algo único, irremplazable.
Mr. MyL es un exponente que lleva activo bastante tiempo en la escena urbana. Su nombre es Luis Casas, y junto a Marcel Márquez (M&M) eran los integrantes del grupo BCD (Bajo Condiciones Difíciles), quienes tenían como fuerte referente la gráfica política. Mr. MyL es graduado de San Alejandro y de la Universidad de las Artes (ISA), por lo que es un ejemplo del arte urbano como expresión de un arte académico que busca salirse de los espacios típicos para su exhibición y operar desde otras lógicas, más sociales, más cercanas. Su fama lo precede y eso le ha ganado reconocimiento internacional, habiendo sido invitado a múltiples eventos y espacios dentro y fuera de la isla (véase su sitio web)[7].
Yoenis Eloy Mayeta Magan, conocido como el Yolo o bajo la firma de “YoEloy” suele crear estos personajes trabajadores, enfrascados en la lucha de clases, cuyas cabecitas son llaves (la herramienta), por lo general en color rojo y con lápices e instrumentos musicales en las manos en lugar de armas. Trabaja con el stencil, pero también el lienzo, la escultura y otros soportes. Actualmente reside en Francia.
Hay otros exponentes muy visibles en La Habana actual, y pienso en casos como Fichu, “El que pinta las mulatas”, quien tiene una poética muy impactante, al crear mujeres mulatas con labios rojos intensos, siempre con ojos en blanco, y que se expanden de manera colosal por paredes de gran formato. Asimismo, Abepi, con estas demon girls o diablas que con cuernos y tonos muy saturados obligan al transeúnte a voltear y detenerse. O Taiko 505, con sus cráneos o simplemente su tag, que se apodera de muchos lugares estratégicos en la ciudad (paradas de ómnibus, muros con consignas políticas, etc.).
Un elemento que llama la atención al revisar unos cinco años atrás, es la presencia marcada de mujeres en la esfera urbana actual. Este hecho ha supuesto la introducción de nuevas temáticas a los mensajes estampados por toda la ciudad. Así encontramos a Jessica Betancourt Bosque (a.k.a. Pikyai), quien ha sido parte de la iniciativa de Color Cojímar, pero que como autora ha trabajado ―declara ella en Existen― temas de feminismo, con un cuestionamiento de los ideales de belleza que se le exigen a la mujer, misión en la que una jirafa que se ha vuelto cada vez más humanoide le ha servido de aliada para crear su poética.
En esta misma tesitura, aparece Carmen Barrueco Véliz, a.k.a. Fulana Letal (juego con el lenguaje para contraponerse al recurrente “fulana de tal”), quien no solo interviene el muro dejando mensajes en globos de texto, junto al personaje de esta Fulana (“ogro”) que pudiera ser cualquiera, todos o nadie a la vez; sino que también ha llenado La Habana de stickers con dibujos muy sintéticos acompañados de su firma, que pega en las tablillas de las paradas, en los contenedores de basura, en los ómnibus. Parafraseando a la propia Carmen: el sticker es una alternativa muy sugerente porque es pequeño, pero una vez que lo descubren, sorprende. “El graffiti se ve, mientras que el sticker debes ir descubriéndolo” [8]. Los temas que trabaja se mueven entre la política y el género, pero lo que la identifica es más bien su dibujo colorido, con mensajes reflexivos que cuestionan el día a día en la isla (por ejemplo: “Si nadie se queda, ¿quién va a arreglar el país?”).
Gabriela Padrón Amoroso, o como todos la conocen, “Azul”, nos presenta sus “naifarts” (como ella les llama), donde un personaje con los senos al descubierto, cómoda consigo misma, en su efervescencia cromática, demanda no ser sexualizada. Hay un debate acá sobre los estándares de belleza y sobre las relaciones tóxicas, a la vez que una protesta contra el acoso, aunque siempre desde un enfoque de género y abocado a la defensa de las mujeres en la sociedad cubana contemporánea. Algunos de sus mensajes enuncian: “Amar no es aguantar”, “Olvídate de eso”, o “No quiero tu piropo, quiero tu respeto”.
Glenda Tapia Noajed (Lou 81), cuya firma refiere a una accidental equivocación al escribir love y cuyo número hace alusión a la edad que por entonces tenía su abuela, es considerada la “única mujer grafiti writer de Cuba”, por el uso de múltiples técnicas asociadas a la tipografía grafitera. Glenda ha navegado las aguas del modelaje y el skating, hasta descubrir que su verdadera pasión estaba en la paz que emana del muro que grafitea. Sus primeros referentes en esta nueva imprenta fueron Fabián López, Yulier P. y Mr. MyL. Pertenece a una crew de grafiteros llamados HDLC (Hijos de la Calle), radicados en California, quienes la apoyan con recursos para seguir trabajando a razón de la precariedad de materiales que hay en Cuba. El lenguaje de Glenda es muy atrevido desde la elección cromática, una eclosión de color; ella me decía que siente que reparte alegría al embellecer los lugares con esos tonos. Igualmente, el tipo de temas que pone sobre la mesa, relacionado con el empoderamiento femenino: véase las nociones de pussy power, girl power y la figura de la “Santa Papaya de la Caridad” (este último en un diseño disponible para tatuar).
Tanto en el caso de Glenda como de quien hablaré a continuación, podemos trazar una línea colaborativa con el mundo del tatuaje, pues algo que se repite de manera casi constante en el universo urbano es la versatilidad de sus actores, quienes viajan entre el diseño, las artes “académicas”, el performance, el skating, el modelaje, el activismo social e incluso el rap. Tal es el perfil de Ana Lyem Lara, tatuadora, fundadora y dueña del estudio de tatuajes y piercings Zenit Tattoo, además de miembro de La Banda: “crew de grafiti Cuba”, grupo que opera en Santa Fe. Este colectivo está integrado a su vez por Alberto Ferrer, Osbel Sanabria, Daimar Olivera Roque, entre otros. La Banda existe desde 2011, sus fundadores fueron Ana Lyem, Fidel Alonso Días y Alberto Ferrer. Hacen uso de múltiples expresiones: body painting, pósters, stickers, stencils, letras, instalaciones, entre otras. Trabajan la idea del grafiti de ícono, enrumbado a la construcción de una memoria, y enfocado a rendir homenaje a personajes o lugares. Saltan a la vista representaciones de figuras como Marilyn Monroe, el boxeador Kid Chocolate o el “bárbaro del ritmo” Benny Moré.
También encontramos otros colectivos centrados en el trabajo comunitario, como vía para la revitalización de espacios, el bienestar de las personas y la unidad del barrio. Tres de los más representativos son Arte 92, Islagrafía y Color Cojímar. A propósito de este texto conversé con Javier Agudo Durán, instructor de arte y artista visual, fundador de Arte 92, un colectivo de seis artistas creado con un carácter social. La mayoría de ellos son instructores de arte y el grupo tiene un antecedente en la experiencia performática “Ataduras teatro”. Este caso es un ejemplo de cómo la pandemia sirvió de cuna de creación, pues pese a que existe desde 2017, la cuarentena fue su momento de mayor producción, por la disponibilidad de tiempo y la necesidad de sacar proyectos adelante. Arte 92 radica en Calzada de 10 de Octubre esquina Carmen, en el sótano de la Casa de la Cultura Raúl Gómez García, y se presenta como una oportunidad para visibilizar el arte independiente y urbano, una plataforma cultural y un espacio educativo con talleres para niños, adolescentes y jóvenes. Asimismo, es el proyecto responsable de los Festivales de Cultura Comunitaria del consejo popular Jesús del Monte, los cuales ya van por su cuarta edición. Me gusta cómo lo define Agudo, quien me explica que su arte es de acción, porque se pregunta ¿cómo puedo ayudar?
Islagrafía, por su parte, es un dúo de creación integrado por Israel Moya Torres y Rubén Cabrera. Combina el muralismo, las artes gráficas y la investigación histórica en la intervención de espacios urbanos. Unidos por el amor al grabado y la experimentación de este sobre soportes diferentes a los tradicionales. La estética que trabajan se inspira en culturas originarias como la maya, la azteca, etc., y en la visualidad del universo afrocubano.
Por último, Color Cojímar, equipo organizado bajo la coordinación de Yosmel Sarrías Nápoles (a.k.a. Sekou), quien es MC y activista social, ha llenado de colores y alegría el litoral este de la ciudad. El proyecto nació en plena pandemia, en enero de 2020, como una iniciativa comunitaria autogestionada, con el mural y el grafiti como pilares fundamentales, junto a la música, talleres, acciones medioambientales como la limpieza de las playas, entre otras. Sus integrantes ―junto a Sekou― son Manson (Alián Acosta), Pikyai (antes mencionada), Ana Luisa Escobar y Alejandro Agüero. Es una revolución que involucra a las personas de la zona, quienes vigilan que las áreas revitalizadas por Color Cojímar permanezcan limpias y conservadas. Igualmente, apoyan a los grafiteros con recursos que tienen en casa, preparan meriendas o garantizan el agua para beber tras horas de trabajo bajo el sol.
Javier Agudo es el director del documental Dame una mano, dedicado a la iniciativa de desarrollo social del proyecto Akokán en Los Pocitos, Marianao, en el cual vemos reunidos y en total colaboración a todos estos proyectos socioculturales con fines comunitarios, bajo la máxima de “adoptar una casa” y transformarle la visualidad mediante su intervención plástica. Se trata de rescatar el patrimonio del barrio, detectar sus potencialidades y hacerlos florecer, ver oportunidades donde otros solo perciben dificultades. Estos proyectos están reforestando artísticamente paisajes muy áridos en cuanto a estigmas de marginalidad, resaltando la fuerza religiosa de territorios como Los Pocitos (con su legado abakuá) y dándole otro aliento desde lo cultural. Algo similar fue organizado por el propio Agudo durante el confinamiento, un evento donde reunió a 11 grafiteras entre las que ubicamos rápidamente a Azul, Fulana Letal, Lou 81, entre otras, número exponencial de grafiteras que dan una dimensión del crecimiento de las mujeres en este universo urbano.
¿Cómo?
El cómo o el qué dentro del grafiti cubano es algo bien diverso, que da cuenta de las soluciones formales y metodológicas que se hallan ante la precariedad de recursos y la imposibilidad de comprar a precios razonables los materiales, sobre todo teniendo en cuenta que es un arte urbano, condenado a las inclemencias del tiempo, no comercializable y efímero por antonomasia. Aquí también vale recordar que por grafiti estamos entendiendo toda manifestación de street art, desde el uso del stencil con aerosoles, hasta la implementación de brochas y rodillos en los murales.
En cuanto a las tipologías, sin dudas se han ido complejizando con el paso de las décadas, y en la actualidad coexisten muchas en la estética habanera, a menudo ni llegamos a conocer a los responsables, pues tienen un corto periodo de actividad o están en el anonimato, no integrados al gremio.
Mencionaré algunas que se identifican fácilmente y que considero exponenciales. En primer lugar el tag o firma, que se encarga de esparcir el nombre artístico del responsable como un continuo por toda la ciudad, cuantas más veces lo veamos más asimilamos su presencia en el entramado urbano. Un ejemplo emblemático del uso del tag es Danilo Maldonado Machado (El Sexto⭐), quien coqueteaba con la idea de ser el sexto héroe prisionero del imperio, en tiempos donde las noticias daban mucha visibilidad a este tema. En letra cursiva, acompañado el tag por una estrellita de trazo rápido, casi con caligrafía infantil, su firma per se lo era todo, contenía todo el discurso, no necesitaba más palabras o imágenes. También vemos por ahí los llamados tags con outline o firmas con borde, donde una línea más fina, de otro color, sirve de borde a la forma de las letras más gruesas, como ejemplo tenemos a Glenda Tapia Noajed (Lou 81), quien fue considerada en algún momento la única grafitera-writer mujer. Ella trabaja su firma en varios estilos, estilos que van desde los block letters hasta a una suerte de tercera dimensión.
Los characters o personajes es otra de las tipologías más socorridas en el entorno cubano, estos surgieron por lo general acompañados de firmas, aunque hay ocasiones donde su impacto visual permite que el tag desaparezca. Aquí podemos ubicar el Super Malo de Fabián, las almas de Yulier, el personaje con cabeza de llave del Yolo, los primates de Sam 33, las figuras tan particulares de Mr. MyL, los ogros de Fulana Letal, los demonios de Abepi, las mulatas de Fichu, entre muchos otros. En estos casos estamos en presencia de dibujos muy figurativos, con personajes icónicos que fungen como alter egos de los autores o de la sociedad cubana en general.
También hay una recurrencia a la inclusión de mensajes, como lo hace Azul respecto al género o Fulana Letal respecto a la política. Estos mensajes tienen cierto fin didáctico, educativo, aprovechando su exposición pública en las calles. Tal es el caso de algunas frases de The Happy Zombie dejadas junto a grandes tiraderos de basura, algunas de ellas rezan: “No arrojen basura” o “No somos puercos”. Con lo anterior se trata de crear conciencia en las personas, de hacer ver la necesidad de mejorar como sociedad en todos los rubros posibles.
Otros tópicos a veces trabajados son la religiosidad, con la presencia de orishas con rasgos humanoides, algún que otro Eleggua, íremes abakuás, entre otros. En estos casos, la pared sirve de soporte para rendir homenaje a la fe y conectar con un público no especializado en el universo del grafiti de manera directa y orgánica.
La censura
El origen de la censura del grafiti quizás pudiéramos pensarla como contraparte de la propaganda política que se apoderó de las paredes urbanas de La Habana durante la década del noventa, con mensajes como “Hasta la victoria siempre”, “Comandante en Jefe, ordene” y “Fieles a nuestra historia” junto a representaciones visuales como la bandera cubana o el logotipo de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Al respecto, Zamora advierte: “Era una etapa oscura, de mucha incertidumbre. El gobierno no perdió tiempo y se empeñó en capitalizar las paredes habaneras mediante acciones políticas consistentes en la intervención de los muros de la ciudad con dibujos y mensajes”. (2018)
Es así, que al grafiti urbano considerado “contestatario”, por no pertenecer a ninguna estrategia gubernamental, acaba siendo juzgado como “contravención”, bajo la acusación de “afear el ornato público”. Al respecto, una joven abogada de Cubalex (ONG de acción social encaminada a la protección de los Derechos Humanos en Cuba) entrevistada por Yulier P. en Existen, explica que una “contravención” no puede ser considerado un delito, sino que se trata de conductas antijurídicas de escasa peligrosidad social, por lo cual no se reprimen con encarcelamiento, sino con multas.
En cuanto a la censura, que es una palabra que siempre va de la mano de toda expresión artística considerada clandestina, ilegal y underground, vemos que esta se presenta de maneras muy sigilosas y diversas. Varios de estos artistas han sido detenidos en estaciones policiales de manera recurrente, donde los hacen comprometerse a no hacer más grafitis por la ciudad, les ordenan borrar (tapar con pintura) los ya existentes de su autoría, y de alguna manera los mantienen bajo vigilancia. Yulier P. es de los casos más significativos y mediáticos en cuanto a este asedio policial, pues se entienden sus acciones públicas como un acto de disidencia.
De este tema quisiera reparar en la manera en que varios artistas del grafiti argumentan cómo se maneja el tema de los permisos. Es un misterio, no se sabe de manera certera a quién se le debe pedir, quién tiene la autoridad para permitir una intervención sobre una pared pública. Ellos tienden a pedir la anuencia de los vecinos que viven detrás o próximos al muro que intervienen, pero en realidad ese muro exterior no les pertenece, no hay un papel firmado o algo que legitime esa obra urbana.
En este sentido, me resulta revelador el enfoque que manejan algunos artistas en el documental de Fraguela y Yulier P., respecto a la idea de que maltratan la propiedad, pues desde la óptica de los creadores eso no es lo que está ocurriendo. Por el contrario, al añadir una capa de pintura están protegiendo la superficie, restaurándola, volviéndola más resistente al paso del tiempo. Asimismo, la noción de grafiti como “arte gratis”, es otro de los grandes argumentos contra la censura de parte de los creadores. No hay que pagar por verlo, está expuesto a la vista de todos, es monumental y está en espacios exteriores, convirtiendo a la ciudad en una gran galería o museo.
Algunas reflexiones finales
Ana Lyem Lara define el rol del arte urbano en la sociedad de manera clara en una entrevista a la revista Rialta: “Una ciudad grafiteada deja coger el pulso de sus libertades, mitos y protestas. Galerías o escenarios al aire libre, los espacios vestidos con estas artes exhiben anónimos consejos contra la mala vibra, la mala racha o el mal amor” [9]. El grafiti es arte, el arte de la cultura de masas, abocado a embellecer ruinas y revitalizar espacios.
El arte urbano toca vivirlo de manera intensa mientras está, pues como expresión artística se nos muestra efímera, en constante transformación. Una imagen sobre el muro debe ser fotografiada, admirada y problematizada en el momento preciso en que se halla en nuestra deriva por la ciudad, pues puede ser borrada en cualquier momento, a causa de la censura o por darle un nuevo uso a esa pared, así como el hecho de la migración de sus exponentes.
Es una expresión artística polisémica, que permite infinidad de lecturas y puede ser entendida por los transeúntes como críticas sociales, mensajes de mejoramiento humano o simples motivos decorativos para darle una segunda vida a esa pared abandonada.
Los autores se conocen dentro del gremio y también hacen un manejo constante de sus redes sociales, por lo cual sus seguidores se mantienen al tanto de las novedades, las colaboraciones y demás. Algunos se mantienen en el anonimato, bajo sus tags o firmas, protegiendo su identidad de posibles represalias por parte de la censura. Las colaboraciones son muy recurrentes, ya sea entre proyectos, como el caso de Arte 92, Islagrafía y Color Cojímar en Los Pocitos, o entre grafiteros individuales, donde encontramos featurings de Fabián López con Lou 81 o con Fichu, o de Lou 81 con Taico (suelen trabajar juntos en los mismos espacios porque son pareja), novedades que podemos encontrar no solo sobre el muro en las calles, sino también en fotos o reels en sus perfiles de Instagram. También se da la posibilidad de admirar sobre un mismo muro obras de varios de estos artistas, las cuales a veces se intercomunican creando un diálogo, como en el caso de Azul y Fulana Letal. Asimismo, me parece relevante la idea de crew, como colectivo de creación que se apoya, que se junta para crear, lo que acaba creando comunidad y refuerza la noción de gremio.
El grafiti en Cuba ha sido y es una plataforma para el abordaje de temas sociales y políticos contemporáneos. Los artistas utilizan sus obras para llamar la atención sobre problemas como la precariedad de recursos, la desigualdad social, el acoso, la censura y la falta de libertades. El grafiti se convierte así en una forma de denuncia y protesta pacífica, desafiando las normas establecidas y generando reflexiones en la sociedad.
Si bien ha ganado reconocimiento y aceptación en la esfera mediática y artística contemporánea, todavía enfrenta desafíos y numerosas restricciones, como el acceso a materiales, la falta de espacios autorizados para exhibir su obra y la censura política. A pesar de estas limitaciones, el graffiti continúa ampliándose en Cuba. Los artistas exploran nuevas técnicas y estilos, revolucionan la visualidad de comunidades y buscan ampliar sus audiencias tanto a nivel nacional como internacional, mediante las redes sociales principalmente. El grafiti funge como una forma de comunicación y un medio para contar historias, conectar con la comunidad y dejar una huella duradera en el paisaje urbano.
Entonces, el estado actual del grafiti en Cuba refleja una mezcla de avances (relacionados mayormente con la información y la comunicación con el mundo exterior) y desafíos (asociados a la precariedad económica y la censura política). Si bien han aparecido nuevos actores sociales y hay muchos autores activos haciendo una obra sugerente y reflexiva, otros han migrado buscando mejores oportunidades, al persistir restricciones que los limitan en su expansión como gremio urbano. Sin embargo, los artistas continúan encontrando formas de expresarse y utilizar el grafiti como una herramienta para reflejar la identidad cubana, abordar temas sociales y políticos, y generar un diálogo con la sociedad. “Algunos especialistas consideran que los mensajes de los artistas del arte urbano devienen ‘termómetros’ que marcan las diferentes coyunturas sociopolíticas en sus respectivos países” (Zamora, 2018).
A medida que pasa el tiempo y el país se sigue transformando, el grafiti acompaña estas dinámicas como portavoz visual de la crítica que anhela un mejoramiento social. En este sentido me resuenan dos ideas planteadas por Julio Llópiz-Casal al final del documental Existen: 1, que el grafiti es “un capítulo de resistencia cultural cubana” que debe ser visto con “sensibilidad urbana”; y 2, que esta expresión artística es una “cultura viva”, cuya resiliencia le otorga un “doble mérito”, por persistir pese a todos los reveses que marcan su desarrollo cotidiano.
Sin importar la nomenclatura final que se elija (grafiti o post-grafiti), las variaciones en cuanto al cómo (stencils, stickers, murales, regalos en ladrillos, etc.), o al entenderlo como arte o vandalismo, lo cierto es que el arte urbano contemporáneo está dando que hablar, marcando derroteros y transformando para bien la visualidad de una Habana que ya no aguanta más. La capital se nos muestra como una gran exposición colectiva de poéticas muy plurales aunadas por un objetivo común: devolverle el color a una isla (otrora multicolor) que se nos ha puesto gris entre las manos.
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Agradecimientos a Alejandro Zamora, Julber Cumberbatch Pérez, Javier Agudo, Yosmel Sarrías (Sekou) y Glenda Tapia.
Listado de grafiteras y grafiteros activos actualmente (en orden alfabético)
● Abepi
● Azul (Gabriela Padrón)
● 2+2=5 (Fabian López)
● Enzo
● Fichu
● Five Stars (Yairán Montejo)
● Fulana Letal (Carmen Barrueco Véliz)
● Inmaray Tillet
● Javier Agudo Durán
● Judith Matamoros
● Mr. MyL (Luis Casas)
● Mr. SaD 26 (Abraham Echevarría)
● Lou 81 (Glenda Tapia Noajed)
● Lue.S (Laura Soris Álvarez)
● Pikyai (Jessica Betancourt Bosque)
● Seorek
● Taiko 505
● The happy zombie
● Yolo (Yoenis Eloy Mayeta Magan)
● Yulier P. (Yulier Rodríguez Pérez)
Colectivos
- Arte 92 (10 de octubre)
- Color Cojímar
- Grafitazos (Granma)
- Islagrafía
- La Banda (Santa Fe)
- Undergraff (Holguín)
Fuentes citadas
Alonso Moreno, Marta Asunción (2015). “El muro audiovisual. Nuevos caminos del grafiti y el postgrafiti en el umbral del siglo XXI”. AACA Digital: Revista de la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte, no. 31. http://www.aacadigital.com/contenido.php?idarticulo=1096
Corrochano, Idoia (2020): “El post-grafiti, el street art aceptado en el circuito del arte”. Moove magazine. https://moovemag.com/2020/04/el-post-graffiti/
Crespo Zaporta, Dayma (2018): “El grafiti, ¿cómo entenderlo en el contexto cubano actual?” Art OnCuba, 8 de junio. https://artoncuba.com/blog-es/el-grafiti/
Agudo Durán,Javier y Sarrias, Yosmel (2022): Dame una mano. Documental. https://www.youtube.com/watch?v=NSvgdC4R-tk&ab_channel=GenerationHipHop
Fraguela Fosado, Fernando y Yulier P. (2022) Existen (Resistencia del arte urbano en Cuba). Documental. Palenque Artistas Independientes y Libres.
Medina Ríos, Jamila (2020). “Paisajes urbanos: cinco mujeres artistas del grafiti en Cuba”. Rialta. https://rialta.org/paisajes-urbanos-cinco-mujeres-artistas-del-grafiti-en-cuba/
Menéndez, Maldito (2011): “La lamentable historia del grupo de artistas cubanos ARTECALLE”. Blog Sopa de cabilla. http://sopadecabilla.blogspot.com/2011/06/historia-del-grupo-de-artistas-cubanos.html
Pérez Chang, Ernesto (2016): “2+2=Fabián”. Cubanet. https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/2-2-fabian/
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.6 en línea]. <https://dle.rae.es> [28 de julio de 2023].
Zamora Montes, Alejandro (2018). La pared cómplice: algunas consideraciones sobre el arte grafiti en La Habana. En Amir Saarony, Paredes pintadas. Creative Publishing Group, 22-28.
__________. Rapear una Cuba utópica. Testimonios del movimiento hiphopero. Sevilla: Editorial Guantanamera, 2017.
[1] REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.6 en línea]. <https://dle.rae.es> [28 de julio de 2023].
[2] Este análisis, Zamora lo realiza en lo que podemos considerar el primer libro publicado sobre grafiti en Cuba, llamado Paredes pintadas / Painted Walls (2018), bajo la coordinación de Amir Saarony.
[3] Véase la Bienal 00, donde participaron artistas del grafiti como Fabián López, Yulier P., Enzo, Pikyai, The Happy Zombie, El sexto, Sam 33 y YoEloy, entre otros (Zamora, 2018).
Asimismo, la alusión a este universo, a través de la figura de Bansky en la XII Bienal de La Habana, del artista Nestor Siré, con su obra “Todo para vender, Banksy en La Habana”. La pieza es un guiño a “Everything for sale” (1969), de Andrzej Wajda. En el statement de la pieza en el sitio web del artista se explica que:
Esta obra criticó el mercado de arte cubano, por entonces en un momento de especulación tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos. Puestas todas las miradas sobre la Isla y en el marco de la celebración de la 12ma Bienal de La Habana, los artistas e instituciones esperaban el arribo de cientos de coleccionistas ansiosos por llevarse un poco del país que era noticia en los medios de prensa internacionales. En este contexto el artista concibió una pieza cuya intención era atraer al mercado y sus cambiantes expectativas.
Siré encontró en La Habana una Gangster Rat de Banksy, se apropió de ella y puso en marcha un proceso similar al que ha empleado el mundo del arte para comercializar el trabajo de este artista en contra de su voluntad. El grafiti, que se encontraba a punto de desaparecer, fue restaurado y se extrajo del muro mediante la técnica del stacco. Con el slogan «el único Banksy vivo en Cuba», la obra, tasada en Art Price, fue puesta en venta por la suma de 40,000 USD. No obstante, para su adquisición el artista dispuso una limitación: sin importar la nacionalidad del comprador, la pieza no puede salir del territorio cubano. Aunque han existido muchos interesados, nadie ha efectuado la compra. (https://nestorsire.com/obra/todo-para-vender-banksy-en-la-habana/ )
[4] En la actualidad también se hace alusión al skating como parte de esa familia hiphopera, una suerte de actualización de los cuatro pilares fundamentales con que nació.
[5] Palabras de Amaury Pacheco (OmniPoeta) en el documental Existen (documental citado).
[6] https://www.estudiosupermalo.com/home
[8] https://www.youtube.com/watch?v=TfWolDmnEZE&ab_channel=NoticiasCubanetCuba
[9] https://rialta.org/paisajes-urbanos-cinco-mujeres-artistas-del-grafiti-en-cuba/
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