Pedro Manuel González Reinoso: Cuarenta años de El Mejunje: la anfibología del éxito

Archivo | Autores | 26 de septiembre de 2023
©’Mir (Paz) para todas’, pared interna de El Mejunje /Archivo de PMGR

Terminamos este dosier sobre ‘Sexualidades disidentes’ con este enjundioso ensayo de Pedro Manuel González Reinoso sobre El Mejunje, aquel espacio tan importante para el imaginario civil, erótico, tetudo y transescénico cubano de mediados de los 80s (y a posteriori)…
Gocen 😉

A la duda razonable de si fue “aprovechada” su invención por la nomenclatura castrista para “limpiarse” del daño antropológico ocasionado al corpus social de la nación en los primeros años de implantar aquí su “comunismo” ¿Qué responder?

Un sitio tan peculiar y heterogéneo como este, es la gran paradoja cultural del centro de la Isla[1]. Porque su preeminencia acontece a partir de la inclusión de “la marginalidad más indeseable” en medio de la desprotección que siempre deparan —cual letra escarlata— las “d” malditas curriculares; discrepancia, diferencia, disimulo, desviación, desavenencia, disidencia, distopía, desajuste, denuncia, desnudez…¡doblez! ¡Ese ha sido su halo y también su mácula! No hay trazas de que haya sido concebido para cuestionar los turbios avatares del poder: «Para fundarlo, su gestor hubo de transitar arduos parajes, oponerse a fuerzas ingentes, y gracias a tan terca perseverancia, imponerse». Decirlo así sugeriría que, concatenando fechas, se trataba de alguna suerte de reestructuración / transparencia adelantadas, incluso a las que al pleno del PCUS en abril del siguiente año Gorbachov[2] desenfundara en la consistente Maepatria. En aquellos tropical-years “de duro cierzo invernal” (background predilecto para cualquier cuento arrabalero), la “s(o/u)ciedad” cubana y en especial la villaclareña —con el otrora ‘Hotel Oriental’ asignado por el gobierno para el asentamiento definitivo de aquellas almas impuras que vagaban sin reposo, y con el doble propósito de clausurar al vertedero des-comunal inaugurado por la vecindad en pleno corazón citadino, reciclándolos a ambos— estaba, como “nuestros hermanos eslavos”, amurallada tras la Cortina de Hierro, con sus credos perentorios camino ya a la obsolescencia. Casi inmediatamente después del desplome de otro muro en aquel Oriente menos lejano que el pestilente basurero nuestro, se destupió la trabazón que interponía —a contracorriente de toda lógica—‘lo real-socializante’ (en la viabilidad de las comunicaciones, al menos) cuando una brigada entusiasta y sin habitáculo fijo, arrasó con la porquería y sentó dentro neumáticos re-capados como asientos. No es ninguna coincidencia que en la inserción “a tempo” en el panorama resistente / resiliente —siempre convaleciente de alguna adversidad pandémica (lo explosivo e implosivo de la tragedia SIDA[3], por ejemplo)—, resultara inobjetable la penetración del “lugar ideal”, previsto inicialmente para solaz de las artes… pero ¡¿qué mejor gueto para reenclosetar a la morralla inclasificable que desbordaba calles, estaciones y cuarteles, que atendiendo a las novísimas políticas del amo debería ser reencarrilada?! ¿Fue acaso aquel suceso comparable a la entrada del internet en el mundo civilizado (que no podía ser de ningún modo el nuestro)? Sirva entonces comprender por qué los orillados de toda laya corrieron a celebrar —frente a la acuciante hostilidad del régimen investido de súbita benevolencia— la apertura de un resquicio de luz (desconectado aún de “las redes apabullantes” y por lo tanto “sano”), un remanso de paz y refugio con atmósfera en re-oxigenación ilustrativa permanente, que de tanta dicha junta nos pareció “otro truco regulado y alienante” (que por suerte no lo fue), a los que ya estábamos acostumbrados. En junio del 2024 habrá concluido el doble del tiempo que Gardel sentenció como “la nada”, y el polémico espacio estatalizado donde la música prima —prestigiándose con la inserción de identidades sexuales antaño condenables, y a “lo asequible” que resulta disfrutarlo en plena miseria material / espiritual cubana—; ¿asumirá los caros desafíos del neo-capitalismo “para el nuevo año”, como idénticamente trastabillara con él Alina Izquierdo bregando en el OTI valenciano del [19]92?[4]

El Teatro, como el resto de las Artes, es “nido de pájaros y tortilleras”

Ideado esencialmente por Ramón Silverio Gómez[5], actor y promotor santaclareño, durante “la larga noche estival del frío tedio ochentero”, El Mejunje, como se le llamó más tarde —gracias al comediante Pablo Garí (El Pible); quien se mofaba “a mandíbula combatiente” de las tisanas salvavidas repartidas allí en la madrugada—, fue pionero en dar “respuesta rápida” (consensuada bajo tapete) a la sempiterna angustia existencial del gremio atascado entre dictámenes, bostezos y prohibiciones ridículas —acaecidas tras la Gran Revuelta del [19]59; obra cumbre del Eterno Conflictivo—, trascendida la desgracia al ámbito “artrítico-recreativo” con sus ofertas épico-heroicas, aburridísimas, las cuales emanaban a borbotones (griseabundos, colijo, como el quinquenio afín extendido a décadas) del muy “serio” sector cultural. Las políticas patrocinadas al (ab)uso, en aquella época de continuos mandatos fieles-pro-fideles, fueron “sopapeadas” casi “sin pedir permiso” por parte de este hombre adorador del comandante, para arbitrio de una bohemia que no hallaba acomodo en descargarse, excepto en el vestíbulo del Guiñol, donde Ramón fungía como divulgador y Margarita Casallas[6] era directora. Hay que tener presente —hasta el hartazgo—, que semejante apropiación no podía en modo alguno escabullirse del ala “abracadora y subsidiante”[7] de la Dirección de las Artes Escénicas (DAE) —otro apéndice chupatintas del MINCULT—, si se procura entender que el noble propósito de Ramón en salirse del atolladero momentáneo le fue propicio solo metiendo en él aún más la cabeza y hasta el tronco, cuando por norma convencional se estaba “bien definido” moral e ideológicamente.

Un tin de histæria

En los primeros 8 años del “engendro” —que algunos avezados / avisados adelantaron calificar como “El Antro” en que le convertirían sus detractores después— se suavizaron ciertas urgencias consumistas ante la sordidez pueril de las carteleras culturales. Cuando en 1992, el síndrome Almodóvar desembarcó en las pantallas cubanas con su carga de chicas andróginas y travestis zafadas, no le quedó más salida a la pre-delictiva mariconería insular —bastante amordazada hasta ese infausto momento bajo corsés pre-carcelarios—, que vengarse de la pene-erre que la perseguía a todas horas y en todas partes, e imitar aquel explote colorido / festinado / luminiscente reproduciéndolo en sus carotas. Porque de pronto, el espacio señero, fundado por homosexuales envalentonados, confesos y notorios, adscritos legalmente al Estado a través de sus gabinetes en acción y “hondamente revolucionarios de hacha y machete”, que les brindara abrigo —aunque fuese discreto y jamás expuesto en programaciones—, devino suficiente escándalo como para levantarle la ceja a la bestia homófoba y “rebelde”; trasnochada comme d’habitude. Recordar que hasta 1991, cuando abandonaron sus puestos de combate par de personalidades elegantísimas del ámbito progre mundial (Mijaíl, una de ellas) no hubo pronunciamiento oficial sobre la tan llevada y traída “diversidad sexual” en Cuba, y que Monika Krause-Fuchs[9], la otra, predecesora de Mariela Castro en el CENESEX, tenía escrito muchísimo sobre lo variopinto del ruedo-sexy-insular con sus anexos conductuales vertidos en experiencias personales y libros versados en “el proscrito temita”, pero aún impublicados o vagamente lisiados con manotazos del “papacito” mandón. Fue la eclosión del «milagro bestial» —yeguas, tuercas y arandelas instantáneamente redimidas en tan estable / establo “de paz”— suficiente argumento para que corrieran a co(a)rtarle la raigambre “p(l)urificadora” a esa inflamada / infame / inane fauna “volátil / verraquera”, en las demás regiones del caimán donde intentara reproducirse. Así se les juzgara de «incipiente el plumón, o de mullida la cola”, y aunque terminaran tolerando (tolete en mano) solo en LaVana un similar cabaret “Las Vegas Club” —en extremo redituable para el Sector Gastronómico en quiebra, pero con bandera abierta al billete que allí correría bajo repique de tambor circense—, el gran paradigma aperturista permaneció centrado. Tanto, que el MITRANS le debe un homenaje al invento mejunjero por haber abarrotado sus terminales cada fin de semana en todas las provincias colindantes e igualmente haber sobrecumplido con creces sus Planes Técnico-Económicos anuales en la cantidad de ómnibus fletados (nunca mejor dicho) por la claque emocionada con la novedad plumífera. Cuenta el escritor fomentense Pedro de Jesús, cómo desde su pueblo y provincias plagadas de di-versos (Sancti Spíritus, Cienfuegos y hasta Matanzas), salían puntualmente caravanas de deslumbrados seguidores de aquellos Sábados de Show, y que el resumen lo hacían miríadas de adeptos / borrachos / trasnochados en la terminal santaclareña. Y aunque Silverio cita repetidamente, como “apoyatura recibida” durante los primeros atisbos de censura, a líderes regionales del Partido Comunista (Manuel Vila, Tomás Cárdenas, Miguel Díaz-Canel) y a dos jefes de gobierno provinciales (Alfredo Nieto Dopico y Humberto Rodríguez) entre “las autoridades” que lo respaldaron no sólo de palabra sino de acción “cuando la cosa se les fue de las manos (…) asistiendo a presentaciones”, porque en la calle aún se signaba al lugar como “la cueva de los maricones”, la verdad es que ninguno vio jamás espectáculo “de los desemejantes” y, en especial, Miguel Mario D-C vino muy poco y “de pasada”, o acompañando a un jefe supremo, ansiosos todos por constatar “los cambios orientados” desde su insondable altura, y siempre en funciones vespertinas donde no hubiera ni un destello de lentejuelas, plumitas ni globitos flotando en lontananza. Porque era —en cuadro oficial apretado— sumamente palmaria la coriza como para andar mostrándola en público.Los factorespeor preparados tropezaron con un ejercicio de adaptación y desafío, por ello fuimos —los que allí estuvimos durante alguna temporada crucial— esencialmente “actores” y no como prefiere menospreciarnos “El Partido” en su jerga reductora[8]. Porque más de un evento tomaría lugar a horas inusuales y esto mortificaba la modorra de las “buenas costumbres”. Comenzaba el jelengue los sábados al anochecer y no se sabía cuándo terminaría. Al principio fueron pocos los asiduos: amigos y allegados. Luego rodó la noticia y se sumaron viejos y nuevos conocidos. Así creció la familia iconoclasta cuando algunos se posicionaban en una u otra acera, y a otros (reservorios de la ubicua pendejitis crónico-persistente) les bastaban unas pocas visitas para no volver jamás a aquel lugar sin gastronomía, audio, luces, ni nada que les arrobara el alma o despedazara el letargo. Tal vez sí les complacía retrotraerse con alguna aventurilla efímera, pero sin traza de trauma perdurable. Hoy el Mejunje es lo que la gente ve: público que oscila lógica y dialécticamente, con recién llegados que hurgan en los tiempos idos, pero en un alto porciento terminan siendo sistemáticos e inquebrantables. Pues los que se fueron —en todos los sentidos geográficos / políticos y emocionales— perviven en el recuerdo más desideologizado. De ahí que los rencores gubernativos, prohijados de “la lucidez absoluta”, aún campeen por gusto y a sus anchas en el imago inmor(t)al de sus censores.

Detrás de la Fachada

El mural que adorna la entrada, evocador del Guernica, augurio de especie de “espacio en combate”, fue obra del grupo Tribu-ná, que surgió a finales de 1990 en la barriada habanera de Fontanar, en la casa del escritor, dramaturgo y narrador oral Leonardo Eiriz (1953-2019). Con él conformaban el grupo, Eric Rojas, entonces estudiante del Instituto Superior de Arte, y Jorge Mata, artista plástico multidisciplinario, trío que “saldría pitando de la isla asfixiante” en 1993 rumbo a España. El diseño concebido por estos artistas “encantados con el sitio”, siguió el patrón fiel a la rúbrica “No pido permiso para hacer, yo simplemente hago”, de quien no buscó ningún consentimiento de la Dirección de Patrimonio  u otra entidad reguladora del urbanismo para ello; sencillamente dijo que sí, y ya en el mes de agosto era inaugurada la provocativa pintura que hasta hoy distingue al área mítica, y fuera inspirado en un mini-cuento del propio Leonardo titulado Tribuna”, e incluido en su libro Apremios, que había ganado el premio 13 de Marzo: “Desde allí veíamos al hombre gritar y decir bondades. Era como una tribuna aquel lugar. Y llegaron gentes y gentes. En lo más hermoso de su discurso, vino el loquero y cerró la ventana” [10]. Su consumación coincidió con los XI Juegos Panamericanos, en 1991. En aquel instante trágico la capital hervía, se tensaba el ambiente con los preparativos de las competencias deportivas, mientras el Periodo Especial atenazaba y alguien creía que las McDonald’s que vinieron desde USA perseverarían matando el hambre vieja habanera. Lo de Tribu-ná, con el guion intermedio, tiene según el artista una explicación etimológica. Al fundar el grupo, Jorge y sus compañeros quisieron darse carácter de Tribu. Pero sin . «Porque conservaban —lo afirmaron al historiador—, un gran sentido de unidad, pertenencia cultural y espíritu nómada». La partículaexpresa la negación al discurso institucional del momento, plagado de tarimas antiimperialistas que priorizaban solo proyectos armoniosos para con la política cultural / guerrerista imperante, dejando de lado otros lenguajes de mayor pluralidad, de cuestionamiento ético / estético, generacional, político, social y del discurso renovador dentro y fuera de las artes plásticas. Lo que ayer fue proyecto triunfador, hoy es condescendiente realidad que ha permitido extrañamente al negocio privado asentarse también entre floridos predios derrumbados, pero re-pintados. De cuando en vez se remoza y expande el ámbito mejunjero en direcciones quizá riesgosas, como admitir además de los rockeros a los tatuadores, que son los dibujantes cual ruptura de la piel, esa que en flor muestra a la sociedad aún plagada de rancios prejuicios patriarcales y posicionamientos contradictorios a pesar de “iniciativas desesperadas por sobrevivir”, cuando aquí se operaban ya, en períodos furtivos pero contundentes, atisbos de soberanía. No podemos olvidar la importancia de la filiación ideológica en cualquier dirigente de la Cuba de corcho, por muy insumergible que parezca el local que comande. No puede concebirse ni un ápice de disensión en un guía (espiritual, como en toda religión), ni el más leve desacatamiento a ningún precio de lo que muestre el fluctuante vientecillo regidor, en aquel que manda moverle rígidas aspas, pues de ello irá su gratificante permanencia o inminente deyección. Ramón empleó en el espacio y dio cobijo sin mucho miramiento (usando el recurso disuasor para el convencimiento) a diletantes y trashumantes, a delincuentes convictos o aún no, y a seres —al cabo incuestionablemente—humanos. Su obra de reconciliación social frisa los bordes del mesianismo. Haber creado un espacio así en aquel momento mágico y aciago, fue el sorteo de prueba de cómo el “comunismo” (acérrimo, falsario e inclaudicable) podía llegar a ser “la emancipación más inspiradora”. El logro del Mejunje ha sido entonces su multiplicidad inclusiva. Cuando el CENESEX desplegó campañas oportunistas mediando la labor de zapa de su entrenada directora, ya llevábamos muchos años haciéndolo allí sin más retribución que avivar la ojeriza oficial con su desconfianza en las cronologías. Porque el crisol donde fundir sin distingo todas las preferencias personales y culturales, le resultaba sumamente riesgoso si no austero. El hipotético condominio recién estrenado estaría al servicio de un sueño de vida que algunos quisieron convertir en pesadilla, acaso por su tufo ácrata. En enero del 2010, Silverio fue recipiente del Premio al Servicio Social Sostenido, que por primera vez entregó la Sociedad Cubana de Estudios Multidisciplinarios de la Sexualidad (SOCUMES) y nadie se envaneció ni sorprendió por ello.

A la rueda, rueda: Travestis y Transformistas

El 24 de noviembre de 1992 un montón de arrojadizos músicos decide rendir homenaje a Freddy Mercury —con el obvio “autorizo” del ramo boquiabierto— al cumplirse el primer aniversario de su muerte, e incluyen en el espectáculo a los “desprestigiados travestis”, en una vertiente menos mundanal de la “representación baldía”. Unas semanas más tarde regresan en masa al ruedo, mostrando las galas del éxito precedente, para realizar una parodia del programa televisivo más visto por los cubanos en aquel momento, Contacto, con la conducción de Raquel Mayedo, quien es imitada por quien más tarde se inventa personaje propio con miras al estrellato: Samantha Wilson Fox (Humberto Toscano Cardoso). Las travestis primeras, cero profesionales, nunca tuvieron un espectáculo propio sino apariciones esporádicas, ya que siendo pobres no pudieron costearse la vestimenta éclatant ni los caros cosméticos que se les exigían, al costo concluyente de tener que deshacerse de sus ralas pertenencias. Eso, sin dejar de “hacer la calle” cada noche, para ponerse a doblar canciones lacrimógenas o convertirse en histriones asexuados. Pero el aplauso les supo a gloria y el saldo fue «más fuerte que la muerte», como diría Vallejo. De manera que hubo sacrificios personales y exenciones perentorias. Como Juana Candela, quien es posiblemente la transexual más antigua del centro del país. Ahora llena de arrugas, mohines y amarguras, va subida en puntillosos tacones y acude a la marcha reivindicadora cada mayo escolástico[11]. Sin narrar su entera historia, sale portando un letrero que la introduce al mundo absorto de le visage publique como “La Reina de Cuba”. Me contaba Juana en cierta ocasión: “Estuve presa en los ochenta con solo catorce años, por vestirme de mujer. Luego 4 años más en una recogida masiva, y allá dentro “del tanque” me dije que tenía que vivir, porque yo era una princesa, y así me llamaban mis cúmbilas “universitarios”: La Reina del Penal… (creyéndoles, boba yo, que era por lo abundante del pene a mi alrededor… pero no, era de pura pena conmigo)… y aunque todo haya cambiado tanto, tiene que acabarse ya la falta de respeto de algunos guarapitos mierderos con nosotras”. Fue en los años duros de las persecuciones cuando “suelta y sin vacunar” en La Avenida de Las Flores (del Estadio Sandino) sitio hilarante de reunión grupal donde la reapodaron sus congéneres como La Reina Madre, porque continuó enventanillada y lerda, yendo y volviendo al cepo dentro de ‘La Jaula’ colectora durante varias redadas más, por defender serenamente su derecho soberano a vestirse como le diera la gana y no cometer ningún otro delito. A esta edad, no entiende por qué los policías continúan pidiéndole documentación siendo ella “un sonado escándalo mundial”. Y agrega: “Al principio, cuando debuté, muchos hombres creían que yo era una más de ellas. Divina como me veía. Cuando descubrían que no, venía el fuetazo. Me preocupan las “locas” amigas mías que toman pastillas y hormonas como pollos para que les crezcan las tetas. Deberían tener derecho a operarse en una clínica estatal (las que quieran hacerlo, yo ya desistí), para que no tengan que recurrir a la ilegalidad socialista”. Pues, según ella que lee de un plegable que lleva consigo todo el tiempo en la cartera: “Cuba es el primer Estado comunista de la historia en garantizar derechos a la sexualidad e identidad de género”. Y con él, luego de enseñarlo a quien lo quiera ver, se abanica hierática, radiante… pues Juana proviene de una familia seriecísima y hombruna hasta el delirio, a la que llaman sin piedad “Los Guácaros”. Pero hubo un instante de legitimación del transformismo empírico al que ella no quiso sumarse “porque no estoy pa’eso”, en que la burrocracia culturichichi pudo —entre 2016 y 2017— evaluar como comediantes musicales a quienes eran unos asumidos dramáticos más que otra cosa, aunque fueran objeto de burla del “respetable” que a ella adoraba en su tragedia diaria. Silverio consiguió que la rigurosa e indiferente DAE profesionalizara 4 trans habituales de su espectáculo sabatino, a quienes les asistía cierta calidad performática categorizable: y después de eso, nunca más se intentó con nuevas propuestas. Las “4 joyas” de aquel proceso encomiástico fueron Denet Oliva Triana (Blancuccini) que sí era comediante, pero Mario Félix Herrera Martín (Laura Marlens), Lázaro Díaz Mena (Zulema Andersson) y Javier Lorenzo Olivera (Cinthya, EPD+), eran ejecutantes de un discurso émulo-mujeril envuelto en aura de desdichas: unas tajantes femmes-fatales. Imponiéndoles después como contratas en la brigada itinerante Los Colines, se les condujo a treparse en las montañas del Escambray (siempre insurgente), con el proyecto marielero “Yo me incluyo”. Y más adelante, cuando apenas se salía de la pandemia penitenciaria que constriñó masivamente la COVID-19, también protagonistas en ‘Zona Rosa’, otro espectáculo exhibido en casi todos los municipios incluyendo el teatro La Caridad, el cual subsiste y sigue programándose en barrios limítrofes, marginales y demás lugares tácitos del centro del islote tristón. La compañía de transformistas que se diluyó años después (sobre la que me extenderé a continuación), fue la primera que agrupó caracterizaciones memorables / impecables, como las de Jorge Luis Cárdenas Vargas (el holograma vivo de Lola Flores), Luis Díaz Duque (el doble de Sarah Montiel) Joel Iglesias Cuellar (que encarnó a Rita Montaner y Fascenda / Whitney Houston, indistintamente), Hiridio Almaguer Toledo (una simpar Maggie Carlés / Letal) y Juan Carlos López Brunet (quien cantaba y encantaba con voz muy similar a doña Elena  Burke), junto a otros que también amplío debajo. Pero esa excepcionalidad calificadora no fue posible para quienes nunca oyeron hablar de “tipificaciones” otras que la del expediente-policial abierto “por pajarear contra natura”, pendiente como la pica afilada del cuento de Juana La Lista. Porque siquiera pudo nuestra incendiaria heroína desenrollar / desarrollar su fluidez de extintor corporeizado ni la manguera turbadora sobre un tablao encendío de tales magnitudes, por tratarse de un ser inusitado y parco que concitaba armoniosamente “el deleite del sufrir con el ramalazo de la gozadera”: Juan Francisco Delgado Alba (1966), el recipiente legendario de aquella lady machucada, no ingresó en las muy reeducativas UMAP “porque solo tenía 2 años”. Su fatum saleroso se redujo a flirtear-con / provocar-a / los bomberos con los que se dio cruce en la adolescencia, y así sucesivamente a lo largo (y ancho) de su azarosa vida. A ella, precursora del disfraz más calientico de la villa, y también primera en caer presa y cumplir los años reservados para “la peligrosidad”[12] preestablecida por el sistema terrorista del sátrapa verdeolivo, le dije una vez —cuando lloraba copiosamente, doblada sobre el piso de una acera tras sufrir horrendo descalabro—: “La mejor manera de preservarnos incólumes frente a los bárbaros insultos que profiere con frecuencia en contra nuestra la plebe enardecida, es auto-injuriarnos primero, usando los mismos epítetos que operan de forma horadante pero curativa en nuestros papayudos corazones, porque nos inmunizan encojonadamente para siempre”. Ella, que acababa de clavarle un tacón en la testa a un aspirante a seguroso en la cola para entrar al Mejunje, sin entender ni jota de mi rebuscada verborrea, sonrió llena de mocos y con el maquillaje hecho un lío musitó: “Eres lo máximo, Roxy”. (La trepanación de cráneo con lobotomía anexa figuraba entre sus armas secretas favoritas, junto al baile contorcido y el despelote más descocado). Valiente como pocas se hayan visto, Juana se convirtió en referente de “¡cuidadito!” para guapos de a quilo y tropas especiales. Porque sin imputar algo de peso al jolongo suyo profusamente decorado, sanseacabó en el argot pendenciero el “trauma juanete” con un mohín anarquista desembarazado frente a la continuidad coyuntural del reino entero desquiciado.

Una compañía para ganarnos algo: blasón subsiguiente del poder cobrar           

Fundada la asociación de travestis loca(le)s que nombrarían Compañía Futuro, se volvieron regulares sus presentaciones los fines de semana, llegando a organizar Festivales Nacionales de beldades como Misses o “Tembas”, y de La canción e Imitación T, en los veranos e inviernos entrelazados de cada año, mientras se pudo con “el visto bueno del cuero» en semejante amalgamamiento. El movimiento prosperó hacia 1997, cuando desaceleradamente en los finales, por dictamen de los mandamases de la provincia y el país —hartos de incapacidad reincidente para alternar con propuestas “más honorables” que arrastrasen menos público del tipo “doblemente perturbable”—, comenzaron a suspender funciones en Teatros, Cines y Círculos Sociales que solían repletarse. Entonces optaron por reducirles “a(e)fectivamente” con otra treta envolvente; fugaces apariciones tendrían en espectáculos de variedades sin permitírseles reorganizar festivales exclusivos. A comienzo del nuevo siglo ya no quedaban ni en rastros. El Mejunje amañó discotecas hijuelas tras los prohibidos shows. No obstante, desde el 2005, surcada en boga “la batalla de ideas” fifo-chavista que colmó de satisfacción y petróleo los vacíos tanques (¿pensantes?) nacionales, y reenergizaron los ánimos ocambo-costumbristas allá arriba, “la muchachada” hubo de reaparecer con más fuerza y hoy se le puede ver al menos una vez al mes donde sin soltarse el estigma anterior le han añadido superlativo inquietante: kitsch. El Centro recreativo El Bosque o el cabaret Cubanacán en Santa Clara se han sumado al convite, pero lo interesante —aparte de que ocurre lícitamente bajo la batuta raulista en “un socialismo próspero y sustentable” que ha trasferido el batón candente al canelato proclive a prohibir lo que no ha de resolver— es que haya que desembolsar alud de pesos y hasta divisas (convertibles o no) para acceder a él. El director que fuera Alberto de Armas Águila —fallecido en breve lapso tras recibir una paliza que le fracturó la mandíbula y derivó en un linfoma no-Hodgkin presuntamente como ajuste de cuentas, víctima también de las razzias homofóbicas—, tuvo la sagaz idea de crear a La Futuro, influido por lo redondo cobrable que resultaba del negocio en lares fortuitos, y que en la capital cubana comenzaban a emerger —anegados ya en billetes bi-orilleros en providencia— riadas de performances transformistas semiprofesionales, de los cuales incorporó el trasunto en sus pretextos. Alberto encarnó a su vez, cuando ya tenía larga escuela al mando a Karla Balán, otro personaje de la era “dorada”, junto a Paulina Rubio (hoy Laura Marlens), Diana de Gales (Javier Moreira), Vanessa Anderson (Iván Hernández), Marta Sánchez (Boris Villavicencio), Shirley Bassey (Gilberto Martínez, +EPD), Gloria Trevi (Henry Martínez Muro) o Cristal (Lázaro Martínez). Y por último, brindó techo a la más fea y proficiente del grupo: La Roxy Rojo, descacharrante redactora anti-todo, advenediza procaz y errabunda de la otra orilla del ma(l/r).

Roxana Petrovna Krashnoi y Vladivostova (& myself); la sovietividad enlatada

«Roxana Rojo era muy pequeña cuando su madre logró escapar de un campo de concentración nazi y embarcarse rumbo a Nueva York. A pesar de su edad, se pasaba el santo día dando taconazos sobre el camarote del capitán, a tal punto que se decidió por unanimidad deshacerse de ella: la tiraron al mar. Iba flotando a la deriva cuando se topó con un buque británico que buscaba a las víctimas de un huracán cercano, fue rescatada y, poco tiempo después, desembarcada en el puerto de La Habana, donde con un nombre eslavo que nadie entendía, terminó cambiada por un cargamento de cangrejos procedentes de Caibarién. Allí, en esa pequeña ciudad costera del norte de la provincia central cubana, creció en la imaginación de su creador y se convirtió en uno de los personajes más ricos, polifacéticos y disparatados de lo que podría considerarse la escena travesti y transformista cubana». Invitado en 2006 y 2011 por la Universidad de Connecticut y el Centro Cervantes, en Nueva York, Pedro Manuel González Reinoso se transforma en lo que no es y presenta su libro Vidas de Roxy, publicado por la editorial colombiana San Librario (2009, y reimpreso al siguiente año). “Los libros de aquel no se habrían vendido si no hubiese sido ella la promotora”, comentó a IPS turulata la Rojo, quien se encontró atrapada en Cuba durante los años ardientes de la Guerra Fría y cuya historia, totalmente surrealista, sirve al creador para transitar por la relación que durante décadas existió entre la pequeña isla caribeña y la potencia del extinto campo socialista, con sus efectos en las culturas, (incluida la agro) y la “malsana” vida cotidiana. La idea de inventarse un personaje así siguió siendo la misma con el decursar de lo inevitable: “reciclar cuán fuerte fue en los jóvenes de mi generación la presencia soviet en Cuba, una presencia que parecía iba a diluirse como lo patético de aquella algazara desaforada en un olvido imperdonable, tras el desplome del continente Murito de Berlín, la desintegración de la hermana Unión Sorbética en ruda puja comercial contra Los Helados Unidos, y la d-fundición del bloque de hormigón armado de la Europa del Este”. Contra todo pronóstico “salvamos lo que teníamos de ellos aún dentro, porque Roxy, que es mi forma de hacer un homenaje a esa gran cultura que nos penetró tan ricamente, es también mi venganza contra aquel perpetrador salvaje”. Roxana fue elegida en 2009 por un quórum de compañeros “confundidos”, para representar al Mejunje travestido en su largo periplo teatral por todo el país. [Multimedia 25 años]

¡Hagamos 1, 2, 3,… muchos mejunjes!

En un aniversario cerrado del lugar, Abel Prieto Jiménez, entonces ministro e hijo de padre homofóbico hasta el tuétano, propuso crear La Cadena Cubana (no del Pan sino) de los McMejunjes[13]. Tan imbuido y entusiasmado por el éxito de público andaba el departamento recién reformado por él junto al CENESEX, que rompiéndose las vestiduras (halalevas, cambiacasacas, lamebotas, chúpameltenis y, por último, tumbateléfonos), convinieron en “la necesidad” de repetir la fórmula guevariana para con los pobres –no de la tierra sino– vietnamitas asolados por el azas verdulero imperio yanqui, porque de otra guerra se trataba la nueva encomienda; una a brazo partido por rescatar el prestigio perdido de sus mayorales, intentándolo otra vez con fórmulas obsoletas / descaracterizables. A la luz de los años, y viendo que la «homofobia revolucionaria» no acabó con el cierre de sus konzentrationslager (KL), se supo que el trato que el régimen había dispensado a aquella “horda análoga” era el reflejo fiel de su psicología decisora/displicente, permeada de parcialidades —y siquitrillada obviamente—, porque habría de ensañarse en el aspecto mórbido y extracurricular: ya que no fue únicamente la cúspide del poder la que manifestó actitudes y conductas de agresión verbal o física, discriminación, humillación, desprestigio, descalificación, odio, repulsa, condena a los que no “cumplen con la misión biológica de reproducirse naturalmente”, sino de un fenómeno enraizado en la urbe  siniestra cual secuela de ordenanzas arbitrarias bajo acatamientos sumisos. Sin disponer de elementos suficientes de aquiescencia para explicar aquel «milagro represivo» repentino / repetido como experiencias repugnantes del consorcio ideológico del cual provenía «lo científico» en soporte académico, se ha dado por sentado el hecho baladí de que los dirigentes máximos hayan actuado en consonancia, abierto cárceles injustas por embullo, hecho declaraciones mentirosas tanto a la prensa nacional como extranjera por afición, creado leyes y resoluciones interminables criminalizando a los distintos, clasificado abiertamente como lumpen, parásitos, metralla, corruptores de menores y/o de la muy maleable juventud, desencadenado verdaderas campañas en contra del prestigio ajeno —y hasta del propio «sin quererlo» (como hemos llegado a corroborar en esta historia)—, haya erigido el sistema penitenciario más grande y cretino de Latinoamérica, donde no había cárteles ni mafias, pues aquel cóctel magnífico contribuyó a que la gente ordinaria e ignorante se sintiera invitada a seguir el sañudo trillo de la curia despótica acezante. Especial importancia cobra en este sentido la Resolución aprobada por el I Congreso Nacional de Educación y Cultura (La Habana, 1971, firmada por los profesores J. A. Bustamante, psiquiatra, el otro Abel Prieto —progenitor del mentado— y otros dos “eruditos” más), que trata sobre el fenómeno de la homosexualidad y las medidas a tomar al respecto. “No recuerdo el título exacto ni el número de la Resolución, pero me consta su existencia”, nos cuenta Monika Krause-Fuchs: “Vilma Espín entregó (un original) para guardar en el archivo del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX)”, quien fungía de directora. El simple hecho de aprobar una norma cuya aplicación se exigió rigurosamente, de manera que adquiriera más fuerza que cualquier ley, demuestra que la iracundia había saturado a la indigente dirigencia revolucionaria sin obstar el ser pensante que —habiendo pecado con lo pescado en tamaño río revuelto— pudiera haber sobrevivido con algo de decoro entre filas llenas de ineptos. La Resolución era la demostración «científicamente fundamentada» de que la homosexualidad es una degeneración, una perversión irreversible, una enfermedad incurable; y se le añadía que tales “enfermos” se caracterizaban por «ser débiles de carácter, fácilmente expuestos al chantaje, con influencia peligrosa en los demás, personas en las que no se puede confiar de ningún modo». Fue aquel papelucho ordenado por el único culpable del desastre de país al que hemos venido a dar, la licencia omnipotente para arremeter contra casi todos los desiguales vivos sin demasiado distingo. Porque con ardides triviales se zafó de quienes se le opusieron. La suspicacia y desconfianza entronizadas elevadas al grado superlativo estaban a la orden del día. Aplicables además regularmente como instrumento para «depurar a militantes del Partido y de la Juventud», manteniendo «limpios» los sectores de la educación, medicina, psicología, artes, etc., o sea, todas aquellas esferas donde sus profesionales pudieran influir en niños y jóvenes y conducirlos al descarrilamiento (traumado como andaba en su guerrita privada con trencitos). Los homosexuales no debían tampoco ocupar cargos de dirección, ser mentados en aras de ninguna honra ni aspirar a “cuadro” ni en el marco. Durante casi treinta años fue ejecutada la orden minuciosa y trituradoramente en las «asambleas de balance» del PCC, de la UJC, en centros de trabajo y de estudio. El Ministerio de Educación estableció que todos sus educandos —desde el nivel preescolar hasta el último— que manifestaran cierta conducta sospechosa (varones «amanerados», niñas «marimachas») se registraran como potenciales portadores del mal en sus expedientes escolares, de forma que el comportamiento, el desarrollo de cada uno, quedara expuesto, controlado y registrado para la posteridad con invalidación indeleble: el síndrome orweliano por fin fue desatado. El expediente no se mostraba a los padres, la mayoría no sabía nada de esta medida, pero lo cierto es que el documento se mudaba de centro —si el infante en cuestión pasaba de la primaria a la secundaria y de allí hasta el preuniversitario o tecnológico porque de graduarse en altos estudios, ni soñarlo— con el archivo obsceno a cuestas, sin que alguien fuera del claustro jamás lo supiera. La indiscreción profesoral conducía a la expulsión. Las «asambleas» para la acusación recíproca realizadas cada año en todas las áreas productivas e instancias empresariales —extendidas a las reuniones sindicales— del país, arrojaron balance escandaloso de sucesivos suicidios, porque “enfermos” —o acusados de serlo— se vieron en una situación tan desesperante que prefirieron matarse a seguir viviendo en la ignominia. Muchos de los desangrados paralelos en la batalla campal por alcanzar la fuga, o en su lugar el premio estatal del vuelo en avión y devorar los 9550 kms hasta la heladera siberiana, o montarse en un lado del Lada / Moskvich, conseguirse un frigidaire Minsk, ganarse por oposición la lavadora Aurika, una batidora Komet, un ventilador Orbita, un reloj Poljot o un TV Krim 218 al precio de denigrar públicamente a sus correligionarios / competidores, asumieron del conflicto la peor parte. Los ayer estimados, queridos, admirados por sus conocimientos y cabal rendimiento, dado el trabajo destacado y demás virtudes personales terminaron siendo indignos, traidores, falsos, perversos, degenerados, gusanos, lacras y finalmente escoria, solo porque la maleable masa heterosexual no se los tragaba. Nunca se supo cómo fue la cosa con los del ejército siempre camuflado, el que a la par del resto del mundo ha sido “cueva de chernas y bolleras” tapiñadas. Desde finales de los 80 se han avistado algunos trapicheos en la dirección política con respecto a la atención y el manejo del problema de la “diversidad” con otra óptica, pero a discreta conveniencia. Sin exagerar ni sobrevalorar el papel panacéico que haya desempeñado el CCPCC al respecto, me atrevo a aseverar que hubo un aporte importante de muchas buenas almas para que estos cambios radicales se produjeran. Ya en 1976, cuando estaba diseñado un programa de educación sexual que era casi Sci-Fi, y después de haber evaluado gran cantidad de información principalmente sueca y alemana que tuvo engavetada por décadas, Vilma Espín Guillois en la Federación (de Mujeres) que tutelaba cual feligresía, inició sesiones de trabajo sobre el ítem “tolerar” a la vertiente infecta, e “insertarla” a cualquier coste en los debates muchas veces infructuosos pero también desbrozadores del futuro “inmediato” que aún luce distante. Vilma, ingeniera química graduada por un instituto tecnológico en Massachusetts antes de volverse guerrillera y disparar a matar, sabía de sabias combinaciones neutralizantes y nos aplicó con su habitual dulzura la Ecuación Redox. Porque ya en los Estados Unidos de América se habría despatologizado “la grosera enfermedad” para esas fechas.

Lo ambiguo de tal conquista: la ciudad escinde a “los que van a El Mejunje y los que no”

No se pueden sortear tan fácilmente las ofuscaciones fidedignas. Máxime cuando fueron invocadas y rubricadas desde el podio inconstante del poder arbitrario. La homofobia confesa del comandante y sus seguidores, tóxicos y repulsivos por serviles y cobardes, duró en la estela cognoscitiva, legislativa y ejecutiva cubana hasta que no se pudo más con las críticas foráneas, cuando el sobreseído atraso evolutivo del resto del mundo les sirvió de excusa, porque puestos de espaldas durante todo ese tiempo en que se mantuvo en perpetuo aislacionismo comunicacional al socorrido “pueblo enérgico y viril” (temblando de espanto bajo tal égida), tornaron onírica la emancipación. Por ende, es ostensible la división ideológica conseguida entre las huestes tras décadas de azuzar el furor separatista. Otro artículo en defensa de El Mejunje apareció en el Vanguardia (diario provincial) a propósito de su reapertura y que fuera laudatorio de “la aberración”, al que censuraron una palabra clave: “democracia”, circunscrita no obstante a lo insubordinado y libre que uno se sentiría tras colarse por curiosidad dentro del antro: “Salutación temprana por el Mejunje”, escrito por Alexis Castañeda, hombre de letras que lideró la sección Lo último, un apartado substancioso en su página cultural. Estaba entonces la dirección del vocero oficial del PCC a cargo de Bruno Torres, quien consintió pálida glasnost en su periódico, razón por la cual lo expulsaron con una nota que decía que era “para mejorar el trabajo del órgano”; ¿resultado? a continuación desarticularon el consejo de redacción del suplemento cultural Huellas, y no pararon hasta que todo se convirtió en la nada que después ha sido: un miembro informe sin vísceras ni médula ósea. Así quedamos que Santa Clara[14], ciudad condal, autárquica, soberbia, cual tronco pútrido que se partiera entre defensores y detractores del Mejunje, terminó ostentando par de bandos urbanos contrincantes[13], los que a fuer de carecer de las tradiciones parranderas de su metrópolis colonial San Juan de los Remedios (1515), y de trillados accidentes redentores (como el del tren batistiano en 1958) le avino presumir de su “última mujer y el próximo combate” en sacra parodia —sobre tablas en lugar de ruedas— del hombre renovado / disfrazado / afrentoso, y con la opción federativa de convertirse un día en fémina cubana plena y pagar cotización a la FMC, si acaso se nucleara —bembiblanca— alrededor de la plácida figura “otorga-bollos-y-pichitas” que por interés de estado —pero haciendo su colita, querid@s incondicionales, para las (falo/vagino)-plastias aprobadas—, es decir, mostrando gratitudes imperecederas al Yéneral Ecléctic (parce-que l’état c’est moi), sin renunciar al magisterio y agarrar lo sexual cual hipérbole sucinta del plenario mitómano / metemano, donde ya no se rige lo espín-nudo porque igual de montañosa y sin frontera (sobre photo-deslices maritales del ítalo-consorte alebrestado ante su vástiga vaticana) restringiese de un plumazo tan delirantes procederes, con la estampida de solidarios cirujanos europeos. (Como al cabo —y al General— aconteciera). “Porque aquí se hacen operaciones gratuitas —si solo en LaVana—, y ninguna trans-cercenada cubana salió electa de El Mejunje” –sería el lema[16].

La Trovuntivitis y los demás seguidores del pentagrama

En el otoño de 1997 la magia mejunjera consiguió —con la gestión intermediante y persuasora del inefable Castañeda— albergar en su bar principal (luego llamado Tacones Lejanos, como el filme de marras) a estos compositores innatos, tipos y tipas sin prejuicios sexistas, obcecación filosófica, ni rechazos tradicionalistas al alza. Vaya, unos pobres-ricos open-minded y cisgéneros—. «La Trovuntivitis debutó exactamente el 11 de septiembre de 1997, estuve en su nacimiento pues trabajaba entonces también allí» —nos lo cuenta el poeta en su libro sobre el tema [Alexis Castañeda, La vena del Centro: trova santaclareña, Ediciones Sed de Belleza, Cuba 2010]—. Según Leonardo García, rapsoda / vate, «sucedió en el primer jueves de aquel mes». «¡Ay! qué coincidencia de fecha, con los atentados terroristas del 2001!», bramaba quejumbroso el hombre-trans María Jorge, taquillera emérita de la recia posta de entrada a quien yo mortificaba llamándole “Mario Babá, el hermano menor de Alí”, armado hasta los dientes con una bondad punzante y el implacable talonario de papeletas en ristre. Por cierto, casada con su jevita en bodas ilegales que ofició nada menos que Silverio, de pastor, y quien recién falleciera de un cáncer. «Recuerdo que Silverio me planteó que contactara a los trovadores para darles un espacio», prosigue Alexis. Por ese azar concurrente / lezamiano, Alain (Garrido), Diego (Gutiérrez) y Roly (Rolando Berrío), conversaban aquel día en la Casa del Joven Creador (de la Asociación Hermanos Saíz) acerca de la necesidad de un sitio independiente donde reunirse a tocar. En ese momento entró Silverio como una iluminación y se dieron cuenta de cuál sería aquel lugar”. Se le sumaron enseguida otros miembros: Raúl Marchena Mendoza, Karel Fleites Barales, Levis Aliaga Quesada (del Trío Enserie). En el ensayo se nos revela que Pérez-de-Alejo ha sido —como promotor, periodista, cómplice— mucho más que un testigo formal del fenómeno que estudia. Archivero sui géneris, que apenas necesita de fuentes informativas porque ha vivido personal y apasionadamente la mayor parte de los sucesos que narra; es crítico de esa doble competencia poco frecuente en Cuba que le permite analizar la trova como hecho musical y también como fenómeno literario; hombre de espíritu comprensivo, que lo lleva a recoger minuciosamente autores, obras, peñas, grupos, contextos y espacios institucionales que apoyaron —o no— el movimiento musical con especial cuidado para evitar omisiones; intelectual capaz de poner a un lado simpatías y antipatías personales para enjuiciar con objetividad los hechos artísticos a que se enfrenta, es la única persona en el universo que podía escribir un libro como este. Seguirán surgiendo trovadores que se sumen a esta enorme serenata; con su exacta arquitectura, donde los paratextos deban leerse con especial atención; el agradecible coloquialismo que lo salva de empaques doctorales con innegable explosión de talento. Pero, ¿qué pasa con la crítica que debía acompañarla? ¿Por qué tan pobre, tan parca, tan poco atrevida, y, sobre todo, tan morosa? ¿Cuántos Castañeda más le harán falta al teatro, la danza, la plástica…y al Mejunje como crisol de todas ellas, pero por su-puesto?

Los demás salvados

Al igual que los roqueros u otra manifestación orillada del ámbito creativo, los trovadores naturales (e importados) vagaban juntos sin casa por toda la ciudad. Un “malecón” (así llamado el muro que rodea al Teatro La Caridad) servía de escenario cada noche en que —sigue siéndolo a pesar de— presentaciones espontáneas y descargas amistosas bañadas en alcohol y perfumadas de humos compartidos con la más entrañable y solidaria miseria del momento. Cuando hubo de componerse entre todos un tema musical que los identificara, como artífices también del espacio indistinto que por añadidura aglutina un público diverso y multicolor, lo intitularon —con pericia e intuición revolucionaria— “Nuestra Casa” (…la que nunca tuvo luces, como la en derredor recontra-oscurecida isla). Y se estableció en himno mejunjero contundente, porque a diferencia del resto de los amantes del sonido, con mejor suerte y fortuna para escapar en lo más duro del periodo especial, estos del centro perseveraron en la lucha por sobrevivir, y consiguieron más éxito que muchos de aquellos, emigrados algunos al primerísimo de los mundos, recién salidos del cuarto. Varios retornaron orondos con su culipandeo y se convirtieron en voceros del régimen, como Raúl Torres, quien alguna vez pasó por la ciudad y El Mejunje que otrora lo aplaudiera y arrobara, en plan de reforzar su actual estatus de degradación ética y artística, cantando loas al mismísimo comandante que según él “lo hizo sufrir” estando adentro, o volviéndose despreciativo con las féminas cismáticas en un alarde priápico[17]. Por otro lado, algunas de las figuras menos encumbradas que acrecentaron con su fama el lugar maldito de Silverio, hoy son históricas. Las más antiguas fueron la actriz Anet María Carranza (en España) y las cantantes Ernestina Trimiño, Zaidita Castiñeiras, Pucho López y el conjunto Los Fakires, otro de los emblemas regionales a punto de evaporarse (Cascarita, que fue por mucho tiempo voz insignia, ya murió), pero continúan con su peña tradicional cada noche del Viernes de la Buena Suerte: Bringues y sus muchachos o Los Filinbusteros en tardes de sábados y la Peña del Bolero, además de los bailables del Danzón, raperos, musicalidades expresas del patio extensivo. El Guateque Campesino, donde todos aprendieron a convivir en armonía —sin los estoicos traumas anapistas[18] que en heredad arrastran por conllevar el sarao del cabrón día en mayo—, con la implosión (in)consciente del arcoíris penígero. La inserción hace unos años de una Galería de la Plástica en las ampliaciones adjuntas, no fue óbice para que con anterioridad, en el único bar y áreas adyacentes, pintores naif-brut y costumbristas —como Alberto Anido, Aida Ida Morales, Noel Guzmán Bofill, Pedro Osés, José Seoane Gallo y hasta el impresentable de Samuel Feijóo— tuvieran su pedacito de gloria. (Años después vino la legión capital con Zayda del Río al frente, pero esa es ya otra historia). Una sorprendente pasarela de tribus urbanas desfila enhiesta por los pasillos del patio y las cantinas en pos de tragos y emociones: emos, reparteros, reguetoneros que “no encuentran lo suyo”, junto a las demás cohortes que no faltan: las de mikis, frikis, metaleros, grunges, rastas, hiphoperos. Incluso una nueva bi-versión asoma hirsuta: los happypunkis, con crestas puntiagudas y cadenas colgantes cual carrillón andante. En los teléfonos mucha rebeldía; desde la tierna indiferencia con el resto del universo declarado vano: “Vámonos pa’ la pinga, porque somos los héroes del fracaso; porque no hay futuro, porque no hay por qué”, hasta embutirse en el sollozo hiposo con ¡ay! cucurrucucú, paloma. (Son los inextricables atributos de estas taras mixti-miti-ficadas, pero todos infaliblemente también anti-sistémicos) exhiben la bravura estética globalizada en especie de continuum sedientoante el atento desvelo del chivato-guarapito-des(uni/in)formado y en turno de guardia permanente, encargado de la quietud testaférrea de El Antro. El DSE cambia cada corto tiempo a sus agentes —000— en activo, fiduciarios, usufructuarios, arrendatarios o contribuyentes implicados, con el comedimiento de “asistir a / resistir / contrastar la renovación ordenada y disuasoria del quid unipartidista” que rinde pingües dividendos a sus informantes abrumados. Antes les conocíamos como “la voz cantante” del Departamento de Orientación Revolucionaria (DOR), hoy, menos gratos y más vulgares, son la carraspera gargajienta con desinencia sarcástica del inconstante Buró Político del Comité Central, alojado en un hipotético coleccionista de memes.

Los tiernos descalabros                                                                                                        

Un Mejunje sin audio decoroso es un caos. Y de eso saben bien todas las instancias gubernamentales que podían suministrarlo. Pero como “no era prioritario” hasta que lo fue, resultó plausible “la donación” que hizo el INDER a principios del nuevo siglo de uno respetable, en toda ley. Fue Humberto Rodríguez González, entonces presidente del instituto proclive al naranjazo, quien usó los recursos de su entidad para “premiar” a Silverio, amigo cercano “y admirado”, y de paso ayudar “cultural y deportivamente” a la oriunda ciudad donde fungió como presidente de la APP durante años. Con un festival de teatro a la vista, y todas las posibilidades agotadas, Nely Valdés, sempiterna directora provinciana de la Cultura Provincial, manifestó su incapacidad para “resolver” el asunto “por falta de asignación”. Su anterior alianza con la subalterna magnate de las artes escénicas (DAE), Cecilia Morales[19], resultó más que evidente. Y la cobardía expresa en defender al Mejunje frente a la acusación de corrupción y tráfico de drogas que la Policía Política y el DTI elevaron conjuntamente a la oficina de Díaz-Canel, “evolucionaron satisfactoriamente” con el paso del tiempo, fueron acomodando sus fluctuantes criterios personales sobre el lesbianismo que les tocaba bastante de lejos —según rumores—  y las demás tirrias innatas que fluctúan con las neurosis, serían beneficiarias sobresalientas las dos del “amado líder”, prestas a los reclamos perdonavidas del CENESEX, ergo voceras de la familia “responsable” por todas las expulsiones, parametraciones, expedientaciones, persecuciones y encarcelamientos del gajo “artístico y ciudadano” acontecidos como secuela de aquel periodo turbulento, parajes / pasajes de có(s)micas guerritas necesarias, de las que ambas salieron campantes cuando se les acabó la estancia. En 2005 “tronaron” a Humbertico, como se le conocía en confianza, y no hubo explicación alguna de los porqués. Al mejor estilo de las deposiciones habituales del sistema: jamás se supo de las “otras funciones” a las que le destinaron en vida empiyamada. Solo trascendió vía murmullo que del INDER sacó consigo a Mireya Luis, la voleibolista estrella, a quien convirtió en su actual pareja. Y todo el mundo suspiró al quedarnos sin padrino cuando les vimos abra(s/z)ados.

Los muertos que vos matáis…                                                        

A Javier Lorenzo Olivera lo tasajearon en la puerta del camerino, y nunca se supo quien le dio las 6 puñaladas aquel 19 de enero del 2008. Agonizó durante 90 días en el hospital y se murió literalmente en el salón 47 veces más, así que estuvo inerte un año entero pegado a una bolsa colectora de caca. Lo salvó “la dureza” también literal de su corazón, pues según decía “soy dura de lengua, y respondí mal al tipo con que tropecé, porque me sentía superestrella”. Nueve neumotórax y siete paros respiratorios aguantó el pulmón izquierdo, cuando la hoja del cuchillo le rebanó la pleura. Paradójicamente, el corazón de la drag-queen que flechaba y era flechada en cada espectáculo nocturno, escapó «al arponazo que prendía sus vísceras como cuentas de un rosario». El Mejunje, por aquel tiempo era la Catedral Gay de Cuba, facción para la militancia homosexual “revolucionaria”, el sitio donde despojarnos del camuflaje viril o de cualquier otro tipo pero sin alardear de superfluas circunvoluciones. Donde cada cual, una vez dentro, podía desdoblarse en rubores, postizos y gestos convulsivos con o sin retribuciones duraderas. Pero no fue Javier “la única víctima” de la violencia homofóbica santaclareña.[20] También murieron otros, adjuntos al grupo presuntamente liberado. Los pájaros suelen mentir sin que se les mueva el colorete. A una encuestadora le dijo el occiso en cierta entrevista que estudiaba “veterinaria”, y eso reprodujo ella (Lianet Fleites), mientras a otro (Phoenix Wyatt) que “psicología”, pero a ambos que “desistió” siendo aún pupilo y en un plazo de 3 años. También adujo —si bien por epatar o inquietar a quien inexplicablemente lo siguiera— que “quise ser militante de la UJC”, como persona “inteligente” que en un raptus de súbita redefinición y convencimiento castrista-leninista [sic] eyaculara aquella verdad en flagrante contradicción consigo misma, pero comprensiblemente en regla, pues acorde con su volubilidad anatómica la invención del “arma para defendernos del enemigo” siempre estaría en alerta de combate —como victoria arrasadora aprehendida dentro de yertas Sociedades de Educación Patriótico-Militar[21]—, porque con el desdén (individual y/o colectivo) que pugnaba por salirse del egresado del honesto club de hombres sexando entre sí (HSH), la homofobia, la homofilia, la violencia de género, los feminicidios y “la elemental celebración del ego”, ergo mecanismo endógeno que genera la self-repression de la cual fueran plenipotenciarios embajadores del síndrome de Esto-es-el-Colmo, todos, toditos, “Juntos y Revueltos”, pues dígase lo que se diga y hasta el sol de hoy… “gozan de buena salud”.

El kit ‘identidad sexual’, candela (y no es Juana): la teatralidad e(x/n)tendida

Asumir la igualdad desde el punto de vista de la preferencia afectiva se convirtió en otra causa del humano discrepar en la isla atiborrada de falsos entusiasmos. Aunque no siempre fue necesario aparentar lo contrario —también como @puesta en escena de la chea chatedad—, sino convencer al vigilante de turno de que se era “un revolucionario cabal” —léase: fidelista-machista-leninista—. Porque a pesar de que a nadie se le permitió gritar a los cuatro vientos su real identidad por muy liberal o pudiente que fuera, a un grupo determinado, privilegiado y empoderado, se le consintió serlo sin graves consecuencias para el soma. Junto a los relatos vívidos de quienes sí sufrieron  acosos y fueron cazados como moscas, deben contarse los temores ocultos de aquellos que disfrutaron tranquilitos y enclaustrados los intensos beneficios del monarca, porque al mismo tiempo sabían que su “defecto” podría ser esgrimido en cualquier momento por él y sus sectarios como correctivo para volverlos puré de talco. Y no solo al escritor, artista o funcionario / estereotipo que en determinado momento cayó de bruces frente al sexo palpitante y e(l/r)ecto de su dueño para ser “reivindicado”, acaso a hurtadillas. Hablo del que nunca molestaron, el que vivió jamando jamón, escurridizo, hipócrita, aceptando una duplicidad más o menos desafiante que le transformó el alma en esa cosa ambidextra: el peso pesado tan jodido de arrastrar. En la otra faceta, los castrofílicos no se diferenciaron demasiado del resto de sus semejantes en los sistemas totalitarios exóticos. Mussolini, ese dador de versículos trocados, o Hitler (sean muestrario), que mandó a los campos de concentración a la mayoría de los “invertidos alemanes” que anteriormente habían conocido una racha de despelote rico durante la República de Weimar. Allí se enteraron que el líder era un adefesio de pura paja. La excepcional creación de las UMAP en Cuba representó el ejemplo clásico de incontener la impotencia[22], pero no fue el único: los juicios ejemplarizantes posteriores, las prístinas granjas de reeducación, los procesos transparentes, las suaves condenas reiteradas a prisión, las tiernas redadas, las filantrópicas expedientaciones, vejámenes todos bien calzados y prensados con gracia en la prensa, así como las envidiables expulsiones masivas (convoyadas con la verdadera escoria del país), que se extendieron por un período que abarca un antes y otro después del fenómeno ataviado con profundo y rebelde verdor “ese-meó” (SMO) hasta que se les jodió la próstata. Y los 60s, 70s, 80s, 90s y hasta los dos-miles estarán ahí para corroborarlo. Como impugnación lógica, los gays —y las lesbianas en menor medida por su filiación macho-visigoda y el puño siempre cerrado en alto— asumieron confusas actitudes según de dura les fuera arriba la mandarria en movimiento rectilíneo (depravados; mórbidos según la autoridad, o parias según el prolet-airado), porque había que detener aquella “d-generación” pero ya. El cambio vino no por voluntad gubernamental ni impuesto por las circunstancias, sino por inexorable contingencia vuelta incontenible. Durante el affair “Embajada del Perú / Mariel” (1977-80) declararse homosexual —fuera verdad o mentira— equivalía al codiciado exilio. Sucedió que los legítimos maricones le ganaron la batalla al farsante clan de los Castro. Hasta entonces la jerarquía autárquica había intentado “curarlos” o “reformarlos”, pero dándoles garrote. En el puerto marielero, ni que fuera obra precoz de la infanta, la “pajarería” consiguió su patente de corso, carta blanca gratis (cuando costaba 200 USD por la libreta migratoria del MININT), y el salto a la gloria, convirtiéndose paulatinamente —el expatriado— en gradual emisor del billete salvavidas, amparo filial y fiable seguro-social de la familia abandonada en tierra emponzoñada. De ahí en adelante, el régimen vencido camufló su derrota, como cualquier travestido con la mentira feliz. E inició un periodo de hibernación tapándose con muy sucios trapos. Al clan regidor al pairo no le quedó más remedio que pactar. Consigo mismo, claro. Más nunca al aire libre de los cambios. Pero el canje de actitud que implicó esa alianza, dejó fuera el segundo aspecto de la represión homofóbica. La siguiente etapa de ahorcamientos masivos no fue contra la ‘contrarrevolución’ exultante, sino entre homosexuales posicionados con la batuta y el resto que no lo fue. Dado el caso, la fidelidad o vinculación con la satrapía constituyóse en estabilizadora moneda para el easy-change. Parafraseando el eslogan, “todos los homosexuales eran iguales, pero algunos lo fueron más que otros”, y aquellos distintos obtuvieron deferencia en cuanto a socorros y asistencias, sobre todo de organismos y asociaciones político-culturales ad-hoc, como la Casa de las Américas, el ICAIC y el Ballet Nacional, el mismito propiedad de la egregia mitómana, abyecta y bipolar Alicia Alonso. Considerados sitios bastante vedados entonces, no obstante su probada pertenencia y obediencia ciega al omnímodo apparatchik, eran —para la oficialidad renuente en el fondo a transar— nada más que otra “covacha de gente torcida”. El homosexual “respetado” ejerció una doble función: su impunidad era a la vez privilegio y burla. Despertaba el desprecio, pero también la envidia del militante de esquina, machista resentido y probablemente gay. Simbolizaba la esperanza inalcanzable para el otro que compartía con él igual orientación, pero se veía excluido por criterio y apostura. Para muchos la disyuntiva no fue entre ser “macho” o “cherna”, sino castrista “pasivo” o “activo”. Fue por ello que la predilección libidinosa no hecha pública actuó como catalizador entre pros y contras. Ser “loca de carroza”, como describió Senel Paz al prototipo sabroso, era sinónimo de contrarrevolucionario mortal. Durante muchos años —en Cuba y otras partes del universo— la sociedad les obligó al juego dúplex de la exterioridad, como si fuesen ellos la carátula del MINREX. Algunos lo convirtieron en arte, otros en burdo escalón para posicionarse. El régimen se ha servido por igual de ambos para el chantaje. El homosexualismo subversivo no puede ser contado por un protagonista único, la lista de los (in)adaptados va del cómplice al dócil. Es por eso que aún falta por saberse la historia íntegra de quienes sufrieron —o disfrutaron— de ambas coacciones. Los cacareados “hombres nuevos” guevarianos —antiguos fanáticos del conjunto musical de las sordas utopías— solían vincular su homofobia con la valentía necesaria para arrebatarle el poder a la burguesía; corruptora por antonomasia. Los contados homosexuales que militaban entre sus filas ocultaron su “falta” mientras demostraban “bravura y arrojo” excepcionales. Para unos y otros —en mayoría nada ignorantes— la sabiduría grecolatina no desdiría de tales yerros. Que Camilo Cienfuegos, el Che Guevara, Ramiro Valdés, los Castro, et al, pasaran de la condescendencia limosnera hacia “lo otro” comentando entre sí: “Ah, bueno, Alfredito Guevara, ¡uy! pero imagínate”; o sobre la guerrillera Pastorita Núñez: “oye, que pelea como un hombre”, son muestra irrefutable de la perentoriedad de aquellos tiempos ¿bíblicos?, porque en el fondo del caldero orisha aguardaban, terminándose ya los 80s del inminente cambio-fraude, los cocinaditos de la FMC —gracias a la ingente labor de la germana que tanto hizo por la Sex Education en la isla mientras estuvo—, moldeando formas menos evidentes de discriminación, pero con la misma observancia orientadora lanzada cual saeta desde arriba, es decir: desde la “normalidad” supra del estrado-compartido con el ejército. Las mismas personalidades que hoy muestran del castro-tardísimo su designada tarea para el soluble temita —Mariela Castro Espín— y la de los integrantes de La Comparsa Ridícula y Ahistórica de la Neo-Gusanera (no por pro-yanquis, sino por la adicción de otro tipo de “pudrición”, retardataria e involutiva), que son los “diversos” uniformados. Homofóbico es el silencio en este intermedio teatral con la posposición del callado “parlamento” (ANPP) cuando se le inquiere sobre “Leyes contundentes” tal cual osan decir,  “que garanticen el disfrute pleno de las libertades individuales” —muy a pesar del “avanzado” Código de Las Familias— y no ofrezcan garantías / protección a la Mujer (también la Trans) que sea víctima del odio inderrotable que propagó el abducido caudillo, porque sigue sembrado y floreciendo en el ADN del corpus-nación, con suma vehemencia guerrillera: “Si avanzo: sígueme, si me detengo: empújame, si retrocedo: mátame”. En otra fase superior, no del socialismo sino de la regia mise-en-scene, por mucho que se maquille o disfrace el asunto, no puede negarse que el fidelismo —como el estalinismo o cualquier ismo— es por naturaleza “d-iscriminador” con lo “d-istinto”, lo que lo “d-ifiere” en cuanto a consideraciones filosóficas y políticas, turnando en un solo “d-istintivo” —cuando no exterminador imbécil— a la oposición pacífica o “d-isidencia” estúpida. Se trata de uno de los rasgos del poder “d-espótico” en mutación frente a la masa, amorfa e indolente, tal cual describiera en su obra crítica el nobel búlgaro Elías Canetti. Pues sin entrar a considerar la ausencia de un Estado de Derecho, que en Cuba fuera “constitucionalmente constituido” nada menos que durante el horrendus 2019, mejor sería ni mentar la oferta anterior, tipo INIT[23] —porque mi trabajo es usted— humeantemente kremliniana, igualita en esencia manipuladora a la del 76 y el ruin Congreso del PCC. Por eso, cualquier “minoría” resultará siempre hostil a la voluntad hegemónica, hasta en los carnavales marieleros, donde una carroza plagada de travestis se muestra 30 segundos en el noticiero, con la imagen de uno de ellos rellenándose un seno de estopa, o ajustándose el postizo de una nalga. Porque no serán buenos nunca los manipuladores de la imagen ni de la noticia para negociar con sus cofrades de raza; pero para burlas, hipocresías e intrigas, estarán ahí, listos a convertir en chivos expiatorios a cuantos necesite el CENESEX para cumplir con el encargo del desminado en manos de la sexóloga sustituta, que se graduó de magisterio y ni lo dijo. Con los religiosos incluso, sin armas metropolitanas para convencernos, como las depuestas por el volao Cardenal Jaime Ortega Alamino, expuestas sin cartucheras, en una entrevista con la emisora radial matancera Radio 26, el 15 de agosto de 2014: otra canallada del ministerio actuante acá abajo, del altísimo imperio celestial.

Flash back

Hace años se decidió organizar en el patio un convite sabroso —de lo más erótico jamás imaginado— para apreciar los torsos desnudos de los imberbes descaperuzados en los veranos tórridos y adustos, al que se le bautizó como La Fiesta del Agua, disyuntiva humectante y crepuscular para muchos jóvenes que no pueden pagarse la entrada a piscinas, campismos, ni planificar viajes a la playa más cercana. Las hembritas aprovechan la ocasión para que la canícula enhiesta aplaque la turgencia de sus pezones erizados bajo la blusa, mientras vacilan a Crespo, “el animal” geoestacionario como quiere que lo llamen, y que hace veinte años contrajo su “SIDÆcar”, según se mofa él mismo de la desgracia subiéndose a una goma, haciendo ruido con la boca como si fuera el Ural de la Patrulla que adolece, y desde entonces se trancó en redondo y no sale de El Mejunje ni a tomar el sol. Cuando esta fiesta empieza, se siente como pez en el agua, nunca mejor dicho. Desde que dejó de ser promiscuo, se alimenta cuando puede y se asea en ocasiones, solo cuando recuerda que está formalmente enfermo. Carga bártulos, lleva y trae mandados, cuida del sitio, actúa como si fuera la meretriz del trago, se embriaga fieramente y enseña los sucios dientes. A nadie le importa que esté enfermo, es solo un negro bonachón más con drealocks que exhuman calidez entre el vaho. Pero a él le agrada que así sea, porque es el tipo que riega el agua bendita con mangueras para que esos cabezotas deshidratados gocen. Y aparezcan los sexy-dispuestos a lo que sea por ganarse algún premio. Aceituna sin Hueso, uno de ellos, se estrenó en estos predios con Miriela Moreno, al frente de aquel grupo musical emprendedor, pero a diferencia del rastafari y su panafricanismo, no creo que recuerden mucho el origen “incierto”, al menos no han dado muchas señas posteriores de reconocer el espacio iniciático que se les brindó. De nada sirvió el chorro benefactor para trasplantar la simiente de la aceituna, que ni germinó. Han dicho que aquí fueron acogidos “como hijos” y nada más. Celebrando el triunfo de todos los que antes y después pasaron, sean agradecidos o no, los trovadores y artistas que han dado muestras sobradas de gratitudes que compensan cualquier desaire: actores esenciales que convivieron con la Leña del Humor, Carlos Trova, Compay Segundo, gente que conformó el embrión o se presentaron por primera vez aquí, porque también ha sido el búnker de destacados escritores desandados con prorrogables escritos. No debe llamarse club gay solo por hacer catarsis, ni describirse en solitario al ser versátil como módulo dilatable. El Mejunje, es un sitio de libertades y torrefacción, que se vislumbra como ensayo de la sociedad que los seguidores de Martí querrían para Cuba: con todos y para el bien de todos, no solo el de algunos “(s)electos” y con memoria intranquila, aunque el rock y la mariconería seguirán “proscritos por la vía de los hechos y por los siglos de los siglos” de la sala a la cocina en muchas casas cubanas. Para quienes no tuvimos bastante diversión recompensada en nuestras vidas, entre las décadas finales del pasado siglo, por ser vástagos / misóginos de un proceso incesantemente movilizador que consumió lo mejor de nuestras juventudes tratando de transformarnos en lo que no seríamos (y sobre lo cual se ensaya en lugar de empantalonar otro libraco guevariano), resulta sintomático que “El Mejunje del Silve”, por arte de birlibirloque, sea un escenario campechano en el centro de esta isla inexplicable, huraña como su flora y fauna, en la ciudad misma donde deben reposar los restos del internacionalista rebelde / romántico (1928-1967), y que se nos atribuya sin preguntarnos co-pertenencia al ideario rampante, sin obstar orígenes ni credos, pero a la par sea territorio para las luchas reales, imaginarias y/o patentables del mito innegable de esa otredad vencida, como no hubo constancias de similitudes antes en la Cuba que renuncia. Resumiendo: El Mejunje ha sido un sifón difusor del arte en cualquier parte y asiento de reunión espontánea de seres inclasificables (para los estándares ideológicos de aquella era y aún de esta) donde se manifestaran todas las salvedades y diferencias en cuanto a formación, creencia y (des)plante, lo cual se infiere de postreros aconteceres. Una ruptura súbita en la quietud de la celebración sencilla pero enjundiosa como esa, fue la petición hecha por Tanya (rockera que en su época dorada polemizara “al duro y sin guante” con el condenado tema “Ese hombre está loco”), repatriada tras largo exilio, y quien continúa sin programarse en la TV nacional ni “invitada a espacios promocionales de cierto nivel”, luego de haberse convertido en blanco / colimador del campo de tiro conocido entre pares de la facción lacaya como “el don perdonavidas”, de volver a cantar aquí. Una de las razones defensivas esgrimida por la también compositora, fue el hecho de “que mis sueños, recurrentes por pendientes, han sido llegar a sonar como los clásicos rocanroleros británicos y norteamericanos del pasado, porque esos sí sabían lo que era sonar bien”. Esta declaración, probablemente, le depare a Tanya insospechadas sorpresas presentes y futuras. Invitar también a escena al primer transformista cubano de todos los tiempos: Juan Vicente Garabito (Zulueta, 1925), alias “Doris del Mar”, asistir a la anual procesión a San Mejuncio, patrón pro-pedo-endorreico de esta Casa que ha dado asilo a algunos males estomacales en pos de absolución, y que juntos alcanzaran terráquea rehabilitación ante el burlesco altar, gracias a la magnanimidad del Gran Maestro Zen crecido en La Minerva, e iniciado como actor en otras tablas que —en aras de la criolla trasparencia— fueron sobre todo de palma. Pues como expresaba Tatiana Villavicencio, alias La Tati, mi exyunta que expendía artesanías a la entrada del festejo y muy usualmente en curda interminable, mezclada con el concurrido graderío: «Hemos venido a baldearnos y a bailar con estos esternocleidomastoideos», mientras se sobaba la nuca y entornaba los ojos en dirección a la chorrera.

Un corolario ¿final?

Muriéndose continuamente están los cicerones del desconcierto armado en 1959, de manera que se vieran obligados a retirar / transformar sus sucesores la consigna pececéica (antítesis de todos los ismos chocarreros): “Los Hombres mueren, El Partido es inmortal”. Porque literalmente no ha muerto “el conjunto salvador” del todo, pero está fermentándose en vida. Incurriendo voy en doble oxímoron, pues de la misma manera que no podría morirse lo que nació fenecido, tampoco puede pudrirse lo que se amasó en corruptela. Y los “partidos” —y amanerados— que eran mofa y apostasía de las masas cárnicas escapadas, han durado algo más que sus heteros entecos. La cifra de casi ochocientos mil cubanos militantes / comunistas y straight declarada por Raúl Castro en abril de 2011 debe agrupar hasta los muertos. Si antes de 1959 disponían de un 5% del apoyo electoral, ese porcentaje nos parece exagerado para estos días. Tal vez lo sea, pero dentro de sus propias filas y acólitos barbiblancos. Y no es que al régimen le haga falta un Partido unido para dominar al resto del ganado, razón de que aunque no le sirva de nada para influir sobre la antigua hermandad perdida, le sigue siendo útil como embozo para disimular su matriz monárquica, sobre todo con amiguetes/cómplices del mundo exterior, progres que le habitan entre el costillar y la ingle, empeñados en ver / visitar a nuestra dictaplasta como si aún fuera “faro (en eterna crisis energética) y guía”, y al pueblo como a fieras de un zoológico: que lucen atractivas solo si se miran de lejos, sin fijarles los ojos mucho y con rejas mediantes. También necesitan un tinte, es decir: hacerse la toilette ¿Para qué otro uso que no sea el albañal estaría destinada entonces la página de la Constitución de la República en la que, a través del artículo quinto, hacen valer el edicto tiránico según el cual “El PCC, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado?”.

Aclaración impostergable

La diferencia no es otredad, porque jamás es plural. Son nociones discordantes de la jerarquía que en los contextos gnoseológicos divaga sobre las alternancias del ego, con baluartes afectivos propios frente al influjo de los fundamentalismos, la intolerancia, el conservadurismo, el racismo y las fobias. La reivindicación de género, o de cualquier matiz / tonalidad e inclinación preferencial, nace de la concordia volteriana en cosmovisiones distintas, pero que confluyen en una palabra investida de humanismo: Respeto; como lo es la aceptación de la libre determinación (personal y combinada), que sigue a los paradigmas socioculturales complejos, pero dotados de valores intrínsecos acordes a sus contextos. Llamémosle: Convergencia. (Y pongamos en la victrola del bar de los Tarruces, bajando un roncito, a Miguelito Cuní a dúo con Pablo Milanés).

Política-Religión, una penúltima decepción

El “artista” español Mariano Gil de Vena, aplatanado en la ciudad desde 1994 (¿pintor, poeta, diletante, teatrista?), gerente desde hace varios años del Café-Museo Revolución, habilitado estratégicamente por él muy cerca del famoso Tren Blindado, acaba de internarse tras larga ausencia en el nuevo Mejunje que ya conoció en los difíciles 90s, ahora en una noche de “transformismo puro y duro” según lo cuenta en un post que ya borró. Allí no llegó a presentar, durante los años de su aciago arribo, obra teatral pretendida / frustrada —y hasta ensayada, cuenta— como El Beso de la Mujer Araña (de Manuel Puig), «montada por él expresamente con Ramón Silverio y Nelson Águila en los protagónicos», porque este último rehusó encuerarse al aire libre y besar a su socio de galera en la boca. En 1998, dice en ese post subido casualmente este 26 de julio, «organizé (sic) el primer festival de Travestis cuando nadie en Cuba hablaba de lo que hoy ya es común» (Post retirado)[24]… en el mismo patio donde yo, con mi alter ego (Roxana Rojo) fuera el conductor habitual junto a Samantha de todos los eventos competitivos del gremio multicolor del que él ahora se apropia. Nadie recuerda, no obstante, esta declaración hecha a priori, esa intervención suya. Aún conservo las imágenes magníficas del acontecimiento en donde no aparece por ningún lado este personajillo ibérico ajado que remite con solo mirarlo al epítome de la vanguardia izquierdosa continental e incontenida, de la cual ya no representa nada. Tener un negocio redituable como el suyo en Cuba, en calidad de trabajador por cuenta propia (TCP), ha sido suficiente para que una cadena turística de pago adelantado lo recomiende en sus listas infumables, cual suerte de celebridad “insiliada” y —no religiosa, como ahora manifiesta ser, sino— comunista; “abierto a la imaginación” como los leads comerciales impresos en promos peripatéticos de las cadenas estatales Rumbos, ARTEX o Palmares, subsidiarias todas del GAE. S.A., al cual don Gil de Vena venera por los cuatro costados (idólatras del billete). Sin embargo —y sigue sin ser el yanqui— un comentarista memorioso le ha recordado al embustero algún desliz de antaño, por quejarse el muy Gil de que allí lo maltrataran sus empleados (también TCP) “que andaban borrachitos” cuando le espetaron sin más conminándole a marcharse: ¡Aquí no queremos comunistas!: “Es que lamentablemente los mismos comunistas crearon ese odio expulsando a los que no lo eran de universidades, centros educacionales y de trabajo, apresando a los que simplemente pensaban diferente, es muy fácil ahora hacerse la víctima, cuando disfrutaban de esos acontecimientos en el pasado… simplemente la hora de pagar deudas está llegando… ya no es Cuba un lugar para hacerse el comunista y lucrar con esa historia (Rafael Arístides en Facebook). Recuerdo con “ostalgia”, esa blanda entelequia, una frase terminante de Silverio durante una entrevista conmigo, en tiempos postsoviéticos de insertarnos en el magro bolsillo monedas colaterales, puestas a girar astutamente por el Estado astuto / perturbado: “El día que el dólar entre por esa puerta (y se refería también a su bar-cafetería, salvavidas del más desventurado de nuestros pintorescos congéneres), pues salgo yo por ella”. Pero enmascarado de CUC, MLC y demás versiones vejatorias el “maldito dinero”, se coló. Y se quedó. Y apenas si alguien lo notó. Ni comentó. Cascadas de CUP devaluados, ya prácticamente inservibles, caen hoy sobre el corpus travestoideo y re-encorsetado, como premio del auditórium absorto en el delirante desempeño de su diva favorita, arrojadas por devotos no menos convulsivos y etéreos desde el techo. Los mismos que anteayer les confeccionaran a sus “perras”, puchas fabulosas de a 5 ceucés, para adornarle el escote en donde asoman “esas tetonas que también un día me pondré”.

Coda: la vida gay

Ni tardo ni perezoso, cuando le insinúo a RS que los mipymeros «van a arrasar dentro y fuera de los ámbitos estatales y privados haciendo por encargo federal de las suyas», me mira fijo —por teléfono— y regurgita: ¡en El Mejunje mando yo!. Pero los dos sabemos que allí manda otro dueño. A la pregunta “¿No piensas ya en el retiro?”, me respondió también —un día de cumpleaños con altos ceros y cuya vigencia hoy reafirma con vehemencia—: “Para nada. No he pensado retirarme nunca. Estaré en pie hasta que la vida lo permita. Eso sólo sucederá cuando me dedique sin querer a sonsear, o me ponga a hacer papelones ridículos con mi comportamiento y ya no deba asumir la dirección de mi creación por más. Y lo otro será vivir de recuerdos de mi pasado, pues ya le tengo encargado a mis amigos, que sin piedad ninguna, me encierren, le pongan 4 candados a la puerta de mi casa, y me impidan salir a desvergonzarme en plena calle, ninguna otra actitud me es preocupante ahora. Ejercito todos los días para que no me llegue ese “nunca”, esté siempre lúcido, pues la formula la encontré en estar rodeado de gente joven, que es la única valedera, porque mi generación ya se perdió y yo, la miro en la distancia y percibo que no tengo nada que ver con ella, ningún punto de contacto con esa cosa del pasado, yo soy de ahora; de la gente que tiene 18, que tiene 20 años, por eso cumplirlos nada significan para mí, uno es de la edad de quien te rodee, porque ello conlleva a más deseos de hacer y vivir; la voluntad de soñar que es lo importante…”Una imagen se superpone, se devela nítida al terminar con él cualquier intercambio oral. Trato de imaginar a los que ya no están, los que fueron evocados en el transcurso de la plática, las voces que aquí cantaron o crearon resonancias más largas que sus vidas, los que decidieron irse a vivir a otras tierras, como el poeta  Frank Abel Dopico (+EPD) o el trovador Amaury Gutiérrez, los que dejaron a sus hijos para que les sustituyeran en el pase habitual de listas, los que rompieron finalmente con este engarce atronador… (o los que nunca estuvieron aquí, como El Guerrillero Heroico, a quien quieren creer moderno, desprejuiciado, “pleno” entre artistas librepensadores, músicos locos, jóvenes ariscos a la autoridad, rebeldes cantantes, vistosas travestis y tuercas en motorinas junto a los muchos heteros apoltronados). Resulta arduo para mí, que llegué al sitio cuando cumplía sus primeros años y acarreaba conmigo una imagen decisiva, por ambigua y cargada de terrores, más no para aquel que confiesa sentirse pleno porque su admiración primordial reside en “la remembranza de la figura mítica del Héroe de Sta. Clara, el liberador e inventor del Hombre Nuevo” en modo «semblanza incontestable». O para Mariela Castro, quien desde su centro sexologista y “transformador”, lo asume como una verdad inobjetable: «El Che Guevara nos habría ayudado con su ejemplo en la cruzada por la aceptación de la diversidad», ¿en la asunción (ir)reflexiva del intríngulis cubano y su especial mixtura “internacionalista”, pero pensando en cómo «pirarse», no?, con escuela y secuela de la asesoría militar expandida convenientemente por orden de la claque e(x)terno-dependiente en toda Latinoamérica, El Caribe y África o hasta la Conchinchina, cumpliendo encargo de las metrópolis ad usum. “Ojalá el futuro sea como ha sido la vida en El Mejunje”, dice él, quien ha comprendido lo que es ser un ser marginado, aunque no se le vea como tal pero sin falta lo sea; mártir de sus propios fantasmas, los que sólo él conoce. Porque venció a la debacle organizada, no por la fuerza, sino por la admiración y desde el estoicismo. De otra manera lo hubieran condenado por “rarito” o ente “extraño”. Así se ha conformado, con su ayuda invaluable, la esencia (y contra-esencia) de esa multiplicidad de miras y voces que siguen haciendo singular a El Mejunje en esta tierra cada día más vacía, porque no ha habido en 4 décadas de ver molerse al país (sin zafra, dizque azúcar), otro ladrillo caído del “sólido” muro con qué compararlo. De modo que no hará falta exclamarlo en pos de nada, d-molido ya todo inexorablemente, en un nuevo Teatro Villanueva el próximo 22 de enero del 2069, durante las festividades por el bicentenario del cabrón disparo.

Notas

[1] Sucedió el milagro del nacimiento de El Mejunje en 1984, igualando la pieza notable del escritor británico George Orwell (1903-1950). (Fue algo suspicaz que la numérica reincidiera, y que 1948, año de su escritura, fuera el de los dígitos usados para que dada la mitad de lo inverso en la flagrante duplicidad del Gran Hermano, le convirtieran en ubicuo / omnisciente ordenador de capicúas). Nadie podía predecir que aquella aventura socializante convocada en “desacato a la rutina” de un pueblo felizmente uniformado “propenso a la nocturnidad menos alevosa por falta de alternativas más esparcidoras”, alcanzaría perdurar hasta hoy. Aunque días difieren para ubicarle comienzo exacto, fue el 9 de junio que la idea de crearlo, alterno a los café-cantantes que en Casas de Cultura y Círculos Juveniles abundaban, tomara forma en las mentes de sus gestores: Ramón Silverio y Margarita Casallas, ambos directivos del Teatro Guiñol de la Ciudad, en un intento interfecto que incluiría a las demás manifestaciones del arte que escaseaba en aquellos “encuentros de café”, espacios mayormente musicales. De hecho, relegar la preponderancia celebraticia de la bebida obtenida del oscuro grano nacional muchas veces adulterada, cara e inaccesible, parecía otro rompimiento con la tenaz tradición que pudo terminar en acto condenable. Ambición extra fue pretender un local definitivo para el proyecto tras varios merodeos, pues hubo lugares previos al de hoy: del lobby / patio del Guiñol de donde fueron espléndidamente expulsados, la antigua institución Santa Rosalía, sede de la Escuela de Artes Plásticas, lugar que tampoco duró pero sí lo suficiente como para servir de prontuario del bautizo nominal, la biblioteca José Martí con su piano de cola (el peor de los sitios para sugerir la calidez necesaria en aquel entorno marmóreo), y cuando ya no se pudo más, Silverio abrió su propia casa y operó espectáculos de teatro dentro, con el disfrute musical adjunto, que causaron molestias a los vecinales, hasta que el público no cupo más y corrieron a quejarse a las autoridades por la desidia en responder al reclamo creciente del soberano asistente (que en teoría era el votante perfecto, sostenedor del funcionariado de cetro y maza inamovibles, pero «no es el momento» de ahondar ahora en esa otra desgracia preponderante, así que sorteemos las utopías) hasta establecerse finalmente —el 26 de Enero de 1991— en la que es hoy su morada permanente: Martha Abreu (mecenas de la herencia cultural villaclareña) número 12: (Runa ruinosa, y Puta: de-construcción difícilmente derridariana), apenas a 200 metros del Parque Vidal (patriota que luchó contra el colonialismo español), la cual, embellecida con el esfuerzo de sus inquilinos y con dineros del estado culpable del creciente desastre, devino el lugar más famoso de los dedicados al ajetreo cultural en una Isla que no cesa de asfixiarse. El presidente del gobierno provincial, que era en aquellos momentos Alfredo Nieto Dopico sugirió aquella cloaca como solución al reclamo, y Tomás Cárdenas, secretario del PCC, autorizó la reparación que supervisaría Alfredo Nieto, quien presidía también por esas fechas, juntos, fingiendo interés, buscaron alianzas con la nueva Dirección de Cultura, por fin sabia y reposada tras los arteros ataques anteriores, y “las demás incidencias políticas y gubernamentales” según narra Silverio “con la sola excepción de la juventud comunista (UJC), que jamás se comprometió ni se acercó”, gracias a dios, poniendo la luz en el candelero con su ausencia. Cuando llegó Fresa y Chocolate al ruedo crítico, que marcó el viraje “oficial” con “el descubrimiento de gente que no se sabía que existía” (porque hasta ese preciso momento parece que no lo palpaban, absortos como andaban en mamar más y mejor, o quizá porque no querían saberlo), supieron también que El Mejunje llevaba mucho tiempo admitiendo entre sus filas de entusiastas a los defenestrados sociales. Porque durante décadas precedentes, considerar al homosexualismo como “padecimiento” ya fuera de origen mental o por un desequilibrio hormonal era asumir cierta posición de “avanzada”, librarse de reproches y conseguir el apoyo del exégeta al mando. Definición tan desatinada transcurría por rumbos menos felices que los que la izquierda mundial empoderara: un homosexual era simplemente un ser degenerado y antisocial perfectamente punible. La Escuela de Psicología de la Universidad de La Habana, como el resto, tomaba medidas muy precisas para evitar la entrada de ellos a la docencia. O sea: por optar, les cerraban de bruces la enfermería para homólogos heridos en guerra y les redireccionaban a un hospital de campaña, entre barrotes y sumamente desabastecido. Todo aspirante a cursar cualquier carrera tenía que someterse a diversos tipos de evaluaciones, que ambicionaban garantizar que se era “confiable”, tanto desde el punto de vista político y vocacional como en términos de “salud sexual”. Una de las pruebas empleadas fue el Inventario de Personalidad de Minnesota (MMPI), que entre otros aspectos contiene una escala clínica cuya medición establecía el Índice Masculino-Femenino del revisado. Cualquier puntuación elevada en el terrible indicador “femenil”, si correspondía al sexo contrario del sujeto (un hombre con baja puntuación de masculinidad o una mujer con alto muestrario de ella) eran causa de rechazo en el mejor de los casos, cuando no inmediata denuncia policial. Aunque el “Minnesota” es una prueba confiable, ocurría que en la versión que se aplicaba en Cuba algunas preguntas se ajustaran más a factores culturales y en realidad no determinaran con exactitud tendencias de género (el Inventario fue creado alrededor de 1943 por Hathaway & McKinley y desarrollado en 1956 por ambos autores, con el propósito inicial de diferenciar entre hombres heterosexuales y homosexuales, principalmente). Bajo el nombre de “constructivistas”, clasifica aún la filósofa feminista Elisabeth Badinter (1944) a toda una serie de estudios (suyos y de otres) que afirman la inexistencia de un modelo esencial, válido y universal para cualquier espacio físico o temporal de pertenencias, e incluso uno socio-estructural que explique la ubicación exacta de los sexos. Masculinidad y Feminidad no existen sino como otra forma de-constructo que ¿justifica? la dominación de un bastimento/bâtiment sobre el otro. En su postura más radical, desaparece el afán por la búsqueda de una esencia oculta, y más bien se sospecha de los discursos con los que nos han hecho creer que existe otra verdad absoluta subyacente. Se niega la retórica del origen y su causa trascendental, y solo se busca el desmantelamiento y la puesta en evidencia de los juegos discursivos sobre lo cierto/falso del orden patriarcal. No es de extrañar que en el “comunismo” se pretenda alcanzar el cenit del lenguaje persuasivo, por la naturaleza “blanda” de las movilizaciones que deban seguir al liderazgo so pena de aislamientos y censuras, lo mismo temporal que permanentemente. Si en los iniciáticos días del Guiñol, un viejo piano medio destartalado sirvió para que un músico ocasional dejara salvas del recuerdo, algún aprendiz de pintor diseñara futuros bocetos murales y hasta se compusiera de a conjunto alguna décima memorable con peculiar arritmia, fue porque la verdad del ansia inconfesa derrotaría a la mentira propalada de que no hacía ninguna falta promover cambios en la infraestructura preestablecida y convoyada con la marxista satisfacción de las necesidades siempre crecientes de la población. Como antesala de la insolencia añadida, un bailecito asomó, solitario o en pareja. Y hasta alguna proyección se hizo patente y comentable. Cualquier cosa subversiva pudo pasar en el transcurso de estas décadas y que se nos escape a la memorabilia. En la historia primera de El Mejunje hubo además equipos electrónicos prestados y achicharrados por malos manejos, renombradas personalidades dormitando en los baños por el cansancio y el mal ron. Asimismo, un montón de líos con los vigilantes “del bienestar socialista”, quebrantado según ellos “dado aquel relajo de bayú”. Porque casi nada fue viento en popa para los innovadores. Frente a las amenazas de cerrarlo como represalia por el desorden incontrolable, reclamo de la incompetente jefatura de la Cultura local, hubo voces envalentonadas que se elevaron para defender la opción en medios diversos, entre los que se ennoblecían periodistas y escritores, artistas y el pueblo que siempre vence a sus enemigos de clase. Leoncio Llanes, entre ellos. Otro fue Alexis Castañeda Pérez-de-Alejo, el historiador «no oficial» del lugar y hasta hace poco su divulgador. Alexis escribió, a cuatro manos con Ramón “No pido permiso para hacer”, (Yo simplemente hago o La Aventura del Mejunje, como inicialmente se le intituló), publicado años después. Allí hay ángeles y magia. Todo fluye sin normativas con cierta complicidad por parte de los espectadores. Parece que le ganaron la partida a la rigidez institucional que limita la cultura en decenios de sospechas, controles metodológicos y recelos ridículos». “El último que salga, que cierre la puerta” advierte quien ya le conoce Cuba entera, el resto del mundo y hasta los extraterrestres, si es que existe vida homosexual en otra galaxia. Su nombre ha sido invocado tantas veces que bien pudiera equipararse con el Jesucristo de los segregados, rey de los pobres, un elegguá que abre caminos a los menos afortunados. El Mejunje es definitivamente un sitio barato, se consume arte y parte por pocos pesos cubanos. Sin embargo no se mantiene ajeno a la contratación del sector privado para que exista una deco-rosa propuesta gastronómica diaria. Allí, los que cuentan con bajos ingresos, pueden pedir un roncito “matapájaro” en el bar Tacones Lejanos y terminar fulminado por la halitosis, o comerse un tamal en cazuela como en casa y, los de economía más próspera y visitantes foráneos, subir a la regia Galería-Café, donde se expenden bebidas estridentes y platillos finos al precio establecido por el actual cuentapropismo desembozado. Porque dentro “todo estará permitido, menos cortarse las venas”. (Falta por verse que harán con ello las MiPymes que hoy surcan el país de cabo a rabo, pilares entusiásticas del capitalismo de estado, cuando consigan por fin establecerse). En la página “oficial” del mataburros, además de ignorarse la palabra “transformismo o travestis” como verdadera marca distintivísima de agua (lo presuntamente enaltecedor de los “cambios” que el régimen augura y publicita a su aire pero no celebra), se dice que la fundación ocurrió “en enero 26 del 85”. Forzándolo a coincidir con la semana en que organiza la DAE su festival de teatro, el que martiriza con el frio más intenso del año en la región a sus actores —a veces desnudos y casi siempre al aire libre—, pero martianizándolos en contraste con doble exorcismo. Y se cita como fuente de esa “enciclopedia” a la administración del centro, sin embargo Ramón Silverio no aparece allí, a pesar del link que se anexa con dato alguno.

[2] Mijaíl Serguéyevich Gorbachov (en ruso: Михаи́л Серге́евич Горбачёв; Stávropol, Unión Soviética; 2 de marzo de 1931 – Moscú, 30 de agosto de 2022) fue un abogado y político que se desempeñó como secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética desde 1985 hasta 1991 y jefe de Estado de 1988 a 1991. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1990. Fue el líder de la Unión de los Socialdemócratas, un partido formado después de la disolución oficial del anterior en 2007. En1980, se incorporó al Politburó, convirtiéndose en su miembro más joven (a los cuarenta y nueve años) y en 1985 desplegó un programa renovador que sería el comienzo del fin de la larga estela / secuela involutiva del “comunismo”.

[3] El entramado de “lo bueno desconocido” (por sobrados malos conocidos) les cataría con suspicaces presupuestos, dentro de los límites físicos del basurero vuelto cabildo, donde la expresión de alta cultura —politizada hasta el delirium tremens— y “la baja” (léase chatarra chata), mutilaría cualquier excrecencia que se reprodujera entre “los objetivos estudiables” por los pocos cientistas sociales (ojo que de ser científicos habrían rebasado la norma). Los rockeros, que llegaron primero con los travestis y homosexuales después, más los poetas “malditos” posaron con sorna en el ínterin, trovadores y pintores sin plaza ni lienzo sumáronse al convite, en fin: individuos que se hallaban desgajados del tronco por falta de savia— aparecieron bajo la manga. Víctimas todos de un mal ordinario: el provincianismo reductor. Explico: la ciudad de Sta. Clara por tener un proyecto único e irrepetible donde existe notable índice de concentración Gay—Lesbiana por habitante, continúa siendo desdeñada por la mayor parte de su población, con abierta dualidad discriminante. El comportamiento diferenciador en ambas categorías ha cultivado —y cautivado— al grupo de “ciudadanos confundidos” —como gusta hoy de exculpar el Presidente tantos yerros—, camino a la revisión de sus anquilosados preceptos morales. Los jóvenes talentos, desprejuiciados afortunadamente, omiten distinciones ideológicas o sexuales, pero sus familias no. Los que merodean el parque (que en cualquier ciudad pormenoriza el estrato social y constituye cita obligatoria) saben muy bien dónde sentarse: si en lo que llaman ‘Zona Rosa’, de fuerza centrípeta que les aleja del torbellino en torno al Teatro La Caridad y La Marquesina —área para el debutante indeciso— donde también pingueros y jineteras revientan de heterosexualidad pero librándolas andróginamente, como resultante de cinco siglos de obstinación macho-visigoda que les permite amalgamar —de un plumazo— esa ambigüedad. La herencia afro-hispanoamericana añade trabas al discernimiento de las apariencias. Pues tampoco se puede sesgar —de un tajo puñetero— el conflicto que engendra semejante convivencia con lo que aún llaman en capitanía “lacras sociales” (v. manual operativo de “el mini-misterio del anterior”). Ni las familias, ni los coetáneos observan con ojos apacibles tamaña mixtura. Que los y las hetero/homo/bi/trans/metro/inter/pluri-sexuales —o como les nombre el chovinismo antillano— consideren al Mejunje “Su Casa”, no es más que constancia de una añeja carencia: lo eterno por reparar, pendiente desde la Reforma Urbana. Y es precisamente en sus casas donde “los normales”, saludables y/o polutos, e infectos y/o penetrables, suelen encontrar cura y abrigo. De ahí este parangonar. Por eso miro con detenimiento cómo arribaron los primeros afectados por el VIH / Sida, a veces ni queriendo, sino como avanzada de otra maniobra alabardera. El Mejunje fue sin proponérselo inmenso hospital espiritual. Cuando la astucia del empalamiento prosperó a principios de los 90’s como medida extrema ante “la peste”, se abrieron sanatorios del regime con nombres equiparables al ancien mete-miedo-infantil: “Los Cocos”, en San Antonio de Las Vegas en La Habana, y “Los Pinos” no menos ventoso y terrorífico aquí, e incluyó visitas guiadas de internos al antro en pleno auge, siempre con un enfermero/vigilante o responsable por el comportamiento “afuera” del “perjudicado” (término que fue sustituyéndose por el de “portador”) en vías de estabilizarse. La pereza en el trato de castigo sobrevino crueldad aislacionista. Parecía como si el afán por delimitar y poner barreras a la ¿evitable? propagación, dejara de considerarse fragilidad en vida. (Igual pasó con la COVID 19). A mediados de los 90’s, la creación de representaciones del CENESEX en capitales de provincia, sirvió para juntar procederes que humanizaron un tanto el conflicto psicosocial a través de sus promotores HSH —(hombres que tienen sexo con hombres)—. No queda claro si por encargo tácito también se deshizo aquel nudo gordiano, cuando los seropositivos vislumbraron el final de su inexplicado enclaustramiento. Afuera, mientras duró la crisis, permanecimos en aislamiento, y el mal se expandió a pesar de las advertencias. Resumiendo: los experimentos coercitivos sirvieron para confirmar que el tiempo en su decursar es el único testigo y severo juez del equívoco, pues los pacientes —sin perder la paciencia— terminaron emancipados y libres de proseguir adelante. La sociedad ni se inmutó ante el desprecio por el enfermo redimido. Porque subyace un problema ético en la salud pública cubana: la exportación de médicos y personal de apoyo profesional, desatendiendo el programa de seguimiento y monitoreo a nivel de base (consultorio familiar) de las personas en edades de alto riesgo de contagio, nos remite a ciertos tipos de esclavitud “contenta” que con la desatención más la urgencia concurrieron empobrecedoramente. Lo notable en el comportamiento de los grupos poblacionales involucrados en el índice de riesgos e inseguridades, reside en los heteros “duros” que apenas hablan ni explicitan dolencia alguna (mucho menos declarar enfermedades venéreas) y asumen generalmente ante lo impropio grave o contrita actitud. En cambio los confesos homo/bi/plus/etc., muchas veces promotores empíricos en sí mismos, no hacen una fiesta de esa misma “adversidad”, pero asumen su rol tocados por la máxima de tomar del mal el menor, como apología de ser/estar doblemente fastidiados. (Nota sobre nota; se llama “Motel Los Pinos” al Sanatorio sito en Carretera de Maleza, el cual permanece desactivado, pero al final de aquellas etapas interinitas, la estancia de los pacientes / portadores terminó siendo lo bastante efímera).

[4] El controversial temazo de Alina Izquierdo que se convirtió en aria obligada en cada despedida de año, estaba coronado con un agudo sostenido al final, ideal para conseguir la catarsis en cualquier espectáculo repleto de públicos hueros de esperanza y rebosantes de acallados alaridos. Y fue puesto literalmente en boca (lipsync) por un alud de imitadores / admiradores de la chica, como desplante de que no le perdonarían jamás al jurado del festival en España elegir a la canción de Augusto Enríquez, que tampoco pudo con el arrasador “A dónde voy sin ti”, de Francisco. Alina, poco después de desenchufarse aquel batiburrillo, se esfumó / abdujo. Y hasta hoy.

[5] Cuando triunfó la revolución, en 1959, él era un campesino descalzo de 10 años, casi analfabeto y sin tierra, que vivía en una choza de guano: Ramón Silverio Gómez nació en el campo, muy cerca de Sta. Clara: la zona de la actual Presa Minerva. Estudió allí la escuela primaria y se convirtió en maestro en el mismo colegio donde aprendió a leer y escribir, lo cual le obligó a superarse profesionalmente. Ejerció la enseñanza en adultos durante 15 años. Atraído por el teatro, y con gente del lugar, se inició improvisando obras, las cuales fueron todas de carácter costumbrista. A un llamado del Centro Experimental de Teatro de La Ciudad de Santa Clara, se integra al primer grupo creado. Y comienza a trabajar en 1979 como actor profesional. Hasta que divide a Los Colines (que había fundado en 1986) y con parte de sus actores crea la compañía El Mejunje, en 1991, sin dejar atrás las áreas montañosas y de difícil acceso en su itinerar. Receptor de La Distinción por la Cultura Nacional, Premio de Cultura Comunitaria doblemente para Los Colines y para él, Sello por el 30 aniversario de la caída del Che en Bolivia, Premio Ser Fiel, instaurado por La Ciudad para homenajear la herencia cultural de Samuel Feijóo, la Medalla por el 50 aniversario del triunfo de la Revolución, y un largo etc.

[6] Margarita Casallas (1954-2005) trabajó durante muchos años como dirigente de la Unión de Pioneros José Martí (antes UPC), a nivel provincial, y se sumó a la corriente teatral como directora general del Guiñol de SC, siendo más tarde productora del lugar, y por breve tiempo del Mejunje mismo, fue una destacada promotora cultural y amiga entrañable de RSG. Murió coincidentemente de un infarto masivo el 20 de octubre, Día de la Cultura Nacional.

[7] En los tempranos dos miles, la DAE que dirigía Cecilia Mederos —una señora corrupta hasta el tuétano a quien luego defenestrarían sus acólitos intestinos—, preparó , movida por la envidia e incitada por su jefa, una trampa a Silverio: grabó desde el techo contiguo en contubernio con una persona ‘segurosa’ que atendía la institución y muy cercana a ella en cuanto a interdependencias del cambalache comercial con Tecno-Escena, imágenes de ‘bailes de perchero’ con borrachera en altas horas de la madrugada, ventas de pastillas y otras lindezas típicas de la represión desatada, las que transcurrían sin consentimiento ni conocimiento de aquél en el patio de El Mejunje terminada la programación habitual. Ramón, consternado por el silencio que a sus reclamos —incluyendo un contra-video con opiniones favorables de personalidades relevantes que contribuían regularmente con la estabilidad supravivencial del espacio así ultrajado—, rogó se reconsiderara la opción de clausura puesta en marcha en la oficina de Miguel M. Díaz-Canel (Secretario del Partido en la provincia por aquellas fechas), quien optó por perseverar en vilo y en silencio durante meses, asediado por las políticas que casi de inmediato, por cascabelera suerte, transformarían los perfiles discriminantes del estado, y detendrían en seco aquella obcecación policial y gubernamental en “dar al traste con lo prohibitivo”, en la capital heroica del endilgado argentino internacionalista. Nadie cuestionaba al resto de las manifestaciones “artísticas” excepto la inclusión del transformismo, generador de degenerados, según los embriones de la mafia in-cubensis. A él achacaban la culpa por la putrefacción progresiva, retornada en el ya límpido exbasurero: la naturaleza inmoral de tales “enfermos sexuales” fue la matriz incubadora del mal. Agravado, además, el hecho de que se empleara a exconvictos, marginales, trashumantes —y probables delincuentes— en el área del experimento psicosocial, cubriendo plazas de custodios, auxiliares o personal de servicio, bastante bien remuneradas, por cierto.

[8] Monika Krause-Fuchs (1941-2019) fue Directora del CENESEX antes que Mariela Castro, supervisó la primera operación de cambio de sexo perpetrada en 1988, y sufrió la censura de su literatura científica entre otros asuntos. Pero regresó a su país en 1990, un año después de caído el muro y uno antes de que radicaran establemente a El Mejunje que jamás conoció. Tenía apenas veinte años cuando se enamoró de un cubano, capitán de la marina mercante, enviado a la ciudad portuaria de Rostock. Como ciudadana de la República Democrática Alemana (RDA), necesitó de una autorización para poder abandonar aquel territorio bifurcado. “Cuando a finales de 1961 solicité el permiso de salida y el de poder casarme, me amenazaron con expulsarme de la universidad si insistía en mi propósito de ir a vivir en Cuba. Fue ‘mi capitán’ quien obtuvo los permisos”, explicó en una entrevista sin entrar en detalles de sobornos u otras exquisiteces propias del peaje estataloideo. Krause emprendió un viaje sin retorno al Caribe, a una isla también dividida anímicamente. Cuando regresó, ya la RDA solo existía en el recuerdo. Había caído con Berlín todo aquel bloque patógeno, y el análogo muro de concreto levantado poco tiempo antes de su partida fue testigo de dos ex Alemanias bienaventuradamente maridadas. En Cuba, ella ganaría fama como promotora de educación sexual, con programas en la televisión y la radio. A la par, enfrentó algunos escollos ante la homofobia desafiante de la jerarquía castro-comunista. Vivió hasta su muerte en un pequeño pueblo del norte de Alemania, Glücksburg desde donde publicó dos libros póstumos sobre su experiencia cubana: Monika y la Revolución (Centro de la Cultura Popular Canaria, Tenerife, 2002) y ¿Machismo? No, gracias (Ediciones Idea, Tenerife, 2007). El documental La reina del condón, de Silvana Ceschi y Reto Stamm, es un retrato testimonial y prolífico de su vida. De su experiencia saludable/salutífera en Cuba dejó el siguiente alegato: “Los resultados evidenciaban que sus conocimientos (del personal profesional a cargo), sus creencias, convicciones, actitudes machistas terriblemente discriminatorias frente a la problemática de la homosexualidad se parecían mucho a los de los adolescentes, con el agravante de que como médicos se creían (el 91 % de los hombres y 65 % de las mujeres) capaces de orientar y realizar terapia sexual de choque”. En 1984 casualmente se estrenó el docudrama Conducta Impropia, de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, que denunció los crímenes del castrismo contra los homosexuales que siquiera causaron convulsión en la perpleja élite cubizhe. En ese año, Monika reconocía en la publicación ‘Gay Community News’, de Boston, que las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP) “fueron una cosa realmente triste en la historia de Cuba”.[

[9] Llegóse al extremo de “quitarle el pie” al polémico Código de las Familias, en un momento de dubitación inducida por su artículo 68. Con secuela reproducida a la altura del 2018. Se dice que La Revolución (grupo no etario: elitario) para “defenderse” ha sido “forzada” a recurrir a prácticas antidemocráticas, típicas del fascismo, maoísmo y estalinismo pues han tenido que convertirse por causa de fuerza mayor en dictaduras totalitarias. Pero según los apologistas de la miseria, esto solo es así porque les han “obligado”. Primero, cualquier sistema que para mantenerse tiene que recurrir a prácticas humillantes y vergonzosas, ya dejó de ser un sistema noble y deseado por el pueblo. Cuando las cosas son queribles, no hace faltas imponerlas.  Si se hace, se estará reconociendo el fracaso. Tampoco el régimen se defiende, sino que ataca ofensivamente a quienes les critican. Amarra a su oponente y le cae a golpes públicamente desde su posición privilegiada de controlador del poder absoluto. Igual que el macho cabrío violento arguye en su defensa, porque se siente inclinado a magullar a su frágil consorte como único salvamento para el matrimonio, y que “en el fondo (¿del ataúd?) él sí que la adora” …pero con locura Todos tenemos derechos a defender lo que querríamos preservar ileso, pero silenciar las voces disidentes del pueblo, maltratar, acosar, intimidar, difamar, violentar, etc., no es defenderse; es abusar. Obra rotunda de seres con espíritus y mentes pusilánimes, conocedores in extensis de las muchas debilidades humanas. Según ellos “los demás tienen el derecho de callarse”. Y lo enuncian forrados de complaciente pánico. Un corolario se desprende de las políticas asumidas en torno a la inclusión del Mejunje postreramente como prioridad pro-gubernativa demasiado pancista: “Lo que allí se haga/logre/cocine será labor enaltecedora del fidelismo hermoso que condujo a sus inventores a ello, o no será” (parodiando la prot-agónica Asamblea de Cineastas Decepcionados, que están hasta el moño del descaro continuado de sus jefes, pero aguantaron como mulos…justamente hasta antier).

[10] Texto íntegro, aquí.

[11] Las “congas marieleras” en su versión villaclareña durante la anual Jornada de Lucha contra la Homofobia, son las mismas que ellos llamaban “plagas residuales” en los anales de la resistencia heterosexista. Esta desdichada concomitancia del mayo 17 en los reclamos de algunos guajiros retranqueros que nada entienden de florituras ni cultivos otros que no sean los “normales”, han querido volverles compatibles con el filo de machetes, arados y guatacas, pero no han terminado en franca trifulca aún por suerte, quizá por falta de un río intermedio al que arrastrar a la mozuela del poema o cortar el lío despampanante por culpa de la peonía regada. Sin embargo, por parte de la abierta comunidad homo, no se reserva gran diferendo para con el fraterno campesinado, vistiéndose de cowboys sin mayores traumas cuando ha hecho falta, porque Brokeback Mountain hizo lo suyo, divinamente. En ese día pre-programático en la isla, la zona rosada de la civilidad aprovecha para exponer su variopinto antifaz de coexistir en eventos bastante despoblados, desfiles entecos, comparsas grotescas, olvidables carrozas, diálogos inaudibles entre jóvenes (comunistas e imperialistas como los hijos de papá), dando sugerencias y consejos prácticos a iniciados e ingenuos de cómo vivir con una homosexualidad segura y “feliz” en la isla rebencuda, puestos en voz de promotores HSH (hombres que tienen sexo con otros hombres) aunque lo hagan rodeados de gozosos ofensores y acechantes enfermedades carnales, sobre las y los cuales todavía pulula inmensidad de mitos excluyentes. El término homophobia fue introducido en 1971 por el psicólogo estadounidense George Weinberg, quien afirmó haberla lucubrado por vez primera en una charla que dio a un grupito homófilo y que se popularizó en aquella academia norteña gracias a su libro “La sociedad y el homosexual sano”, como ilusión expedita/escueta de oscuros datos. Dice hoy la presidenta del centro sin-vergüenza habanero que “nunca copiamos en el nuestro las leyes de experimentos extranjeros” por su intrínseca inaplicabilidad, pero sería brioso preguntarle cómo es que el país transitó tan autónomamente todos aquellos años de eslavas calcomanías ¿En dónde estaba la infanta? La heteronormatividad que aún disimula con arte el patriarcado cubano que ella representa, no es más que otro ardid del régimen en lo social, político y económico, el que impone sus prácticas intimas de sosiego mediante sutiles/diversos mecanismos sospechosamente empíricos dentro de instituciones proactivas, presentando primero a la heterosexualidad como imprescindible para el redundante funcionamiento de la fantástica sociedad socialista y de único modelo válido el de la relación sexoafectiva y/o heteroparenteral. Pretendiendo luego preservar intacta a la minoría —con el discreto escándalo que originan sus desvaríos esterilizadores— mientras la mayoría de la potencialmente engendradora prole-prolet-aria mira hacia otra parte. Porque la comitiva del CENESEX vive en un mundo paralelo y bipolar, y en pose tan parajera /pajarera / pasajera, va “de selecta ocasión” que ya todo el mundo lo sabe.

[12] Ciro Félix Rodríguez Sánchez, Doctor en Ciencias Jurídicas y Profesor Titular de Derecho Penal en la Facultad homóloga de la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, aclara que “El Código Penal cubano (anterior al vigente) en el apartado 5 del propio artículo establece que en cuanto a la aplicación de las medidas de seguridad se corresponde con la idea de que el presupuesto para la imposición no está necesariamente vinculado a la comisión de un hecho delictivo, pues en estos supuestos es suficiente la apreciación de uno de los estados peligrosos que se regulan en la propia ley y que aún más en la peligrosidad pre delictiva no tienen dependencia a la realización de un delito  (…) en el catálogo de medidas imponibles a los sujetos cuyos comportamientos clasifiquen en alguno de los supuestos de peligrosidad criminal (…y) en nuestra ley penal, se advierte la total ausencia de tales modalidades alternativas lo cual es contradictorio con las posibilidades que ofrece nuestro sistema social para atender todas estas manifestaciones conductuales en aras de evitar la recaída en el delito por estos sujetos. («Imputabilidad», debió decir) El principio de resocialización como fundamento legitimante de las medidas de seguridad no es menos importante para el Derecho Penal, pues resulta el principio de (lo obvio) ya que de su cumplimiento dependerá se evite la denominada marginación social de aquellas personas sometidas a las penas o medidas mentadas. [v. «Estudios Sobre el Código Penal Cubano en el XXX Aniversario de Su Vigencia. Logros y Perspectivas. Las medidas de seguridad y los límites al ius puniendi (Facultad sancionadora del Estado)» Págs. 233-254] Con ese galimatías eximente y consecuente con las políticas coercitivas / terroristas del est(r)ado, fue que terminamos fritos.

[13] Cuando en 2009, el entonces ministro de Cultura, homónimo de su progenitor, propuso “hacer una cadena de Mac-Mejunjes por toda Cuba” como si la peculiaridad especial del proyecto multicultural de Silverio fuera reproducible por decreto, en ese mismo año puso a itinerar, por vez primera en Plan Gira Nacional con todas sus prerrogativas, una selección de lo mejor de la programación del espacio, en los teatros prácticamente desérticos de los extremos distantes del país. La campechana reacción del público asistente a cada representación —casi siempre de gratis, desacostumbrado al jaleo con semejante mixtura artística—, y muy especialmente en el oriente insular, resulta inenarrable.

[14] Fundada el 15 de julio de 1689 por remedianos acosados por la piratería / bucanería, Santa Clara creció hasta convertirse en la quinta ciudad más importante de Cuba. Su situación geográfica en el centro del largo y estrecho islote redunda en ello, al erigirse en paso obligatorio yendo de un extremo al otro. Sin una arquitectura característica sino muy ecléctica, ni especial historia de tradiciones o costumbres, la ciudad ha tenido algunos atractivos para el turista despistado —sea el nacional curioso/potentado o aquel embobecido extranjero—, ávido por conocer algo de la tumba / plaza Memorial al Che Guevara que en ella se encuentra, y retratarse encima de la chatarra que queda del oxidado Tren Blindado, el que fuera descarrilado por la columna 8 Ciro Redondo que él comandaba en la guerrita de los pocos de 1958. De cualquier manera, desde hace unos treinta años, existe una nueva razón que la vuelve tentadora: Santa Clara es la meca del travestismo en Cuba y, por derivación, la ciudad más “condescendiente y libre” del secuestrado paisito.  

[15] Lo único que había para el divertimento de los jóvenes —y los no tanto— eran los Círculos Juveniles (regentados por la UJC para militantes fieles, a quienes se les otorgaba un carné que le permitía llevar a veces “un invitado”, previa identificación), con bares, cafeterías, restaurantes, boleras y piscinas exclusivos para los actores que demostraran ser ejemplo de consagración, disciplina, obediencia ciega al dogma fidelista, “merecedores del deleite de sus ofertas recreativas”. Clubes en esencia despreciativos, por tanto, los jóvenes a los cuales nunca se les consideraría “aptos” para ingresar a esa clase picúa, se fueron acercando al Patio de Silverio y Margarita, como le nombrasen los otrora colegas. Resultó ser una etapa muy “íntima”, palabra que define lo fundacional. Pero, la oposición de la dirección provincial de cultura triunfa y se nos prohíbe continuar con «aquel desparpajo libertino». Cada palabra dicha, cada texto cantado, cada declamación hecha allí, rezumaban insubordinación para los enfadados, e incorrección sonora para tan atenta burocracia. Visitaron, colaboraron, apoyaron —y se hicieron socios fervorosos— personajes tantos, que solo mencionaré a algunos de los artistas mejor conocidos que, desalambrando alrededor, desafiaron al cerco. Estuvieron entre otros para quedarse Teresita Fernández, Leoncio Llanes (primer defensor en la prensa tras la embestida maldiciente del PCC); el jazzista Jesús “Pucho” López,  las cantantes Elena Burke y Alina Sánchez; el declamador Luis Carbonell; los dramaturgos Abelardo Estorino y Alberto Pedro; los directores teatrales Carlos Díaz y Pedro Vera; los músicos de Los Fakires; Cascarita, Bringues y Compay Segundo; los actores Gretel Trujillo, Verónica Lynn, Sergio Corrieri y Osvaldo Doimeadiós…También debutaron aquí agrupaciones como Aceituna sin Hueso, el dúo de Gema Corredera y Pável Urquiza; Vicente Feliú junto a otros muchos que nacieron prácticamente dentro: Julio Fowler, Amaury Gutiérrez, Lázaro Horta, Carlos Trova; y los ubicuos  poetas Alexis Castañeda, Frank Abel Dopico, con los integrantes del Club del Poste: Jorge Luis Mederos “Veleta”–, Ricardo Riverón, Yamil Díaz Gómez, Williams Calero. (Dopico, que confeccionaba misivas encargadas, escribió algo relevante en “Huellas” cuando aún se publicaba el boletín, bajo el nombre excelso y bello de “Réquiem por el Mejunje” del cual me atrevo a recordar como una de las cosas más poéticas jamás escritas sobre él). También engrosaron La Trovuntivitis nuevos talentos del rasgueo y la palabra: Yordán Romero, Migue de la Rosa, Michel Portela, Yaíma Orozco, Irina González, Yatsel Rodríguez,y demás inquietos creadores. Expusieron también artistas plásticos como Pável Lomichar, Roberto Dávalos y Susana Trueba. Travestis memorables y animadores singulares crecidos en los noventa, se apropiaron de los versos antológicos que marcaron el despunte homoescritural de Norge Espinosa con su Vestido de Novia, reestrenado también de algún modo. Con los años, sus detractores se acostumbraron —no hubo remedio— a “aguantar” la irrevocabilidad de El Mejunje. Y, en una larga carrera llena de obstáculos y zancadillas, fracasaron queriendo extirparlo. Luego descubrieron su vertiente populista, como en todo, y el tino de no emplear la guillotina sino la vaselina. Ante el empuje arrollador de tanta gente y el fracaso de las políticas culturales unívocas para desacreditar lo que no les iba en horma ni agenda, decidieron incorporarlo supinamente como otro “logro revolucionario” y se lo anexaron a su abigarrada bitácora de conquistas. Fue una jugada estupenda, digna de reinventados/frustrados. Hoy El Mejunje es lo que es por su perseverancia, nada más. Como dice englobadoramente su director: “Somos, lo que hay”, bajo la sombra cenital del meridiano flamboyán del patio donde se ha enterrado a tanta gente buena, donde “se realizan” individualmente en colectivo/individualmente los pros y los contras. Los incondicionales y los conversos. Con o sin rivalidades; desviados y rectos. En un gran potaje. Hoy, otra generación de “desafectos” gloriosos y desideologizados, universitarios significantes, lo colma en mayoría, para bien y mal. Junto a marginales de larga estirpe y peor tara, con la que capean los mismos temporales quienes antaño necesitaban portar sendas caretas para lograrlo. Y es otra singular satisfacción haber creado el nido compartible con algo del desharrapamiento del ego e investidura del alma, donde cualquier improvisación que se apartara del severo guión que alarmados nos distribuyeron, nos parecía entonces —porque en verdad lo era— un desafío suicida.

[16] Existe una persona renombrada como Amanda, en la ciudad de Santa Clara que fue la única en la provincia que pasó por el quirófano para dejar tirado allí su cuerpo fálico-cavernoso, con el glande, el escroto, las gónadas, la próstata, media vejiga y su pasada hombría dentro del cubo de la inmundicia. Hoy es una guajirita alborozada que linda los límites morales/municipales, y reside en La Pollera (no es ironía).

[17] «Cuando el periodo especial arreció y parecía que iba a barrernos de la imaginación que cubre la faz terrestre, muchos artistas marcharon a otros países buscando un respiro económico ––y hasta ideológico––, para ellos y para sus familias, entre estos creadores estaba un grupo de cantautores que emigraron  sobre todo a Europa. Por allí trataron de erigir su obra, algunos lo lograron, otros solo por un tiempo, pero la mayoría no pudo pasar de presentaciones esporádicas en barcitos solidarios (Pilar-Yemayá; et al) o bajo la sombra temporal de algún pobre mecenas. Algunos aligeraron su obra y subsistieron precariamente, no pocos se dedicaron a otros menesteres, e incluso hubo quien vivió de «dar el cuerpo»; soluciones válidas que no juzgo ni condeno. Atrás quedaron hasta hijos que no vieron crecer, o que ni vieron nacer. Años, muchísimos años pasaron por allá, hasta que la situación mejoró aquí, no les fue bien artísticamente allá, y regresaron a buscar su público dejado atrás; decisión también legítima. Pero entonces comenzó la trasmutación en algunos que cuesta mucho creer. Estos, que asustados por las «predicciones» de Oppenheimer o creyentes de Fukuyama, no pudieron resistir con nosotros aquellos días «duramente inhumanos», al parecer el capitalismo les dio contundentes lecciones y ocurrió una extraña metamorfosis mental, mutaron como Fénix, en un blanqueamiento de conciencias sorprendente. Ellos, que nunca fueron políticos en sus obras (o si lo fueron, no era precisamente de reafirmación), volvieron para darnos entonces lecciones a nosotros, a los que aquí sí enfrentamos y resistimos ese periodo surrealista, de cómo ser patriotas y amar a los líderes. De la noche a la mañana aparecen canciones y canciones, conminándonos a la lucha, a la resistencia, a recordarnos e insistirnos en el legado revolucionario y sus fundadores. Un discurso directamente laudatorio, ya casi bordeando el panfleto, que no solo se aleja de la trayectoria poética de la nueva canción cubana, sino que asume una postura demodé, distanciándose de la tendencia común de las propias generaciones trovadorescas a que pertenecen estos cantautores. Entonces nos preguntamos: ¿Realmente el capitalismo les redescubrió la patria? Y si fue así ¿Por qué se demoraron tanto? ¿Por qué no volvieron antes cuando la «candela estaba aquí» y nos comíamos un cable en «marcha atrás»? Pudieron ser más comedidos y modestos. Pero no, ahora vienen de «pedagogos» de última hora, hijos pródigos utilitarios, a darnos tardíos adiestramientos de resistencia y amor patrio ¡A nosotros, que somos másteres en esta materia! Tenemos derecho a dudar entonces de este Mea Cuba y obligados a pensar si más que a la Patria, era la escena, no solo artística, con sus brillos y mieles, lo que realmente extrañaban, y esta había que ganarla a como fuera, en mediáticas y oportunas tribunas, que nunca faltan. (Nota de última hora: La «cosa se ha puesto mala» otra vez por aquí, ha comenzado el desfile de otros, que apenas empezaban a trovar, y ya algunos hasta «disparan» hacia acá. Tal vez estemos condenados a estos ciclos, y ahorita estos mismos vuelvan como nuevos profetas redimidos a explicarnos cómo se ama y defiende a la patria, después de un refrescón de capitalismo, exonerados por su patriotero arrepentimiento»). (Alexis Castañeda: “Algunos Cantautores y Extrañas Lecciones del Capitalismo”, editado)

[18] Refiere a la firma de la Ley de Reforma Agraria el 17 de mayo de 1959 y al Día del Campesino ¿campe-si-nado?, instituido post-triunfo revolucionario, homenaje debido a la muerte de Niceto Pérez en 1946 en manos de la Guardia Rural, fecha coincidente con el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia declarado en 1990 pero no asumido hasta mediados de la primera década del siguiente siglo, para deslindar los festejos en la isla por el 28 de Junio, Día Mundial del Orgullo Gay, como objeción ideológica al capitalismo meramente mercantilista que, finiquitado el cable del que hablara Alexis, nos jamáramos el poste anodinamente. La periodista Martha María Ramírez desatoró una polémica conjunta hace unos años, entre académicos y no académicos, acerca de la importancia del activismo homo, trans más el ripeo del entorno psicosocial como vías para acceder a ulteriores comprensión + desarrollo.

[19] Los supuestos marginales, que no lo eran tanto, también fueron puestos en la mirilla por Nely Valdés, la jefa provincial sucedánea del camarada Prieto; y Silverio —empleador conmovido hondamente con sus historias de sobrevida— fue de su mano finamente enjuiciado. Más no pudo castigarlo, porque una brecha de luz bienhechora se abrió en medio de la noche tempestuosa. Los seres humanos que ocupaban y ocupan esos cuerpos que jamás le traicionaron, y a quienes en conjunto el director brindó hasta la vivienda, se portaron correctamente en cuidarle, protegerle contra la agresión de cualquier índole, y se erigieron—lo repiten con cadencias estentóreas— en “guardianes” del amigo sincero, “el viejito encorvado” que les acogió. Porque ellos sabían que se disfrutaría a mares compartiendo con él la @ventura de El Mejunje, que de alguna manera es también el episodio trémulo de nuestras existencias, lo que ha significado en colectivo conocer al hombre a fondo, con sus problemas, contradicciones y conflictos. Bajezas y bondades, todo aquí en la práctica, definitivamente yéndose al carajo. Se había visto tanto y por tantos que ya nos perdimos entre esos menesteres de la compasión: la verdadera capacidad de asombro, casi todo lo que nos haya sido posible tentar, porque al final nos fue enteramente dado. Como aprender a escuchar a la gente menos oída ha sido un privilegio enaltecedor. Es sabido que esa facción jodida del pueblo tiene muchas cosas que decir, y sólo esperan a que aparezca la persona indicada, un similar exento de culpas, un ángel que quiera tener el tiempo justo para dedicarles, conversar sobre lo que a cada cual preocupa. Llevar la vida sin rencores, ser plenamente positivos, es la meta. Todo, todo absolutamente, pasarlo por alto. Porque por lo bajo ya hemos pasado, demasiadas veces, y no hay porqué regresar en el tiempo.

[20] Yunior Camacho Valdés (Sandra), miembro de La Compañía Futuro igualmente, fue otra trans acuchillada recién salida del Mejunje, frente al Correos y la Heladería Coppelia en 1999, a unos 100 metros del vigilado Parque Vidal. Murió en la misma noche atroz, casi instantáneamente. Un caibarienense gay, amigo íntimo y asiduo a los shows y las discotecas con las que alternaban en cada sábado, fue igualmente ultimado en su vivienda tras regresar de allí, en el 2015.

[21] La máxima fidelista expuesta en cada uno de los timbiriches enlatonados de la SEPMI rezaba: “Cada cubano debe saber tirar, y tirar bien”, e iba acompañado de unas dianas diáfanamente agujereadas, y —sobreentendidamente apalanganados— con un guiñito en chino.

[22] La reputada exención del Registro Militar Activo (s/cláusula 1.1.1.) fue otra desmembración estigmatizante del presunto hombre joven y homo en el papel que era prueba fehaciente de su identidad —hecho bajo criteria de psicólogos y fisiatras rentados temporalmente por el sacrosanto Ejército Rebelde tras-tornado en el MINFAR, y con el fin de encasillarlos en una previa / exámen que @firmaban solemnemente en aquel grupo deleznado que crecía con los años—, constituyendo la barrera personal más infranqueable para acceder a cualquier carrera o aspirar alcanzar empleo decoroso, especialmente aquellos imbricados fuera del bufo concepto “revolución de los humildes…”, utilitario solo para ellos mismos. Pero más grave aún lo era aparecer inscrito indeleblemente en el registro de identidad policial que más tarde se perfeccionaría con la llegada de la era digital como el SUIC (sistema único de identificación ciudadana) en forma ente “delicadamente” peligroso. Porque al unísono, despuntaron con rabia sorda tras el cierre forzoso de las queribles UMAP, con la imparangonable Ley 1231 contra la Vagancia [1971], enfilada hacia los que se les castigaba por serlo, y al homosexual doblemente, pues la discriminación implícita interponía hallar laburo ni estudio enaltecedor, dada la abyecta obligatoriedad que dictaminaba trabajar —al sujeto desdeñado— como fuese. Incorporarse en cambio a otra plantilla estrecha; fuere el EJT, La Columna Juvenil del Centenario o lo que al comandante aquejado del síndrome enjaulador se le aviniera en ganas. ¡El surrealismo vibrante del retrógrado gobierno cubano! Con el cuerpo joven como manifestación política, se sigue insistiendo en el carácter efímero “del momento histórico” y la necesidad de “orientarlos” y “resguardarlos” de toda la problemática social que nos rodea(ba), convirtiéndolos por precepto en víctimas (victimarios, los menos), y a la par en “salvadores del actual (des)orden social”. Cuando miramos las representaciones mariconísimas, que en tan divertido eufemismo suplantan las aseveraciones que circulan alrededor de la participación política que tales elementos debieran tener en la vida activa, surge una incongruencia que mira en los jóvenes el “frescor” de las nuevas eras para incidir en la sociedad, y que a la vez contrasta con los suspiros del mundo adulto que se desmarcan hasta el final: “los jóvenes ya no son como eran antes”, en otras palabras, “no esperemos mucho de ellos y sigamos haciendo las cosas nosotros” frente a esa apatía política. Ciertamente debemos reconocer que la cultura política de las juventudes en el mundo ha experimentado transformaciones telúricas que desde una mirada adultocéntrica, provoca todavía valoraciones que tienden a invisibilizarla, en cuanto a tomar parte en la participación visible, así como excomulgar con alguna conciencia marxista de clase y ciudadana restantes, asociándola a una cadena de (in)significantes que los representarían como un grupo social aislado e indiferente de los procesos imprescindibles que aún genera la vieja clase dominante, sin proyectos duraderos vinculados a lo público únicamente por medio del voto acorralante como falso sostén de un sistema “inquebrantable” como el cubano. Se insiste en el desinterés político por parte de las y los jóvenes, que haya devaluado u omitido subjetividades (la Ilustración, según Kant, es el momento donde la humanidad llega a la “madurez” y se deja de ser niño para siempre). En la dimensión antagónica y libidinal de la política, nuestro punto de partida para el análisis es la disconformidad social más la imposibilidad inherente de la sociedad cubana de alcanzar una plena reconciliación consigo misma y una total transparencia para con el prójimo. La razón por la cual sujeto y sociedad no se muestren transparentes ni a sí mismos es que subyace una imposibilidad que se resiste a ser simbolizable, y es a este resto que Lacan denominaba lo Real, el núcleo que no puede ser integrado en el discurso público y que permanecerá siéndolo. La manifestación social de esta imposibilidad es el antagonismo como brecha que subvierte a la sociedad y refleja intersticios aún no resueltos. La presencia de este antagonismo hace que además las identidades de los sujetos no se constituyan plenamente por los miedos inherentes, según Ernesto Laclau;[*] «(…) en la medida en que hay antagonismo, yo no puedo ser una presencia plena para mí mismo. Pero tampoco lo es la fuerza que me antagoniza». El antagonismo se manifiesta en dos niveles, por un lado como imposibilidad que tiene la sociedad de encontrar su total transparencia, y por otro la imposibilidad para definir las fuerzas antagónicas que la atraviesan, ya que se trata de trampa ideológica lo que impide a la sociedad constituirse plenamente como tal, y no en un algo que está en el exterior y pueda ser simbolizado fácilmente; sino que la presencia de lo Real es constitutivo al discurso. La praxis adultocéntrica, por ejemplo, es una manera de transferir a los jóvenes los conflictos que la sociedad no ha logrado resolver, pero es evidente que en la sociedad se intenta construir cierto orden ¿alcanzable?, afianzar los lazos sociales y generar horizontes de sentido, sin embargo, y es importante recordarlo, siempre serán contingentes. El orden social es hegemónico. El pensamiento de la modernidad/colonialidad está caracterizado por una forma de crear invisibilidades, ya sea a nivel político, social, o cognitivo. Y dentro de las invisibilidades que encontramos en la modernidad está el tema de lo afectivo, emotivo, pasional que fuera relegado en el terreno de lo “irracional” pero que ha vuelto a entrar en escena con la reflexión política contemporánea para reconocer que el acuerdo discursivo en sí mismo no conduce a la acción y por tanto no radicaliza los procesos de democratización de la sociedad, si no está acompañado de una carga de deseo en esas representaciones. Desde esta perspectiva entendemos que nuestro acceso a la realidad nunca es directo, hay un fantasma que nos hace mirarla circunspectos y nos obliga a desear estar dentro de esa realidad, que mientras esté sostenida por un soporte fantasmagórico, seguiremos deseando sobrevivir en ella. Una cosa es oponerse al capitalismo, y otra muy distinta es comenzar a desear y crear el “no capitalismo” como suelen decirnos en la Cuba que va a debatirse y ya parece derrotada. La expresión política del antagonismo tiene formas no solo discursivas, también en el ámbito del deseo, es ahí donde el cuerpo se convierte en performático y adquiere una especial importancia. El cuerpo como territorio político no es un dato primario, su acceso se realiza por medio de lo simbólico. Esta primera consideración nos sirve para distinguir entre cuerpo y organismo. El travestismo como instigación de la felicidad alcanzable. Por cuerpo entendemos la articulación simbólica y por lo mismo construida, mientras que el organismo es el ente que no se halla inscrito en lo simbólico/emblemático. El cuerpo que disiente es relatado previamente por el lenguaje, (el de las artes ¿y por qué no, además, en las experticias?) y hay una serie de construcciones simbólicas que lo anteceden y que les ata. Podríamos preguntarnos por qué es importante hacer del cuerpo un campo a dominar. Y la respuesta parecería obvia, pero no por eso menos importante. El cuerpo es la condición de posibilidad concreta en las relaciones sociales. Sin cuerpo no habría cómo trazar lazos que conecten a los individuos y a los colectivos entre sí, y es ahí donde el cuerpo se convierte en intensamente virgen; extenso territorio de batalla en pos de ser conquistado.[**]La hegemonía que se infiere del cuerpo propio o ajeno está dada por un conjunto de interdependencias que le hacen posible. Entonces por medio de las operaciones de clasificación y asignación de roles se busca que el cuerpo se normalice y lo que no logra ser normalizado sea sellado como “patológico” o “desviado”. Para escapar del pensamiento abisal/abismal moderno, es preciso resituar al cuerpo en el contexto de las relaciones sociales diáfanas o afines. Y para nada moralizantes. En ese sentido afirmamos que el cuerpo no es lo socialmente construido, sino que la sociedad se refleja en él, que resulta imposible separar lo que pasa en el cuerpo individual de lo esencial en el Corpus de la Nación, y si retomamos la idea de que la sociedad está atravesada por un antagonismo inherente y desfasado, perseveramos con total certeza que el cuerpo se convierte en monolito donde se disputan y se hacen visibles las confrontaciones enunciadas. Concluyo con que el cuerpo deriva en un síntoma de la sociedad que vendría a advertir cuáles son las rupturas o antagonismos inherentes que en ella se están operando y los prevenga de futuras rupturas/decepciones. El cuerpo de la víctima del capitalismo es un cuerpo que lleva consigo las marcas del empobrecimiento y las traslapará al sistema siguiente en su experimentación incansable. El capitalismo actúa sobre el cuerpo, deja sus huellas; el cuerpo refleja los procesos de empobrecimiento y acumulación inequitativa de los recursos de la sociedad. No voy a ahondar en qué ha hecho el socialismo con el cuerpo de los jóvenes como el que cito al comienzo. Ahora bien, el cuidado del cuerpo no solamente hace referencia a un equilibrio biológico y psicológico del mismo, sino que tiene un componente altamente real-(politik)-izable, pues se materializa en la acción social, que es la real posibilidad que tienen los sujetos de comunicarse y poner en la arena pública proyectos diversos/divergentes que les signifiquen/dignifiquen. Es así como la desobediencia civil tiene un componente estético y afectivo que no es un añadido travieso/banal/fútil, sino que viene a obrar como refuerzo en el mensaje de lo que se quiere adelantar / compartir. La lucha social comienza por el propio cuerpo, siempre. La importancia de los cuerpos juveniles en la sociedad es que ellos tienen la capacidad de indicar las relaciones de poder que hay inmersas o latentes, sus grados de fuerza y cómo actuar en lo adelante si se quiere estrictamente sobrevivir. Pero el cuerpo liberado en cuanto a lenguaje no solamente actúa como una especie de superestructura que refleja lo que pasa en el campus social. Es también expresión, que busca gritar y ser atendido, de modo que la particularidad de las identidades juveniles/sexuales, los modos propios que tienen de expresar su cultura y de diferenciarse del resto del espacio social, están inscritos en el cuerpo a sangre y fuego, y el cuerpo menos viejo sirve de mediación epistemológica para ello. Sin embargo, no todo se reduce a una contracultura política fallida, puesto que hay manifestaciones juveniles que no solamente se oponen a algo, así de voluble e invaluable, sino que también pretenden enunciar mundos existenciales otros. Nos encontramos al final de la efímera estancia bajo este cielo, en el territorio arrogante de la ciudadanía concientizada a priori y que no sabe cómo lidiar con su futuro. La sociedad está construida también con partículas / elementos emergentes que buscan ampliar nuestro horizonte de experiencias sociales posibles. Si bien es cierto no hay un único sujeto llamado a conducir la historia, como así ha sido en demasiadas ocasiones, lamentablemente, es posible encontrar diversos colectivos que desde sus luchas particulares y e(li)tarias apunten a emancipaciones sólidas. Los cuerpos juveniles tienen esta capacidad de reflejar los elementos emergentes que hay dentro (en el aforo) y las mismas posibilidades que se tienen de alcanzar transformaciones perdurables afuera (sin desconocer que no todas las expresiones juveniles tienen un carácter contrahegemónico, está claro). Pues dentro de algunas culturas juveniles el cuerpo tiene tal centralidad que actúa como el mentado soporte espectral de la realidad, es decir, se convierte en el lugar desde donde desear, desde el cual participar del espacio público y en ese montículo terroso se expresa el espacio vital que se rechaza y se quiere reconstruir a cualquier precio. «Los estilos juveniles entendidos como manifestación simbólica de lo cultural (música, estética, lenguaje, actividades focales, producciones culturales) hallan en el cuerpo su posibilidad de realización, y construyen el corpus que denuncia los intentos de aislarlo del conjunto de relaciones sociales y que manifiesta las experiencias [ad hóminen] en las que está inserto»[***]. Las culturas juveniles más propiamente se convierten en bioculturas púberes, haciendo de la integridad física el mentado territorio de sus luchas, manifestaciones y emergencias sociales. Si previamente asumimos que la cultura es un espacio de confrontación y de disputa por la hegemonía, la biocultura asumirá la centralidad del cuerpo en esta disputa, y el mismo, como hemos visto, se convierte asimismo en elemento de resistencia política y cultural, ergo vigilia del poder a través de su aparato represivo, que en el caso nuestro resulta demasiado burdo, por evidente/predecible/bruto. «Las identidades nunca son definidas ni completas, están en constante transformación, habida cuenta del dinamismo epocal, cuando el componente corporal es vital, ya que ofrece las condiciones idílicas para crear la posibilidad de las relaciones interpersonales que las y los jóvenes querrían (de)construir, así como las tensiones que enfrentan dentro del irrespirable ya adultocentrismo. El espacio público tiene que ser lo suficientemente abierto para incluir a las luchas sociales que han cimentado su subjetividad. Con la posibilidad de realizar nuevos abordajes dentro de la investigación social que no solamente apunten a analizar las representaciones e imaginarios que articulan sus lazos comunicantes, sino todo ese universo afectivo, de deseo, que circula junto a ellos, prestando particular importancia a los lenguajes que desde el cuerpo se manifiestan y que posibilitan la generación de vínculos que dejan de ser una dimensión que transcurre más allá de sí mismos en esferas institucionales, donde se tiene poco acceso o que están muy devaluadas como para motivar cierto tipo de filiación, y pasan a concretizarse en las prácticas cotidianas, en los intersticios que los poderes no pueden controlar, haciendo de este modo que las expresiones culturales adquieran el estatuto de participación política pasiva, irremediablemente». Cuando ese discurso político adultocéntrico aparentemente inmorible no quiere mirar en el cuerpo y en las identidades juveniles un territorio de confrontación política, se termina por excluir al mocerío de la participación trasparente en el escenario público, y el cuerpo pasará a ser visto como un accesorio más o una moda que ya nada estará diciendo sobre lo que pasa en los sustratos de la sociedad verdadera, mucho menos en la imaginada/deseable. Nuestro conjunto imberbe hablará mucho siempre aunque lo embocen/enfarden/embutan, y hay que re-crearle los necesarios sitios en donde expresarse y ser escuchados. ¿Perdurables? sí, preferiblemente. (Notas sobre esta nota: [*] Laclau, Ernesto; Mouffe, Chantal, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, Editorial Siglo XXI, 1ra. Edición, Madrid 2008, p.145 [**] Stavrakakis, Yannis, Op. Cit, p. 208 [***] Ver Op. Cit. De Pedro B. Reinoso.

[23] El Instituto Nacional de la Industria Turística, descompuesto hasta el gollete, y su ahijado bastardo, El Campismo Popular; ¿procrearon juntos al MINTUR?

[24] Ahora ha pasado el raudo inmigrante De Vena en recorrido por los bares elegantes del capitalismo terso que allí enseñorea —como en otras partes del caimán travestido de fresco verdor, incluido aquel café-museo suyo—, y un arrendatario le ha increpado: ¡No queremos comunistas aquí!  De Vena, infartó. Y transcribió el suceso. Luego hemos sabido, por testigos dentro, que esa ‘historia’ suya, lacrimógena y conmovedoramente mal contada, no fue más que cualquier otra y que, creado el salpafuera y armado el escándalo, presto corrió a subsanarla, pero tal vez un tin tarde. Lo que el personal disgustado con su presencia quiso expresarle pero resbaló en la frase, fue que con comunistas como él “ni un tantico así”.

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Pucho López, destacado pianista y arreglista de jazz y de la música cubana en general.

Leoncio Llanes, poeta y decimista villaclareño que falleció en los 90s.

Pablo Garí (Pibles), humorista y diseñador avileño que reside en Miami.

Humberto Rodríguez, ex Presidente de la Asamblea Municipal y Provincial del Poder Popular en Villa Clara.

Alfredo Nieto Dopico, ex Presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular, en los tiempos previos al anterior.

Tomás Cárdenas, ex Primer Secretario del PCC en la provincia.

Manuel Vila, ex Primer secretario del PCC en el Municipio de SC, luego ocupó cargos en la sede Provincial.

Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, ex Primer secretario del PCC en varias provincias, ministro de Educación Superior y actualmente Presidente del país.

HSH: Proyecto de Prevención de las Enfermedades de Trasmisión sexual para el Grupo de hombres que tienen sexo con demás hombres.

Cascarita y Compay Segundo, intérpretes destacados de la música tradicional cubana, el primero durante mucho tiempo voz líder del conjunto Los Fakires y el segundo parte de la trova santiaguera y del conocido dúo Los Compadres.

Luis Mariano Carbonell Pullés, maestro de maestros de la música, el teatro y declamador renombrado. Conocido por sus giras internacionales antes de la Revolución, especialmente en los EE.UU., donde fue bautizado como «El Acuarelista de la Poesía Antillana». Nunca más le dejaron salir de Cuba, pero ese detalle no lo contaron. Murió en 2014 a los 90 años.

Gema Corredera y Pável Urquiza, dúo de trovadores de la segunda hornada de la NTC. Actualmente residentes en España.

Julio Fowler, villaclareño integrante del movimiento de novísimos trovadores en su última hornada, también en España.

El Club del Poste es una asociación de poetas inspirados por la bohemia villaclareña, que se dedica a incentivar la inteligencia con una especie de azote humorístico. Fue fundado en los tempranos tiempos mejunjeros por Veleta (Jorge Luis Mederos), Yamil Díaz Gómez, Williams Calero, y Ricardo Riverón Rojas.

Aceituna sin Hueso (Miriela Moreno, guitarra y vocalista), grupo de música pop rock, que incursiona en varias vertientes de moda, estrenado en El Mejunje de los tardos 90s.

Amaury Gutiérrez, popular cantante y compositor villaclareño quien reside en Méjico.

Carlos Trova nació como artista de la música en este ámbito y se desarrolló fuertemente vinculado a El Mejunje, su apellido es una consecuencia de su hacer entre trovadores.

Frank Abel Dopico, Poeta villaclareño que integró el grupo de los novísimos de los 80s, durante un largo período compuso Cartas de amor por Encargo, desde El Mejunje.

Alexis Castañeda Pérez-de-Alejo, poeta, periodista, ensayista y crítico, bastión del proyecto cultural que nos ocupa y autor del libro testimonial Yo simplemente hago o La Aventura de El Mejunje (Editorial Sed de Belleza, 2001), ampliado y reeditado en 2010 bajo el título No pido permiso para hacer, otras producciones suyas son «El sitio de la soledad» (poesía), «Un episodio desconocido de la Vanguardia Cubana: los murales al fresco de la Escuela Normal de Santa Clara» (ensayo en coautoría con Roberto Ávalos), «Vicios de la nostalgia» (poesía en décimas), y «Revelaciones del silencio» (poesía).

Pedro Manuel González Reinoso (1959), transformista del proyecto cultural villaclareño El Mejunje durante 20 años, y 15 como promotor de literatura del Centro Provincial del Libro en Villa Clara, es periodista independiente, disidente, diletante, traductor, economista y peluquero.

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