Juan Carlos Figueroa: Interviú a Maykel Rafael Paneque / No escribo para que el lector se relaje, para eso puede ir a una piscina
No voy a presentarlo porque ni siquiera en Cuba, su país, lo conocen. Espero no ofenderlo.
No me ofende, es cierto.
Sin embargo ha ganado varios premios nacionales y ha publicado varios libros.
Bueno, ahora se publican muchos libros, ¿no? Si a eso sumamos la ausencia de una crítica literaria que oriente al lector, y el interés de las instituciones de visualizar a determinados autores entre los que no me encuentro, pues nada, soy invisible.
¿Y eso no le molesta?
No. Entiendo perfectamente qué pasa conmigo. Incluso he compartido con personas que deciden qué publicar en Cuba, pero nunca les preguntaría por qué no me visibilizan. Sé por qué no pueden hacerlo y con eso me basta.
¿Se siente conforme con esa invisibilidad?
Es más sencillo. ¿Por qué lo que he escrito tendría tanta importancia como para aparecer en esas plataformas culturales? Además, no hago una literatura cómoda. Así que no espero muchos lectores y mucho menos que me visibilicen funcionarios de la literatura. Es un precio que debo pagar por escribir una literatura fragmentada, elíptica, cuestionadora si se quiere. Ni siquiera he hecho concesiones cuando he abordado la literatura infantil. También soy medio cavernario, no ando por ahí haciendo lobby, y eso pasa factura. Siempre.
La máquina difamatoria, la novela con la cual ganó el premio Franz Kafka 2023 de la plataforma inCUBAdora, arranca como un thriller, pero luego viene una fragmentación total donde cada capítulo es diferente al anterior. Incluso uno de los capítulos es una pieza de teatro.
Es cierto que hay cierta tendencia a elaborar una escritura transparente, que se lea fácil. Una literatura que use un lenguaje estándar que no cree problemas. No es mi caso. Lo que escribo tiene cierta resistencia que el lector debe enfrentar. Hay una especie de puzle, si se quiere, que él debe armar, y por eso debe estar alerta a los indicios. No escribo para que el lector se relaje, para eso puede ir a una piscina.
¿Cómo recibió el Premio Kafka?
Con una inmensa alegría. Los libros del premio Kafka son hermosos, con una factura realmente envidiable. Si a eso agregamos que la edición estuvo a cargo de Carlos A. Aguilera, pues la alegría es total. Carlos se ocupó hasta de la portada, una obra de Jorge Pantoja Amengual que es todo un acierto.
Si tuviera que resumir la novela a un lector, ¿qué le diría?
Que todo empieza con un secuestro, pero sucederán otros, cuyo móvil es la venganza por un hecho que trascurrió en el pasado y quedó impune. Que es una novela coral que apuesta por los límites del lenguaje con un tono polifónico de múltiples miradas, alguna de ellas suspendidas desde el delirio, la neurosis y lo paranoico, para así arriesgar una estructura caleidoscópica que contiene gestos dramatúrgicos, y así urdir un sinsentido que va tomando forma a medida que se sucede el relato. Eso le diría al lector, pero soy pésimo para promoverme.
Dicen que los escritores tienen sus temas, cuáles serían los suyos?
El encierro, la violencia, la paranoia.
¿Se siente miembro de la famosa Generación Cero?
Publicar después del 2000 no te convierte en miembro de la Generación Cero, y este malentendido ha generado que muchos crean que la Generación Cero son muchos autores. Haciendo justicia llegan a 6 autores, cuando más, y esto es importantísimo: bajo la tutela de Jorge Alberto Aguiar (JAAD).
¿Cómo se ve dentro de la literatura cubana?
No me veo dentro de ella. Quisiera verme, eso sí, en un espectro más amplio, la literatura latinoamericana, al lado de Selva Almada, Fernanda Melchor, Emiliano Monge o Yuri Herrera. Desde esa literatura arriesgada, que hace del lenguaje una experiencia descolocante, quisiera ser leído.
¿Qué piensa de la narrativa cubana?¿Qué espera de ella?
Lo mismo de cualquier literatura, lo mismo que esperaría de cualquier escritor: que asuma riesgos, que me descoloque cuando lo lea.
¿Qué autores lo han influenciado más?
Aquellos que se han propuesto hacer del lenguaje una experiencia única, irrepetible.
Insiste mucho en el lenguaje.
Bueno, para mí la literatura es eso: lenguaje. Un uso excepcional del idioma en el que se escribe. ¿Qué une poéticas tan diversas como la de Herta Müller, Vargas Llosa, Coetzee y Saramago? El uso inusual del lenguaje. No usan palabras inventadas, son las mismas palabras de siempre, pero las concatenan de una manera que uno se pregunta: ¿cómo logran escribrir algo así, tan memorable?
Si le concedieran un deseo en el mundo editorial, ¿qué pediría?
Publicar en la editorial MilMadres. Me seduce porque es un proyecto de espaldas al mercado. Publica de 3 a 5 libros al año con una tirada de 500 ejemplares, y no los coloca en plataformas digitales. No elige libros para vender (que los vende, claro está), elige escritores y escritoras de minorías con la esperanza de que un libro, aunque sea uno, encuentre a ese lector que lo está esperando.
Pensé que pediría publicar en Penguin House, por ejemplo.
Bueno, puedo permitirme soñar con MilMadres porque no me busco la vida con la literatura, sino en el ámbito de las artes visuales trabajando para artistas y marchantes. Y además, lo más importante de todo, he tenido la inmensa suerte de tener de mecenas a Florencia Borges, una mujer que yo enterraría de pie como a la Evita Perón del cuento “Esa mujer” de Rodolfo Walsh.
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