Beatriz Gago: Infocracias, doctrinocracias y vacío: la obra de Jesús Hdez-Güero

Artes visuales | fluXus | 16 de octubre de 2023
©Hdez-Güero, ‘Rostros presidenciales’ / Instalación (46 collages). Dimensiones variables. 2022

Cuando se descubrió que la información era un negocio,
la verdad dejó de ser importante.
Ryszard Kapuściński

Desde los inicios de su trabajo el artista Jesús Hdez-Güero dedicó una especial  atención a crear tensiones de forma y contenido dentro de las imágenes artísticas. Su  obra temprana en grabado (2001-2003), exhibida y premiada en Casa de las Américas durante el evento bienal del grabado latinoamericano y caribeño La Joven Estampa (2003), es un ejemplo esclarecedor de esta afirmación. El artista lograba activar razonamientos más allá de la depurada elegancia visual de aquellas piezas, al mostrar la disfuncionalidad conceptual que coexiste, muchas veces, tras una apariencia de  coherencia (y belleza) formal.

 ©Hdez-Güero, ‘Electro-alimentación’. Calcografía (Punta seca), 135 x 40 cm, 2001

Durante su periodo como estudiante entre 2006 y 2008 de la Cátedra de Arte de Conducta  que dirigiera Tania Bruguera, Hdez-Güero priorizó el videoarte como forma de  expresión. En estos años define su tema de investigación y comienza a estudiar la  comunicación desde los medios masivos, a través de series enfocadas en las múltiples  maneras con que los centros del poder ejercen el control de la opinión a escala social.

Uno de sus primeros trabajos, “Informe de hechos vividos” (2006-2007), pone sobre la mesa un fenómeno que ha jugado un papel muy particular en el manejo de la opinión pública cubana: la “bola”, una categoría que ha sido progresivamente  sobredimensionada como fuente dentro de las vías de la comunicación social en la  isla. La “bola” es un fantasma noticioso que nadie sabe a ciencia cierta dónde surge pero que, susurrada de oído en oído, se expande de manera tan veloz entre la población como  los incendios forestales, llegando de manera eficiente a cada rincón. El artista  materializó en “hechos”, bajo el formato del reportaje noticioso y asumiéndose como  reportero en funciones, algunos de estos rumores filtrados de manera activa a la población con el fin de estudiar su tolerancia ante posibles afectaciones, decretos, leyes. Una operatoria que se sostiene ante (y debido a) las carencias de  frontalidad y razones en la gestión de las administraciones, así como de datos fidedignos aportados por los medios oficiales, que provocan un grave indefensión y ausencia de criterios válidos a nivel poblacional.

Un poco más tarde, con el video “24 Horas Nacionales” (2009) creó un noticiario del  cual anularía toda alocución de los comentaristas para entregar el protagonismo a los  telones entre segmentos. Al encadenar estos en una secuencia única, convirtió la  proyección en una oleada de formas abstractas en movimiento, color y música inspiradora salpicados, como de pasada, de símbolos, hechos y personajes traídos desde la memoria. Al exponer esta zona subliminar del discurso oficial, el artista demostraba cómo se  “adereza” el ánimo del espectador y se condiciona la recepción, modulando el  pensamiento crítico a través de un oportuno marco motivacional. Una vieja técnica en una sociedad “nueva”. Con esta pieza, Hdez-Güero nos llamó la atención nuevamente sobre ese acto de prestidigitación de los medios donde lo formalmente bello enmascara tanto la ausencia de análisis y veracidad en la gestión periodística como la manipulación y la claudicación de la postura crítica del público receptor, un fenómeno que, a mi juicio, tiene cada vez más profundas raíces en las sociedades contemporáneas.

La serie de los noticiarios inmortalizada por Jesús durante estos años no tiene, probablemente, un antecedente directo en el arte de la Isla y resume la incapacidad de comunicación real que lastra la relación de los diversos poderes del mundo con sus  pueblos.

Pero de las varias series en que este artista se sirvió del video, ninguna fue tan audaz e instrumentalmente compleja como “Vista al frente” (2006). Con la curaduría de Hdez-Güero y Reynier Leyva Novo, “Vista al frente” fue una exposición colectiva pensada  para un espacio público de naturaleza muy particular.

En la entrada del Teatro Nacional de Cuba que mira directamente a la Plaza de la  Revolución fueron exhibidas obras de Hamlet Lavastida, Raychel Carrión, Reynier Leyva Novo, Ana Olema, Santiago Ballesteros, Jesús Hdez-Güero y el grupo Sendero del polen [1].

Debido a la prohibición tácita de mostrar mensajes públicos en las áreas cercanas al  conjunto arquitectónico que forman el Palacio de Gobierno y la Plaza (conceptualmente la plaza cívica del país), los videos se proyectaron sobre el techo de la marquesina de la entrada, lo cual obligó a los espectadores a reacondicionar la dirección de sus miradas. En el catálogo, además, los artistas se apropiaron de la tipografía y estilo del diario oficial Granma, de sus consignas y sus colores. La estética de la publicación estuvo absolutamente integrada al contexto que rodeaba a las obras.

He pensado con frecuencia que “Vista al frente” constituye un antecedente importante  de “El Susurro de Tatlin #6” de Bruguera, convocado para la propia plaza cívica y que no pudo materializarse debido a la censura (2014). Tanto por la contemporaneidad y desafío de la propuesta, que logró exhibirse por casi una hora en ese espacio público y a la vez prohibido, como por la calidad conceptual de las obras en video, “Vista al Frente” es una  exposición realmente icónica, sobre la cual se conoce aún muy poco y sobre la que habrá que volver algún día al repensar la historia del arte cubano reciente.

Jesús ha vivido en varios países y en todos ellos se ha implicado profundamente con la realidad que percibe.

La necesidad de romper con los frecuentes estereotipos y lugares comunes con los que se sentencia a nuestros pueblos, le hizo crear en la Venezuela actual, a la que considera una segunda patria, su serie Las armas no matan (2011-2015), una breve pero bella reflexión acerca de la violencia. En la instalación inicial, el espectador podía caminar por encima de casquillos vacíos y tomar con las manos aquellos pequeños objetos, reminiscencias de apariencia frágil, desechable, alusiones materiales a otros tantos disparos ya hechos. El olor del disparo era perceptible mientras el espectador caminaba por el interior de una bóveda flanqueada por obras bidimensionales que mostraban un profuso catálogo de armas. Ya que los dibujos se realizaron usando pólvora como pigmento. El ambiente acotaba, en muchos sentidos, una travesía a través de la violencia. Se recorría la sala con temor, con reverencia: la presencia de las armas nos impone, nos impide permanecer al  margen, nos obliga a pensar como víctimas o victimarios.

©Hdez-Güero, ‘Las armas no matan’. Instalación. 24 dibujos con pólvora de armamento sobre lienzo / Casquillos de 9mm y cartuchos de escopetas, 2011-2013

Era inevitable, al leer la afirmación con que se introducía esta muestra, hacernos la  pregunta: ¿matan las armas? Para cobrar una vida (y con demasiada frecuencia muchas) un arma debe tener tras ella, de forma ineludible, la mano de un ser humano que apriete el gatillo.

En 2021 el expresidente de una gran potencia mundial, Donald Trump, imprimió y comercializó camisetas con esta afirmación: “Las armas no matan hombres. Alec Baldwin sí”. Entonces y ya que lo dice un estadista que ha tenido que estudiar la guerra: ¿son los hombres y mujeres los que matan?

Una serie del artista que me parece de imprescindible mención es Tener la culpa. La misma ha tenido dos versiones: Venezuela (2014) y Cuba (2021). Se trata de la instalación –a escala real– de un asta doblada de manera que la bandera yace sobre el suelo. La bandera, símbolo de soberanía, ha caído debido a la imposibilidad del asta de sostenerla. Es una obra dolorosa, que solo puede ser asumida desde el análisis, pero que nos resulta muy difícil mirar desde las emociones.

Las recientes polémicas y castigos que viven algunos jóvenes en el presente cubano por el uso inadecuado de la bandera harían, sin embargo, útil un debate sobre la pertinencia del uso de este símbolo. Un artista fue sancionado por abrazarse desnudo a la bandera en una concurrida avenida de La Habana. Una joven activista se enfrenta actualmente a cinco años de privación de libertad por haber publicado en sus redes una imagen suya arropada en su bandera. ¿El motivo? Sus jueces creen observar, suponen, que la mujer lo hace estando desnuda. Pero las muestras de arbitrariedad en el uso de la bandera como símbolo de cubanidad son tan frecuentes y tan grotescas, tan injustificadas, que cuesta trabajo pensar que las autoridades condenen a una joven activista usando tal pretexto.

©Hdez-Güero, ‘Tener la culpa’ (Versión Cuba)». Instalación / Bandera cubana (150 x 90 cm), asta de bandera en hierro negro, cordel (driza) y base de concreto, 2021

Al mirar la imagen de Tener la culpa (versión Cuba) en 2021 pensé –con muchísimo sufrimiento– que la obra nos enfrentaba a una visión tan dura como necesaria, y que traía a debate una cuestión esencial: ¿nos pertenecen los símbolos a todos por igual o solamente mientras decidamos, de manera cómplice, jugar el juego de los poderes? Nuestros héroes y mártires, aquellos que fueron acompañados por la bandera en su muerte, ¿no fueron ante todo ciudadanos incómodos y disidentes?

Recientemente, y en plena era de la democratización digital de los contenidos artísticos, este creador con vasta experiencia en arte y tecnologías, abandona el video y se vuelca en obras artesanas, exquisitamente resueltas, eficaces, polémicas.

Con la serie Notas al vacío (2021-2023), Hdez-Güero retoma el tema de la prensa como contenido indispensable a nivel social.  Intenta, según sus propias palabras, ahondar en “la capacidad del arte de utilizar y reorganizar formas sociales existentes, modelos culturales”. Con ese fin, elige diarios insignias de varios países; como artesano extirpa de ellos los cuadros de textos y, al hacerlo, crea espacios de transparencia, forja nuevas visiones en las que deja constancia de tantas (in)oportunas omisiones, “invisibilidades”. Crea con estos marcos vacíos plantillas en soportes de color y las convierte en fabulosas obras abstractas. Las soluciones artísticas en Notas al vacío nos llaman la atención sobre la irrelevancia de muchos contenidos dentro de los procesos de comunicación actuales. La serie Notas al vacío es uno de los más bellos y necesarios trabajos realizados por este artista.

©Hdez-Güero, ‘The Wall Street Journal’ (April 21, 2023). 14 cartulinas de colores (Canson 185 gr) caladas superpuestas una sobre otras. 55 x 55 cm., 2023

Comienza en esta etapa, además, a ejecutar sus polémicas series Síndrome de Proteus (2015-2023) y Rostros presidenciales (en curso). El artista revisa archivos y obtiene los mejores perfiles de los rostros de personalidades contemporáneas, mujeres y hombres que ejercieron la política, el pensamiento social, la filosofía, la economía, que hicieron la guerra o clamaron por la paz. Todos ellos, de manera global, impactaron nuestro tiempo.

Con paciencia y rigor analógicos imprime estos rostros sobre papel fotográfico y enfrenta imágenes, lucha con ángulos para crear puzles de solo dos piezas, en los cuales compatibiliza un mismo gesto que subyace en dos personajes, muchas veces portavoces de “signo” políticamente opuesto.

Al formar estos híbridos, persigue demostrar la continuidad de uno en el “otro”. Las  facciones de este nuevo ser, mitad este―mitad aquel, son, al mismo tiempo, “perfectamente posibles”[2], totalmente creíbles. En cada nueva imagen que construye,  demuestra la polisemia que subyace tras ciertas actuaciones y poses que supusimos  únicas y que, con frecuencia, asumimos como nuestras.

El retrato construido, más psicológico que físico, actúa como un resorte ante el cual  nuestra sensibilidad y convicciones no logran permanecer indiferentes, ya que el  resultado visual porta, a manera de un imán de polos potentes, toda la carga de  sentimientos –simpatía o desprecio– que nos generaron los protagonistas.

Nos molesta ver a nuestros paradigmas fusionados en esa unidad y lucha de contrarios representacional con aquellos que identificamos alguna vez como enemigos, pero sobre todo, ante este retrato recreado, nos enfrentamos a la sospecha de que respiramos en la trampa de prestidigitadores atrapasueños, que asistimos a una performance convincente puesta en escena una y otra vez a lo largo de los tiempos.

Me atrevo a pensar que, a medida que fue testigo de las complejas realidades latinoamericanas, el artista y pensador Jesús Hdez-Güero quiso provocarnos a  reflexionar sobre las múltiples aristas de una compleja ecuación de la cual todos somos solo tiempo de máquina, simples variables.

¿Matan las armas? ¿Son los hombres y mujeres que aprietan el gatillo los que matan? ¿Matan aquellos que nos ordenan hacerlo en nombre de esos símbolos e ideas sembradas en la mente durante años a través de pantallas noticiosas, diarios y  arengas? En las sociedades contemporáneas hay infinitamente más niños y jóvenes  adiestrándose en matar desde sus pantallas de videojuegos que los que leen poesía.

Posiblemente, Hdez-Güero logró percibir la responsabilidad compartida de construcciones cuasi gemelas inmortalizadas en sus collages fotográficos con respecto a este gran dilema que es la guerra. Con frecuencia ellas, ambas partes de este rostro común, nos animaron con la promesa de un mundo mejor, usaron palabras como libertad, justicia, sacrificio o valor. Cuesta entender que en el nombre de estas promesas nos convertimos siempre en aquellos que deben apretar el gatillo.

La razón fue y será, en todos los casos, la misma: la absoluta incapacidad de los líderes del presente para encontrar soluciones a las apremiantes necesidades de la contemporaneidad, para resolver con nuevas ideas y desde una perspectiva ética y humanista los acuciantes problemas con los que decidieron responsabilizarse, su más obvio cometido y su razón de existir.

Al escoger dos series como Las armas no matan y Síndrome de Proteus –estéticamente tan distantes– para crear el volumen Artillería pesada, la colección FluXus demuestra una extraordinaria intuición editorial y capacidad de comunicación, ya que ambas propuestas ponen el dedo –conceptualmente– en la misma llaga: la necesidad de deconstruir la sicología del poder y su dominio a partir del dominio de la información.

©Portada de ‘Artillería pesada’, Rialta FluXus, 2023

En una de nuestras últimas conversaciones, le pregunté a Jesús si se consideraba un artivista. Para mi sorpresa me contestó que no, que se consideraba un hombre, con una postura cívica, la cual, de forma inevitable se reflejaba en sus obras como artista, ya que el creador se forma dentro del hombre que ya es.

La manipulación mediática que –desde todas direcciones– rige nuestras vidas afecta la manera en que nos percibimos a nosotros mismos como ciudadanos, como naciones; la manera en que discriminamos a amigos y enemigos, en que honramos a nuestros símbolos patrios, en que habitamos a nuestra tierra; la forma en que conceptualizamos los deberes que le debemos a nuestro tiempo.

Para mí, como espectadora, trata también sobre la certeza de que un doctor Jekyll y un Mr. Hyde coexisten –en su versión más terrible, más temida– en nuestros paradigmas  ideológicos. En estas obras de Hdez-Güero no hay buenos ni malos, sólo rostros que  miran desde una distancia segura a una humanidad que aún no aprende a vivir sin echar mano a la violencia, a un presente maltrecho y contradictorio escondido tras los discursos y los gestos. Una certeza ante la cual, ¿quizá ya lo he dicho antes?, nuestra sensibilidad y nuestras convicciones no logran (ni deben) permanecer indiferentes.


[1] El proyecto Sendero del polen fue creado como comunidad creativa abierta por Reynier Leyva Novo, Aryam Rodríguez y Nadia Díaz.

[2] Frase tomada de “Esa puerta de cristal”, la entrevista entre Hilda Landrove y Hdez-Güero en Jesús Hdez-Güero, Artillería pesada. Querétaro: Rialta / Colección FluXus, 2023.