François Vallée: Interviú a Ramón Williams / Nací exiliado

Artes visuales | 5 de noviembre de 2023
©Ramón Williams, ‘Dos puertas ciegas’, de la serie Race Crop Off.


¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual?

Parecido al papel del papel en la actualidad, acaso el de conservar su perfume de árbol. Toda una subversión, dada la sobreabundancia de plástico y circuitos integrados. El papel de retoñar, como puede hacerlo tal vez un árbol talado con fines de biblioteca.

Estirarse desde lo individual hacia una escala más alta, sin quemarse con los rayos fulgurantes del colectivismo idólatra. Conectarse al cuestionamiento del nuevo juego geopolítico y las ideologías a su servicio, que sin escrúpulos adulan, o sin piedad anulan, siempre a conveniencia de titiriteros mayores.

El papel de reinventarse como forma de conocimiento, de echarse al viento nuevamente, bien clara toda experiencia de vuelos, velos y desvelos acumulados. Al viento donde ya ha quedado escrito que lo único permanente es el cambio, que la energía no desaparece, solo se transforma, y que el arte puede ser valioso portador y catalizador de energías liberadoras del ser, desde la dimensión ontológica hasta la política.

Nada difícil para el arte (y sus artistas) regenerarse a sí mismo, si la práctica artística fuera puntualmente obediente a la teoría, que no lo es.

Como la complicación era poca, llegó la AI, sobre alfombra roja niquelada. Cohetes y aspirinas artísticos tienen a su alcance un dispositivo, todavía en versión Beta, que sirve y desafía a la imaginación como nunca antes. Si se trata de una promesa de apertura hacia un nuevo paradigma artístico, o de una amenaza de memificación del arte y momificación de los artistas, creo que muy pronto lo sabremos. De momento, la pantalla está servida. Ahí ya hay AI para todos.

Si errar es de humanos, y abundante humanidad puede encontrarse en el arte, queda claro que la AI aplicada al arte ha de aprender a equivocarse, pero entonces erraría de manera perfecta y quedaría en evidencia, quizá para bien de otro arte y otros artistas posibles.

¿Qué consejos le darías a un joven artista?

Recalibrar antes de los 27 la importancia del Club de los 27, porque, a decir verdad, en una escala cósmica todos, absolutamente todos, morimos jóvenes. De modo que la precocidad suicida resulta irrelevante, cuando se compara con la esperanza de vida de las más opacas estrellas. Distinguir la moda de lo que no pasa y apuntarse sólo a bombardeos que respondan a la bomba en el pecho, porque no nos está dada otra inmortalidad que la de parecernos a nosotros mismos en nuestra versión mejor.

A la misma vez, absorber y envenenar el canon heredado en los pupitres. Abandonar y volver sobre las tradiciones en un mismo accionar sobre la realidad del arte y la realidad del mundo que lo acompaña con condiciones. Juventud, traicionar y morir por lo traicionado en el mismo disparo, jugárselo todo sin creer en nada que no muera por esa juventud.

Lavarse bien los dientes en toda circunstancia, para morder el cable de los rechazos con la mejor sonrisa. Entender la diferencia entre el hobby, el business y la pasión. Entre la carrera por el “yo” y lo que vale la pena pasar a los otros, mientras se disuelve el susodicho “yo”.

Escuchar a locos de atar al azar, sin hacerles documentales necesariamente. Repasar los frutos secretos del talento personal, antes que los números rojos en la cuenta de banco. Mirar una y otra vez los Vanitaes de todos los maestros que duermen en los museos y los anaqueles.

Ah, joven poeta, si se tratara de esa Cuba que duerme con hambre múltiple y deshojados sueños, mientras respondo estas preguntas, pudieras intentar salir a las calles junto a los no tan poetas, a por lo que os toca. Alzad la frente y la voz fuera del arte oficialista, antes que se os endurezca la glándula pineal, seáis tragados por cláusula penal de la municipal zona de confort infernal, u os larguéis como tantos otros y yo, a por nuevas inconformidades y horizontes menos verticales.

Una astucia de orden sacrificial, un artilugio visceral que se lee en El joven y el mal, de Araña Anónima: “Con bola de esta hambre tejeré mis sueños sobre las aguas y sobre ellos andaré hasta la próxima orilla”.

Y, por supuesto, no hacerle demasiado caso a ningún artista mayor de siete años.

¿Cuándo y por qué decidiste exiliarte?

Nací exiliado; uno que tardó más de un cuarto de siglo en el trámite, entre la guerra fría y el calor de la exogenética.

La certeza de partir me llegó en un sueño, un par de años antes. Experimenté el vértigo del despegue en un Boeing sobre La Habana, e inmediatamente ya avistaba un sol naranja duplicándose sobre las aguas de lo que hoy reconozco como los Everglades.

A los pocos días de tal sueño, supe sobre la intención de reclamarme que tenía mi padre. Fue como un tirón de epifanía proveniente de mi negro viejo que tanto me había hablado del distante hielo. Tampoco se descarte la facilidad de convencimiento de la escasez y el asfixiante entorno derivado del distópico gobierno aquel. Ah, por si no les queda claro: ¡Viva la Revolución… de Copérnico!

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