Carmen Gómez Moreno: Interviú a Martha Luisa Hernández Cadenas / Las impuras son las que pueden generar ‘status quo’

Autores | Premios Kafka | 9 de noviembre de 2023
©El Mercurio

Martha Luisa Hernández Cadenas, también conocida como Martica Minipunto, es una destacada dramaturga, escritora y performer de Guantánamo, nacida en 1991. Ganadora del Premio Franz Kafka de novela por La puta y el hurón (publicada en La República Checa por Éditions Fra, 2020). En 2017, recibió el Premio David de Poesía por su cuaderno Días de Hormigas. Su performance llamada No soy unicornio fue galardonada con el ZKB ACKNOWLEDGEMENT PRIZE en el festival Zürcher Theater Spektakel en 2022. Es colaboradora habitual en Hypermedia Magazine y Rialta, dos revistas independientes cubanas. Además, ha disfrutado de residencias artísticas en Can Serrat y La Caldera en España.

En la narrativa de La puta y el hurón, Mary, una joven artista en La Habana, se debate constantemente para no caer en el papel de «hurón». Aunque en el círculo de amigos de Mary no existen miembros de esta élite, todos sienten la influencia y la presión constante que ejercen. La novela es como una performance furiosa que, al estirar de una esquina de la manta, se descubre las capas ocultas de un sistema opresivo y patriarcal que subyace en Cuba.

La narrativa tomada como cuerpo forma un archipiélago

El cuerpo en esta narrativa desempeña un papel esencial en la exploración de estas dinámicas opresivas. El cuerpo de Mary y la propia Mary luchan para no ser absortos por el rol impuesto por la sociedad reflejan la resistencia individual ante la presión social. Su cuerpo se convierte en un campo de batalla donde se libra una lucha constante por la autonomía y la identidad. Si el cuerpo de Mary es una isla, la violencia estructural es el mar que rodea la tierra.

¿Por qué escribiste este libro?

La puta y el hurón fue el primer deseo de escribir una novela. No estaba muy claro al inicio. Sabía que había una pulsión de unos personajes que tenían que ver con algo más autobiográfico, pero luego me dejé llevar al tomar el cuerpo de lo que le sucedía al personaje de Mary. Pero exactamente la escribí porque tenía rabia, miedo… y puse un estado de ese momento de mi vida, que era un estado de incertidumbre. 

¿Y por qué esa incertidumbre? ¿De dónde venían esos sentimientos?

Cuba es un país sumamente machista, y ese machismo y patriarcado se manifiesta en muchas escalas. Entonces, existía ese poder macro que uno no puede ver, este heteropatriarcado, pero a la vez existía esa situación de crisis (que ya no es como está ahora), ese sistema político, y yo lo veía desde el espacio del arte. Por la censura, por un cuerpo que no puede ser totalmente libre, por un cuerpo que está forzado a encontrar un modo de supervivencia, pero no es lo que realmente quiere… entonces de ahí, de esas zonas venía ese estado tan frágil, creo.

¿Cual dirías que es el tema principal del libro?

Me da un poco de miedo o pudor reducir a un tema exactamente, pero es un libro que rehúye de ser solo una cosa. Tal vez es algo que está muy pegado a la historia, pero me gustaría que el tema principal sea ese cuerpo (por eso es una novela performativa, o algo así). No creo que esté totalmente logrado a nivel de escritura, pero sí me gustaría que fuese más sensorial, de un estado de pensamiento caótico, y por eso se toma esos movimientos temporales hacia el futuro.

¿Dirías que la propia narración es un cuerpo?

Yo lo siento así. De hecho, (esto es algo que una amiga que estaba haciendo una tesis me dijo) hay un momento en el que se dice: “Hay un cuerpo como archipiélago”. De manera inconsciente pensé que me interesaba porque yo hago performance, hago poesía, teatro… No solo está relacionado con Cuba, que son muchas islas, sino que tiene que ver con esta hibridez de lugares y espacio.

Hombre hurón, mujer hurón, personas hurón

Teniendo en cuenta el título, ¿qué es un “hurón”?

Yo leí que el apareamiento del hurón macho es super violento, casi una violación. En algún momento, en el proceso de escritura, llegué a pensar que la “huronificación” era algo que explicaba una abstracción. El hurón, en la novela es un personaje que usa su poder y su influencia para drogar y tener sexo con Mary, pero a la vez es el sistema cubano. El hurón es una idea, y también es una especie de virus que no puedes ver, pero está ahí, en todas partes, en el hogar, en el trabajo, en la calle.

“El tercer mundo produce este tipo de hombre, el hombre hurón”. ¿Podrías profundizar sobre esto? ¿Por qué en tercer mundo?

Creo que hay una intención de mirar esta realidad fuera de los centros. Me parece que Cuba, por la pobreza, el bloqueo, por la decisión (entre comillas) de que sea un Estado socialista, hace también como siempre mantener un estudio binario: o eres disidente o eres revolucionario. Hay una parte en la novela que es como el colonizador, y es mi propia trampa decir eso, pero es parte de la sensación de que vivir en un lugar donde no hay libertad, va a producir un cuadro mental que es convertirse en una bestia, en una malformación.

¿Puede haber mujeres hurones?

Yo siento que la madre de Mary pone sobre el personaje una violencia intrafamiliar que muchas veces no se cuenta. No es el arquetipo del hurón, pero permitir que su hija se sacrifique por causa económica, sí que está poniendo en juego la herramienta del amo. Entonces sí, monstruos hay. ¡Pero ahí cometí un error, pensando en la otra pregunta! Hurones puedes encontrar en todo el mundo, de hecho.

Idea, retrato, dictador. Fidel

¿Cómo ha influido la dictadura de Fidel Castro en tu libro, en la vida de los cubanos?

Lo que más me interesa al hablar de ese lugar, o hablar de algo que para alguien puede ser “de panfleto”, es que siempre hay una narrativa. Nunca hay una posibilidad de romper esa narrativa oficial desde la que se ve Cuba desde afuera. Para mí Fidel es un dictador, un personaje histórico que tiene un montón de zonas muy complejas, pero me interesa lo micropolítico, lo que queda fuera. Hay acontecimientos que se pueden ver de una manera muy rimbombante, pero cuando uno va al individuo, a lo personal, descubre fragilidades que pasan desapercibidas. Me interesa que en medio de un suceso que desde fuera fuese como un cambio para los cubanos, que desde dentro no pase nada.

Uno de los pensamientos de Mary es: “Fidel es una idea, o un retrato, aún no lo tengo claro”. ¿Qué quieres decir con esto?

Ahí está toda esa relación que se le puede tener a las estatuas, a las figuras. Son todos estos hombres que supuestamente son magnánimos y que son intocables, son como epítetos. Puedes ponerle los epítetos que tú quieras, pero no saben. Esa apatía y ese rechazo a lo que puede simbolizar un hombre del siglo XIX a luz de su vida cotidiana es nada. Me interesaba ver qué relevancia podía tener.

¿Se les glorifica mucho a las figuras masculinas?

La prensa, la crítica y el periodismo, sobre todo. Siempre hay una urgencia y misticismo que deben rodear a determinados líderes. Sin esa mística no tendrían una cualidad que les conviertan en figuras de interés. Esos epítetos o esas maneras de mirar quienes son se confunden y terminan siendo unos artistas pop. Los influencers existen desde hace demasiado tiempo. Es también como leer una biografía, una manera muy superficial de conocer a alguien.

¿Crees que existe una forma de violencia arraigada en las estructuras sociales y culturales que contribuye al machismo y la homofobia?

Sí, totalmente. No es una cosa exclusiva de Cuba, además. Es algo sumamente notable. No solo desde lo legislativo. A mí me obsesiona eso que hace decidir quién es el otro, quién decide que alguien tiene más derecho que el otro, para mí es algo brutal, muy violento. Esa indefensión que tiene alguien, “el extraño, el extranjero”, para la mirada del poder, por supuesto que siempre será sometido a una violencia. “Debes cumplir con esa norma, esta identidad, o esta forma para tener derechos”.

¿Está mal visto el patriotismo en Cuba?

Yo creo que hay un agotamiento de esta repetición ideológica. Hay una revolución que existe solamente como propaganda. Hay una gran distancia entre eso que se ve en la televisión oficial (vamos a decir, del gobierno) y la realidad. Para mi generación, la idea de patria es algo totalmente vacío. Se ha exprimido, se ha hecho una fuerza. Hay un intento de sacarle tanto que, ahora mismo, no tiene mucho sentido. También, por otra parte, para mí todos estos discursos nacionalistas son un poco complicados. No sé, creo que la patria puede ser tus amigos, tu pareja, un lugar en el que tenés libertad para ser quien eres. Cuando ya entra en juego un falso amor que no tiene que ver con una identidad, que es algo menos tangible, es como un panfleto, no tiene sentido hablar desde ahí.

La desobediencia es un motor

Hablemos de la relación que tiene Mary con su madre. ¿Hay mucho rechazo generacional por parte de los padres a hijos artistas?

Sí. Yo creo que esto existe desde hace tiempo. Estudiar arte es un privilegio, pero la familia teme. En casi cualquier contexto, la decisión de ser artista es una decisión de precariedad. Mis amigos artistas viven de otras cosas, no del arte. Sí hay un rechazo porque hay esta tendencia a creer que no hay productividad, que son vagos… hay todo un falso imaginario del espacio como el arte de supervivencia.

La relación que Mary tiene con su madre es clave con la novela. ¿Esta violencia es porque ella es hurón, o por otros temas alejados?

Una de las relaciones más complejas son las relaciones con la madre o el padre. Se supone que hay un vínculo demasiado atravesado por el afecto, pero a la vez por el poder, y por la responsabilidad. Yo creo que cuando se vive en un estado, vamos a decir, de extrema fragilidad, estos vínculos no pueden romantizarse porque están dañados. Yo tengo la suerte de tener una familia que me ama y me escucha, aunque esto siempre con su ligera inconformidad, porque siento que no hablo la lengua de mis padres, es imposible que hable la lengua de otra generación, que repita algo que he visto que no funciona del mismo modo. Siento que, al padre, a la madre, a lo que significa el poder anterior, y que ellos de algún modo ven como una amenaza este ímpetu y este poder juvenil, deben reconocer que estamos haciendo lo mismo que ellos en determinados contexto. Del mismo modo, una sociedad que se estanca o que solamente se queda como enganchada a una memoria y a un pasado histórico, para mí es interesante que en esa ficción nunca hay futuro. Los padres quieren que heredemos eso en lo que ellos creyeron, pero son incapaces de reconocer que los que construyen el futuro son sus hijos. Entonces siempre va a haber una tensión. En la novela es una relación bastante violenta a muchos niveles: hay un falso cinismo en la relación madre-hija, que no es lo mismo que con su hermana. Todo esto me lleva a pensar que esto es porque Mary es artista, porque es desobediente. A la maternidad le toca la desobediencia.

¿Crees que esa desobediencia debe ser necesariamente mala?
Para mí la desobediencia es la única manera de hablar. Las locas, las malas, las impuras, son las que pueden generar status quo. Me encanta ese estado desobediente, sobre todo más procesual. No vives igual que ellos, no piensas en una familia convencional, donde no entra un imaginario más queer y comunitario… han cambiado mucho los vínculos y los afectos. Uno no quiere vivir, o no le gusta, o no se siente cómodo con esas maneras de convivencia y estructura familiar.

¿Por qué crees que existe este miedo a parecerse a una madre?

Es la manera de rebelarse contra lo que significa para ellos, por ejemplo, la vida. Es su manera de decir “Esto no soy yo”.

Morir, olvidar, vivir, y vivir

“Lo primero que se olvida es la voz”. ¿Realmente pasa esto? ¿Cuando alguien muere es lo primero que se va para otros?

Hay una teórica que dice que “lo esencial de la voz es que hay un otro, que alguien escuche”. Es un poco triste pensar así. Yo lo primero que recuerdo de alguien o de un lugar es un olor, por lo menos me pasa a mí. Pero creo que esto de la voz, de repente desaparece, todo lo que escuchaste de ese cuerpo. El olvido tiene que ver que de algún modo no puedes recuperar eso, pero hablo de la voz de una manera más corpórea. Se incluye el titubear, el tomar agua, balbuceos, respiración… cosas que ya no están.

“La muerte de mi abuelo es la única muerte”. ¿Cuánto afecta la primera muerte en alguien?

Tengo una relación ahora algo trágica con la muerte. Recientemente falleció un primo mío muy joven por culpa de un accidente, y este duelo es difícil de llevar. No lo digo por mí, lo digo por su madre, por la familia, y por lo que se rompe. Mi relación con la muerte… no tengo esa capacidad para entender que es un proceso y que está vinculada con la vida. Quisiera aprender un poco a entender cómo este dolor puede estar en lo que uno hace creativamente. Es difícil para mí, cuando escribo, no caer en lo sombrío. Yo escribo desde un espacio emocional muchas veces, y obviamente por eso no hay una frialdad y una distancia de lo que se ha experimentado, pero creo que mis muertos, mis ancestros, están conmigo. Hay algo ahí, de esa fuerza, que está. Mi abuelo murió, y de algún modo siempre he sentido su protección, cuando me siento sola o perdida. Hay cierto consuelo en pensar que no han desaparecido del todo porque están contigo. Hay que pensar la muerte como un estado de compañía, de cuidado, como que están como un amuleto.

¿Crees que la sociedad no está preparada para el sentimentalismo?

Creo que es una sociedad basada en el egoísmo. Hace poco aquí en España vi una tarjeta que ponía “coach de bienestar”. Hay una manera de lucrar con el bienestar, con el cuidado, con la salud mental. De repente la depresión solo se entiende de un modo. El duelo solo se entiende de un modo. Lo tortuoso es que nada tiene que ser necesariamente lineal. Puedes estar de duelo en una fiesta, sentir rabia, romper cosas, como que veo que ha quedado casi todo de nuestra vida inconsciente en un espacio de consumo, y eso me da mucho miedo, sobre todo por las adolescencias. Uno está en un espacio en lo que no sabe lo que ocurre y es como que uno está muy vulnerable, y las respuestas son sofocantes y no ayudan. Hay como una banalidad del dolor que es muy triste, y hay una incapacidad para sentir empatía que es sumamente violenta. Está esta frase de “pon de tu parte”. Me quedé muy conectada con esa idea de “¿Te sientes mal? ¡Tienes que poner de tu parte!” ¿Qué parte? ¿Qué órgano tengo que poner? ¿Qué extremidad? ¡Qué parte! No hay una educación contra el dolor, la gente hace lo que puede con las herramientas que tiene, pero… a duras penas.

El arte como vehículo en Cuba

¿Es duro ser artista en Cuba?

Todos los contextos tienen sus personalidades. En Cuba, cuando hay represión, ser artista es muy duro. Desde mi experiencia, tengo el privilegio de estudiar en una universidad de arte y trabajar en compañías de teatro que admiro, pero es difícil si tú mismo te autocensuras, si no eres capaz de defender una idea hasta sus últimas consecuencias… También dejo mucho de hacer. No solo porque tenga miedo, sino porque hay espacios e instituciones que no quiero estar, por eso solo colaboro con instituciones en los que sí que me reconozco, que tienen que ver conmigo, mis preguntas, mis necesidades.

¿Cómo se vive el arte en Cuba?

En Cuba hay una producción artística y una cultura del servicio muy ligada al arte. Hay una carencia económica, pero existe eso. Hay mucha gente talentosa, pero ahora de repente muchos han migrado y se siente la sensación de que los que se quedan en Cuba son las personas que menos interesan. Pero goza de una salud que tiene que ver con ese talento indudable de las personas, pero a la vez está totalmente desmembrado. Al final, lo importante del arte es hacer comunidad, y hay muchos círculos que, por ideología, a mí no me interesa juntarme con ellos. Importan cosas que no tienen que ver con el arte.

Has mencionado que “Cuando hay represión ser artista es muy duro”.

Cuando sabes que hay censura, o ciertos temas que son imposibles, la gente le da una vuelta al lenguaje y abordan temas en género, por ejemplo, fantástico, para abordar temas muy políticos, y el censor no se entera. Hay un ir más a fondo que es incapaz de leer. Entienden lo que está dicho, pero lo que es capaz de excederse, no puede. Ya no importa si la obra es política o no, en una película que no confronta el poder de manera directa y clara puede ser censurada si el artista, en lo personal, tiene una postura que es, claramente, de denuncia. Se ve este racero censor que puede venir de cualquier lugar.

Dentro del cuerpo de Mary

¿Cómo te informaste sobre la prostitución para crear a Mary?

Hay un arquetipo de la jinetera cubana del que no puedo hablar. Sería una mirada totalmente ajena, pero esta prostitución que vive Mary, que no es tradicional o la que uno ve en las películas que abordan Cuba, sino que es una prostitución más forzada, es distinto. Pensé en todas las veces que uno ha tenido experiencias con hurones sin saberlo, que ha intercambiado una transacción con ellos sin saberlo. Ella vive la prostitución desde un lugar extraño, que no es tradicional, ni placentero.

¿Crees que existe un tipo de defensa ante este tipo de prostitución?

Lo que pasa es que muchas veces hay personas que no tienen elección, y ahí es cuando es difícil juzgar. Este oficio merece sus leyes, cuidado y regulación como comunidad (no es el caso de Cuba), pero aquí el mecanismo de defensa sería tener capacidad de sobrevivir. Y una vez que se tenga esto, que sea una elección. En el caso de Mary, es porque tiene que hacerlo, no porque le guste. 

¿La prostitución es distinto en países primer mundistas que en tercer mundistas?

De hecho, yo estuve en un festival en Suiza, y me parecía una sociedad perfecta, pulcra, blanca. Una noche pasé por la calle de la prostitución (no recuerdo el nombre), y me pareció muy destacable este cinismo, este doble racero. Una sociedad primer mundista perfecta que se lava las manos con estas mujeres migrantes que están en una desprotección total, que pueden ser incluso encarceladas. En toda sociedad hay esta doble condición de denegar y acompañar a quienes sobreviven así.

¿Tienes algún nuevo proyecto en mente?

Terminé hace poco… bueno, no sé si debo hablar de esto, porque a lo mejor da mala suerte (risas). Estaba escribiendo varios proyectos. Estoy ahora en Barcelona escribiendo sobre la lengua haciendo una performance, trabajo con el lenguaje, el cuerpo, y el hecho de hallar una lengua propia: No hablar de la lengua de la izquierda o la derecha, sino la propia. También terminé un manuscrito que tiene que ver un espacio común, en el que hemos experimentado muchas cosas, y son todas muchas historias relacionadas con ese espacio. Es un lugar (no voy a decir qué lugar), en el que pasamos poco tiempo, pero son momentos en los que pasamos tiempos de vulnerabilidad, fragilidad, de sexo, o algo efímero.

Esta novela se presenta como un espacio enriquecedor para la exploración de las emociones y experiencias humanas, especialmente en el contexto cubano. Uno de los aspectos más notables de su trabajo es su énfasis en el cuerpo como un elemento central de identidad y resistencia. A través de su escritura, Hernández desafía las normas y expectativas sociales, destacando la importancia de la corporalidad como una expresión de autonomía y una herramienta para confrontar las estructuras de poder. Este enfoque profundamente humano y su compromiso con cuestiones universales hacen que su obra sea relevante y conmovedora, capaz de conectar con lectores de diversas culturas y contextos.

Publicación fuente ‘El Generacional’. Se reproduce con permiso de la autora del libro.