Darío Alejandro Alemán: Good bye, Gil. ¿Welcome, Alonso?: Movimiento de cuadros

DD.HH. | 5 de febrero de 2024
©Cubadebate

En diciembre de 2023, el gobierno cubano reconoció, al fin, aquello que en el país todos sabían desde hace tres años: la Tarea Ordenamiento fracasó. Para explicar semejante fiasco, plantaron frente a la Asamblea Nacional de Poder Popular (ANPP) y las cámaras de televisión nacional al viceprimer ministro y ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil Fernández. Quien fuera el principal vocero de aquel bochornoso plan supuestamente destinado a levantar la economía nacional, debió enfrentarse a la penosa situación de justificar sus propios errores. Aunque, en rigor, cabe muy bien la posibilidad de que solo una pequeña parte de estos fueran de su autoría.

Gil anunció que 2023 terminaba con una contracción de entre uno y dos por ciento de la economía nacional, que las exportaciones a duras penas sobrepasaron los nueve mil millones de dólares, que la llegada de turistas quedó muy por debajo de lo esperado y que la inflación se disparó muy por encima de los cálculos, un 30 por ciento más que el año anterior. Sin tantos detalles y cifras, cualquiera en Cuba, desde el vendedor ambulante hasta la ama de casa o el borrachín de esquina, podía haberse subido a aquella tribuna a decir más o menos lo mismo. Lo que se vendió como un ejercicio de sinceridad, y de rectificación de errores, no fue más que una sarta de perogrulladas. 

Pocas semanas después de reconocer el fracaso de la Tarea Ordenamiento, el gobierno anunció un «paquetazo» de medidas pensado como remedio contra los efectos de sus políticas anteriores. El nuevo plan incluía el alza de la gasolina en un 400 por ciento, el corte de subsidios y el incremento de las tarifas del transporte y de servicios básicos como la electricidad, el agua y el gas licuado. El anuncio no solo provocó descontento en la población, sino que disparó de manera inmediata los precios de productos y servicios de toda índole. A casi seis años de su nombramiento, Alejandro Gil se esforzaba en dirigir una economía mucho más devastada que entonces.

El 27 de enero de 2024, frente a la escalinata de la Universidad de La Habana, poco antes de que empezara la Marcha de las Antorchas, Fabiola López, periodista de TeleSur, le preguntó a Gil cómo era posible que hubiese tantas personas mientras Cuba vive estos «momentos difíciles». El ministro, muy seguro de sí, contestó: «Lo que estamos haciendo es precisamente por el bien del pueblo. El pueblo, en sentido general, la gran mayoría, apoya y comprende que lo que estamos haciendo es necesario hacerlo. […] Tenemos que resolver insuficiencias internas; tenemos muchas reservas todavía que explotar. Pero, evidentemente, con la unidad, con la comprensión, con todo el apoyo de nuestra población, con toda la fuerza moral que tiene la Revolución, no hay duda ninguna de que vamos a salir adelante. Y además el pueblo así lo comprende…».

Cuatro días después las autoridades gubernamentales aplicaron el freno de mano a las medidas; no para desistir de ellas, sino para postergarlas hasta nuevo aviso. Cuarenta y ocho más tarde, se informó en televisión nacional sobre un «movimiento de cuadros» efectuado por el presidente Miguel Díaz-Canel —previa aprobación del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba— que incluía a varios ministros. Ninguna de las destituciones despierta tanto interés como la de Gil.

Así lo llamaron, «movimiento de cuadros», una frase que a alguien no muy familiarizado con la jerga burocrática recordaría más bien los trabajos en una galería de arte. A Gil, en efecto, lo movieron: quién sabe a qué otro salón en el museo del poder cubano; quién sabe si lo enviaron, definitivamente, al sótano con una sábana encima. En su lugar han colgado a Joaquín Alonso Vázquez, un desconocido para la mayoría de los cubanos, tal como el defenestrado ministro seis años antes. El objetivo, más que solucionar un problema, es dar la idea de que existe otro chance de hacerlo. Pero no lo hay. El movimiento de cuadros en Cuba es puramente estético, e inútil, tanto como cambiar dibujos de Kcho por óleos de Nelson Domínguez en la fachada de un multifamiliar en peligro de derrumbe en La Habana Vieja.

Joaquín Alonso Vázquez, de 60 años, fungía hasta ayer como ministro presidente del Banco Central de Cuba (BCC), cargo que ocupó desde mediados de febrero de 2023. Según la pequeña semblanza divulgada en televisión nacional, es licenciado en Finanzas y Créditos, y máster en Dirección y Perfeccionamiento Empresarial.

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