Ernesto Hernández Busto: Tres nuevas cartas inéditas de José Lezama Lima a su hermana Eloísa
En espera de que alguna editorial decida hacer una edición integral de la correspondencia familiar de José Lezama Lima, y de paso aproveche para corregir las erratas y errores de las existentes, transcribo aquí tres nuevas cartas del escritor a su hermana Eloísa Lezama Lima, desconocidas hasta el momento, cuyos originales se encuentran en la Biblioteca de la Universidad de Miami.
Deben sumarse a las otras tres, que ya transcribí y comenté en RIALTA en agosto del 2023. Son, al menos, curiosas, y muestran la tremenda disposición de Lezama para el cotilleo, que los cubanos llamamos «chisme», incluso en medio de las peores circunstancias (recordemos que en abril de 1971, tras el Caso Padilla, el escritor cayó definitivamente en desgracia). Aparecen, además, otros tópicos de esa correspondencia: su necesidad de mantener una comunicación frecuente con sus hermanas exiliadas, la fidelidad a los recuerdos familiares, los viajes frustrados y la tristeza por la familia desgajada.
Se nos revela, también, un Lezama en el rol de guardián de la honra familiar, tema recurrente en las relaciones con sus hermanas. Lo mismo le reprocha un matrimonio senil a su tía Alicia Lima, que cuestiona a otra joven parienta por llevar a un amigo desconocido a visitar a Eloísa. Varios comentarios de Lezama, en estas y otras cartas, lo revelan como un estricto moralista de cara al resto de la familia. Los años lo fueron volviendo más tradicionalista, si es que este término tiene sentido para un católico convencido.
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La Habana, mayo 1971
(La carta lleva un sello que reproduce un cuadro de Arístides Fernández)
Queridísima Eloy: ¡Qué silencio! Los días pasan y no recibo carta de uds. En dos cartas anteriores te hablaba de la carencia radical de correspondencia. Las cartas generalmente se demoran de un mes a dos y por eso es conveniente escribir las cartas con más frecuencia.
Las cartas de uds. son un gran aliciente para mí, cuando las recibo tengo una gran alegría, pues pienso que están alegres y saludables.
Por las cartas anteriores ya te he dicho los días que pasamos con gripe, M.[aría] L.[uisa] y Baldomera, yo con mucha asma y catarro fuerte. Al fin, te lo decía en esas cartas, tuvimos que llevar a Baldomera al Asilo Santovenia. Ella misma lo pidió, tiene 88 años y su arterioesclerosis avanzada. Allí está con Queta[1], que la cuida. Quién iba a decir que iban a coincidir Baldomera y Queta al paso de los años y en ese sitio. Allí está también una señora que era amiga de Mamá y de Panchita Suárez Murias. Creo que se llama María Teresa Febles o Lefebre.
Su historia es la siguiente, que por otra parte es muy repetida. Esa señora vivía con una hija única, la cual al llegar a la edad correspondiente se casó. Años más tarde murió la hija y se quedó sola en la casa con el viudo. Al paso de los años, volvió a casarse el viudo. Y ahí empezaron las desavenencias familiares. El viudo en combinación con la nueva esposa, fueron desalojando a la pobre señora, humillándola, hasta que agotada su paciencia, después de innumerables vajaciones, no le quedó más remedio que encaminar sus pasos al «Asilo Santovenia». Queta conversa mucho con ella y reviven los paseos de carnaval, las visitas, el estilo de aquellos primeros años de la república que tantas veces le oímos contar a nuestra madre.
Paradiso en francés parece que ha tenido éxito. En menos de un mes se ha vendido la primera edición.
Saludos a Orlando y Orlandito. ¿Qué lee Orlandito? Cariños mil,
José Lezama Lima
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La Habana, 24 Oct 1973
Eloy, la más querida: Me alegra que estés preparando tu viaje a Europa, como tú dices que estás cansada de dar clase, en ese viaje te remozarás, y ya en la nueva sangre, volverás a ser la maestra natural que tú eres.
Lo que me dices de la visita de A. con su «amiguito», a tu casa, es algo inaudito. Creo que es una falta de respeto a tu persona y a tu profesión de maestra. No debes permitir esos descaros, además de que constituye un mal ejemplo para tu hijo. Ya esas dos muchachas, su educación, habían preocupado muchísimo a Rosita. Recuerdo en una de sus últimas cartas, en las que me decía su discrepancia con las cosas que veía en esas muchachas, y que ella las aconsejaban, le decían «old fashion». La pobrecita me decía «después me quedo temblando». Tú no debes permitir esos descaros, pues el [«]dejar hacer, dejar pasar» da pésimos resultados. Si te muestras tolerante en esos casos, te harás acreedora a la crítica de tu esposo y de tu hijo. No se me diga que es falta de comprensión generacional, pues hay en el fondo de todos nosotros un sentido innato para lo que es bueno y para lo que no lo es.
Tu benevolencia, tu cariño de siempre por el sobrino, quizá te impida la debida actitud en tales casos. Yo me he quedado muy sorprendido, pues nunca he visto un caso tan increíble, que una parienta lejana, quiera visitar a su parienta «con un amiguito». Pobre Rosita, [¡]cómo tiene que haber sufrido!
Me entristeció lo que me dices de la enfermedad de Corito[?] y de M. Vázquez. Con el paso de los años la muerte nos rodea por todas partes y nos mira con un ojo polifémico.
Que Dios te ilumine y te dé fuerzas en tus decisiones.
Cariños muchísimos,
JLL
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La Habana
4 de marzo y 1974
Queridísima Eloy: La última vez que hablamos por teléfono, te encontré muy tristona. Hay que tener paciencia, quizá dentro de algunos meses me hagan alguna nueva invitación y entonces tengamos más suerte.
Se oía muy mal, las interrupciones eran constantes. Por otra parte, tu voz me sonaba un poco catarrosa, como de alguien convalesciente [sic]. No pierdas la esperanza de podernos ver algún día, aunque sea por unos meses.
Recibí una separata del ensayo publicado en la revista de la universidad de Río Piedras. Glosa un verso de mi Rapsodia para el mulo: «aspa volteando incesante oscuro». Su autor es Eduardo Forastieri Braschi.[2] Si tú lo conoces y lo ves, les das las gracias. En relación con mi mulo, saca a colación los asnillos de Francis Jammes.[3] [¡]Figúrate! De todas maneras hay que agradecer esos trabajos de seminario.
Recibí una carta de un tal Efraín Barradas, del cual tú me habías hablado.[4] Se interesa por Orígenes y dice que va a hacer un índice bibliográfico de esa revista. Al mismo tiempo que se interesa por mis cartas enviadas al poeta J. R. Jiménez. Con respecto a este último extremo, le dije que ya te autoricé a tí.
En carta anterior te decía que nuestra tía Alicia Lima, de 80 años, se había casado con un vejete de 86. Supongo que ya tendrás noticia de tan ameno espectáculo.
Hace tiempo que no me envías fotos tuyas y de Orlandito, pues tengo ganas de visualizarlos de nuevo. Verles la estatura, los ojos, los labios.
Afectos muchos para Orlando y Orlandito.
Y tú, recibe mi mejor cariño.
J. Lezama Lima
Facsimilares de las cartas de Lezama Lima
[1] Enriqueta (Queta) Luisa Meoqui y Lezama, prima de Lezama pues estaba casada con un primo segundo suyo, Néstor Rodda y León. A comienzos de la Revolución, Meoqui estuvo vinculada a una red de activistas anticastristas coordinada por Polita Grau. Por ello, cumplió prisión, aunque ya en 1965 estaba libre, y pudo ayudar a la madre de Lezama en sus últimos días. En otras cartas a su hermana, Lezama menciona este hecho con un profundo agradecimiento. Poco después de esta carta, dejó el asilo Santovenia y emigró a los Estados Unidos.
[2] Se refiere a Eduardo Forastieri Braschi: «Nota al ‘aspa volteando incesante oscuro.'» Río Piedras (University of Puerto Rico), no. 2 (March 1973): 137-41.
[3] Alusión al poema de Jammes «Prière pour aller au Paradis avec les ânes» (Oración para ir al cielo con los burros).
[4] Véase la carta de Efraín Barradas a JLL, con fecha 14 de octubre de 1973, recogida en El espacio gnóstico americano. Archivo de José Lezama Lima. Transcripción, selección, prólogo y notas de Iván González Cruz, Universidad Politécnica de Valencia, Valencia, 2001, pp. 227-228.
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