Elena Llovet: Esta es tu casa, Fidel, de Carlos D. Lechuga / No hay nada más subversivo que ser fiel a uno mismo
Según la lectura oracular cuando te interesa un tema tu mirada se entrena de tal forma que por causa o azar comienzan a llegar a ti materiales relacionados con eso que te apasiona, es una especie de ley de atracción investigativa. Hace un tiempo que me interesa lo biográfico. La forma en la que compartir lo íntimo y vulnerable puede socavar el gran relato de la historia, del poder autoritario.
El título más reciente de Carlos Díaz Lechuga: Esta es tu casa, Fidel. La Historia de un nieto de la revolución llegó a mis manos por efecto de esa ley de atracción, en un momento en el que me preguntaba por esas voces autorreferenciales en Cuba, cómo narran sus historias los hijos de ese adefesio llamado “hombre nuevo”
A Carlos no le importa mutar. Hace un tiempo agregó el apellido Díaz a su firma, como aceptando su herencia paterna. Quizás con esa acción de renombrarse a sí mismo, comenzaba el marketing de esta novela donde cuenta la historia de su familia y sus vínculos con la cúpula del poder político y militar en la isla. Ese retrato gansteril, doloroso y bucólico a veces lo hace un niño observando la pistola del abuelo, a veces un joven temblando de miedo. En lo que desnuda su historia personal desnuda a todo un sistema político.
A Lechuga, perdón, a Díaz Lechuga, también lo ha rodeado cierto aire de dudas respecto a su postura política dentro del gremio de artistas cubanos exiliados. Creo que en parte se debe a su herencia familiar. ¿Cuándo fue que se “definió”, por qué se pronunció en este momento y no en este otro? Todos los cubanos tenemos insertado por el propio régimen de la isla, el chip de la desconfianza.
Noté que es muy sanguíneo, se le enrojece la cara cada dos o tres frases. Creo que es consciente de esas dudas y este libro es un despojo para sí mismo, pero también de esas dudas externas. Antes de ser fiel a una causa o posicionamiento creo que él escogería ser él a través de su obra y no hay más subversivo que ser fiel a uno mismo.
La idea de este libro nace en el exilio ¿Cómo llegaste a ella? ¿Fue un proceso o un fue día en concreto?
Yo llevo toda la vida escribiendo este libro en la cabeza. Presentía que en algún momento me iba a tener que sentar a escribir, pero tenía la sospecha de que no iba a tener ni la fuerza ni el coraje para hacerlo. Me decía: para mis 60 o 70 años debo escribir este libro. Hay una cosa que hasta a mí me asombra y es que en el libro hay recuerdos de cuando yo era muy chico, cinco o seis años. No sé si inconscientemente, pero me he pasado los últimos cuarenta años “grabando” lo que pasa a mi alrededor. He seleccionado algunos de esos momentos, que me han marcado, y de alguna manera siento que mi historia, la historia de mi familia, es un poco también la historia de otras personas. La historia de un país. No sé. Es muy difícil.
Creo que el libro se convierte en una realidad gracias a la distancia. Y a que el dolor acumulado por ser, sentirte y enfrentarte a lo que es emigrar. El estar muy solo, o el sentirte que estás muy solo. El mirar alrededor y no ver nada conocido. Cuando te cambian todo, uno se detiene y dice: ¿Cómo llegué aquí?
De esa pregunta, de ¿cómo llegué aquí?, parto a hacer un ejercicio que para mí ha sido muy muy doloroso y que creo que también me tocaba ahora. La madurez que tengo ahora no es la misma que la que tenía en Cuba.
Me senté y poco a poco empecé a vomitar lo que tenía dentro, a conversar conmigo mismo, y en el proceso, los seres, los astros, algo del más allá me empezó a dar nuevas pistas de algunas personas cercanas y familiares, que para mí fue un descubrimiento. Facetas de mi familia que no conocía.
En ese ejercicio de tratar de entender, de desnudarme sin temor a nada (ya que estoy en la nada) logro acabar el libro.
Yo vengo de un proceso doloroso y de duelo con mi profesión de cineasta y escribir, estar a solas y poder desarrollarme solo frente a un ordenador, me ha ayudado a encontrar una nueva alegría. En la lectura, en la escritura. Y siempre me sentí como un turista, como un descarado cuando me ponía a escribir las crónicas y los textos. Pero con este libro me dije que tenía que tratar de hacerlo lo mejor posible, más allá de mis limitaciones y el dolor.
El dolor a veces me hacía parar.
Ahora estoy leyendo una cosa del escritor cubano Eddy Campa que desapareció a inicios de los 2000 en La Florida y pensar que uno puede desaparecer de repente es un empuje a escribir.
Eddy me ha acompañado, como mismo Cabrera Infante (que aparece en mi libro) y los siento cerca porque no es lo mismo leer a esa gente desde Cuba que afuera.
Uno se siente parte de ese espacio de dolor, compartido, de una manera u otra.
Cuando dejé Cuba, pensaba a cada rato que me iba a morir pronto. No sé porqué y no quiero que se lea como algo patriótico. Es una sensación rara que me habita a veces.
Entonces contra las desapariciones y a favor de la memoria: a escribir.
Escribir se convierte en el hogar.
Lo único que salva.
Duélale a quien le duela, rompa los lazos que rompa. Escribir salva. Por lo menos a mí.
No es un secreto que los principales núcleos culturales de España están afiliados de alguna manera a la izquierda política. En tu libro deconstruyes figuras de culto para la intelectualidad de izquierdas como Gabriel García Márquez y otras más controvertidas como Fidel Castro. ¿Cómo fue el viaje de la novela antes de llegar al papel? ¿Encontraste trabas editoriales?
Desde que vivía en Cuba sabía el beneficio que tiene el artista cubano que sigue viviendo en la isla. Los núcleos de poder cultural adoran sentarse en la mesa con un cubano de la isla, puro en mano, mojito y evitar hablar de política. Ya yo sabía que los grandes creadores cubanos, en el momento del exilio, habían tenido en contra a curadores, editoriales, institutos de esos nuevos países a los que llegaban, que en la vida real no tenían interés alguno en darle la voz y el espacio a los cubanos que no estaban en Cuba.
Cubanos que trataran de entender y hablar de su realidad, eran silenciados porque la propaganda política que llegaba de la isla, la de los barbudos, era mucho más fuerte que la historia real de una persona puntual.
Cabrera Infante, Lydia Cabrera, René Ariza, autores de la generación del Mariel… un montón de talento cubano chocó con esa pared. Algunos tuvieron que autopublicarse. Otros no tuvieron ni siquiera esa suerte.
La sensación personal que tengo es que hay gente que está clara y quiere ayudar y también hay mucha gente que desde los beneficios de la democracia defienden al gobierno de Cuba y atacan a los cubanos que tratamos de hablar.
El mundo está en varias guerras a la vez, la ultraderecha amenaza y hay mucha gente que no puede abrazar dos ideas a la vez. Hay gente a la que le cuesta pensar que el fascismo es horrible y que el comunismo es horrible también. Hay como una ley y unas ganas de no pensar que hace que la gente diga, el fascismo es horrible y por eso hay que hacer como Cuba, el faro de luz de América Latina (cuando no tienen ni idea de lo que pasa ni el nombre del presidente actual).
Uno como cubano está jodido. Y no quiero victimizarnos, hay cientos de países que tienen problemas graves igual. Lo que pasa es que uno viene de Cuba y habla de lo suyo.
A lo que se aspira es a poder hablar del país de uno libremente sin que nadie venga de afuera, sin saber, a adoctrinarte ni colonizarte de nuevo.
Dicho esto, te cuento que yo tenía varios libros escritos dando vueltas que no fueron escogidos. Este libro enseguida, muy rápido, fue agarrado por las editoras de De Conatus editorial, dos mujeres maravillosas, editoras en español del Nobel Jon Fosse y que me dieron la libertad absoluta para la creación.
Ayudaron, acompañaron y no puedo pedir mejor compañía.
Ahora cuando el libro salga se verá cómo será la reacción, si la hay, de ciertas personas de izquierda.
¿Has imaginado alguna represalia por toda la información que develas sobre lo que denominas el Jet Set político cubano?
No. No estoy descubriendo el agua tibia. Hay bastantes libros de gente más cercana al poder que ha dicho cosas más importantes. Hubo una persona que leyó el libro y que me dijo que estaba rompiendo con mi familia, que ahora sí más nunca iba a poder regresar a la isla. No sé lo que pase en el futuro.
Sé que conté una verdad, mi verdad, como yo sentí las cosas. Y es una historia, hay un montón de otras historias e insto al que esté en contra de esta a escribir su propia historia. De eso se trata, de poner sobre la mesa los temas sin temores y conversar. Para ver para dónde vamos si es que vamos a algún lugar.
Sin que suene a algo impostado o a cliché, todo el temor a lo que vendrá en el futuro, fue menor que el dolor de escribirlo. Y yo no podía seguir cargando con ese dolor, no era mi maletín, era un maletín heredado, que yo no escogí.
Entonces mi tarea era ponerle rueditas a ese maletín y arrastrarlo sin que me pesara tanto. Ya bastante uno tiene con la vida diaria.
Tengo la sensación de que la situación en la isla ha empeorado tanto y los dirigentes actuales son tan impresentables, que mi libro va a pasar sin penas ni glorias.
Hablo y cuento un mundo que ya no existe, el mundo que acabó con ese país, que lo llevó a lo que es ahora. Lo que pasa es que ahora, todo es una cuestión de vida o muerte, la falta de un sistema de salud, la violencia, la separación y la destrucción familiar.
No sé. Es como que estamos hablando de un libro y hay un desierto apocalíptico de país que ya no es la Cuba que conocemos.
La mayor represalia ya pasó para mí. Ahora lo que me toca es vivir.
Esta es tu casa, Fidel es una radiografía del totalitarismo en Cuba, de cómo opera a nivel social y político, pero también personal. ¿Han mutado los vínculos con tu familia a raíz del libro?
Han mutado y mutaran más. A medida que cada familiar o amigo vayan leyendo el libro las cosas irán transformándose. Te digo una cosa, yo estoy contando lo que creo que es mi verdad. Pero un montón de familiares sienten que yo no he sido justo, que miento y ellos tendrán también su visión de las cosas. Es como con las películas de divorcio, cada parte tiene su visión muy personal.
La directora Maite Alberdi dijo hace poco: La memoria histórica se construye narrando y compartiendo el dolor.
Más allá de que me encantaría no molestar a nadie, ni causar dolor. Yo tenía la necesidad de escribir este libro, y esa necesidad era más grande que todo lo demás. Me tocaba.
¿Cuál sería el lector(a) ideal de esta novela?
Tú. Una persona abierta a que le cuenten una historia personal. Una persona que sepa escuchar. Más allá de que esté a favor, en contra o, todo lo contrario. Cualquiera que pueda abrirse a decir, déjame escuchar lo que dice este muchacho. Con mis películas me pasaba en los estrenos internacionales, que el público extranjero se me acercaba molesto con palabras como “Che” “Revolución” “Solidaridad” y yo me quedaba con la boca abierta. Para mucha gente las palabras son más fuertes que las personas, este libro no es para ese tipo de gente. El que quiera seguir viviendo de consignas y aferrado a conceptos sin tener idea alguna de cómo vive el cubano, puede prescindir de leerse este libro. Adiós.
Desde el guion tu película Vicenta B explorabas incorporar elementos autobiográficos en tu obra. En este libro llevaste esa operación al extremo, hurgaste en tu propia memoria hasta las últimas consecuencias. Debe ser emocionante conducirse a ese límite en la creación, pero, ¿qué vendrá después de esto? ¿Crees que continúes trabajando con tu biografía?
Yo no soy un intelectual. Me gusta el cine basura, empecé a leer tarde. Me cuesta escribir en tercera persona, me cuesta el narrador que no soy yo mismo. La escritura en mi es un ejercicio de hacer sentir mejor al cuerpo. Me cargo, me cargo y debo vomitar…. Y vomito en el papel. Nadie está obligado a leer. Es una cuestión fisiológica. Hay veces que a uno le llegan grandes historias clásicas redondas listas para ser contadas y si tienes el oído afilado las agarras. Pero la mayoría de las veces lo único que uno tiene es a uno mismo y hablar de uno mismo. Así que la respuesta creo que es sí, seguiré trabajando en mi biografía.
Tengo dos novelitas cortas que las quiero publicar juntas en un solo libro, Nocturama y Nebulosa.
Tengo par de películas en la cabeza, pero son muy cubanas para esta nueva realidad.
Me encantaría poder dirigir una película que no tuviera nada de Cuba, pero no se me da.
En la novela la sexualidad es un reflejo de la libertad y la realización personal imposibilitadas por La Revolución, por el miedo o por la propia familia. ¿Cómo lo ves tú? ¿La emigración ha cambiado el modo en que concibes la sexualidad?
Muchas veces he mutado. La vida es muy rica. Me canso mucho de ser el cineasta y entonces escribo para el papel. Mi propio nombre varía. A veces firmo de una manera y otras de otra. La vida es muy grande y yo quiero ser varios, como algunos dioses del panteón yoruba. Lo que, si una mañana me hubiera levantado con ganas de ser Josefa, en Cuba me iba a costar más. En el libro cuento que allá en la isla me había enamorado de un muchacho. Tuvieron que pasar siglos para que yo mismo me permitiera la posibilidad de aceptar eso, entonces me pregunto: ¿Por qué?
¿Por qué hay tantas cosas en el armario? Las creencias que fueron perseguidas, la sexualidad, la libertad de creación.
¿Por qué había que hablar bajito para que el vecino no se enterara?
Yo me cansé de hablar bajito. Hablé mucho bajito y eso no me trajo nada. Si mañana me quiero comer a un chico lo haré, si mañana me quiero comer a una chica lo haré.
Este libro es justo eso, una invitación a no hablar bajito. Hay que ser muy libre y hacer lo que uno desee, cueste lo que cueste.
La emigración me ha cambiado todo. Enterré a par de Carlos y poco a poco van saliendo otros.
Estos otros no quieren decir que me caigan mejor o me gusten más.
La madurez también te cambia el cuerpo, las maneras de flirtear, el desear y el sentirse deseado.
Hay que singar mucho. Mucho.
Carlos D. Lechuga es un entrevistador nato, ha sido el interlocutor ideal entre mi generación y figuras imprescindibles de la intelectualidad cubana en el exilio, es bueno acortando distancias. Cuando le solicité la entrevista me pidió que fuera “humana”. No le agrada la teoría, es más de metáforas simples y profundas. Así que le hago algunas preguntas, muy en su propio estilo, llamémosle homenaje para no decirle copia.
Un pensamiento recurrente antes de dormir…
Dios mío, que mi madre tenga salud y vida para que pueda compartir espacio con su nieta.
Un mantra u oración que te acompañen…
A llorar que se perdió el tete.
No es fácil.
Un hábito antes de comenzar a escribir
La sensación de no tener hogar fijo me ha llevado a hacerme el ejercicio de poder escribir en las condiciones más adversas, a cualquier hora, en una cafetería, con alguien hablándote. En fin.
Ahora, desde que vivo fuera, antes de escribir me pongo en la cabeza el gorro blanco con el que el intelectual y sanador cubano Tato Quiñonez, que en paz descanse, me hizo una rogación de cabeza en el momento en que la policía me vigilaba.
A veces tengo un tabaco apagado en la mano.
A veces una copa de agua para la claridad.
¿El set de filmación o el escritorio?
Siempre el set. Me engaño y digo que el cine acabó para mí, porque la industria del cine está podrida y uno siempre tiene que reinventarse. Pero el set siempre. El escritorio es el día a día, sin embargo. No siempre se puede tener lo que uno quiere.
¿Madrid o Barcelona?
17 entre G y H.
Un deseo para Cuba
Salud, dinero y amor. La familia reunida de nuevo. Y un aparatico de esos borra-memorias de Los Hombres de Negro que le borre a todo el mundo cada foto, frase o situación que trajo del castrismo.
La posibilidad de empezar de nuevo. Ya mismo.
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