Carlos Espinosa: Ana Mendieta / Contemporánea, audaz y vibrante
A punto de cumplirse cuatro décadas de su trágica muerte, la obra de Ana Mendieta (La Habana, 1948-Nueva York, 1985) está conociendo el reconocimiento y la atención que no tuvo en vida. El pasado otoño, el Barbican Center de Londres le dio un destacado espacio dentro de la muestra colectiva Re/ Sisters. Por otro lado, en Francia el complejo cultural Montellier Contemporain acogió la exposición Ana Mendieta. En búsqueda del origen. Fue organizada en colaboración con el Musée des Beaux-Arts La Chaux-de-Fonds, de Suiza, y el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac). En este último ha recalado ahora y se podrá ver hasta el 19 de mayo.
Álvaro Rodríguez Fominaya, Vincent Honoré y Rahmouna Boutayeb son los comisarios de la exposición, para la cual contaron con la decisiva ayuda de Raquel Cecilia Mendieta, sobrina de la artista. Eso les permitió tener acceso a sus archivos, gracias a los cual han podido incorporar varias piezas que hasta ahora no se habían exhibido. Como se apunta en la información que se encuentra en la web del Musac, En búsqueda del origen es la mayor exposición monográfica de Mendieta celebrada en España en los últimos veinticinco años. El proyecto reúne alrededor de un centenar de obras en diferentes medios —fotografías, vídeos, esculturas, instalaciones, dibujos o pintura—, que abarcan más de quince años de su producción, los transcurridos entre 1968 y 1985. En búsqueda del origen está organizada de manera temática a través de ocho secciones, en las que obras icónicas de la artista comparten espacio con las trece piezas que se exponen por vez primera.
Asimismo, se añade que la muestra explora cómo Mendieta nunca dejó de reinventarse, desarrollando un nuevo lenguaje escultórico, a menudo efímero, a veces performativo, siempre alimentado por sus investigaciones sobre los mitos originales y el arte rupestre. Y se precisa que lejos de ser entendida como una retrospectiva, esta muestra se centra en revelar la relación de la artista con lo visible y lo invisible, lo permanente y lo efímero, su manera de hacer que lo indecible fuera explicado a través de la huella del cuerpo y su inserción en la naturaleza.
Como declararon en una entrevista los comisarios de la exposición, al prepararla se impusieron dos objetivos. En primer lugar, poner de relieve la contemporaneidad de una creadora que, desde los años 70, puso sobre la mesa temas que hoy resultan muy actuales: el ecofeminismo, la adoración de la naturaleza, la denuncia de la violencia contra las mujeres, el uso del cuerpo como medio expresivo para explicar el mundo y la revalorización de las culturas ancestrales. Y por otro lado, poner énfasis en la modernidad de Mendieta evitando proyectar sobre ella una óptica del siglo XXI, que con tanto acierto anticipó.
Mendieta provenía de una familia de clase media alta. En 1961, cuando tenía doce años, ella y su hermana Raquel llegaron a Estados Unidos. Formaban parte de los catorce mil niños y niñas enviados por sus padres, en la Operación Pedro Pan. Para ambas, el exilio fue una experiencia traumática. Pensaban, como les prometieron, que iban a estar allí por poco tiempo. Pero cuando su padre fue encarcelado, se les hizo evidente que no sería así. Durante seis años vivieron en casas de acogida e iglesias-vivienda, hasta que en 1966 su madre y su hermano lograron reunirse con ellas. Su padre, en cambio, no pudo salir de Cuba hasta 1979.
Se establecieron en Cedar Rapids, Iowa. Mendieta pudo estudiar y en 1972 se graduó en una maestría en Bellas Artes en la Universidad de Iowa. Ese mismo año se incorporó a un programa interdisciplinar en el cual se animaba a los alumnos a explorar las distintas fronteras artísticas. Estudió bajo la tutela del artista alemán Hans Breder, quien se dedicaba al arte performativo. Eso la estimuló en ella las inquietudes por ir más allá de las manifestaciones tradicionales (pintura, grabado, escultura) y experimentar en manifestaciones entonces emergentes como el arte conceptual y el video.
En la exposición del Musca, se pueden ver parte de sus hasta ahora desconocidos inicios pictóricos. Son cuadros que se exponen por primera vez. De acuerdo a Vicent Honoré, eso tiene que ver con el hecho de que Mendieta “enseguida se desligó de la pintura, porque pensó que no era un medio apropiado para expresar la fuerza y la energía que quería trasmitir”. Era además coherente con una creadora que en su trabajo posterior rechazó las galerías y el arte concebido como producto comercial.
Incorporó elementos de las prácticas de la santería
En 1973, ocurrió un hecho que produjo un fuerte impacto en Mendieta y la llevó a involucrarse en el tema de la violencia contra las mujeres. Una estudiante de enfermería de la Universidad de Iowa fue encontrada en un dormitorio una noche, durante las vacaciones de primavera. Había sido violada, golpeada salvajemente y ahogada hasta la muerte. Se trataba del primer asesinato cometido en el campus de la Universidad de Iowa en sus 126 años de historia. Eso llevó a Mendieta a crear Rape Scene, una de sus obras más violentas y controvertidas. Con ella se propuso recrear los momentos posteriores a una agresión sexual.
La realizó en su propio apartamento, que puso patas arriba. Se ató a una mesa y se cubrió el cuerpo de sangre, de manera que esta se derramaba hasta formar en el piso un charco. Las personas a quienes invitó presenciaron la ficticia escena en la que ella permanecía bocabajo encima de la mesa. De aquella acción existen fotografías, que se han visto en numerosas exposiciones. Dos meses después, Mendieta también filmó un video de tres minutos titulado Moffitt Building Piece, en el cual muestra la reacción de las personas al enfrentarse a la visión de la sangre.
A esa primera etapa también corresponden Death of a Chicken (1972) y Autorretrato con sangre (1973). En la primera, decapitó completamente desnuda una gallina y la dejó que se desangrara sobre su pubis. En esa pieza, Mendieta incorporó elementos de las prácticas de la santería afrocubana, que conoció durante su infancia. La segunda constituye otra exploración de la violencia que tradicionalmente han sufrido las mujeres.
En 1971, Mendieta viajó a México, para visitar unas excavaciones arqueológicas que se estaban haciendo en Oaxaca. Para ella fue, como declaró, “como volver a la fuente y poder recibir algo de su magia con solo estar allí”. Se enamoró de ese país y de su cultura, además de que las varias veces que lo visitó le permitían recuperar su idioma natal. A uno de esos viajes pertenece Flowers un the Body, de 1973. En esa obra, Mendieta aparece yaciendo sobre una tumba abierta zapoteca, con unas flores que ocultan parcialmente su cuerpo desnudo. México fue además una de las fuentes que le inspiraron la serie Siluetas (1973-1980), columna vertebral de su trabajo.
Está integrada por unas doscientas piezas, entre fotografías y grabaciones. En ellas, el cuerpo humano, su silueta casi espectral, aparece inscrito en los paisajes naturales de Estados Unidos y México, restituido a la tierra mediante procesos de enterramiento, combustión o cavado en piedra, hierba o arena. Acerca de Siluetas, Roma Vaquero Díaz ha comentado que “abarca una cantidad de acciones realizadas en espacios naturales, donde el cuerpo de la artista y los materiales orgánicos utilizados, se vinculaban y se diluían. Estas acciones, denominadas por Ana Mendieta como trabajos de tierra/cuerpo, eran documentadas por la artista mediante fotografías o films, como objetos de evocación de aquello sucedido que es imposible asir nuevamente, como constatación de lo efímero de la existencia. Por lo tanto, esos registros son souvenirs de la acción, pero no la obra. A Mendieta le interesaba como práctica política, la no reproducción en su obra, sino la vivencia del acto mágico que desarrollaba en el espacio seleccionado como transformación de su propia existencia”.
No se limitó a una disciplina determinada
Mendieta concebía el arte como un diálogo permanente entre cuerpo, vida y paisaje. Reivindicó la comunión con la naturaleza, así como su empleo para la creación artística. Eso le permitió desarrollar un lenguaje escultórico original y efímero. Pero a diferencia de otros exponentes del art land, ella no actuaba sobre el entorno natural, sino que se integraba a él. “Es una forma de reclamar mis raíces y volverme una con la naturaleza”, expresó en una ocasión. Para describir las piezas en las que incorporaba su propia figura al mundo natural, usaba el término “earth body” (cuerpo de tierra).
Defendió un arte menos objetual, más interactivo y experimental. Fusionó medios y disciplinas y se negaba a limitarse a una disciplina determinada. Su trabajo tiene un carácter híbrido, que conjugaba aspectos del land art y el body art. No se afilió a ningún movimiento. Siempre fue por libre y jugaba en su propia liga. Poseía un carácter independiente y rechazó las clasificaciones. Aunque es considerada una pionera del arte feminista, no aceptaba ser encasillada bajo esa etiqueta. De acuerdo a ella, remitía a un movimiento dominado por las mujeres blancas de clases media, con las cuales no se identificaba. Su doble alteridad de mujer e hispana la ubica en una dimensión conceptual más compleja, como puede ser el feminismo poscolonial.
En 1980, Mendieta fue por primera vez a Cuba, algo que después hizo en varias ocasiones. Además de reunirse con su familia, tuvo la oportunidad de trabajar allí. De hecho, fue la primera artista que vivía en el exilio que obtuvo permiso para ello. En 1981 realizó unas intervenciones escultóricas en el Parque Nacional de Jaruco, a las que dio el nombre de Esculturas rupestres. Consistían en diez figuras femeninas que representaban diversas deidades de la cultura taína. Con su trabajo, influyó en los artistas jóvenes con quienes colaboró. Los animó a asumir riesgos y a experimentar con técnicas y formas a las que no habían tenido acceso. Flavio Garciandía, José Bedia y Martha María Pérez son algunos de los creadores en quienes Mendieta dejó su benéfica huella.
Su trabajo comprende otras facetas que son mucho menos conocidas. Fue profesora de arte en el sistema educacional de Estados Unidos. En 1980, junto con las artistas Kazuko Miyamoto y Zarina comisarió la exposición Dialectics od Isolation: An Exhibition of Third Women Artists in the United States. También participó en mesas redondas, dio conferencias en universidades y escribió ensayos y poesía. Otra vertiente de su actividad creadora fue la audiovisual. En 2018, la galería Jeu de Paume, de París, acogió una muestra de sus obras cinematográficas.
Sus comisarios fueron Lynn Lukas y Howard Oransky y se titulaba Covered in Time and History: The Films of Ana Mendieta. La integraban 20 obras en video y 27 fotografías. Son solo una parte de los 104 trabajos realizados por Mendieta en esa área. En ellos aparecen como temas recurrentes el paso del tiempo, el ritual, la cultura, la memoria. Buena parte de esas obras fueron rodadas en medios naturales y ponen de manifiesto el interés de la artista por incorporar los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego.
Solo tenía treinta y seis años cuando falleció. Pocos meses antes se había casado con Carl Andre, poeta y escultor que era una figura prominente en el movimiento minimalista. De acuerdo a algunos testigos, la noche en que Mendieta murió se les escuchó discutir. Nunca se han podido aclarar las circunstancias por las cuales ella cayó desde el piso 34 del edificio donde vivía.
Andre fue acusado de asesinato, pero al cabo de tres años fue absuelto por falta de pruebas. Durante el juicio, el abogado que lo defendió se valió de obras de la artista para demostrar la supuesta inestabilidad mental que pudo llevarla al suicidio. Tras eso, Andre nunca dejó de exponer, pero cada inauguración de sus muestras iba acompañada de protestas de colectivos feministas. Justo tres días antes de que la exposición de Musac fuese abierta al público, se dio a conocer la noticia de su fallecimiento.
Tras la muerte de Mendieta, su prestigio no ha cesado de aumentar. Se han hecho numerosas exposiciones de su trabajo en ciudades como Berlín, Londres, Praga, Turín, Salzburgo. Piezas suyas forman parte de las colecciones de museos como el MOMA y el Guggenheim de Nueva York, el Pompidou de París, la Tate Gallery de Londres, el Reina Sofía de Madrid. Hoy se le reconoce como un referente imprescindible del body art y el land art, y el extraordinario poder y la originalidad de su obra recibe cada vez más atención. Sus audaces propuestas abrieron el camino a la modernidad y han influido en generaciones posteriores.
En un artículo sobre la muestra del Musac que publicó en el diario El País, Alex Vicente destacó que “la obra de Mendieta ha envejecido mejor que la de Andre, pese a que la fama de él fuera mayor en su tiempo: ¿a quién dicen algo hoy sus pirámides de ladrillo, frente a la vibración ecofeminista que desprende el trabajo de Mendieta?”.
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