Roberto Álvarez Quiñones: ¿Hasta cuándo la izquierda radical apoyará al castrismo?

DD.HH. | 30 de marzo de 2024
©El país

¿Hasta cuándo la izquierda internacional radical y dogmática apoyará al devastador régimen castrista? ¿Por qué no lo considera una dictadura?

¿Por qué no se solidariza con los miles de cubanos desesperados que salen a las calles en la Isla y gritan «Tenemos hambre», «Queremos comida y electricidad», «Abajo el comunismo», «Libertad», «Patria y Vida», y sí aplauden las protestas en Argentina contra el Gobierno de Javier Milei?

Los cubanos nunca van a perdonar el respaldo de ninguna fuerza política a la tiranía castrista, su insensibilidad total ante la opresión del pueblo y la devastación de un país que en 1958 se acercaba al Primer Mundo.

Hay una respuesta única para las preguntas iniciales: la izquierda más radical y fanática, es reaccionaria. Descifrar esa paradoja es el tema de hoy.

Y me refiero específicamente a la izquierda radical, pues hay otra (lamentablemente menos numerosa) racional, que cree en la democracia, el respeto a los derechos humanos, etc. Esa despertó del hechizo truculento de la «revolución cubana» que lanzó al mundo Fidel Castro en los años 60 sobre el pequeño David bíblico enfrentado al ogro gigante «yanqui» Goliat.

El expresidente español Felipe González, y Joan Manuel Serrat, son dos buenos ejemplos de esa izquierda razonable. También lo fue el destacado intelectual de la izquierda mexicana Carlos Monsiváis, quien en 2001 en una carta al diario procastrista La Jornada, escribió: «Estoy convencido y desde hace tiempo del carácter dictatorial del Gobierno de Cuba».

Y el Premio Nobel de Literatura José Saramago, escritor portugués de izquierda, el 14 de abril de 2003, una semana después ser sentenciados a prisión Raúl Rivero y los otros 74 patriotas de la llamada Primavera Negra, declaró al diario El País: «Hasta aquí he llegado. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo».

La izquierda radical fanática rechaza los valores de Occidente

Lo curioso es que marxistas, izquierdistas «comecandela», anarquistas reciclados (ellos no saben que lo son) llamados antisistema o anticapitalistas, se consideran a sí mismos como progresistas. Falso: son enemigos del progreso humano.

Además de cómplices de la tiranía castrista son también aliados de las autocracias imperialistas de Rusia y China, y buenos amigos de los terroristas de Hamas en Palestina, y de la teocracia iraní.

Hacen trizas el discurso político-ideológico genésico de la izquierda original, sustentado en el respeto de los derechos humanos, la democracia, la libertad de expresión, económica y política, la pluralidad de partidos políticos y sindicatos, etc.

O sea, la izquierda más militante rechaza los valores liberales y democráticos de Occidente. Reniega de la cultura occidental y de la institucionalidad democrática que ella misma necesita para llegar al poder por la vía de las urnas.

Pregúntese cómo llegaron al Palacio de Gobierno los presidentes Lula Da Silva, Dilma Rousseff, Gabriel Boric, Evo Morales, Gustavo Petro, Andrés Manuel López Obrador, Rafael Correa, Néstor y Cristina Kirchner, Michelle Bachelet, Alberto Fernández, Pedro Castillo, Luis Arce, Mel Zelaya, José Mujica, Fernando Lugo, Xiomara Castro, y a tantos otros presidentes y expresidentes latinoamericanos. Y hagamos la misma pregunta a Raúl Castro, y a Miguel Díaz-Canel.

Hipocresía: que se lo zumben los cubanos, no ellos

Muchos izquierdistas fanáticos son propagandistas del régimen castrista, y espías incrustados hasta en Washington, como el colombiano Manuel Rocha y la puertorriqueña Ana Belén Montes, por citar solo dos ejemplos.

Un ejército de espías y colaboradores extranjeros izquierdistas de la Inteligencia cubana opera hoy en los estamentos políticos y de seguridad interna de decenas de países. Otros, son agitadores «de masas» para desestabilizar gobiernos democráticos, como han hecho en Chile, Colombia, Ecuador, Perú y otros países.

Pero lo que más indigna a los cubanos es que quienes glorifican al castrismo lo hacen «de boca para fuera», de lejos. No quieren en sus países partido único, presidio político, falta de libertades, hambre, pobreza, atraso social. ¡Solavaya!, que esa desastrosa falacia se la zumben los cubanos, no ellos.

Los poquísimos que han ido a vivir a Cuba han permanecido allí muy poco tiempo. Cuando Pinochet derrocó a Salvador Allende cientos de chilenos de izquierda emigraron a Cuba. Apenas un año o dos después casi no quedaba ninguno. Fui testigo de aquello.

La izquierda que apoya al castrismo es reaccionaria, retrógrada

Hay en todo esto una insólita ironía que los académicos izquierdistas, o no han detectado, o no les importa. Al apoyar al castrismo, a Pekín y Moscú la izquierda se niega a sí misma, es reaccionaria.

En cualquier diccionario se lee que la palabra reaccionario proviene de «reacción, que describe un movimiento en la dirección opuesta (…) se aplica a la persona o a la ideología que defiende y se aferra a lo viejo, a lo ya establecido, y se opone a los cambios, las reformas y al progreso».

Otra paradoja muy elocuente es que en un análisis desideologizado y no romántico de las revoluciones de los últimos 400 años muestra que, a excepción de los movimientos liberales burgueses de los siglos XVII, XVIII, y XIX (y no todos), las revoluciones sociales en su abrumadora mayoría han dejado las cosas igual, o peor que antes.

Han sido un remedio peor que la enfermedad que las provocó. Con excepción, insisto, de las revoluciones liberales que al compás de la consigna de laissez faire (dejar hacer a la iniciativa privada) afincaron las libertades individuales que dieron a luz al sector privado en grande que devino capitalismo moderno y edificó el mundo que hoy conocemos.

La Revolución Francesa fue la última gran revolución liberal burguesa (a un exagerado costo de sangre de 40.000 guillotinados). Medio siglo después, en 1848, hubo movimientos liberales en Francia, Alemania, Italia, Austria, Polonia, Moldavia, Valaquia (parte sur de Rumania), y Hungría, que dieron el golpe final a las monarquías absolutas en Europa y posibilitaron que Revolución Industrial inglesa se expandiera por todo el Viejo Continente.

Desde entonces, hace 175 años, generalmente las revoluciones sociales son retrógradas, estatistas, antiliberales. Restringen o suprimen las libertades ciudadanas, frenan el desarrollo económico-social, reducen el nivel de vida de la gente. Son como un regreso al Ancien Régime absolutista en el que el Estado lo era todo y el individuo nada.

Si se compara a la Europa capitalista del Oeste, con la Europa «revolucionaria» del Este en la postguerra, o la Corea del Norte con la del Sur, saltan a la vista los nefastos resultados de las revoluciones sociales contemporáneas.

¿Cómo quedarán ante la historia con su actual complicidad?

Volviendo a Cuba, ¿cómo quedará ante la historia la izquierda defensora de la «revolución cubana» cuando se conozcan mundialmente (como ocurrió en Rusia cuando se derrumbó el comunismo) los testimonios, cifras y detalles de los crímenes y la catástrofe causada por el castrismo?

Hoy muchos izquierdistas se escandalizan con los 3.065 asesinatos cometidos por la dictadura de Pinochet, pero no por los 3.116 cubanos fusilados desde 1959 por motivos políticos, los 1.166 que han sido ejecutados extrajudicialmente, y los 3.617 que han muerto por causas atribuibles a la dictadura castrista, según documenta Archivo Cuba.  

Para ellos Fidel y Raúl Castro no son dictadores, sino respetables y admirados gobernantes legítimos. No importa que mataron a 4.834 personas más que Pinochet. Ni que desde 1959 en Cuba han sido encarcelados o confinados más de 125.000 ciudadanos por motivos políticos y que ahora mismo en el Gulag castrista hay unos 1.100 prisioneros de conciencia.

Siguen esgrimiendo el mito del «bloqueo» de EEUU como culpable del desastre en Cuba, pese a que desde que desapareció la URSS la emigración cubana (un 91% radicada en EEUU) ha enviado a Cuba más de 100.000 millones de dólares en cash y paquetes.

Los granjeros estadounidenses están entre los mayores proveedores de alimentos de la Isla, y son la primera fuente de proteína animal (pollo) de las familias cubanas. Y nadie dice que el embargo no es contra Cuba, sino contra las empresas estatales y la mafia que gobierna.

Repito que estas reflexiones no son un ataque a la izquierda en general. Tengo muy buenos amigos izquierdistas latinoamericanos que rechazan a la dictadura castrista.

Por último, no son pocos quienes afirman que ni en Cuba ni en ninguna parte del mundo el marxismo se ha «aplicado correctamente» y por eso los intentos de construir el socialismo han fracasado.  Pero eso lo dejo para otro artículo. 

Publicación fuente ‘DdC’