Polémica: ¿Por qué cerramos la revista ‘Mariel’? [1985]
Mariel (“Revista de Literatura y Arte”) ha sido considerada uno de los proyectos editoriales más elocuentes y sólidos de la historia cultural de Cuba y sus diásporas. Publicada por un grupo de escritores exiliados por el puerto del Mariel en 1980, la publicación se erigió en la voz de una generación artística y literaria que había padecido censura y cárcel por sus ideas políticas en la isla. Después de ocho números, a lo largo de los cuales figuras como José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Carlos Montenegro, Carlos Victoria o José Martí recibieron homenaje en paralelo con los tanteos de jóvenes finalmente con un espacio para escribir, la revista llegó a su fin en el invierno de 1985.
Sin embargo, el cierre de Mariel no estuvo exento de polémica. Como para no traicionar una pulsión erística ostentada con celo desde el primero número, y sin poder escapar a la naturaleza desafiante de la figura del escritor que ellos mismos encarnaban, el consejo de editores padeció un cisma. El intercambio de opiniones encontradas y contradicciones sobre las razones por las que Mariel llegaba a su fin, se ventiló públicamente en páginas de El Miami Herald, tanto en su edición en inglés como en español.
Comenzando con la publicación del criterio de René Cifuentes –quien se encargaba desde Nueva York de la circulación de la revista– sobre el cierre definitivo, y terminando con una contenida nota editorial en “La última página” del n. 8, dedicado a José Martí, la discusión se convirtió en pocos días en un fuego cruzado de argumentos opuestos y matizaciones, versiones personales y desmentidos públicos. De un modo u otro, Reinaldo Arenas, Juan Abreu, Marcia Morgado, Reinaldo García Ramos, Roberto Valero, Carlos Victoria y el propio Cifuentes se vieron de repente polemizando entre sí en cartas personales y aclaraciones de prensa.
En este expediente se recogen algunos de estos documentos donde las voces de los miembros del consejo de editores de Mariel aparecen explícitamente o se asoman detrás de un redactor de El Miami Herald o respondiendo a las preguntas de un periodista. A aquellas, se ha sumado las de algunos comentaristas que acompañaron la polémica a través de crónicas, entrevistas y comentarios en la prensa. De ahí la presencia de dos redactores casi anónimos para la cultura cubana, como Marianne Costantinou y Lawrence Josephs, pero también las del periodista y cineasta cubano Fernando Villaverde y el escritor Carlos M. Luis.
Quién revise estos documentos, hasta hoy sepultados en bibliotecas del exilio y en el archivo afectivo-documental de algunos involucrados, podrá dar cuenta de un microepisodio de la cultura cubana del exilio en el que se entrelazan voluntades individuales, anhelos creativos y trauma político, al mismo tiempo que reconocerá los rigores habituales de todo proyecto editorial independiente en el que se apuesta la vida a la literatura y la política.
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