Las ilustraciones del grafitero y artista plástico Yulier P. en el 1984 de George Orwell, además de como una reflexión crítica sobre el Gran Hermano del reconocido narrador inglés, pueden leerse como un catálogo del hambre (del horror) en Cuba. Esas bocas por siempre abiertas, esos rostros atravesados por la miseria, esas balas-PCC rompiéndolo todo así lo indican. A su vez, representan una crítica a la extrema militarización que ha sufrido Cuba en los últimos 65 años, donde tanques, escopetas, hoces y martillos han ocupado gran parte de la vida cotidiana, no solo para intentar moldearla –a través de la educación y la represión–, sino para convertirla en un estereotipo perverso. El estereotipo perverso que en esencia toda política necrófoga y dictatorial es.