Boris González Arenas: El papel de la prensa castrista en la tragedia venezolana

DD.HH. | 23 de agosto de 2024
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María Corina Machado es el rostro de la esperanza por estos días y la esperanza es un sentimiento peligroso para los regímenes de horror y hambre.

Durante 20 años, Machado ha enfrentado a la dictadura de Venezuela y es la promotora de Edmundo González, el candidato triunfador en las elecciones del pasado 28 de julio. La prensa y la televisión cubanas priorizan, sin embargo, los rostros de Nicolás Maduro y Vladimir Padrino: el presidente que se ha robado las elecciones y el jefe del Ejército que lo sostiene.

La prensa castrista no fue siempre una entidad al servicio de Hugo Chávez. Al día siguiente del intento de golpe de Estado que el 4 de febrero de 1992 Chávez encabezó contra Carlos Andrés Pérez, los diarios del Partido Comunista publicaron la siguiente carta de Fidel Castro al entonces presidente venezolano, con el que mantenía relaciones amistosas:

«Estimado Carlos Andrés: Desde horas tempranas del día de hoy cuando conocimos las primeras informaciones del pronunciamiento militar que se está desarrollando, nos ha embargado una profunda preocupación que comenzó a disiparse al conocer de tus comparecencias por la radio y la televisión y las noticas de que la situación comienza a estar bajo control».

«En este momento amargo y crítico, recordamos con gratitud todo lo que has contribuido al desarrollo de las relaciones bilaterales entre nuestros países y tu sostenida posición de comprensión y respeto hacia Cuba».

«Confío en que las dificultades sean superadas totalmente y se preserve el orden constitucional, así como tu liderazgo al frente de los destinos de la hermana República de Venezuela. Fraternalmente, Fidel Castro Ruz».

Para Castro no era difícil adivinar en Hugo Chávez a un sujeto sin escrúpulos, le bastaba con identificar algunos vicios propios en el venezolano. No debió demorar mucho ese proceso, pues ya para diciembre de 1994, con el reconocido intelectual y demócrata Rafael Caldera al frente de Venezuela, Hugo Chávez haría su primera visita a Cuba, y los medios de prensa, extensión escrita de la verborrea del comandante, solo publicarían en lo sucesivo loas al chavismo que no cesarían con el agravamiento de las condiciones democráticas primero, ni la plena institución de una tiranía después. No tendrían por qué cesar, por tanto, en el presente, usurpadas por Nicolás Maduro las elecciones y con más de dos decenas de muertes y un millar de desaparecidos.

Los «enviados especiales»

En la estrategia de divulgación castrista sobre Venezuela, la figura del enviado especial ha jugado un papel constante. En «Enrique Milanés León, panegirista desde Venezuela«, abordé en 2018 el absoluto desentendimiento que de la realidad social y política venezolana manifestaba ese periodista oficialista, enviado especial de turno. Entonces la dictadura de Maduro era denunciada internacionalmente por sus crímenes, sucedían los primeros atisbos de una crisis de migrantes que se extiende hasta el presente, y el país se ensombrecía por la muerte bajo custodia del político opositor Fernando Albán. En medio de aquella crisis, Milanés León narraba en sus artículos sus visitas a museos, se extasiaba con la historia del ferrocarril y celebraba la alianza cívico-militar en Venezuela. Ninguna alusión en sus artículos permitía atisbar la crisis económica y política en la que estaba insertado.

No es muy distinta la versión actual de Laura Mercedes Giráldez, la enviada especial de Granma que por estos días ha tenido jornadas intensas, a juzgar por el número de sus titulares. Luego de una búsqueda personalizada, pueden contarse en no menos de 13 los artículos aparecidos durante la semana posterior al 28 de julio, el día de las elecciones. Sus titulares no dejan margen a la duda: «Con Maduro reelecto presidente, ¡la Revolución Bolivariana firme!» (29 de julio), «Ola de violencia en Venezuela promovida por la ultraderecha extremista» (30 de julio), «Venezuela ha sido expuesta a una guerra híbrida» (1 de agosto), «Nuevos datos confirman a Nicolás Maduro como presidente electo por mayoría» (2 de agosto), «El enemigo se reinventa» (4 de agosto), «Cuando la violencia es máscara de la impotencia y de lo ilégitimo» (4 de agosto).

En «Nuevos datos confirman a Nicolás Maduro como presidente electo por mayoría» Mercedes Giráldez aborda la ratificación de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela por el Consejo Nacional Electoral. Nada menciona la autora de la demanda internacional a la dictadura chavista para que publique las actas de votación, sin las cuales el dato carece de sustento; actas que, publicadas en un 80% por la oposición, demuestran la abrumadora mayoría de votos en favor del candidato Edmundo González Urrutia. Nada menciona tampoco de los antiguos cúmbilas del chavismo que, practicantes de la «distancia con floreo», no dejan de señalar sin embargo la necesidad de que el dictador publique las actas de votación y ceda el poder al ganador. Tales son Luiz Inácio Lula da Silva, Gustavo Petro, Andrés Manuel López Obrador y la ex presidenta argentina Cristina Fernández de Kirschner.

Una antecesora de Giraldez fue Alina Perera Robbio. En 2017, cuando era la enviada especial de la prensa estatal castrista, me referí a su trabajo en «La crisis de Venezuela vista por la prensa oficial cubana». Eran los días en que la fiscal general Luisa Ortega denunciaba la ruptura del orden constitucional por el deseo de Nicolás Maduro de imponer una Constitución a medida de su dictadura, ignorando a una Asamblea Legislativa que ya desde 2015 había ganado la oposición con el 64% de los sufragios a su favor, y enormes protestas populares. En aquel ambiente de esperanza y movilización, los titulares de la comunicadora castrista afirmaban: «Parece cumplirse la profecía de Bolívar» y «Venezuela asesta duro golpe a los terroristas». En un cuestionario a un funcionario cubano en aquel país «indagaba sobre la personalidad de Hugo Chávez con preguntas como: ‘Él era poeta, filósofo, muy sensible. ¿Tuvo oportunidad de apreciarlo en esas facetas?’ o ‘¿Lo vio triste alguna vez?'».

Distorsionar la tragedia de un país

Alina Perera, Enrique Milanés y otros antecesores de Giraldez, como José Llamos Camejo —predecesor inmediato de la periodista hasta marzo de 2023—, deben lamentar no haber tenido la ocasión de mostrar su valía al cubrir el fraude de Nicolás Maduro. Cubrir no en el sentido de informar sobre él, sino en el de distorsionar la tragedia de un país con su devoción miserable.

La presencia de comunicadores castristas en Venezuela no se limita a enviados especiales, según declaraciones oficiales alcanzan las proporciones de una red. Cuando la periodista Bertha Mojena presentó su libro Venezuela, la «amenaza» que yo conocí, en marzo de 2022, la Agencia Cubana de Noticias afirmó que la autora había extraído los testimonios reunidos en el texto durante los años 2014-2015 en que se desempeñó como coordinadora de la red de corresponsales de Cuba en Venezuela. 

La estrategia comunicacional castrista integró a su propia programación televisiva, desde sus inicios en el 2005, a Telesur, el canal de noticias que Hugo Chávez promovió como agencia interestatal, con el financiamiento de numerosos países aliados.

En aquellos tiempos en que la legitimidad nacional e internacional del chavismo se afianzaba aún en victorias electorales confiables, y por ello no le urgía la propaganda, Telesur era demasiado atrevido para el escaso margen que dejaba a la información Fidel Castro. Su programación aparecía puntualmente en la televisión nacional. No fue casualidad que dos meses después de morir Hugo Chávez, en marzo de 2013, fuera anunciada la adopción de Telesur por la televisión cubana a través de un canal específico, el Canal Educativo 2, por 18 horas al día. Y no es casualidad porque si en el momento de su muerte la imagen pública de Hugo Chávez se había deteriorado notablemente, Nicolás Maduro era un sujeto incapaz de gobernar por otra cosa que no fuera la dictadura. El agravamiento de las condiciones de la libertad acomodaría a las exigencias castristas la naturaleza del canal. Más tarde, el 25 de junio de 2020, el sitio web de la televisión cubana, que todavía es posible consultar en línea, afirmaba bajo el titular «Programación de Telesur será transmitida las 24 horas en la TV Digital» lo siguiente:

«Como parte de las transformaciones que realiza la Televisión Cubana para satisfacer a nuestro pueblo, a partir del 1 de julio los televidentes podrán acceder durante 24 horas a la programación de Telesur por la misma frecuencia del Canal Educativo 2, en la TV Digital».

Los dos párrafos siguientes hablaban del desplazamiento de la programación del Canal Educativo 2 hacia otros canales, y concluía la nota:

«Esta decisión refuerza la estrategia de garantizar coherencia en los perfiles de nuestros canales y está en correspondencia con la relevancia de los contenidos contrahegemónicos que ofrece la multiestatal Telesur».

Para el momento en que el castrismo adoptó sin reparos la programación de «contenidos contrahegemónicos que ofrece la multiestatal Telesur», la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios OCHA publicaba su Informe de situación correspondiente a junio de 2020. En él daba cuenta de la publicación del Plan de Respuesta Humanitaria con Panorama de Necesidades Humanitarias 2020 para Venezuela: «El Plan tiene por objeto proporcionar asistencia humanitaria a 4,5 millones de venezolanos y venezolanas vulnerables, y tiene un requerimiento de 762,5 millones de dólares».

La razón de que más de una sexta parte de la población venezolana de entonces necesitara ayuda humanitaria lo explicaba el Informe poco después: «en Venezuela la prevalencia de subalimentación aumentó de 2,5 por ciento en el período 2010-2012 a 31,4 por ciento en el periodo 2017-2019, impactando a unos 9,1 millones de personas».

Los datos aportados sobre el incremento de la miseria en Venezuela en la década en que la programación de Telesur se volvió aceptable a la televisión castrista, ilustran que, para una conformidad absoluta, la dictadura cubana añade al deterioro de la democracia una demanda sustancial: el hambre. Los periodistas que propician semejante conformidad no pueden priorizar otros rostros que los de Nicolás Maduro y Vladimir Padrino, es en ellos que se reconocen y no en el entusiasmo y la esperanza que encarnan Edmundo González y María Corina Machado.

Publicación fuente ‘DDC’