Rafaela Cruz: El castrismo promete que en Cuba no habrá tiempos mejores

DD.HH. | 2 de septiembre de 2024
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De tan mínimos, eran casi anecdóticos, aunque, en teoría, en Cuba existían estímulos fiscales a los empresarios privados para que, desde sus estadios iniciales, se desarrollasen aportando a la economía nacional. Sin embargo, en las recién publicadas nuevas normativas que «regulan los actores económicos no estatales» ha desaparecido hasta la más mínima disposición interpretable como ayuda a ese sector. Y, según justifica la nota de prensa que acompaña a los decretos oficiales, «los incentivos fiscales deben ser temporales para estimular una actividad o sectores de la economía».

Pero esa justificación, por supuesto, es falsa. Los incentivos fiscales no «deben» ser temporales. Pueden serlo o no según se hayan logrado o no los objetivos para los que se instituyeron que, en el caso cubano, es promover el desarrollo en cantidad y calidad del incipiente empresariado privado como complemento al sector estatal, según definición de la liberticida y empobrecedora Constitución castrista… que millones de cubanos votaron voluntariamente.

Las menos de 20.000 liliputienses empresitas aprobadas, ¿son ya cantidad suficiente para el desarrollo del país? Es dudoso comparando esa cantidad con las cantidades de emprendimientos similares funcionando en países con población equivalente a la cubana. Más importante aun: ¿ya el sector privado saturó su asignado rol de complemento estatal? Viendo el estado calamitoso del «actor principal de la economía» (las empresas castristas), es difícil creer que no necesiten más «complementos» privados. Porque son estos últimos los que, de momento, han evitado que la población, desesperada recurriese al canibalismo mientras esperaba los siete huevos, el pollo por pescado y demás alimentos logrados por 65 años de revolución socialista.

Está claro que el minúsculo sector privado cubano necesita aun todo el estímulo y ayuda posible para proliferar, pues aun cuando ha sido el sector que ha salvado al país de su total hundimiento, es minúsculo, poco diversificado y mal integrado. Pero está claro también que su desarrollo, con todo lo positivo que podría aportar, no es objetivo de los dueños de la Isla. Por el contrario, en las nuevas normativas «las principales adecuaciones tributarias están en correspondencia con (…) los crecimientos en los niveles de ingresos de los actores económicos no estatales y trabajadores por cuenta propia». Es decir, según los estándares castristas, el sector privado cubano es ya demasiado grande y, no solo no necesita ayuda, sino que debe ser podado con mayores impuestos.

Ha crecido tanto el sector privado cubano, según asegura el castrismo en su Gaceta Oficial, que «transcurridos más de dos años de iniciado el proceso de creación de las MIPYMES, estas han demostrado capacidad contributiva y es necesario potenciar los ingresos al Presupuesto del Estado«.

Y para el castrismo es grande toda empresa que ingrese la «suculenta» suma de 500.000 pesos cubanos (1.562 dólares) al año, con lo que quien ingrese unos ridículos 130 dólares mensuales ya «está obligado a llevar la contabilidad de sus operaciones, a los efectos fiscales, a partir de las Normas Cubanas de Información Financiera».

Usar el nivel de ingresos, y no el de beneficios, como baremo para imputar el crimen de demasiada prosperidad al sector privado cubano y, de ahí, quitarle las mínimas ayudas que tenía y crujirlo más a impuestos, es otra manera del castrismo de beneficiarse con la inflación que creó y sigue inflando. Mientras, discursivamente, hace como que combate esa inflación, tranquilamente parapetado detrás de órganos represivos y una sociedad civil descuarejingada, a la que empobrecen a marcha forzada sin que, de momento, parezca que ello tenga repercusiones políticas.

Sin embargo, los «ingresos» son algo muy diferente a las «ganancias», que es lo que de verdad importa fiscalmente. El nexo entre ambos términos son los «costos de producción» que, en situaciones inflacionarias, suelen subir incluso más que los precios de venta, con lo que, aun vendiendo más caro e ingresando más, pueden verse las empresas con ganancias reducidas al punto de quiebra.

Y es que el margen de ganancia no aumenta al mismo ritmo que los precios y los ingresos. Eso es algo que el Gobierno conoce, por lo que utilizar el ingreso y no el beneficio como base fiscal es un atentado a la existencia misma de miles de empresas forzadas (por la política inflacionaria que mantiene el castrismo) a encarecer sus productos para cubrir costos y riesgos crecientes. Empresas que ahora están siendo castigadas por hacer eso que el castrismo les obliga a hacer para sobrevivir.

Usar los ingresos como medida de prosperidad para decidir si el sector privado está listo para ser fiscalmente exprimido en vez de necesitar ayuda fiscal, es usar la inflación que ya azota a esas empresas para azotarlas aun más. Puesto que si los precios suben de manera generalizada (inflación), claro que los ingresos tendrán que subir y hasta un zapatero remendón ingresará más de 500.000 pesos al año. Lo cual no significa que ese zapatero se esté enriqueciendo u obteniendo más ganancias.

Al final, no hay más razón detrás de estas medidas del régimen cubano que la quiebra de una mafia que, aun siendo dueña de la inmensa mayoría de los medios de producción del país, no ha sabido administrarlos. Una mafia que, después de destruir lo mucho que robó a dueños anteriores (más todo lo que obtuvo regalado de cómplices extranjeros), ha decidido quitar a los cubanos lo poquito que les ha permitido hacer en pocos años de sector privado.  Y necesita hacerlo sin que se note mucho, no vaya a ser que se riegue la voz de que el castrismo es débil y está en las últimas, y los muchos ilusos que aún quieren invertir dinero en la Cuba dirigida por los mismos creadores de la miseria que los llevó al exilio, vayan a dejar de hacerlo esperando tiempos mejores. El castrismo lo promete: no habrá tiempos mejores en esta Isla.

Publicación fuente ´DDC´