ODC: Afrodescendencias: ¿realidad o colonialidad del poder?
Recientemente, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), a través de su página de Facebook, dio a conocer la visita de un nutrido grupo de intelectuales provenientes de la Universidad Estatal Morgan, ubicada en Baltimore, Maryland, Estados Unidos. El encuentro estuvo encabezado por Marta Bonet de la Cruz y Magda Resik, presidenta y vicepresidenta de la organización que agrupa a la mayor parte de los escritores y artistas del país, y contó con la presencia de miembros de la Comisión Aponte. Por la parte de los visitantes, estuvieron el director decano emérito de la Facultad de Periodismo y Comunicación, Dewayne Wickham, y la decana, Jacqueline Jones, destacada activista por los derechos civiles. Los acompañaban, entre otros, Michael Coltman y Randall Pinkstone.
No es la primera vez que un grupo de académicos de este centro viene a Cuba. Las primeras visitas datan de hace veinticuatro años. De las más recientes, en abril de 2019, estudiantes y profesores de las facultades de Trabajo Social y de Estudios Urbanos protagonizaron una visita de aprendizaje-servicio y constataron la amplitud de la diáspora africana en el país.[i]
Otro momento relevante fue en julio de 2023, cuando Wickham recibiera la condecoración Docente Especial de la Universidad de La Habana de manos de Miriam Nicado García, rectora del centro de altos estudios cubano. En el acto, el profesor condecorado declaró venir a Cuba en “búsqueda de la verdad más profunda”.[ii] Así, en varias ocasiones, directivos y alumnos de la Universidad Estatal Morgan, exclusiva para afrodescendientes, han visitado la mayor de las Antillas.[iii]En algunas de estas visitas, altos representantes del Gobierno cubano se reúnen con las delegaciones, quienes también fungen como activistas y defensores de los derechos sociales, civiles y raciales en su país. Tal fue el encuentro con el vicepresidente Salvador Valdés Mesa en el Palacio de la Revolución en julio del año pasado. A esta reunión acudieron especialistas de temas políticos en África y abogados en la defensa de derechos civiles en el propio Estados Unidos.[iv] Sin embargo, en estos encuentros entre intelectuales y activistas con los directivos del país caribeño “no hay indicios de que se plantearan cuestiones de libertad de prensa o derechos humanos”.[v]
Ahora, en julio de este año, vuelve a ser noticia el intercambio entre intelectuales, artistas y activistas cubanos con directivos del campus Morgan. Esta vez se trata de un diálogo que pretende la “participación de ambas instituciones en proyectos literarios durante 2024”.[vi] A este objetivo suman el no menos trascendente de “mostrar la realidad de Cuba a partir de intercambios culturales, académicos y artísticos”.[vii] Llegados a este punto, es necesario ir por partes.
Un poco de la historia de la Universidad Estatal Morgan
¿Quiénes conforman la Universidad Estatal Morgan? ¿Qué caracteriza a dicho campus respecto a otros del país vecino? Preguntas válidas si se quiere comprender el alcance de estas relaciones.
Este centro universitario fue fundado en 1867 por el filántropo y empresario de origen irlandés Thomas Kelso, quien tuvo una activa vida social en Baltimore, destacándose como benefactor de varios proyectos para la población de la urbe. Entre estos, se erige el Instituto Bíblico, que luego se convertiría en un recinto universitario solo para población afrodescendiente (la Universidad Morgan), perteneciente a la Iglesia Metodista Episcopal. En 1890 cambia su nombre en honor al reverendo Morgan, primer catedrático que donó tierras para ampliar sus predios. El centro, aunque es una universidad pública, no es parte del sistema de universidades del estado de Maryland, por lo que posee su propio gobierno, conformado por un Comité de Regentes. En su campus estudian más de siete mil alumnos afrodescendientes en más de cinco facultades, con numerosas carreras humanísticas, de ciencias sociales, comunicación y técnicas.
Los métodos segregacionistas aplicados desde la fundación de las trece colonias en el territorio fueron establecidos de tal modo que acentuaron la separación de una minoría, los afrodescendientes, en sus propios espacios de viviendas, de trabajo y de superación, perpetuándose como barreras para la inclusión social de estos grupos racializados. Ello, como parte de la política colonialista estructurada en torno a un racismo feroz como “factor central para la producción, reproducción y persistencia de desigualdades”,[viii] sustento de la colonialidad del poder.[ix]
En ese contexto, luego de la Guerra de Secesión y de mejor manera en los estados norteños de la Unión, se fueron incorporando los negros(as) y mestizos(as) con estas limitantes discriminatorias. Posterior a este periodo comienzan a abrirse espacios para la superación de los ahora afroestadounidenses y su paulatina incorporación a la sociedad. No obstante, aunque estos lugares constituyeron sitios de oportunidad para los afrodescendientes, también se erigieron como continuidad velada de un proceso que permitió perpetuar socialmente la segregación, la autosegregación y el racismo, como es propio de la conformación estructural de los estados-nación modernos.
El método de inserción desde la esfera educativa y luego profesional de los antiguos esclavizados, si bien permite la participación en la sociedad de forma mejor equipada para acceder a oportunidades en el sistema mundo capitalista, al mismo tiempo segrega a los descendientes de los africanos a centros de educación separados. La fundación de casi todos estos establecimientos devenidos universitarios reafirma y fortalece igualmente el proceso de aculturación definido por Herkovich como el encuentro de dos culturas donde una termina por imponerse a la otra y esta sufre un proceso denominado con ese término.[x] Sin demeritar la obra cívica y social de los metodistas episcopales fundadores de la Universidad Estatal Morgan, la brecha de inequidad que en el orden cultural supone un ordenamiento como este conlleva la casi eliminación de las raíces africanas en el orden cultural de los afrodescendientes, reafirmando el despojo de su herencia y volviéndolos totalmente sujetos coloniales.
El basamento de la conjunción entre ambas instituciones: Universidad Estatal Morgan y la Uneac, se establece oficialmente desde las “profundas relaciones culturales e históricas entre afrodescendientes de Cuba y Estados Unidos”.[xi] Cabe analizar someramente la cuestión en Cuba.
¿Y las afrodescendencias en Cuba?
Sin pretender un estudio histórico y/o antropológico comparado con Cuba (imposible en estas cuartillas), los llamados afrodescendientes no tuvieron un proceso de despojo total de su cultura, sino de transculturación,[xii] que permitió las mezclas culturales entre los diversos componentes étnicos que arribaron al país y el resultado de un producto cultural nuevo, distinto de sus progenitores. De modo que las raíces históricas de lo que pueda considerarse afrodescendiente en ambos países están marcadas por sus condicionantes sociohistóricas. Si bien es cierto que ambos grupos están unidos por idénticos lazos originarios de arribo a las Américas a partir de la esclavización, como parte del sistema colonial mundial, la manera en que se desarrollaron posteriormente en sus respectivos espacios fue distinta. De ahí que pueda hablarse de afrodescendencias en Estados Unidos y sea más complicado hacerlo para el caso Cuba.
En la Isla, desde fines del siglo XX, esta cuestión ha sido largamente debatida por especialistas y estudiosos del tema. “El lenguaje oficial cubano asegura que el término afrodescendiente ‘es ajeno a nuestra realidad’ –así lo hace el Informe de 2016 al Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) de la ONU–. Es una afirmación que contiene varios conflictos”.[xiii] El término, acuñado en 2001 como respuesta contra la discriminación racial, el racismo y la xenofobia, fue acogido en Cuba por diferentes activistas e intelectuales como sustento de sus luchas reivindicativas de un problema largamente silenciado por el Estado: el racismo. Ese flagelo, que no dejó de existir luego de 1959, hizo estragos en el nivel de acceso a oportunidades y programas para las personas de visible ascendencia afro por la incorrecta y no diferenciada aplicación de políticas públicas. Se desplegó subrepticiamente una discriminación indirecta, más sutil y subjetiva, que serpenteó creciendo dentro de la “nueva sociedad” y que salió a la luz en los noventa convertida en hidra de muchas cabezas cuando las condicionantes socioeconómicas del país cambiaron y se hicieron visibles las grietas negadas durante años.
Adicionalmente, no hay una fuerte identificación de la población visiblemente afrodescendiente con el término. Un grupo de intelectuales (Rensoli, Ana Cairo, Lázara Menéndez…), defensores y activistas ellos mismos contra el racismo, establecen la impertinencia de su uso en el caso cubano. Otros (Zurbano, Fernández Robaina, Hall, Campoalegre…) buscan a través del concepto la reafirmación y sobre todo la visibilidad del problema, porque lo que no tiene nombre o no se menciona sencillamente no existe.
Al respecto es importante su validación para activistas y profesionales, fundamentalmente femeninas, que desde la interseccionalidad lo incorporan para dar respuesta a proyectos que sí marcan diferencias sociales trascendentes como contribución contra el racismo colonial. Tal es el caso de Argelia Fellove y su proyecto Afrodiverso, o el muy exitoso Barbara’s Power, un emprendimiento de modas con telas y diseños africanos, y el conocido Rizo Libre, de la entusiasta e incansable Yadira R., quien logra incorporar no solo a niños(as) o adolescentes fenotípicamente afro, sino a los de todas las gamas de colores y texturas dérmicas y de cabello. Es esto lo que diferencia un proyecto de visión futura realmente inclusiva.
Es por eso que, a pesar de que los estudios genéticos en Cuba dan cuenta de las mezclas y en el orden biológico y fáctico todos somos afrodescendientes, el término deviene legitimador de diferencias que son sociopolíticas. Rosa Campoalegre, investigadora titular del CIPS,[xiv] quien es defensora del término afrodescendiente, lo plantea como una necesidad de acogerlo para “profundizar la perspectiva decolonial” que este permite. Contradictoriamente, “Destaca la polémica acerca del uso de los términos afrodescendiente o negra, pero se emplea este último, ya que las afrocubanas tienden a identificarse como tal, y el sentirse negras es parte de su proceso de construcción de sus subjetividades políticas”.[xv] El otrora término considerado denigrante se resignifica, fortalece la identidad y deja claro que más que afrodescendiente el cubano o cubana se siente portador de una cultura afro, pero no se autorreconoce con el término de marras.
Es en todo caso el término afrocubano el que sustituye de mejor manera al de afrodescendiente, no solo porque hace alusión directa a la autopercepción de los cubanos y cubanas[xvi] respecto al color de la piel, sino porque se circunscribe a una esencia cultural heredada y que, como pocos pueblos, hemos sabido mantener a lo largo de generaciones. Lo más relevante es que en Cuba no hay que ser negro o visiblemente afro para participar de la cultura con amplias raíces africanas y, contrariamente a los académicos afroestadounidenses, los intelectuales cubanos protagonizaron amplias jornadas de debates desde la década de los veinte del siglo pasado para reivindicar el legado de los africanos en la Isla.
Quizás como conclusión previa
Equiparar dos contextos diversos y pulsarlos, llevándolos más allá de sus límites, puede ser contraproducente en la conducción de lo objetivo en el análisis de la realidad. En este tema de las relaciones entre las dos instituciones hay dos cuestiones a destacar: una, el mal uso de ambos contextos como si fuesen similares en cuanto a la historia de los descendientes de los esclavizados; otra, que llama la atención, es de índole cívica y ética.
En cuanto a la primera, la justificación del uso del término afrodescendiente como respuesta a una urgente necesidad de visibilizar inequidades sociales establecidas desde el componente racial sería la única justificación para su uso en Cuba. Sin embargo, intelectuales y académicos de la Isla se suman cada vez más a incorporarlo dentro de sus marcos conceptuales de referencia.
Vale reflexionar frente a lo que nos dice Jesús “Chucho” García, reconocido activista venezolano:
+++“(…) hay un enfoque epistemológico occidental que nos pasea por diferentes autores europeos, desde que se autonombraron productores vitalicios de los conocimientos ‘universales’. Esos mismos que argumentaron ‘científicamente’ que nuestros ancestros afrosubsaharianos no tenían filosofía, religión, técnicas de ingenierías, convivencia armónica con la naturaleza, y sistemas religiosos que dan sentido a la vida y la muerte. Los mismos que definieron lo que es y no es conocimiento, lo que es y no es ciencia, y quién posee o no posee ese conocimiento y esa ciencia”.[xvii]
Jesús García lleva razón, solo que no se da cuenta de que, huyendo de una imposición epistemológica, cae en otra; evadiendo la imposición científica desde Europa, cae en la imposición de un término construido desde Estados Unidos y los centros de poder, y que pudiera aplicarse a espacios específicos en América Latina donde los africanos y sus descendientes fueron objeto de fuerte segregacionismo. Emplearlo para todo el continente no es más que reforzar o dejarse segregar nuevamente. Es hora de que las teorías y los conceptos sean construidos desde las necesidades específicas de las historias regionales y locales. No desde imposiciones teóricas foráneas. Eso sí sería una construcción decolonial.
Evidentemente, pareciera que nadie da cuenta de algo que resalta a la vista con luces de neón, nuevamente el conocimiento es construido desde un ejercicio de colonialidad que es el que distribuye presupuestos y financia proyectos en países sin recursos. Vistos así, o te acoges a las nuevas normas y conceptos o no serás incorporado al selecto grupo de pensadores que publican y son llamados a eventos costeados desde estos centros de poder de producción intelectual. Es evidente el ejercicio colonial de ambas partes.
La segunda cuestión que llama la atención es la cívico-ética. Brevemente, solo apuntar que, siendo los académicos afroestadounidenses defensores de los derechos civiles y de las minorías en su país, no pregunten por los presos políticos o los derechos humanos pisoteados a toda la sociedad civil en Cuba. Igualmente, los activistas sociales y los emprendedores cubanos, tan interesados en el desarrollo de políticas aplicables en sus comunidades en torno a mejorar o equiparar las oportunidades para los visiblemente descendientes de los africanos, no manifiestan un mínimo de atención por los presos políticos negros, mestizos y de estratos humildes. Entonces cabría, en vez de live black matter, decir: live political dissident matter or live political prisoner matter. Entonces sí adquirirían valor los convenios marcos y el diálogo interinstitucional entre Estados Unidos y Cuba.
Notas
[i] https://www.morgan.edu/news/morgan-students-explore-afro-cuban-culture-in-havana/
[ii] https://www.radiorebelde.cu/univerdiad-de-la-haban-entrega-condicion-docente-a-periodista-norteamericano-08072023/
[iii] https://instituciones.sld.cu/elam/2024/02/20/visita-la-elam-la-delegacion-de-morgan-state-university-de-ee-uu/
[iv] https://www.radiorebelde.cu/recibe-salvador-valdes-mesa-a-academicos-y-defensores-de-los-derechos-civiles-y-sociales-norteamericanos-09072023/
[v] https://www.journal-isms.com/los-periodistas-independientes-de-cuba-nos-necesita/
[vi] Fragmento de la nota de la UNEAC en Facebook. https://www.facebook.com/share/p/GRgmfDwZg2QfBhr6/?mibextid=oFDknk
[vii] Idem.
[viii] UNFPA, Naciones Unidas, “Afrodescendientes y la matriz de la desigualdad social en América Latina y el Caribe”, Cepal, Santiago de Chile, 2020, p. 19.
[ix] Forma de dominio de las potencias colonizadoras sobre los pueblos dominados o colonizados que los inserta en los mecanismos mundiales del capital y del trabajo desde imposiciones de diferencias raciales (y otras), para legitimar las relaciones de dominación. Abarca todos los espacios sociales. (Aníbal Quijano, “Colonialidad del poder”, en La colonialidad del saber, eurocentrismo y ciencias sociales, compilador: Edgardo Lander, Clacso, Buenos Aires, 1993.
[x] Hope, Margarita y David Mora, Diccionario de Antropología, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, 2000.
[xi] Fragmento de la nota de la Uneac en Facebook. https://www.facebook.com/share/p/GRgmfDwZg2QfBhr6/?mibextid=oFDknk
[xii] Ortiz, Fernando, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, Jesús Montero, Obispo 521, La Habana, 1940.
[xiii] Guanche, Julio César, “El racismo, herencias y vigencias. Color y sociedad en Cuba contemporánea”, 2020. En Oncubanews. https://oncubanews.com/ecos/el-racismo-herencias-y-vigencias/www.google.com
[xiv] Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas.
[xv] Campoalegre, Rosa, “Mujeres negras: resignificando la experiencia cubana”, en Afrodescendencias. Voces de resistencia. Clacso, Buenos Aires, 2018, p. 215.
[xvi] En este sentido el giro ontológico, nacido en el continente, otorga gran fuerza en las investigaciones sociológicas y antropológicas al elemento de la autopercepción de las personas objeto de estudio. Esta gana lugar dentro de las últimas tendencias en América Latina precisamente porque se acoge desde su esencia interna transformadora.
[xvii] García, Jesús “Chucho”, Afroepistemología y caribeñidad. Debates sobre conflictos raciales y construcciones afrolibertarias. Citado en Saberes subversivos frente a la colonialidad del poder, de Zuleica Romay. Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos, no. 10, abril-septiembre 2018, pp. 187-199.
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Publicación fuente ‘Observatorio de Derechos Culturales’
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