Israel Sánchez: Entrevista a Nedda G. de Anhalt / Una voz del exilio cubano

Archivo | Autores | 19 de septiembre de 2024
©Nedda G. de Anhalt en su casa de México / Imagen: Héctor García

Más allá del adoctrinamiento ideológico y tener que levantarse a las 5 de la mañana para trabajar en el tabaco, el tomate o la papa, desde el sistema de escuelas del campo durante el castrismo se cometieron abusos graves.

«Estar en una litera, llegar un profesor y decir que era una ‘tarea revolucionaria’ que tú te entregaras a él, que te acostaras con él. Sí, una tarea revolucionaria», relató en 2015 la escritora cubana Zoé Valdés durante una entrevista con su colega y paisana Nedda Gurwitz de Anhalt.

«Y por eso nadie me puede hacer un cuento. Nadie me puede venir a decir a mí, en un lugar, ‘no, porque la revolución, porque la salud, porque esto y lo otro’. Yo estuve ahí, nadie me lo contó», remarcaría la autora de La hija del embajador, quien salió de la Isla a los 35 años.

Junto con ella, distintos personajes a los que no hay quién venga a contarles sobre la vida en Cuba y el escape de la misma desfilan por las páginas de Cubanos (Editorial Ariadna, 2020), el tercero de los títulos que G. de Anhalt -que es como firma- ha dedicado a la cubanía y al exilio desde la voz de escritores que así lo han padecido.

«Los lectores se van a encontrar un caudal enorme de confesiones y recuerdos de Cuba», define en entrevista la narradora, periodista, poeta, traductora y crítica literaria y cinematográfica nacida en La Habana, en 1934, pero naturalizada mexicana desde 1967.

«Es muy múltiple la remembranza, porque son personajes de diferentes edades y diferentes estratos sociales», continúa G. de Anhalt. «Pero cada quien habla de su patria chica».

Entre los 17 entrevistados figuran, con sus palabras y en retrato, la poeta Amelia del Castillo, el guionista y crítico Enrique R. Mirabal, el periodista Pedro Corzo, o el dramaturgo José Abreu Felippe -«esa entrevista me conmueve mucho; me abrió su corazón», expresa la autora-, así como la actriz Tere Vales.

«Ella tiene otra perspectiva porque fue Dama de Carnaval y le tocó en el palco estar sentada con este hombre, Fidel Castro, acabadito de entrar. Sabía todo», cuenta G. de Anhalt sobre la viuda del poeta Ángel Cuadra -cuya charla abre el libro-, preso durante 15 años por sus críticas y textos en contra de la dictadura.

Es él, a percepción de la autora, quien mejor explica lo acontecido en la Isla a mediados del siglo pasado.

«Se peleó para quitar a Batista, tener elecciones y que fuera la República de Cuba. Pero capturaron ese movimiento del 26 de julio (de 1953), y entonces vino en el 61 el Comunismo, que hizo una copia de la Unión Soviética», apunta la escritora.

«No era eso por lo que se luchó, por eso hubo mucha oposición», continúa. «Pero en un totalitarismo es difícil vivir, y la gente tuvo que elegir el exilio».

Para otros la suerte sería aquel destierro interno que la autora enuncia como «inxilio», padecido por José Lezama Lima y Virgilio Piñeira, atrapados y amedrentados en su propio país. Todo lo cual forjaría un mismo sentir colectivo: «El signo del sufrimiento humano de NO vivir en el suelo que te vio nacer, o de vivir en éste, como se mencionó antes, en esclavitud», escribe G. de Anhalt en el prólogo de Cubanos, obra en la que continúa con el noble empeño acometido desde hace décadas.

Un ‘deber religioso’

Iniciada entre dos Cabreras, y con el espaldarazo de dos padrinos literarios de lujo, G. de Anhalt quedó «legalizada como entrevistadora», como le dijo alguna vez a Armando de Armas, otro de los autores incluidos en Cubanos.

Por un lado, la entrevista con Guillermo Cabrera Infante -su «gurú» y crítico cinematográfico de cabecera- fue primera plana del suplemento Sábado del Unomásuno, en la época de Huberto Batis. Mientras que la realizada a Lydia Cabrera hizo del número 125 de la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz, uno de los más exitosos.

De hecho, fue en Editorial Vuelta, constituida en 1987 por el Nobel mexicano -a quien el matrimonio Anhalt acompañó hasta Estocolmo, Suecia, para la ceremonia de premiación-, donde se publicó Rojo y naranja sobre rojo (1991), el primero de los títulos de la escritora en recopilar entrevistas con colegas connacionales.

Los testimonios, en su mayoría desgarradores, aunque también conmovedores o hasta divertidos -«porque los cubanos somos una fraternidad a la cual le cuesta trabajo perder su sentido del humor», ha considerado la autora-, continuarían posteriormente en Dile que pienso en ella (1999).

Una curiosidad muy personal fue la semilla de todo: la búsqueda del cuentista Lino Novás Calvo. Esto luego de que en su novela corta El otro cayo la autora se encontrara con el apellido de su padre, Gurwitz, y su oficio, procurador público -abogado-, integrados en la ficción. ¿Acaso Lino lo había conocido?. Y le invadió la inquietud.

«Entonces, yo dije: ‘Quiero hacerle la entrevista a este hombre’. Y lo buscaba y lo buscaba. No lo encontré, porque ya había muerto. Había muerto en el exilio», indica la narradora, que sí pudo, en cambio, entrevistarse con su viuda, la escritora, poeta, periodista y editora cubana Herminia del Portal.

«Bueno, me encontré con una mujer tan interesante; me contó toda la vida de ella y de Lino», recuerda. «Entonces yo me di cuenta que aquí había una cosa cerrada en contra del exilio, que ahí estaban las glorias de Cuba, y que alguien tenía que recoger esa estafeta. Y yo la recogí».

El resultado de ello son, a la postre, alrededor de 40 entrevistas, vertidas a lo largo de los tres títulos ya referidos, y que a la autora le parecen en realidad muy poca cosa.

«No sabes el gran talento que hay. Me quedé con muchos en el tintero, porque no podía con todo», lamenta, convencida de la importancia de esto como cuando comenzó. «Es un deber religioso casi, un precepto de recobrar a esta gente».

¿Es una forma de justicia?
Claro, eso espero. Más bien, es dar un conocimiento a personas que han creído una propaganda muy eficaz; porque ha sido muy eficaz la mentira, el engaño y el ocultamiento. Entonces, sí, yo espero que sí, que eso sea.

‘Hubiera sido una exiliada’

G. de Anhalt refiere el llamado «exilio de terciopelo», donde una conexión militar, diplomática o universitaria permitió a algunos entrar y salir de Cuba sin tener que recurrir a recursos precarios y peligrosos como el de las balsas.

Ella, no obstante, se considera más bien «una exiliada simbólica».

Y es que, con una niñez dichosa, a diferencia de muchos colegas y compatriotas, no parece que la idea de abandonar la Isla fuera un deseo de la joven Nedda -nombrada como la mujer en discordia en Pagliacci, de Ruggero Leoncavallo-. Hoy, viendo en retrospectiva el horror del castrismo, no le queda duda de que hubiera huido de ahí de cualquier manera.

«Lo que pasa es que yo iba a ser abogada. Estaba estudiando leyes, en el segundo año de mi carrera, y a mi padre se le mete en la cabeza que debo de ir a una universidad norteamericana para mejorar mi inglés. Yo no quería ir», rememora.

¿Quería permanecer en Cuba?
Quería seguir estudiando mi carrera.

¿Se formaba como abogada por influencia de su padre?
No, era porque me gusta mucho la verdad, la justicia, la libertad. Y, además, Cuba es una de las naciones que tenía la mejor Constitución, la de 1940. Fue la primera, antes que España y que cualquier otra nación, que Argentina o Uruguay, que le dio el voto a la mujer, (a partir de lo establecido) en 1934.

Su padre, Miguel Gurwitz, había llegado a Cuba desde Europa con unos 15 años apenas; «él estaba huyendo precisamente del Comunismo». A su vez, Helena Zuchowicz, su madre, arribó desde Varsovia, donde se desempeñaba como periodista, reportando actos de antisemitismo para un periódico local.

«No sé si se herede en la sangre algo ahí, con mi mamá», pondera la autora cubana sobre la vocación en las letras que, curiosamente, sigue presente en las nuevas generaciones de la familia. En una parte de su enorme librero luce Freefall, la primera novela de su nieta Ariela, también abogada.

Lo cierto es que este destino literario no se reveló a la joven Nedda sino hasta que estuvo en el Sarah Lawrence College de Nueva York, donde fue compañera de generación de Yoko Ono. Particularmente por la clase con el poeta Alastair Reid, traductor de figuras como Jorge Luis Borges y Pablo Neruda.

«Fue por ese curso. Pero por poco no lo tomo», dice quien entonces parecía bastante ajena al mundo de la literatura. «Este hombre (Reid) ha de haber dicho: ‘Esta piedra en bruto, vamos a hacer algo por ella'».

El verano previo, durante unas vacaciones en México, la futura autora conoció al ingeniero Enrique Anhalt, que se convertiría en su esposo por más de 50 años. Su compañero de viajes por diferentes rincones del globo, aunque sólo después de que superaran el ciclo de las «vacas flacas», recuerda.

«A los dos años nació nuestro único hijo (Eduardo, médico), y como dicen que trae la torta bajo el brazo, sí la trajo, porque ya nos empezó a ir mejor. Y después de 10 años fue cuando hicimos nuestro primer viaje, y ya no le paramos», celebra la autora.

«Entonces, para mí, tener que dejar Cuba, familia y todo Pero es que me enamoré y se enamoró de mí un hombre maravilloso, un mexicano increíblemente maravilloso. Y no me arrepiento: si él hubiera vivido en no sé donde, lo hubiera seguido», continúa. «Luego viene el totalitarismo y el Comunismo en Cuba, así que hubiera sido una exiliada de todas maneras».

Si bien alguna vez afirmó que, después del entierro de su padre, no ha regresado ni regresará a Cuba, hoy, cerca de cumplir 89 años, la escritora siempre dividida entre sus tres cunas -cubana, mexicana y hebrea- confiesa sus deseos de haber podido volver, algo que ya da como una oportunidad perdida.

«Yo ya me resigné que ya no puedo regresar, aunque me hubiera gustado para ir al Cementerio de Guanabacoa, donde está enterrado mi padre».

Un hallazgo literario

Ya una vez en México, donde fraguaría amistad con personajes como Rufino y Olga Tamayo, Juan García Ponce, Fernando Vallejo y Alan Glass -recientemente fallecido-, G. de Anhalt obtuvo la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de las Américas, que la acogió como docente de Literatura Hispanoamericana.

«Yo enseñé mucho Mi vida con la ola, que es un cuento precioso de Paz (otro de sus amigos). Yo quería siempre seducir a los alumnos con cuentos; me parecía que era más fácil que la novela», comparte la autora, quien precisamente iniciara su carrera literaria como cuentista.

«El cuento es más estricto, se parece más a la poesía; las palabras que tú usas pesan. Yo entré mucho por los cuentos».

Con el tiempo terminaría haciendo también ensayo, poesía, aforismos, crónicas, reseñas y entrevistas, particularmente en su labor como crítica cinematográfica, cubriendo por cerca de tres décadas festivales de cine en Nueva York, «tratando de meter el mar en una copa tequilera», como definiera la habitual lucha con el limitado espacio para relatar todo.

«Pero, de alguna manera, lo metes. Si algo me ha enseñado a mí el periodismo es el poder de síntesis: te dan dos cuartillas y tú tienes que elegir lo que tienes que decir, lo importante, ahí, no hay otra cosa. Eso es una gran lección».

Habiendo escrito casi de todo, salvo algo más cercano al guión, la escritora recuerda que hace poco, organizando su archivo y biblioteca con alrededor de 6 mil libros -los cuales busca donar a la biblioteca Sergio Galindo, en Veracruz-, halló una novela que escribió en 1984 y que ahora le gustaría lanzar.

«La guardé y ahora la descubrí», dice la también exsecretaria y exvicepresidenta del PEN Club México. «Ya le hice una introducción y a ver si la puedo publicar. Pero estos son momentos malos para la literatura».

Su vida en las letras

«Para conocer a un escritor, hay que leerlo», opina G. de Anhalt, autora de 16 libros, incluidos:

Entrevistas
– Rojo y naranja sobre rojo (1991)
– Dile que pienso en ella (1999)
– Cubanos (2020)

Cuento
– El correo del azar (1984)
– Cuentos inauditos (1994)
– Déjame que te cuente, 1980-2009 (2013)

Crítica de cine
– Cine, La gran seducción (1991)
– Mis amores en la sala oscura (2016)
– Un deseo llamado cine (2018)

Ensayo
– Allá donde ves la neblina, Un acercamiento a la obra de Sergio Galindo (1992)
– ¿Por qué Dreyfus? El ensayo de un crimen (2003)

Poesía
– Cuadernos del exilio (2006).
– Al día siguiente (2013)

Publicacion fuente ‘Reforma’, 2023