Leonardo Fernández Otaño: Entrevista a Alfredo Felipe Fuentes / ‘Hay bóvedas de cementerio más grandes’ que las celdas de castigo de las prisiones cubanas
Alfredo Felipe Fuentes fue uno de los 75 encarcelados en 2003 por el régimen de Fidel Castro durante la llamada Primavera Negra. Entonces estaba cerca de los 55 años. Economista de profesión, se había vinculado a la oposición política en la década de los 90, cuando se convirtió en sindicalista independiente y empezó a colaborar con medios anticastristas. Tras el lanzamiento del Proyecto Varela por parte del opositor Oswaldo Payá, formó parte de su Consejo Nacional Coordinador.
Luego de pasar más de siete años en tres prisiones diferentes, Felipe Fuentes fue exiliado forzosamente a España, donde vivió unos meses hasta finalmente asentarse en EEUU. Es autor del libro La falsa imagen de Fidel Castro, en el que desmonta mentiras del fallecido dictador con recortes de periódicos oficiales controlados por el Partido Comunista de Cuba.
A sus 75 años, y habiendo vencido dos veces al cáncer, responde algunas preguntas del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas.
¿Por qué motivo estuvo preso?
Yo ingresé en la oposición en 1990, por ahí. Después fundé un espacio para enseñar Derechos Humanos y empecé a enviar algunas noticias a Radio Martí. Pero la sentencia fue por [supuestamente] atentar contra la seguridad nacional, la independencia territorial y esas cosas, porque en 2002 ingresé al Proyecto Varela, y junto a otras personas recogí cerca de 1.000 de las 11.000 firmas que el proyecto obtuvo. En realidad fueron como 1.200, pero algunas las decomisó la Seguridad del Estado. Y parece que esa recogida de casi el 10% de las firmas hizo que decidieran encarcelarme, o eso creo yo, porque fue lo único que hice con carácter nacional.
¿Cómo fue el proceso contra usted?
Primero me llevaron para Villa Marista, sede de la Seguridad del Estado. Allí estuve como un mes, hasta el juicio. Me dieron una copia de la petición fiscal para que mi esposa buscara un abogado. Pasó muchísimo trabajo porque nadie quería meterse en eso, menos con una petición de ahora para ahorita. Me pedían 15 años, pero me sancionaron a 26. El juez se convirtió en fiscal, una cosa increíble. Me liberaron a los siete años y medio; o sea, que estuve preso entre marzo de 2003 y octubre de 2010. Primero me enviaron a Villa Clara, a la Prisión de Guamajal. Allí estuve como dos años. Después me trasladaron para Kilo 5½, en Pinar del Río, donde estuve dos o tres años más, y finalmente me mandaron para la Prisión de Guanajay, en la actual provincia de Artemisa, hasta que me excarcelaron y exiliaron. Dos o tres días antes me enviaron a la Prisión Combinado del Este y de ahí me llevaron al aeropuerto.
¿Cuándo ingresó en prisión recibió información sobre sus derechos y el régimen al que sería sometido?
A mí me metieron de cabeza en una celda de castigo. Llegué a la prisión [de Guamajal] de noche. No había luz, la celda estaba oscura. Tuve que comer a tientas, sin cuchara ni nada. Después conseguí un bombillo con un preso a cambio de una toalla. Pero a mí no me dieron ningún papel ni nada. Solo me dijeron que iba para régimen de mayor severidad y que me tocaba celda de castigo por dos años, aunque estuve menos, cerca de uno. Unos oficiales nos dijeron a mí y a otro preso cómo era la cosa en la prisión, nos dieron un poco de información general, pero nada oficial. Yo busqué mis derechos por otras vías, pero nada de eso se cumplía allí.
¿Cómo eran las celdas y las galeras?
En Guamajal, el ancho de la celda de castigo era de alrededor de un metro con 40 centímetros. No podía ni abrir los brazos. Y de largo, el de la cama, como dos metros. Hay bóvedas de cementerio más grandes que eso. Con el agua, las medicinas y la ropa no había problemas mayores, pero en la etapa de frío o de mosquitos no tenía sábana para taparme. Un día me puse a matar mosquitos y llené la tapa de un pote de mayonesa. Después conseguí que otro preso me alquilara una sábana hecha de retazos e incluso así me picaban. Una tortura tremenda. Cuando salí de la celda de castigo, éramos cerca de 40 presos en la galera, que medía alrededor de 40 metros de largo por ocho o diez de ancho. Tenía entre tres y cinco baños, aunque siempre había uno roto.
¿No le facilitaban ropa de cama, artículos de aseo, uniformes?
Artículos de aseo y ropa de cama, no, que yo recuerde. Mi mujer tenía que cargar con todo para la prisión. A veces los presos políticos usábamos ropa normal, pero en otras ocasiones teníamos que ponernos el uniforme. A mí eso no me importaba. Lo importante es tu posición.
¿Se sintió discriminado en prisión?
Uno se siente discriminado desde el momento en que va preso por su opinión política. Los presos se llevaban bien conmigo y con los demás políticos, aunque no todos. Siempre había alguno malintencionado. Había guardias neutrales, pero otros tenían un trato hostil, eran más estrictos conmigo por ser político, sobre todo en Guamajal. Estaban inyectados de odio, de propaganda. Aunque tampoco fue una cosa grave.
Según su experiencia, ¿hay prisioneros que reciben mejor trato que otros?
Los prisioneros que colaboran con ellos, que les dan información, claro que tienen mejor trato. Y en general, los que se portan bien. Las autoridades nombran a uno o varios reclusos como jefes de galera para mantener la disciplina, la limpieza, etc., y esos mismos a veces golpean a otros. Eso lo vi yo.
¿Cómo era la atención médica?
Si tú les decías a los guardias que necesitabas ver al médico, generalmente te llevaban. Para mí eso no fue un gran problema, como tampoco el acceso a los medicamentos, porque casi no tuve que consumir ninguno. Una vez sí tuve que ver a un urólogo porque tenía problemas para orinar. Al cabo de unos meses me hicieron un ultrasonido, pero la cosa era benigna y ahí quedó. Ya casi al final, cuando estaba en la Prisión de Guanajay, faltándome cuatro o cinco meses para salir, detecté una pelotica en el lado izquierdo de mi cuello. La doctora de la prisión me dijo que posiblemente solo era un ganglio inflamado. Como no tenía más síntomas ni dolor, no me preocupé más por eso. Cuando me mandaron para el Combinado del Este, un especialista me dijo lo mismo: un ganglio inflamado. Cerca de un año después, ya en Estados Unidos, me hice una biopsia y era cáncer. Lo superé después de dos operaciones y 35 sesiones de radiación, porque estaba muy avanzado. Hasta que en 2022 me apareció otra vez, debajo de la lengua.
¿Podía realizar ejercicios al aire libre mientras estuvo preso?
En Guamajal, una vez al día me sacaban de la celda de castigo para otra un poco más amplia con cabillas en el techo, a través de las cuales entraba la luz del sol. Ahí me ponía a dar vueltas. Después, cuando estaba en la galera, tenía más espacio y podía hacer ejercicios, igual que en las otras prisiones.
¿Cómo era la comida y el acceso al agua potable?
En Guamajal a veces faltaba el agua. Entonces la traían directamente de una presa, toda amarilla, sin filtrar. La comida era muy escasa, mala y con poco valor nutritivo. Un caldo que no se sabe qué era, transparente, con dos o tres granitos de frijoles en el fondo; un poquito de arroz, un pedacito de pan, eventualmente un huevo o tenca, que era mayormente espinas. En Kilo 5½ y Guanajay mejoró un poco.
¿Fue interrogado por agentes de la Seguridad del Estado mientras estuvo recluido?
No sé si llamarlos interrogatorios. Ellos me buscaron un par de veces para tener un contacto contigo. Generalmente era un oficial, a veces dos. Pero ya yo estaba preso, no tenían con qué amenazarme.
¿Sufrió algún tipo de tortura física o psicológica dentro de la prisión?
Psicológica. Dejarte en una celda de 1,39 metros de ancho por dos de largo, con un hueco en el piso para hacer necesidades, el día entero mirando para el techo, a ver si al otro día te sacaban un rato para otra celda a dar vueltas como un loco… eso es una tortura psicológica tremenda. Se sabe que ese aislamiento genera de todo, más aún para una persona mayor de 50 años.
¿Alguna vez lo esposaron en prisión?
Me esposaron a veces, pero no para inmovilizarme ni darme golpes, porque yo no me alteraba ni nada, sino más bien para llevarme al médico.
¿Tenía comunicación regular con su familia?
En Guamajal, no tanto. El reglamento decía que tenía derecho a 100 minutos al mes, pero a veces no tenía cómo llamar. Solo podía usar diez, 15 minutos. Ya después mejoró, sobre todo en Kilo 5 1/2 y Guanajay.
¿Presenció alguna muerte o intento de suicidio en prisión?
Sí. Frente a la celda mía, un muchacho joven se colgó de la reja con una camiseta porque no soportaba aquello. Otros se hacían daño: se cortaban una mano con la sierra cuando estaban trabajando, se afeitaban la línea del ojo para quedarse ciegos y que les dieran la baja.
¿Su familia sufrió consecuencias por su encarcelamiento?
Hubo algunas visitas de organismos del municipio para que mi esposa dejara las Damas de Blanco.
¿Cómo ve desde el presente su paso por la prisión política?
Yo fui encerrado en una celda de castigo, aislado. Eso fue una tortura mental contra alguien en cuya sentencia no decía que maltrató físicamente o de palabra a alguien, o que mintió, o que robó. Yo no tenía que haber estado preso por nada, porque la sentencia no pudo justificar ningún delito.
Publicación fuente ‘DDC’
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