Luis Felipe Rojas: Armando de Armas…
Murió Armando de Armas, me acabo de enterar esta noche en que más temprano se ha muerto también el pitcher cubano de Grandes Ligas Luis Tiant.
Armandito escribió La tabla, una novela de casi 500 páginas en dos partes, en solo dos párrafos. Es un relato trepidante de su escapada de Cuba en balsa que es su escapada hacia dentro de él mismo.
Armandito fue el único escritor que he conocido que asumió el nivel de guapería y ambiente que vivió en su Cienfuegos natal –y en Miami luego– para llevarlo a su propia escritura y devolver eso a la gente. Era auténtico.
Lo conocí en Radio Martí y a los pocos días cuando se presentó mi libro en Café Demetrio me llevó de regalo uno de los pocos ejemplares que le quedaba de La tabla, publicada por la Fundación Hispano-Cubana en el Madrid de 2008.
Tuvimos que trabajar un 31 de diciembre y al final de la jornada en la tarde me llevó a una licorería a que escogiera “el whisky que te dé la gana, mi ambieco”. Ante mi duda e ignorancia etílico-yanquista de entonces haló por un Macallan carísimo en una caja color caja de muertos de Cuba para regalarme y escogió uno muchísimo más caro para él. Condujimos hasta el río de Miami y en un patio en donde vendían cerveza, abrió su botella y nos bebimos casi la mitad en dos vasos plásticos mientras mirábamos a las mujeres pasar. Esa tarde pasaron por allí las mujeres más lindas de Miami. “Las mujeres más lindas de Cuba”, decía entre carcajadas. En eso lo llamaron dos veces por teléfono y esas fueron las únicas distracciones en su discurso sobre lo que estaba pensando en ese momento. Era un libro sobre ladrones en Cuba.
Un día el escritor Néstor Díaz de Villegas aceptó mi invitación a que fuera a mi programa de Radio Martí, y al terminar lo llevé a que se viera con Mandy luego de 20 años sin saber el uno del otro. Lo que vimos después fue un relato descarnado sobre el Cienfuegos que ninguno de los dos volvió a ver tras sus años de exilio y sobre un personaje, un actor de cine de antes de 1959 conocido de ellos dos y que cumplió cárcel por participar de un complot de atentado contra Fidel Castro en una visita que el dictador hiciera a la perla del sur.
En la foto que les hice Mandy está sentado y es Néstor el que gesticula y tiene pose de guapo. A Armandito no le gustó y me pidió varias veces que la tumbara de mi muro de Facebook. Nunca le hice caso. Ahí están los dos en su plática primera después de 20 años.
Presenté uno de sus libros, reseñé un par de otros más y siempre pasábamos meses comentando posteriormente algún detalle. Armandito podía hablar durante horas de literatura de la forma más entretenida posible.
Una noche en que salimos de una presentación de un libro de historia que a él le pareció una jornada soporífera me llevó a un restaurante de poca monta en la Pequeña Habana a probar “los mejores tacos de Miami”. Y yo que “no, mejor las cervezas», y él que «nooo, lo mejor de lo mejor: el guacamole”. Terminamos bebiendo muchas cuadras más abajo en el desaparecido Hoy como Ayer, sin tacos y más cervezas. Y vino.
Me facilitó entrevistas con Miriam Gómez, la viuda de Cabrera Infante y con el excongresista cubanoamericano Lincoln Díaz-Balart. Que le pagara con cervezas, me martillaba en los pasillos de la emisora, pero nunca aceptaba, las pagaba él, lo mismo en el Flanigan’s de la 87 avenida y la 12 calle del Doral, que en un barcito de mala muerte que está cerca de la cárcel de la 36 calle y la 72 avenida del noroeste.
A él le debemos Exilda y yo la amistad con el italiano viajero amigo de Cuba Mario Camilli, a quien acabamos de ver precisamente hace una noche de vuelta en Miami. Mario ha quedado mudo al saber de esta muerte inesperada. Aquella vez, vinos y tapas españolas en un rinconcito hoy extinto de la Calle Ocho con Mario y Diana Ugalde que llegó después.
Armandito era un tipo difícil cuando defendía su criterio, al extremo. Pero defendió siempre la verdad, estuvo siempre del lado de la verdad y persiguió a la mentira así se metiera en la derecha, de la que sentía verdadero orgullo de pertenencia.
Me regaló un libro de V.S. Naipaul y una colección de discos de Olga Guillot.
Le hice una foto con una copa de vino en alto, a manera de celebración y me dijo que había captado la esencia de lo que él era en ese momento. Hoy celebro su amistad, incluyendo las diferencias y la distancia, esta última debido a los derroteros de la cotidianidad de cada uno.
Espero que sigas, allá hacia donde has ido, tan polémico y punzante, y tan maledicente y despampanante como siempre. Tu escritura lo seguirá haciendo por ti, amigo.
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